Wednesday, March 12, 2014

La Magia de las Ciudades Perdidas (2008)



La Magia de las Ciudades Perdidas
Por Scott Corrales

“...las ruinas se elevaban sobre una línea que separaba, y que ocultaba mutuamente, los costados oriental y occidental de los Desiertos del Sur. Durante épocas pasadas, cuando estaba viva y próspera, dominaba perfectamente el norte de dicha región, y ahora, los restos masivos de las fortificaciones atestiguaban que los habitantes eran conocedores de su valor estratégico. Según las leyendas conservadas en el Saber de Kevin, los habitantes habían sido belicosos, y necesitaban su localización estratégica. Lord Calindrill había traducido su nombre como “plaza maestra” o “desolación de enemigos”. Las leyendas dijeron que durante siglos, Doriendor Corishev había sido la capital de la nación que vio nacer a Berek Mediamano”.

-- Steven R. Donaldson, Las Crónicas de Covenant el Incrédulo (1979)


El concepto de las ciudades perdidas es algo que apetece poderosamente a la mente occidental, ya que conjura la imagen de ruinas antiquísimas cubiertas de lianas y vegetación selvática, o enormes propíleos que sobresalen de las arenas de algún desierto inexplorado. En las ciudades perdidas yacen tesoros olvidados por la mente del hombre o, muy al contrario, culturas plenamente vivas de naturaleza beligerante o pacífica que se aisló voluntariamente del flujo de la civilización humana, representando una fuente de peligro y oportunidad para el aventurero o explorador. Por supuesto, las ciudades perdidas en el mundo real tienen mucho más en común con yacimientos arqueológicos como Angor Wat, Ebla o hasta la misma Troya que aquellas que nos ocuparán en este trabajo.

Al paso que se encogían las distancias durante el siglo XIX y los exploradores rebasaban las fronteras de lo desconocido, resultaba necesario hacer que la ciudad perdida y sus tesoros fuesen cada vez más remotas. Los autores de ficción como Julio Verne optaron por poner sus sueños a buen recaudo, ocultando sus ciudades perdidas debajo de la corteza terrestre en Viaje al centro de la tierra (1864). Su colega británico, H.Rider Haggard, envió a su protagonista Allan Quartermain al corazón del Africa inexplorada en pos de Las minas del rey Salomón (1885). Ambas corrientes novelescas se vieron inspiradas, en cierto grado por los escritos de un apasionado creyente en la “tierra hueca”, el norteamericano John Cleves Symmes, cuya novela Symzonia (1820) describía una sociedad tecnológica muy adelantada bajo la nieve y el hielo de la Antártida.

Pero mientras que la ciencia y la ciencia-ficción se empeñaban en presentarnos dos clases distintas de ciudad perdida, la tradición esotérica y la criptoarqueología amparaban su propia variedad de ciudades prohibidas, accesibles sólo a los iniciados – o a los desventurados que se internaban en ellas por casualidad.


En pos de la ciudad de Iarchas

“En cuanto a Arellarti, nuestras leyendas cuentan varias historias acerca de una ciudad perdida en ruinas dentro de Kranor-Rill. Se dice que la ciudad fue construida hace mucho por los Rillyti, y que aún utilizan sus desmoronadas estructuras para sus rituales obscenos...”

--Karl Edward Wagner, Bloodstone (1975)


Apolonio de Tiana fue un filósofo y matemático que vivió en el año 17 de la era cristiana. Seguidor de la tradición pitagórica y contemporáneo de Jesús, se consideró que este pensador oriundo de Capadocia también era divino y que disponía de poderes paranormales. Se construyeron templos en su honor en todas partes del imperio Romano después de su muerte y algunas ciudades llegaron a acuñar monedas cuyo obverso portaba la imagen de Apolonio.

Este intrigante personaje merece su fama por sus viajes a todas partes de la cuenca del Mediterráneo, Etiopía, Asiria y la india. Regresó al imperio Romano después de sus viajes haciendo gala de algunas de sus dotes paranormales, particularmente después de haberse afincado en Efeso (en la actual Turquía) para inaugurar su escuela. En aquel momento, la ciudad estaba siendo arrasada por la peste, y el filósofo pitagórico mandó a apedrear a un mendigo que era en realidad un demonio con aspecto humano. Cuenta la tradición que los efesios se ensañaron contra el supuesto culpable, literalmente cubriéndolo de piedras. Cuando se hizo el esfuerzo por sacar el cadáver del mendigo del montón de piedras, no encontraron absolutamente nada, y la peste acabó enseguida.

Pero lo que nos interesa no son los supuestos milagros de Apolonio, sino su búsqueda de la “ciudad de los dioses” durante sus viajes en las Himalayas. Fue acompañado por Damis, su fiel aprendiz, que Apolonio llegó a la ciudad de Iarchas. Los historiadores se han esforzado por identificarla—sin éxito—con algunas de las ciudades helenísticas fundadas por Alejandro Magno en el Punjab. El mismo Apolonio dijo lo siguiente sobre esta urbe: “He visto hombres que viven en la Tierra pero que no son de nuestra Tierra, que están defendidos por todas partes pero que carecen de defensas, y que no tienen nada más allá de lo que poseemos nosotros mismos”.

La leyenda nos dice que cosas extrañas comenzaron a suceder al paso que Apolonio y Damis se acercaban a su destino. El camino que habían seguido se desvaneció y el paisaje adquirió un aire surrealista. Se les llevó hasta el gobernante de la ciudad (a quien se le identifica en algunas versiones como Iarchas) y se les dijo que habían llegado al reino “de los hombres que lo saben todo” y pudieron apreciar una serie de maravillas, como una maqueta del sistema solar construido bajo el domo de zafiro de un templo, así como levitaciones impresionantes. El maestro y su aprendiz cenaron con el regente epónimo de la ciudad, siendo atendidos en todo momento por cuatro autómatas; la noche se convertía en día mediante el uso de “piedras luminosas” y Apolonio se quedó pasmado al ver que unas “ruedas vivientes” transportaban mensajes de los dioses a los habitantes de la urbe. Siendo geómetra, resulta perfectamente comprensible que el filósofo griego estuviese fascinado por el hecho de que la ciudad de Iarchas “se encuentra en la Tierra, pero a la misma vez, fuera de ella”.

Los cronistas nos informan que Apolonio obtuvo poderes considerables tras su estadía en la “ciudad de los dioses”, notablemente el don de poder “sacar fuego del éter” y el don de la ubicuidad. Personas que presenciaron sus milagros lo atestiguaron durante el juicio celebrado a Apolonio en el reinado de Domiciano. Se supone que el filósofo haya mirado al emperador y le haya dicho: “Podrás apresar mi cuerpo pero nunca mi espíritu, y de paso, ¡tampoco mi cuerpo!” desapareciendo acto seguido en un gran destello de luz, cuya brillantez fue aún mayor debido a que Domiciano había mandado pulir los mármoles de su palacio como si fuesen espejos, para impedir que lo apuñalasen a traición. Y resulta curioso que todas las fuentes concuerden en un hecho concreto: el 16 de septiembre del 96 d.c., mientras que Apolonio dictaba una conferencia en los jardines de Efeso, repentinamente quedó callado y su semblante se vio torcido por una ira indescriptible a la vez que exclamaba: “¡Maten al tirano, mátenlo!” Posteriormente, volvió a mirar a su sorprendido público para decir: “¡Albricias, ciudadanos de Efeso! El tirano ha sido asesinado hoy mismo en Roma”.

