Nuevo México: Inesperado encuentro con Bigfoot
Nuevo México: Inesperado encuentro con “Bigfoot”
por Jerry Padilla – The Taos News
Fuente: Periódico NEWS (Taos, Nuevo México)
Fecha: 18 enero 2007
Con miras a proteger el delicado ecosistema y una especie mal entendida y potencialmente rara, la ubicación exacta de este relato se mantendrá en reserva. Basta con decir que el singular encuentro se produjo en un desfiladero de la cordillera Sangre de Cristo en la frontera de Colorado y Nuevo México, al norte del condado de Taos.
Arturo “Homie” Martínez, de 67 años, vecino de Costilla, dijo haberse decidido a contar su experiencia al News “porque muchas personas, con las que he compartido mi relato, parecen no tomarme en serio. Sin embargo, muchos lo han hecho, y me han alentado a divulgar mis experiencias”.
Martínez, natural de Arroyo Hondo, se ha pasado la vida en las montañas, desfiladeros y páramos del norte de Nuevo México y el sur de Colorado, y es capaz de identificar toda la vida silvestre, plantas y condiciones nativas, sin importar la temporada ni las condiciones. Hace poco, Martínez y una persona calificada por el testigo como un “súper amigo”, tuvieron una experiencia aterradora pero interesante durante una búsqueda de alces previa a la caza. Su amigo ha preferido mantener el anonimato.
Martínez hizo algunos apuntes sobre lo ocurrido en este desfiladero el 27 de septiembre del 2006. “Mi amigo y yo salimos a reconocer el terreno en busca de presas, pero sucedió algo raro”.
Explicó que a comienzos del primer día, mientras que reconocían las alamedas que dominan las alturas del poblado de Amalia, Martínez encontró un pedazo interesante de madera de álamo con el aspecto de un rostro humano. “Nadie lo había esculpido. Sencillamente creció así y decidí llevármelo”.
Luego de haber dejado el objeto en su casa, Martínez y su amigo regresaron a otra zona a varias millas de donde habían estado durante el día. Esta vez, conduciendo a lo largo de otra vertiente del camino agreste, encontraron que muchas de las copas de los álamos habían sido cercenadas y desparramadas por el camino. “Decidimos investigar qué o quién estaba rompiendo los árboles y arrojándolos al camino. Le pregunté a mi amigo – ¿a quién se le ocurriría hacer algo parecido?”
Dice Martínez que “eran álamos con diámetro de 3 a 4 y de 6 a 8 pulgadas de diámetro, cercenadas a una altura de 13 a 15 pies en el aire. No había huellas de osos ni de alces, ni humanas tampoco. No había aserrín al pie de los árboles. Lo extraño es que parecía como si las copas hubiesen sido arrojadas a varios pies de distancia de donde fueron cercenadas. Encontramos dos álamos arrancados de cuajo y arrojados a cierta distancia de donde habían crecido. De haber sido arrancados por osos, estos hubieran dejado las marcas de sus garras. Los osos dejan un olor sobre los árboles que han desgarrado o roto. Los alces que han librado batallas durante el celo causan un efecto considerable en la tierra, y no había señales de ello. Al ver tantos árboles afectados, decidimos investigar qué o quién era el responsable. Las copas cercenadas de los álamos estaban dispuestas sobre el camino como si alguien intentara decir: “la entrada está prohibida a todos”.
“Al tomar una curva, reventamos uno de los neumáticos. Ahí fue comenzó a cundir el miedo”, prosigue Martínez. “Pudimos escuchar el bramido de los alces en las alturas y decidimos regresar cuesta abajo, ya que atardecía. Teníamos que conseguir una refacción y cambiar el neumático averiado. Tomamos algún tiempo en investigar los árboles quebrados y contamos más de 100. Fue entonces que pude escuchar el sonido más aterrador que haya oído en mi vida”.
“Comenzó como el bramido de un alce, pero luego pasó a convertirse en un rugido tan alto que hacía eco a lo largo del desfiladero”, recuerda Martínez. “Los alces en las alturas dejaron de bramar. El ruido seguía, me recordaba al sonido que hacía el demonio en la película “El Exorcista”. Aquello que producía el sonido comenzó a romper árboles y arrojarlos en nuestra dirección en cuestión de segundos”.