La vida de este singular personaje ha sido interpretada de varias maneras: para los teósofos, y especialmente para George R. Stow, biógrafo de Apolonio, el pitagórico es un “maestro espiritual” y una de las muchas caras del conde de St. Germain; Jacques Bergier sugirió que Apolonio había tenido contacto con extraterrestres; otros opinan que este taumaturgo del siglo I d.c. logró acceder a un extraño depósito de sabiduría oculta, posiblemente ubicado en otra dimensión de nuestro propio mundo.

La capital olvidada de los Hsiung-Nu

A cada mano surgían las lúgubres reliquias de otra época olvidada: enormes fustes truncados cuyas cimas melladas llegaban hasta el cielo; largas rectas de murallas desmoronadas; enormes bloques caídos de piedra ciclópea; deidades astilladas cuyas horrendas facciones habían sido medias borradas por la erosión del viento y las tolvaneras...

-- Robert E. Howard, “El coloso negro” (1933)





Mientras que la misteriosa ciudad de Iarchas pudo haber existido “más allá de los círculos del mundo” (para pedir prestada a J.R.R. Tolkien su evocadora frase) también podemos suponer que muchos iniciados potenciales hayan perdido el pellejo tratando de buscarla. Sin embargo, existen otras ciudades perdidas en el centro de Asia que gozan de un aura de misterio igualmente poderoso.

Extendiéndose desde la cuenca del Tarim hasta el enigmático desierto del Gobi, Asia central es considerada por muchos – entre ellos los historiadores Roy Chapman Andrews y Henry Fairfield Osborne – como la cuna original de la humanidad. Durante su exploración de esta enigmática región, Andres encontró los restos prehistóricos de árboles, follaje y crustáceos de agua dulce, apuntando a una época remota en que había agua y vegetación en abundancia. Su expedición también halló los restos de un esqueleto humano de dos metros de estatura, identificado como un “protomongol”.

El controvertido autor italiano Peter Kolosimo causó furor entre los entusiastas de la criptoarqueología y los estudiosos con su libro “Timeless Earth” (1968) en donde el autor nos informa que la cultura de los Hsiung-Nu no tenía nada que ver en absoluto con los hunos que devastaron Europa en el siglo V de nuestra era. Lejos de ser salvajes al galope, los Hsiung-Un tenían una cultura bastante avanzada que rendía culto a las estrellas y cuya capital se localizaba en las desoladas regiones de la cuenca del Tarim (a poca distancia de la instalación de pruebas nucleares de Lop Nor en la republica china). Los puntos de contacto entre esta civilización y la desparecida cultura de los mitanni eran más estrechas que con otros pueblos asiáticos. La mayoría de los textos de historia aportan poco sobre esta raza olvidada. Uno de ellos nos dice escuetamente que “según algunos investigadores, los hunos eran descendientes de los Hsiung—Un, un pueblo siberiano que se asentó entre el lago Balkhash y Mongolia en el siglo IV a.c.” . Un mapa nos muestra que la extensión de este reino llegaba hasta las fronteras de Corea, aunque el mismo mapa nos indica que la “residencia del jefe de los Hsiung-Un estaba en las riberas del río Ongin en Mongolia. En el 209 a.c., Mao-tun se convirtió en emperador de los Hsiung-Un e hizo que China le pagara tributo.

Según Kolosimo, el padre Duparc, un explorador francés, llegó a las ruinas de la supuesta capital de los Hsiung-Un en 1725, hallando una serie de monolitos que aparentemente habían formado parte de un adoratorio. Otros descubrimientos incluían una pirámide de tres escalones y un palacio real “con tronos adornados con imágenes del sol y la luna”. Las expediciones posteriores encontraron joyas, armas y adornos, pero no encontraron las ruinas vistas por Duparc, ya que estas habían desparecido debido a la acción de las tormentas de arena. Un equipo de investigadores soviéticos llegó a la región en 1952 y descubrió la punta de una estructura monolítica parecida a los monumentos de Zimbabwe en el sur de Africa. De acuerdo con los textos tibetanos examinados por los sabios de la expedición rusa, la ciudad sin nombre de los Hsiung-Un había sido destruida por un “cataclismo de fuego” que arrasó con la civilización y redujo sus sobrevivientes al barbarismo.

No obstante, la relación entre los Hsiung-Un históricos y los creadores de las ruinas misteriosas parecen ser pura coincidencia. Es muy posible que los avanzados pobladores de la arruinada ciudad de la cuenca del Tarim tuviesen más en común con los “tocarios” de las crónicas antiguas, y cuyas momias fueron halladas en 1997 cerca de la ciudad china de Urumchi. Es posible que las exploraciones petroleras que toman lugar actualmente en el desierto del Takla Makan puedan aportar más información sobre esta civilización olvidada y su misteriosa ciudad. Existe una oportunidad valiosa en el uso de dispositivos de detección a distancia como el SIR-CX-SR, desplegado por primera vez en el trasbordador Discovery en 1994 para discernir las estructuras ocultas a lo largo de “la ruta de la seda”. Este sorprendente sistema radárico es capaz de descubrir objetos enterrados en la arena hasta 3 metros de profundidad. Se utilizaron dispositivos semejantes para localizar con la ciudad perdida de Ubar en el Hadramaut (entre Yemen y Omán en la península arábica).

La ciudad negra

El desierto del Gobi es un crisol de ciudades perdidas y civilizaciones desconocidas. A miles de kilómetros de la cuenca del Tarim y la ciudad de los Hsiung-Un se hallan las ruinas de Kahara-Hot, “la ciudad negra y muerta” del Gobi, destruída por la magia.

Los expertos afirman que Khara-Hot fue la ciudad más antigua del Gobi, situada en las riberas del rio Ezen y a la sombra de la cordillera Altai, añadiendo que se trataba de una población mayormente china encargada de esparcir la cultura del imperio celestial entre los salvajes del norte a partir del s. II a.c. La historia ortodoxa agrega que el imperio de Shi-Shia, regido por los tángutos, controló la urbe por dos siglos hasta que Genghis Khan volvió a retomarla. En 1372, Khara-Hot acabó siendo destruida por los ejercitos de la dinastía Ming.

Pero otras fuentes sugieren que la ciudad negra tuvo un fin menos prosaico. La pujanza de su gobernante, Khara Bataar Janjin (“el héroe negro con palabras de magia negra”) levantó la cólera del emperador chino, quien le declaró la guerra y asedió a Khara-Hot. El “héroe negro” preparó a sus caballeros para una última embestida contra los chinos, parecida tal vez a la carga de Théoden y Aragorn durante el sitio del Abismo de Helm en Las dos torres de Tolkien. Pero la hija de Janjin le suplicó que no lo hiciera y que permitiese la entrada de los chinos por una de las puertas de la ciudad mientras que el héroe y sus tropas salían por otra.

Khara Bataar Janjin salió con sus tropas según lo convenido, pero mientras que lo hacía, el caudillo pronunció las “palabras negras” que causaron la transformación de todo el paisaje circundante. Todos los seres vivos murieron; los árboles se desplomaron y surgieron tormentas que anegaron la región en un mar de arena, enterrando al héroe-mago y los suyos para siempre. Los chinos quedaron horrorizados al ver que la región – otora boscosa y llena de pastizales – no era más que un desierto. Lejos de penetrar la ciudad y saquearla, los ejércitos del emperador huyeron despavoridos.

Con el paso de los siglos, se han hecho intentos por recuperar el tesoro de Khara-Hot, pero la tradición insiste que cortinas de fuego se alzan de las arenas para impedirlo. Durante siglos, chamanes y lamas tibetanos intentaron vencer la maldición de las “palabras negras” proferidas por Janjin, intentando rescatar el tesoro de un millón de onzas de plata perdido bajo las arenas.

No fue hasta 1909 que el explorador ruso Piotr Kozoloff logró franquear las defensas de Khara-Hot para hallar una bóveda llena de objetos de culto, bajorrelieves y manuscritos antiguos...pero nada de tesoro. ¿Será que la magia del “héroe negro” sigue protegiendo su tesoro?


¿Una ciudadela para el preste Juan?

La misma incertidumbre histórica que aflige a la arruinada ciudad de los Hsiung-Un en el desierto se aplica también, en cierto modo, al preste Juan.

Una de las grandes leyendas de la baja edad media se refiere a las embajadas supuestamente provenientes “del reino del preste Juan”, trayendo obsequios y cartas tanto a los estados pontificios como a otros reyes de la época. En el 1165 d.c., el emperador bizantino Manuel Cómneno recibió una misiva de un lejano príncipe conocido solo como el preste Juan, quien alegadamente recibía “el tributo de 72 reyes” y que también era “un cristiano devoto que protege a los cristianos en todas partes de nuestro reino”. En la era de las Cruzadas, mientras que los reinos cristianos de levante se veían empujados inexorablemente hacia el mar ante el empuje de los musulmanes, la novedades de un poderoso aliado cristiano fueron recibidas como agua de mayo. Se hicieron intentos múltiples por localizar su reino: Algunos dijeron que el preste Juan se encontraba más allá de la India; otros afirmaban que vivía en el Cáucaso. Los cartógrafos que colocaron en sus portulanos la figura de un monarca con cetro en la actual Etiopía fueron los que salieron ganando, y el “reino del preste Juan” se convirtió en un dominio mágico salido de los cantares de gesta del momento, situado en lo alto de las míticas montañas en cuyas laderas nacía el Nilo.

Cuando los viajes de Marco Polo comprobaron sin lugar a dudas que el único gran monarca más allá de la India era el Gran Kan, el esfuerzo por dar con el preste Juan en África comenzó en serio. En 1520, Portugal envió una delegación a Etiopía para concertar una alianza con este príncipe inmortal contra los mercaderes árabes que entorpecían el comercio de las especias. Al llegar, se encontraron con que el monarca etíope jamás había oído mencionar al preste Juan.
Aunque pudo haberse tratado de un fraude medieval, cada fraude porta en su seno las semillas de la verdad. ¿Pudo haber existido algún obispo copto o nestoriano llamado Juan, gobernante de algún diminuto señorío, cuya reputación fue magnificada para infundir temor a sus enemigos?

Esta vía de especulación fue reforzada en 1994 por un artículo de J.J. Snyder aparecido en la revista World Explorer (Vol. 1, No. 4) titulado The Mysterious Egyptian Castle-Fortress (El misterioso fuerte-castillo egipcio). El autor afirma que mientras pilotaba un avión cosechador desde el Sudán hasta la egipcia Aswan, tuvo la oportunidad de sobrevolar un “castillo negro como una fortaleza” que dominaba una pequeña colina y que contaba con “dos almenas que apuntaban hacia el sur” en la sección mas árida del desierto nubio en la frontera sudanesa. Mientras que ninguno de sus colegas aviadores pudo confirmar su avistamiento, Snyder tuvo la sensación de que la estructura “estaba vacía...y que pudo haber estado abandonada por cientos de años, acaso más”.

¿Un truco del paisaje, producto de algún juego de luz y sombras? Quizás. Pero, ¿y si el preste Juan hubiera sido menos rey y más un jefe como “el viejo de la montaña” que regía a los Asesinos? ¿Pudiera haber sido la ciudadela vista por Snyder la ciudadela “perdida” de este personaje medieval. Una posibilidad encantadora, a pesar de ser poco factible.

Ciudades perdidas – físicas y metafísicas

Las leyendas sobre la existencia de esta ciudad perdida prehumana resultaron ser ciertas. Pero aún más sorprendente que sus muros ciclópeos de piedra desconocida, que la geometría precisa y extrahumana de sus calles radiales y edificios sin ventanas, los seres monstruosos que ambulaban por esta obra maestra de un genio muerto hace edades, era que Arellarti no era la ruina muerta que habían retratado las leyendas....

--Karl Edward Wagner, “Bloodstone” (1973)


Cuando cortamos los vínculos que nos unen a la historia, o aún con el folklore, nos exponemos al riesgo de ser arrastrados por las poderosas corrientes de la especulación que nos acercan cada vez más al misticismo. El mejor ejemplo de esto puede verse en las creencias de algunos autores iberoamericanos, entre ellos Guillermo Terrera, quienes han inventado una cosmología entera de ciudades perdidas y de parahistoria.

Terrera hace distinciones muy claras entre las ciudades perdidas “verdaderas” y las que son puramente metafísicas (las subterráneas y las que podemos suponer extradimensionales), aunque estas no son menos reales que las ciudades de los mayas, incas o aztecas. Entre las urbes metafísicas figurarían Thule, Agharthi y Shamballah, aunque el eje central de esta cosmología heterodoxa lo sería el mágico Cerro Uritorco. “El enlace entre el conocimiento de los indios Comechingones y sus creencias ancestrales”, nos dice Terrera, “fue comprobado por el hallazgo del legendario Bastón de Mando o Piedra de la Sabiduría en 1934 por Ofelio Ulises, justo después de su regreso de la ciudad tibetana de Shamballah (¡!) en la que estudió por ocho años. Fue precisamente en esta ciudad que se le mostró la localización del báculo de basalto cuya construcción había sido encargada por el jefe Multán hace ocho mil años”.

Es natural que los planteamientos de Terrera nos sean difíciles de digerir, pero su forma de pensar no es única. El francés René Guénón postuló la creencia de que la geografía no toma en cuenta los pliegues o “arrugas” que pueden producirse en la superficie del mundo. Denominando estas irregularidades con el nombre de dwipas (palabra de origen hindú), siete de las cuales pueden ser accesadas por los iniciados. Al menos uno de estos mundos está habitado y contiene la ciudad del “rey del mundo”, un lugar en dónde sobreviven las tradiciones sagradas y dónde los iniciados van a someterse a prueba. Guénón también nos dice que las sociedades secretas de nuestros mundo han jurado vedar a los legos el conocimiento de cómo pueden alcanzarse estos lugares. A costa de sus vidas, si hace falta.

Aún persisten indicios de que América del Sur pueda contener ciudades perdidas que son perturbadoramente “reales”. Un evento de alta curiosidad tomó lugar a fines de la década de los ’60 mientras que Louis Pawels concluía su obra clásica La rebelión de los brujos. Su coautor, Jacques Bergier, había recibido una enigmática muestra de mineral de parte de una empresa minera brasileña llamada Magnesita, S.A. que buscaba derivados del magnesio para el uso en una variedad de procesos metalúrgicos. Miguel Cahen, gerente de la empresa, había enviado a Bergier una muestra de un extraño cristal hallado en los márgenes de la misteriosa región del centro de Brasil conocida como “la tierra prohibida”. Bajo análisis, el fragmento resultó ser un fragmento de carbonato de magnesio de transparencia y pureza inigualadas y “con propiedades sumamente curiosas en el espectro infrarrojo, emitiendo radiación polarizada”, según agrega el mismo Pawels. Puesto que el cristal no coincidía con nada en los textos de mineralogía, Bergier remitió la muestra a una agencia del gobierno francés, que se pronunció favorablemente sobre el origen artificial del cristal. No pudieron realizarse pruebas adicionales a falta de más muestras de la extrañilla sustancia.