“Entonces vi una enorme criatura que se desplazaba al borde de una alameda, a unos 30-40 pies de distancia. Caminaba erguido, pero encorvado, con una posible estatura de 6 pies, o de 7-8 pies con la espalda derecha, cubierto de pelo oscuro. No era un oso. Los osos no caminan como las personas. Estoy convencido de que pude ver lo que muchos denominan Sasquatch. Aunque llevaba mi escopeta, sentí mucho miedo y salimos enseguida. Parecía seguirnos desde la arboleda, rompiendo más árboles y arrojándolos hacia nosotros, emitiendo aquel atroz sonido. Casi se hizo de noche para cuando pudimos salir de ahí”.
Los dos hombres escaparon montaña abajo, y Martínez dice que cada vez que la criatura rugía, el sonido seguía haciendo eco por toda la región. “Sentí que en el momento menos pensado, aquello me agarraría por el cuello hasta echarme de ahí”.
Llegaron a pie a Costilla de noche, y decidieron que a pesar del miedo que habían experimentado, era imprescindible volver por el camión de Martínez y traerlo de nuevo a la comunidad. Los dos hombres volvieron a donde habían dejado el vehículo. Para cuando pudieron cambiar el neumático, ya eran las dos de la madrugada del 28 de septiembre.
“Decidimos permanecer allí hasta el amanecer y tratar de investigar lo que nos había sucedido,” informa Martínez. “El silencio era absoluto. Nada se movía, los alces no bramaban, nada. Al amanecer revisamos y encontramos más álamos rotos de la misma forma, pero ninguna señal de nada fuera de lo ordinario aparte de más árboles dañados”.
Sin haber encontrado evidencia adicional del aterrador suceso de la tarde anterior, Martínez y su amigo regresaron a casa.
“Como he dicho, yo sé lo que vi. Y sé que no se trata de un oso ni ningún otro animal silvestre que he visto aquí toda mi vida. Decidí contar mi historia porque ya es hora de que América se despierte y sepa que estas criaturas existen. Cada vez vaya a las montañas de ahora en adelante, llevaré una cámara y un magnetófono. Otras personas me han dicho que a pesar de la necesidad de mantenerse en el anonimato, han experimentado situaciones parecidas, pero dicen que no las comentan para evitar el ridículo. Pero yo sé lo que vi y escuché.”
(traducción (c) 2007 S. Corrales, Arcana Mundi)
por Jerry Padilla – The Taos News
Fuente: Periódico NEWS (Taos, Nuevo México)
Fecha: 18 enero 2007
Con miras a proteger el delicado ecosistema y una especie mal entendida y potencialmente rara, la ubicación exacta de este relato se mantendrá en reserva. Basta con decir que el singular encuentro se produjo en un desfiladero de la cordillera Sangre de Cristo en la frontera de Colorado y Nuevo México, al norte del condado de Taos.
Arturo “Homie” Martínez, de 67 años, vecino de Costilla, dijo haberse decidido a contar su experiencia al News “porque muchas personas, con las que he compartido mi relato, parecen no tomarme en serio. Sin embargo, muchos lo han hecho, y me han alentado a divulgar mis experiencias”.
Martínez, natural de Arroyo Hondo, se ha pasado la vida en las montañas, desfiladeros y páramos del norte de Nuevo México y el sur de Colorado, y es capaz de identificar toda la vida silvestre, plantas y condiciones nativas, sin importar la temporada ni las condiciones. Hace poco, Martínez y una persona calificada por el testigo como un “súper amigo”, tuvieron una experiencia aterradora pero interesante durante una búsqueda de alces previa a la caza. Su amigo ha preferido mantener el anonimato.
Martínez hizo algunos apuntes sobre lo ocurrido en este desfiladero el 27 de septiembre del 2006. “Mi amigo y yo salimos a reconocer el terreno en busca de presas, pero sucedió algo raro”.
Explicó que a comienzos del primer día, mientras que reconocían las alamedas que dominan las alturas del poblado de Amalia, Martínez encontró un pedazo interesante de madera de álamo con el aspecto de un rostro humano. “Nadie lo había esculpido. Sencillamente creció así y decidí llevármelo”.
Luego de haber dejado el objeto en su casa, Martínez y su amigo regresaron a otra zona a varias millas de donde habían estado durante el día. Esta vez, conduciendo a lo largo de otra vertiente del camino agreste, encontraron que muchas de las copas de los álamos habían sido cercenadas y desparramadas por el camino. “Decidimos investigar qué o quién estaba rompiendo los árboles y arrojándolos al camino. Le pregunté a mi amigo – ¿a quién se le ocurriría hacer algo parecido?”