La “tierra prohibida” en que se encontró esta anomalía no es otra sino la región que yace entre los ríos Amazonas, Tapajós y Xingú en el seno del Brasil, fuente de tantos rumores y contradicciones. El escritor / explorador Alpheus Hyatt Varrill jamás franqueó los lindes de esta “tierra prohibida”, creyendo a pies juntillas que de hacerlo, moriría. Pero a lo largo de su vida, hasta su muerte en 1964, Varrill manifestaba la creencia de que civilizaciones extraordinariamente adelantadas habían existido en América del Sur que algún día se conocerían sus restos. Al igual que el desventurado Percy Fawcett, Varrill defendía la existencia de la “ciudad Z”, una legendaria ciudad perdida dentro de los confines de esta región.

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Viajeros al pasado olvidado: La creencia en los antiguos astronautas



VIAJEROS AL PASADO OLVIDADO: La creencia en los Antiguos Astronautas
por Scott Corrales
(c) 2007


Durante la década de los ’70 del siglo anterior, científicos e investigadores de diversos campos del saber humano volcaron sus esfuerzos hacia la atractiva posibilidad de que nuestra pequeña esfera azul recibió, en algún momento de la prehistoria, la visita de exploradores no humanos. La posibilidad resultaba aceptable hasta para los mayores escépticos sobre la creencia en los ovni – el inglés Arthur C. Clarke y el estadounidense Carl Sagan – cuyos escritos no descartaban las visitas extramundanas en algún pasado olvidado. En su libro “2001: A Space Odyssey” , Clarke hace que su protagonista, el astronauta Dave Bowman, reflexione sobre la posibilidad de las visitas a la Tierra durante el Pleistoceno.

El incremento en el interés por estas posibilidades llevó a algunos, como los escritores Norman Briazak y Simon Mennick, a la creación de una nueva terminología que fuese propia de la investigación ovni y de los antiguos astronautas. Su meta consistía en evitar el uso de terminos inexactos o comerciales (como “antiguos astronautas” en si) y suplantarlos por términos creados, como BEFAP (del inglés “beings from another planet” – seres de otro mundo, que vendría siendo SEDOM en castellano), y el concepto del “nebecismo” para referirse al campo de estudio de los visitantes de otros mundos. Estos términos caducaron y no han vuelto a utilizarse, pero representan un momento en la historia en que se intentaba sistematizar el estudio de las posibilidades sugeridas por estudiosos como Otto Binder, Maurice Chatelaine, Richard Mooney y por supuesto, Erich Von Daniken.

Sobre los SEDOM y el nebecismo

Según los escritos de Briazak y Mennik (The UFO Handbook, Toronto: MacLeod, 1978), el nebecismo consistía en dos premisas esenciales: la creencia en la existencia de vida inteligente en otras partes del universo, y la creencia de que estos seres inteligentes visitaron la Tierra en su momento, influyendo en la evolución de nuestra especie. A su vez, el nebecismo estaba dividido en dos escuelas o modos de pensar: la primera de ellas propugnaba la llegada de viajeros extraterrestres a nuestro mundo entre el 24,000 a.c. y el 12,000 a.c.. Dichos SEDOM (seres de otros mundos, como ya se ha explicado) jugaron un papel importantisimo no solo en la educación de nuestros antepasados, aleccionándolos en el cultivo y la crianza de animales, sino que sus manipulaciones genéticas también fueron responsables del “instinto social” que vemos en las hormigas y otros insectos. Una vez cumplida su misión, estos SEDOM abandonaron nuestro mundo para no volver jamás, y tal vez repetir sus labores en otros mundos de nuestra galaxia.

La segunda escuela de creencia nebecista mantiene las mismas creencias que los primeros, pero con la diferencia de creer que los antiguos astronautas no abandonaron su experimento a su suerte, y que siguen visitándonos para revisar nuestro progreso, explicando así el fenómeno de los ovni. El interés de los SEDOM en el “experimento Tierra”, por así decirlo, pone de manifiesto – para esta segunda escuela nebecista – la naturaleza fundamentalmente benévola de los extrahumanos, suponiéndoles un adelanto al de nuestra especie en todas las categorías, desde la cultura hasta la moral, sin mencionar la tecnología. La hipótesis fundamental – según nos lo recuerdan Briazak y Mennick – es que cualquier civilización capaz de desplazarse por el espacio sideral no puede ser “ni mala ni malévola” (p.150).

Por ende, el nebecista cree que nuestra humanidad tiene mucho que aprender, no sólo de las posibles visitas actuales de estos seres, sino a raíz del estudio de las estructuras y objetos que posiblemente representan las evidencia concreta de estas visitas en el pasado olvidado de nuestro mundo. Nuestra sociedad tiene el deber, según dicen, de comunicarse con los SEDOM a como de lugar, ya sea por ondas de radio, microondas o láser, y de avanzar la tecnología hasta que sea posible visitarlos a bordo de nuestras propias naves espaciales (en su momento, posiblemente propugnaban el proyecto Daedalus como la mejor manera de indicar que los terrícolas ya tenían el potencial de alcanzar las estrellas, pero eso corresponde a un estudio aparte).

Resulta claro que la oposición a ambas corrientes filosóficas del nebecismo se puede hallar no solo dentro de la ufología, sino fuera de ella. Se acusa al nebecista de pecar de la misma creencia que el contactista: que nuestra humanidad es incapaz de resolver sus problemas y que resulta necesario invocar la ayuda de seres más avanzados para enfrentar las distintas crisis que nos desafían desde el siglo pasado. Otros tachan al nebecista de ingenuo por pensar que los SEDOM serían necesariamente “benévolos” dado su alto grado de tecnología (la ciencia-ficción nos ha dado una infinidad de ejemplos de lo contrario, como la especie de los “Borg” en las teleseries de Star Trek durante la década de los ’90). De hecho, según sus adversarios, el nebecista estaría cometiendo el mismo error que los neandertales o cro-magnones que se enfrentaron por primera vez a estos seres de las estrellas: tomarlos por dioses y querer rendirles culto.

Aunque el interés en los antiguos astronautas se redujo al mínimo durante más de una década, resurgió gracias a los escritos de Zechariah Sitchin y el interés – dentro y fuera del quehacer ufológico – en la posibilidad de mundos destruidas como Nibiru y el origen extraterrestre de los “Annunaki” de la mitología sumeria y elamita. Los escritos del autor que usa el seudónimo de William Bramley también resucitaron el interés en los oscuros seres tutelares denominados “La Hermandad”, y cuyos fines siempre han sido contrarios a la evolución de la humanidad (The Gods of Eden)

Buscando asentamientos extrahumanos

Hugh F. Cochrane, ingeniero de profesión y escritor de temas esotéricos durante la década de los ‘70, mostró cierta curiosidad por el hecho de que las ruinas prehistóricas más imponentes del pasado se localizan entre los trópicos – 30 grados de latitud norte y sur del ecuador -- de nuestro planeta, debido, según él, a la facilidad de entrar y salir de nuestro planeta en las regiones cercanas al ecuador planetario. Aunque hay otras condiciones perfectamente justificables para que explicar la presencia de protoculturas en estas regiones, si mediar extraterrestres, escuchemos los planteamientos de Cochrane:

“Por ejemplo, las imponentes estatuas de la isla de Pascua están en línea recta con el Tridente de los Andes en la Bahía de Pisco. De ahí pasamos a la planicie de Nazca con sus enigmáticas “pistas de aterrizaje” y los dibujos de animales, aves e insectos; luego pasamos a las misteriosas ciudades arruinadas del nordeste de Brasil. Cruzamos el mar y encontramos el macizo de Tassili con sus grabados de seres de otro mundo, y de ahí a las legendarias ciudades perdidas del Sahara, las pirámides de Egipto, las ruinas de Baalbek en el Líbano, los numerosos asentamientos de la antigua Persia e India, incluyendo la zona en que pueden escucharse los misteriosos “cañones de Barisal”, que nadie ha podido ver jamás. Seguimos y nos encontramos con los sorprendentes templos birmanos y siameses, las oscuras zonas de Nueva Guinea y las islas del Mar del Sur con sus extrañas leyendas, monumentos y ciudades olvidadas, y completamos el viaje regresando a la Isla de Pascua.” (“The Worldwide Circle of Mystery” SAGA UFO Report, Dec. 1977, p.44-49)

Regalos de visitantes prehistóricos

Nicolás Roerich fue sin duda uno de los personajes más interesantes del siglo XX, encarnando a la perfección el concepto del "hombre renacentista", ya que se desempeñaba tanto como pintor de paisajes exóticos sino también diseñador de decorados y vestuarios para el ballet ruso, especialmente los Ritos de la primavera de Igor Stravinsky. Pero más que ninguna otra cosa, Roerich era un místico: sus viajes a lo largo de las Himalayas hasta el Tíbet en pos de conocimientos avanzados e inspiración espiritual fueron plasmados en obras tales como Altai-Himalaya (1929) y Shambhala (1930).

Fue durante sus viajes en esta parte del mundo que Roerich supuestamente entró en contacto con las logias budistas fieles al "Rey del Mundo" -- una figura considerada por muchos como el regente del destino de la Tierra desde Agharti, su reino subterráneo. Este gran señor planetario ha sido equiparado por algunas fuentes con los "oyarsas", o gobernantes angelicales de cada planeta, postulados por C.S. Lewis (el contertulio de J.R.R. Tolkien) en su obra Out of the Silent Planet. Y fue precisamente aquí, en esta enigmática parte de nuestro mundo, en dónde se le confió a Roerich un artefacto sumamente curioso.

Dicho artefacto, un fragmento de piedra radiante del tamaño de un dedo humano, posiblemente inscrito con cuatro símbolos parecidos a runas, fue conocido como el "Regalo de Orión" y se trata, supuestamente, de un casco de piedra de otro mundo. La piedra principal descansa en una de las altas torres de Shambhala, la capital del "Rey del Mundo", desde dónde su benigna radiación ejerce influencia sobre los eventos que ocurren en la superficie.

Uno de los cuadros de Roerich, conocido como "Chintamani", representa un potro que lleva a cuestas un baúl ornamentado: se dice que en este baúl viajaba el fragmento de las estrellas. Las órdenes impartidas a Roerich por los "jefes secretos" consistían, supuestamente, en transportar el fragmento a Europa, donde jugó un papel crítico en la formación de la Liga de las Naciones. Después de eso, el místico ruso devolvió el fragmento milagroso a sus dueños, tal vez hasta la misma Shambhala, aunque Roerich jamás alegó haber visitado dicho mundo desconocido.

El aceptar las apariencias de este relato representa un salto en el vacío que muchos no están dispuestos a realizar. Aún así, el relato cuadra con la creencia en la llegada de objetos extraños provenientes de otros lugares, imbuidos de fuerzas positivas o negativas, y que aparecen una y otra vez en las tradiciones de nuestro mundo. ¿Sería el “Regalo de Orión” uno de los muchos supuestos legados de una civilización más adelantada que la nuestra, que pasó por nuestro mundo en algún momento de la historia?

El astrónomo escocés Duncan Lunan comenta en su libro Interstellar Contact (Bantam,1974), que cuando los obreros del califa egipcio Al-Mamún consiguieron irrumpir en la Gran Pirámide de Keops en el año 800 de nuestra era, se sorprendieron al descubrir que el gran sarcófago en la Cámara del Rey no tenía tapa, aunque había sido diseñada para portar una. Los profanadores de tumbas se quedaron atónitos al descubrir "un pozo" no muy lejos del punto en que lograron forzar la entrada al pasadizo ascendente que conduce a la Cámara del Rey. "La parte superior del pozo", escribe Lunan, "había sido sellada originalmente, pero en algún momento, se le abrió desde abajo con suficiente fuerza como para dañar el muro adyacente, como si se hubiera hecho uso de explosivos". El autor sugiere la posibilidad de que si la pirámide de Keops efectivamente fue profanada por desconocidos que hicieron uso de dicha ruta, resulta factible que se hayan levado la tapa del sarcófago de diorita, que portaba "un archivo computarizado que conservaba la pirámide". Lunan agrega que estos desconocidos sabían exactamente a dónde dirigirse, y que sellaron la pirámide después de salir, "como si jamás hubiera sido profanada".

Algunos podrán creer que el destacado astrónomo pudo haberse dejado llevar por sus propias especulaciones en este caso, pero tanto estudiosos como arqueólogos y esotéricos se han preguntado sobre el propósito del enigmático sarcófago de diorita que ocupa el centro de la Cámara del Rey. Todas las partes--tanto conservadores como librepensadores--concuerdan en que jamás se le utilizó como la sepultura de un faraón olvidado, ya fuese Keops o algún otro. ¿Qué objeto pudo haberse colocado, con devoción y reverencia, dentro del sarcófago de diorita? ¿Qué objeto sin nombre merecía ser consagrado de tal modo en los albores de la civilización humana?

En su obra maestra, "La octava torre", John Keel sugiere la posibilidad de que la Gran Pirámide y la enigmática cámara con el sarcófago de diorita pudieron haber sido utilizadas para albergar un artefacto de origen sobrenatural, tal vez el Arca de la Alianza o hasta el misterioso fragmento de piedra meteorítica conservado en la Kaaba en La Meca. De ser así, bien pudiera ser que estuviésemos de cara al más importante de los artefactos misteriosos: un dispositivo multimilenario colocado por una civilización extrahumana para vigilar el progreso de la recién nacida humanidad (los fans de la ciencia-ficción recordarán el singular monolito de la película 2001 de Kubrick) o influenciar el desarrollo de nuestra especie en formas insospechadas.

La perspectiva de Keel sobre el asunto no es tan benigna. La "octava torre" que sirve de título a su obra es "una especie de cápsula de tiempo electrónica, que sigue funcionando sin sentido ni propósito después de millones de años", plagándonos con fenómenos parafísicos como los OVNI y seres extraños, y tal vez rigiendo las oleadas de locura que afectan a la humanidad siglo tras siglo.

¿Resulta posible combinar las teorías de Lunan con las de Keel? Si alguien profanó la Gran Pirámide en algún momento de la antigüedad, con pleno conocimiento de lo que se albergaba adentro, y lo extrajo, ¿dónde está ahora? Si el mayor de todos los "objetos fuera de sitio" resulta ser el superordenador paranormal plasmado en los escritos de Keel, ¿cuál sería su paradero actual? Tal vez algún planeta en otro sistema solar, desde el que se sigue vigilando el progreso del “experimento Tierra”.

¿Homo Sapiens u Homo Spaciens?

Es muy posible que el lector esté familiarizado con el nombre de Otto Binder por las teorías vertidas por este escritor sobre la presencia del fenomeno ovni en la Luna y los encuentros entre astronautas y supuestos platívolos. Aunque algunas fuentes indican que Binder fue “empleado de la NASA”, de hecho fue un contratista independiente ocupado por el programa espacial con base a los diez libros de divulgación científica que figuraban en su currículum. Binder fue, además, director de la revista Space World y autor de la columna periodística Our Space Age, que apareció en los periódicos estadounidenses seis dias a la semana durante la era de los primeros lanzamientos espaciales.