Dice Martínez que “eran álamos con diámetro de 3 a 4 y de 6 a 8 pulgadas de diámetro, cercenadas a una altura de 13 a 15 pies en el aire. No había huellas de osos ni de alces, ni humanas tampoco. No había aserrín al pie de los árboles. Lo extraño es que parecía como si las copas hubiesen sido arrojadas a varios pies de distancia de donde fueron cercenadas. Encontramos dos álamos arrancados de cuajo y arrojados a cierta distancia de donde habían crecido. De haber sido arrancados por osos, estos hubieran dejado las marcas de sus garras. Los osos dejan un olor sobre los árboles que han desgarrado o roto. Los alces que han librado batallas durante el celo causan un efecto considerable en la tierra, y no había señales de ello. Al ver tantos árboles afectados, decidimos investigar qué o quién era el responsable. Las copas cercenadas de los álamos estaban dispuestas sobre el camino como si alguien intentara decir: “la entrada está prohibida a todos”.
“Al tomar una curva, reventamos uno de los neumáticos. Ahí fue comenzó a cundir el miedo”, prosigue Martínez. “Pudimos escuchar el bramido de los alces en las alturas y decidimos regresar cuesta abajo, ya que atardecía. Teníamos que conseguir una refacción y cambiar el neumático averiado. Tomamos algún tiempo en investigar los árboles quebrados y contamos más de 100. Fue entonces que pude escuchar el sonido más aterrador que haya oído en mi vida”.
“Comenzó como el bramido de un alce, pero luego pasó a convertirse en un rugido tan alto que hacía eco a lo largo del desfiladero”, recuerda Martínez. “Los alces en las alturas dejaron de bramar. El ruido seguía, me recordaba al sonido que hacía el demonio en la película “El Exorcista”. Aquello que producía el sonido comenzó a romper árboles y arrojarlos en nuestra dirección en cuestión de segundos”.
“Entonces vi una enorme criatura que se desplazaba al borde de una alameda, a unos 30-40 pies de distancia. Caminaba erguido, pero encorvado, con una posible estatura de 6 pies, o de 7-8 pies con la espalda derecha, cubierto de pelo oscuro. No era un oso. Los osos no caminan como las personas. Estoy convencido de que pude ver lo que muchos denominan Sasquatch. Aunque llevaba mi escopeta, sentí mucho miedo y salimos enseguida. Parecía seguirnos desde la arboleda, rompiendo más árboles y arrojándolos hacia nosotros, emitiendo aquel atroz sonido. Casi se hizo de noche para cuando pudimos salir de ahí”.
Los dos hombres escaparon montaña abajo, y Martínez dice que cada vez que la criatura rugía, el sonido seguía haciendo eco por toda la región. “Sentí que en el momento menos pensado, aquello me agarraría por el cuello hasta echarme de ahí”.
Llegaron a pie a Costilla de noche, y decidieron que a pesar del miedo que habían experimentado, era imprescindible volver por el camión de Martínez y traerlo de nuevo a la comunidad. Los dos hombres volvieron a donde habían dejado el vehículo. Para cuando pudieron cambiar el neumático, ya eran las dos de la madrugada del 28 de septiembre.
“Decidimos permanecer allí hasta el amanecer y tratar de investigar lo que nos había sucedido,” informa Martínez. “El silencio era absoluto. Nada se movía, los alces no bramaban, nada. Al amanecer revisamos y encontramos más álamos rotos de la misma forma, pero ninguna señal de nada fuera de lo ordinario aparte de más árboles dañados”.
Sin haber encontrado evidencia adicional del aterrador suceso de la tarde anterior, Martínez y su amigo regresaron a casa.
“Como he dicho, yo sé lo que vi. Y sé que no se trata de un oso ni ningún otro animal silvestre que he visto aquí toda mi vida. Decidí contar mi historia porque ya es hora de que América se despierte y sepa que estas criaturas existen. Cada vez vaya a las montañas de ahora en adelante, llevaré una cámara y un magnetófono. Otras personas me han dicho que a pesar de la necesidad de mantenerse en el anonimato, han experimentado situaciones parecidas, pero dicen que no las comentan para evitar el ridículo. Pero yo sé lo que vi y escuché.”
(traducción (c) 2007 S. Corrales, Arcana Mundi)
0 Comments:
Post a Comment
<< Home