El fallecido Binder se convirtió en el campeón de las obras de otro autor, Max Flindt, ingeniero y técnico de laboratorio para el laboratorio Lawrence Livermore en California y ayudante de los genios científicos Glenn Seaborg y Edward Teller. A pesar de su formación en las “ciencias duras”, Flindt no ocultaba su pasión por el tema de los ovnis y la posibilidad del origen extrahumano de nuestra especie como consecuencia de la experimentación genética por seres más avanzados. Al igual que Tomás de Aquino postuló sus “pruebas” sobre la existencia de la deidad, Flindt haría lo mismo para demostrar que nuestra especie era un producto de la genética avanzada y no de la evolución. Presentamos a continuación solo algunas de las teorías de Flindt encapsuladas por Otto Binder en su obra Unsolved Mysteries of the Past (NY: Tower, 1968):

i) Solo los humanos pueden llorar. Ningún otro primate puede vertir lágrimas en abundancia.
ii) La supersensibilidad de la piel humana. Ninguno de los animales inferiores goza del sentido de tacto que tienen los humanos.
iii) La lentitud del proceso de deglución, que toma seis segundos en los humanos y es prácticamente instantáneo en los animales.
iv) El peso cerebral de los humanos es más del triple que los otros animales, en proporción a su peso corporal.
v) A pesar de ser una criatura híbrida, los humanos pueden reproducirse, cosa que no ocurre con los demás híbridos en nuestro mundo.

No cabe duda que un biólogo reñiría con Flindt sobre estos planteamientos tan absolutistas, pero el investigador siguió aportando más observaciones controvertidas, como el hecho de que el óvulo fertilizado en las hembras humanas se adhiere al útero en vez de “flotar”, como sucede en otras especies; que la esquizofrenia es exclusiva a nuestra especie, atreviéndose a especular que los esquizofrénidocs viven en dos mundos como resultado de la “memoria racial” de corresonder a dos mundos distintos – el de los astronautas avanzados de un mundo desconocido y el de los cavernícolas. “Bajo el concepto del origen híbrido de los humanos”, dice el autor, “la esquizofrenia deja de ser un misterio para convertirse en una interrelación clara del choque glandular y las fuerzas del sistema nervios dentro de la víctima, debido a dos orígenes totalmente dispares en el pasado lejano”.

Así pues, concluye Flindt, la humanidad merece ser descrita como homo spaciens en vez homo sapiens.

Ningún experimento es perfecto, sin embargo, y a pesar de su avance tecnológico, los “antiguos astronautas” (o SEDOM, recordando el mote de Briazack y Mennick) cometieron errores bastante graves durante el transcurso de sus manipulaciones, produciendo los gigantes que figuran en los mitos de casi todas las culturas terrestres, y peor aún, las quimeras que llenan nuestras pesadillas: hombres-cabra, hombres-lobo y otras aberraciones. Flindt atribuye esto a que los científicos extrahumanos intentaron realizar su hibridaje con una variedad de animales terrestres. Este concepto choca con lo postulado por otro gran escritor sobre el tema de los antiguos astronautas, Richard E. Mooney, cuyo libro Gods of Air and Darkness (NY: Fawcett, 1976) sugiere que las quimeras fueron el triste resultado de la proximidad de animales y humanos a “los motores atómicos de una nave espacial”.

El propio Mooney lanzó sus propias hipótesis sobre el origen extraterrestre de la humanidad en este libro y en uno anterior, Colony: Earth (1973), sugiriendo la hipotesis de que las “sacudidas” que solemos padecer todos durante el sueño – la sensación de estar cayendo, seguida por un despertar inmediato – representan el recuerdo de estar flotando en la ingravidez de una nave espacial, concretamente la enorme “arca” que seguramente trajo a nuestros antepasados remotos. “El homo sapiens”, escribe Mooney, “pudo haber surgido originalmente en un mundo a millones de años luz de distancia y millones de años atrás. Si la humanidad llegó a nuestro planeta en algún momento en el pasado, tal vez esto fue debido a que su mundo ya estaba en vias de volverse inhabitable, o si no, fue enviada a este planeta para habitarlo y adecuarlo a su especie. Resulta posible visualizar a la humanidad desplazándose de planeta en planeta. Es posible que este proceso se haya realizado por millones de años, y seguirá tomando lugar por muchos millones más”.

Pero, si nuestros antepasados lejanos llegaron a este mundo con la misión de establecer una colonia para su especie, o un puesto de avanzada para una especie de “imperio galáctico”, ¿cómo perdimos el contacto con la imaginaria metrópoli sideral, y olvidamos nuestros orígenes? Mooney nos brinda la respuesta de que reveses en el proceso de colonización, conflictos armados entre bandos de colonos contra sus dirigentes, o desastres climáticos pudieron resultar en una inmersión total en la barbarie en cuestión de dos generaciones. Las naves espaciales que los trajeron a este planeta habrían sido desguasadas y sus materiales utilizados para otros fines (y que seguimos hallando como OOPARTS. “Después de algunos milenios,” comenta Mooney” “surgirían religiones y nuevos mitos para explicar el origen de la especie”.

Y si seguimos devanando el hilo que nos ofrece Mooney, sería posible afirmar la posibilidad que los ovnis (si creemos en su origen extraplanetario, algo que nunca se ha establecido) serían las naves de la metrópoli galáctica, que vienen a contemplar con cierto azoro los desmanes que cometen día a día sus primos lejanos en un planeta alejado del hinterland galáctico. El concepto tiene cierto encanto, de hecho, recordando un poco a la trilogía de la Fundación escrita por Asimov en los años ’30. Tal vez el día menos pensado se producirá el “macroaterrizaje” tan ansiado por los grupos contactistas desde la década de la época de Adamski, pero en vez de descargar hermanos espaciales, saldrán las fuerzas armadas de algún régimen interestelar, dispuestas a reclamar su colonia perdida y ponernos a trabajar.

Sunday, March 02, 2014

Entrevista a Scott Corrales por Eva García Fornet



Entrevista a Scott Corrales, Inexplicata
Por Eva García Fornet


-¿Cuándo te empieza a interesar el fenómeno OVNI?

Antes que nada, Eva, muchísimas gracias por tomar de tu tiempo para hacerme estas preguntas. Es un honor y un placer poderte contestar. Pues entremos en materia. Allá por 1970 se editaba una revista de cómics europeos llamada STRONG (con Ultrasón el Vikingo, Lucky Luke, etc.) y una de sus secciones preguntaba si “¿verdaderamente existen los ovnis?” Pues naturalmente, me puse a leer y me quedé fascinado con la posibilidad de que seres de otros mundos visitaban al nuestro con fines inexplicados. Desde muy pequeño estuve interesado en las series espaciales, y a los cinco años de edad, me sentaba a ver “Los invasores” aunque no me gustaba la forma en que se esfumaban los extraterrestres al morir. Posteriormente llegarían a mis manos ejemplares de la desaparecida revista mexicana DUDA, que se dedicaba semanalmente a presentar misterios sacados de los libros de Frank Edwards, Jacques Bergier y Louis Pauwels, y selecciones de la británica Flying Saucer Review. El ambiente estaba saturado de películas, series, dibujos, comics y juguetes de corte espacial o extraterrestre.

-¿Cuáles han sido tus grandes influencias a la hora de enfocar el fenómeno OVNI?

De no haber sido por largas y repetidas lecturas de los libros de John A. Keel, Salvador Freixedo y Jacques Vallée, creo que me hubiese quedado en la etapa de “¡qué bien, nos visitan nuestros hermanos de otros planetas con nombres griegos!” Estos escritores presentaban posibilidades y teorías mucho más avanzadas y profundas que daban a entender que aquello que volaba sobre nuestras cabezas, aterrizaba en nuestros campos y secuestraba a nuestros conciudadanos no era necesariamente positivo ni físico, y que había estado con nosotros desde que salimos de las cavernas. Keel hablaba de ultraterrestres provenían del “superespectro”, Freixedo nos advertía contra los juegos de los “dioses” y Vallée presentaba la posibilidad de que los ovnis y sus tripulantes eran versiones contemporáneas de los duendes, hadas y trasgos que formaban parte del bagaje cultural europeo, y de tantas otras culturas alrededor del mundo. Eran libros difíciles de conseguir, y te digo que uno de ellos, que conocía de nombre, no lo llegué a leer sino hasta mediados de los ’90.

-Inexplicata se caracteriza por la inmediatez, la colaboración. Los casos reportados son analizados inmediatamente y puestos gratuitamente a disposición del público, lo que supone un ingente esfuerzo y dedicación. ¿Cómo y cuándo surge la idea de Inexplicata?

Muy buena observación. Mucho antes de Inexplicata tenía un boletín llamado Samizdat que publicaba informes un tanto más largos, hasta que un lector estadounidense me escribió para decirme: “está muy bien, pero la información ya está bastante vieja para cuando se publica el boletín”. Enfrentábamos la necesidad, entonces, de presentar la información de manera más oportuna, y lo logramos mediante la difusión a distintas webs y listas de correo de traducciones de las noticias tan pronto como nos llegaban. El proyecto de Inexplicata consistía, originalmente, en crear un cuaderno para esos trabajos largos que habían formado parte de Samizdat, y que permitían dar a conocer los esfuerzos investigativos de escritores hispanoparlantes en un medio anglosajón (USA, RU, Australia, Canadá) y tuvimos éxito. Pero nuevamente, redactar e imprimir cuadernos disponibles sólo a vuelta de correo restringía el acceso a la información, así que Inexplicata se volvió electrónica en el 2005, y seguimos en ello. Como nota curiosa te digo que el artículo que más éxito tuvo fue la traducción de una nota de Javier García Blanco sobre los ovnis y la guerra civil. El fallecido autor Gordon Creighton quedó encantado cuando lo leyó, y creo que lo incluyó en Flying Saucer Review. Cuando lo subimos al blog años después, se repitió esa aceptación pero en la web de Coast to Coast AM, el programa radial más importante de EE.UU.

-Escritor, editor, traductor, investigador, ¿qué actividad te ha dado mayores satisfacciones personales y profesionales?

Escritor, sin duda. Y eso es porque no siempre escribí sobre el tema del misterio. Mis primeros pasos fueron en la ciencia-ficción, y de hecho me puse a escribir porque no podía encontrar libros en las librerías que me interesaran. Así que me lancé a escribir los temas que me gustaban en una libreta y con un bolígrafo. Sin embargo, esos esfuerzos nunca llegaron a un público tan amplio como el que he podido alcanzar con los temas paranormales. Si Vallée no hubiese mencionado en sus libros que el “Defendámonos de los dioses” de Freixedo seguía sin estar disponible en inglés, tal vez me hubiese quedado como espectador de estos temas. Logramos presentar “Visionarios, místicos y contactos extraterrestres” a la comunidad ovni anglolectora en 1992, recibiendo unas reseñas muy halagadoras.

-¿Qué es el universo para ti?

El universo es todo lo que podemos ver y todo lo que llevamos dentro de nosotros. Decir que es un espacio que se extiende tantos por tantos años luz en todas la direcciones se limita a lo palpable y visible; las posibilidades del universo que no podemos ver no pueden se cuantificadas con facilidad.

-¿Son tus gatos espías enviados por extraterrestres?

Me gustaría creer que es así, pero si les han asignado una misión específica, no la han cumplido muy bien. Aunque si su misión consiste en interrumpirme mientras que estoy trabajando, a veces se salen con la suya. Eso, y meterse de detrás del ordenador para andar con los cables.

-¿Dime la verdad, crees en los cylons?

Los cylons fueron un gran concepto en su formulación original: una especie reptiliana cuyos trajes espaciales eran, por así decirlo, las armaduras que llegamos a conocer en la serie de los ’70. Eran una sociedad estratificada, controlada por varios superlagartos que ostentaban el rango de “imperioso líder” y cuyos validos eran robots de cabeza puntiaguda. Uno de ellos se llamaba Lucifer, que se convirtió en el asesor del conde Baltar, el humano traidor, que me recordaba poderosamente al Ganelón de las leyendas carolingias, enemigo mortal de Roldán. Los cylon modernos y sus doce modelos son interesantes en que juegan con nuestra paranoia. ¿Podrá ser este o esta un cylon? ¿Cómo saberlo sin que sea demasiado tarde? Refleja en cierto modo la paranoia estadounidense hacia los comunistas en los ’50 y ’60. Esa encantadora familia que te saluda desde el otro lado de la calle puede estar al servicio de Moscú...¡o de Beijing, en la actualidad!

- Descríbeme tu biblioteca.

Ocupa varios cientos de libros que van desde textos de historia antigua a ciencias políticas contemporáneas. El libro más antiguo en mi colección es una versión de la “decadencia y caída del imperio romano” de Edward Gibbon, impreso en seis tomos en 1856 con la encuadernadura original, y siempre lo tengo cerca. Cuando lo conseguí, me propuse leer un tomo todos los veranos por espacio de seis años, y así lo hice. Luego están los libros de ovnis, temas paranormales, seres extraños, civilizaciones desaparecidas, etcétera.

-Gracias a las puertas multidimensionales, seres como el chupacabras y bigfoot se colarían en nuestra realidad. Los científicos elaboran teorías cada vez más complicadas sobre nuestro universo (dimensiones paralelas, etc). De hecho, la teoría sobre puertas dimensionales que se abren y se cierran no sería tan descabellada. ¿Crees en esa teoría?

Desde siempre, y confieso que me da un poco de miedo. No me quiero imaginar la clase de mundo que pudiese dar origen a esos seres, ya que sería como el infierno de las religiones occidentales. El doctor Berthold Schwarz, psicólogo de gran distinción que se interesó en el tema de los ovnis, sugirió que ese mundo o dimensión debe estar totalmente a oscuras, a juzgar por el detalle de los ojos fosforescentes que aparecen en la descripción de muchos seres parecidos. Otras teorías y descripciones de mundos paralelos son mucho más bondadosas, como las de Robert Monroe, que lograba visitar realidades paralelas en viajes astrales, describiéndolas en unas serie de libros que se siguen leyendo hoy en día. En lo personal creo que los sueños más complejos que experimentamos los humanos son vistazos a estas otras realidades, tal vez vidas paralelas que estamos viviendo. Por ejemplo, de vez en cuando sueño con una ciudad que me es totalmente conocida, pero enteramente distinta en el mundo onírico. Sin embargo, sé donde queda tal o mas cual sitio en ese mundo, con autopistas, calles llenas de comercios, etcétera. Tal vez exista una dependencia mutua entre nuestras identidades paralelas. ¿Quién sabe si a veces le hemos salvado la vida a una de nuestras versiones en otra realidad? Para los científicos esto es fantasear de lo lindo, claro. Pero aún así me intriga.

-¿En Pennsylvania son habituales las apariciones de Bigfoot. Has visto alguna vez alguno? Organizas excursiones familiares los domingos para rastrear sus huellas?

Cuando me mudé a Pennsylvania sí – visitar los sitios que formaban parte del haber paranormal del estado era obligatorio, como la isla Presque en el lago Erie, donde se produjo un caso famoso de aterrizaje ovni en los ’60. Nunca he visto nada fuera de lo normal, ni en el cielo ni en la tierra, aunque sí he tenido experiencias anómalas que no tienen que ver con ovnis. Para poder decir “he visto un ovni” tendría que haber visto un objeto volando a baja altura y con una estructura claramente visible. Lo mismo digo de Bigfoot, aunque los que lo han encontrado dicen que el hedor es inconfundible.

-¿Cuál es el caso que te ha intrigado más en tu vida de investigador y te ha despertado más interrogantes?

Me quedo con uno que nadie ha podido desmentir, aunque la moda actual consiste en echar por tierra todos los casos antiguos. Se le conoce como el caso de Cisco Grove, California. Unos senderistas penetraron en el bosque y se separaron. El protagonista vio luces en la oscuridad y pensó que eran sus amigos, pero descubrió que eran un enorme robot (o ser de movimientos mecánicos) que le obligó a trepar un árbol. El protagonista abrió fuego contra la mole de ojos rojos, que lanzaba un vapor nauseabundo, pero las balas no surtían efecto. Comenzó a lanzar monedas, llaves, y todo lo que llevaba encima contra el desconocido, llegando al extremo de arrancarse prendas de vestir, prendiéndoles fuego y arrojándolas contra el ser. Y como las cosas siempre van de mal en peor, apareció otro aparato o ser parecido con una figura humanoide en un traje plateado, que parecía dirigirlos. El humanoide trató de subir al árbol infructuosamente y el suplicio se extendió toda la noche hasta que el protagonista – el “doctor S”, como lo llaman la crónicas – perdió el conocimiento. Al día siguiente sus amigos lo hallaron con la ropa hecha jirones, y en lo alto de un árbol.

-¿Qué relación existe entre las misteriosas apariciones del Mothman y los sueños premonitorios que tuvieron varios habitantes de Point Pleasant acerca del hundimiento de un puente ubicado en dicho pueblo?

De eso iba el libro “The Mothman Prophecies” de John Keel. Algunos llegaron a pensar que las apariciones del ser eran premonitorias, pero la verdad es que muchos otros extraños se personaron en el pueblo durante aquel momento, sobre todo un par de “gemelos” vestidos de manera idéntica que se subieron al puente con el calzado totalmente incorrecto para hacerlo. Los hombres de negro se dieron la vuelta por Point Pleasant para “entrevistar” a los testigos, infundiéndoles temor.

-¿Bigfoot, podría ser una proyección subconsciente de nosotros mismos, es decir, de la parte irracional que hay dentro de nosotros, una categoría psicológica, una proyección que nos recuerda lo que fuimos un día?

Se ha hablado mucho sobre la insubstancialidad de Bigfoot – hay gente que ha apuntado linternas contra el ser y afirman que los haces de luz lo traspasaban como si fuese una proyección. Se ha dicho también que el Bigfoot es una proyección de id freudiano, un ser que encarna todo lo negativo en la mente humana, y se manifiesta de tal forma. Pero los cazadores no entienden de filosofías. Para ellos Bigfoot es un “superoso” que hay que cazar, enviar al taxidermista, y luego pasearlo por los carnavales para hacer alarde de su valentía y claro, hombría. Tuve que quitar un vídeo sobre Bigfoot de YouTube porque dos personas interesadas en el tema llegaron al grado de divulgar sus domicilios por si el otro era tan bravo como para visitarlo y pelear. Se ha dicho también que estos seres no son malos de por sí, pero que ejercen un efecto nocivo sobre el temperamento de los humanos. Y hemos presenciado desgracias en ese aspecto.

-¿Has hablado de la relación entre la NASA y Latinoamérica. Podía ser el chupacabras un producto de experimentos científicos? Pero qué propósito tendrían esos experimentos según tú?

Eso se debatía a mediados de los ’90 por los logros en el campo de la genética, sobre todo aquella famosa foto del ratón con la oreja humana que crecía de su espalda. Si la ciencia podía hacer eso, entonces la “ciencia oculta” del presupuesto negro militar era capaz de mucho más, y como la obsesión del momento eran los “grises” que secuestraban a la gente, tal vez el chupacabras con su cabeza parecida a la de los grises, cuerpo y brazos de canguro, representaba una fusión de ambas especies. Budd Hopkins escribiría muchos años después sobre los avances en los experimentos transgénicos. De ser cierto – y eso es algo que nunca llegaremos a conocer – siempre habría que pensar en un propósito militar. Aunque esa era la fiebre del momento: poder explicar el fenómeno en términos racionales, cuando los eventos realmente se escapaban a la lógica.

-¿Cuál es tu teoría sobre los hombres de negro?

Dos posibilidades: o eran agentes de la inteligencia militar de su momento (el escuadrón 1127) o eran seres interdimensionales. Ahora han pasado a convertirse en accesorios fijos de la ciencia-ficción gracias a películas como “Dark City” y series como “Fringe”.

-¿Hay algún caso OVNI en Escandinavia que te gustaría investigar a fondo?

Sí, decididamente hay uno. Las luces extrañas que suelen ver en el lago Rasvalen y que fueron dadas a conocer por el periodista Jan-Ove Sundberg. Aunque se dijo que se trataba de un “monstruo marino” como el de Loch Ness, se mencionaba que el lago suele iluminarse desde las profunidades como si una enorme luz de bengala estuviese a punto de romper la superficie. Algo parecido sucedió en el lago Storsjon en Jamtland. La relación entre los lagos y lo misterioso también me apasiona, teniendo tan cerca a los Grandes Lagos, que tienen leyendas y casos increíbles que se remontan a la llegada de los primeros exploradores franceses e ingleses.

-¿Si estuviese disponible la máquina del tiempo, a qué época viajarías? Por qué?

Bizancio, sin duda alguna. Me fascina el imperio bizantino, y seguramente me metería en algún enredo “bizantino” y saldría mal parado. Es una época de transición increíble, si consideramos que los bizantinos – mayormente griegos y armenios – se consideraban romanos, ¡y su idioma era el griego! El Imperio Romano de Oriente, como aparecía en los mapas. Aunque tal vez no me gustaría tener una máquina del tiempo, sino un cronovisor que me permitiese ver distintas épocas. En lo personal creo que los viajes en el tiempo son posibles y que seríamos como fantasmas para aquellos que nos pudiesen ver paseando por las calles de Constantinopla. ¿Quién sabe si muchos fantasmas que vemos ahora son viajeros en el tiempo?

-¿Personaje favorito de Star Trek?

Ahhh, ¿serie clásica o moderna? Nunca me incliné por los tripulantes de la Enterprise sino por los klingonianos. De la serie antigua sería Kang, interpretado por Michael Ansara, que aparece en un sólo capítulo (“Day of the Dove”) pero que sirvió para fijar la imagen que tenemos de esa raza de guerreros adversarios de los humanos. De la serie moderna, diría que Worf, porque nos permite ver un personaje verdaderamente alienígena, abriéndose camino en un mundo mayormente controlado por humanos a pesar de ser klingoniano, y viviendo bajo la constante sospecha de los suyos, que lo consideran apátrida.

-¿Cuál es tu canción favorita de los Rolling Stones? Por qué?

Mi canción favorita de los Rolling Stones siempre ha variado con el tiempo, ya que los llevo escuchando seguidamente desde 1975 cuando salió “Fool to Cry” por la radio, o tal vez antes. Si tuviese que elegir sólo una de entre 400 temas de los Rolling, me quedaría con “Before They Make Me Run” del disco “Some Girls” de 1978. Es el tema que canta Keith Richards en ese disco, y reza así – “cuando se ha dicho todo lo que hay que decir, tendré que irme a pesar de la diversión, y caminaré antes de que me obliguen a correr”. Un tema desafiante que resume la vida del cantante, pero que también refleja mi forma de ver la vida. Recuerdo que fue la frase que utilicé para mi foto del anuario universitario.