OVNIS: Alto Secreto
por Scott Corrales (c) 2006)
A fines de 1992, un observador profesional de la revista Jane’s Defence Weekly afirmó haber visto el primer avión supersecreto Aurora de la fuerza aérea estadounidense (USAF, por sus siglas en inglés) desde una plataforma petrolera en el Mar del Norte. El nuevo reactor, según el experto, era capaz de superar seis veces la velocidad del sonido (Mach 6). En un mundo en el que hasta los secretos más celosamente guardados, como este, se dan a conocer, como sería posible mantener en reserva un secreto de tal magnitud como el estrellamiento de un objeto supuestamente oriundo de otro planeta?
De acuerdo con los entendidos en casos de estrellamientos y recuperaciones de ovnis (crash retrievals, en inglés) que han venido sucediendo desde mediados del siglo pasado, comenzando con el célebre caso Roswell, dichas intervenciones han sido posibilitadas por las labores secretas y veloces de un grupo especializado y altamente dotado que opera dentro de la Fuerza Aérea a sabiendas y con la colaboración de otros ramos de los servicios militares. Los especialistas que forman parte de este grupo casi siempre se presentan al lugar de los hechos en grupos de tres, vistiendo boinas militares de color azul.
Los hombres de la boina azul
La presencia de estos militares ha estado asociada con varios operativos secretos del ejercito norteamericano cuya existencia trascendió al público a fines de la década de los ‘80: Moondust, Bluefly y UFO – proyectos guiados por la cúpula de la Fuerza Aerea con el objetivo de recuperar, a como diese lugar, de cualquier artefacto proveniente del espacio exterior – ya fuese de hechura humana o extraterrestre – que se estrellase en los Estados Unidos o en cualquier otra parte del planeta. Si la recuperación del objeto caído se hacía difícil por las circunstancias o por sus dimensiones, el personal de inteligencia estaba bajo órdenes de estudiar el aparato o restos a pie de obra y entregar sus hallazgos al alto mando con la mayor brevedad. Dicho cuartel general estaba ubicado en el fuerte Belvoir, conocido como el “Destacamento 4, 696 Grupo de Inteligencia Aérea”.
Con el paso del tiempo y las distintas reestructuraciones de los servicios de inteligencia, la responsabilidad por dichos esfuerzos recayó sobre la Defense Intelligence Agency o DIA, pero se llegó a creer en la década de los ’90 que los objetivos de las misiones de Bluefly y afines ya no se circunscribían a la recuperación de chatarra espacial u otros objetos caídos de lo alto – los “boinas azules” representaban la faceta más visible de todo un servicio militar encargado de escamotear cualquier prueba física del fenómeno ovni. Otra faceta de este servicio estaría representada por los elementos del grupo denominado “Delta” (nombre que no guarda relación alguna con el mando antiterrorista creado durante la presidencia de Jimmy Carter) y que está encargado de los enigmáticos helicópteros negros que han plagado los cielos norteamericanos desde la década de los ’70.
El autor George C. Andrews, cuyos libros han tratado de sacar a la luz pública los manejos de estos grupos de alto secreto, cuenta en su obra Extraterrestrials Among Us (Minneapolis: Llewellyn Worldwide, 1987) que uno de estos aparatos oscuros tocó tierra en las grises arenas de una playa del estado de Nueva Jersey, en plena vista de la gran urbe neoyorquina. En 1974, una avería a bordo de uno de los helicópteros lo obligó a aterrizar; soldados vestidos en uniformes negros, portando fusiles M-16, formaron un perímetro a su alrededor. Los elementos de “Delta”, según trascendió, estaban en vías de transportar un cargamento de gran importancia desde Long Island hasta Nueva Jersey (posiblemente al depósito de municiones Earle, donde la Marina guarda las ojivas nucleares de la flota atlántica) cuando se produjo un desperfecto del sistema hidráulico. El inevitable enfrentamiento con las fuerzas el orden público seguramente hubiese culminado en una batalla entre policías estatales y los soldados, pero la situación no trascendió a peores.
En la actualidad existe una controversia que – según Andrews – vincula a los de “Delta” con el narcotráfico y los experimentos de guerra quimiobacteriológica sobre grandes centros urbanos en el oeste norteamericano. Una carta anónima remitida al periódico Up the Creek en la ciudad de Denver informaba que los helicópteros negros emitían “mezclas débiles de cianuro y dioxina” para comprobar el efecto que surtían estas sustancias sobre la población. Aunque no existe forma de comprobar semejante alegato, los expedientes sobre una variedad de pruebas arriesgadas que salieron a la luz pública durante el régimen de Clinton sugieren que puede tratarse de una posibilidad, y como antecedentes existen las liberaciones deliberadas de productos bacteriológicos en el subterráneo de Nueva York en la década de los ’50.
Durante la oleada de avistamientos OVNI de 1988 en la región del estado de Pennsylvania bañada por las aguas del lago Erie, cinco testigos dijeron haber presenciado las maniobras de un helicóptero negro sin ventanas, que emitía un sonido más parecido al de una avioneta que un helicóptero. Al pasar sobre el hogar de los testigos, el aparato causó interferencia con el televisor. Lo curioso de este caso es que el encuentro con el helicóptero desconocido se produjo cinco días después de que los guardacostas observaran las maniobras de un ovni policromático que acabó por posarse sobre la superficie helada del lago en marzo del año en cuestión.
El pentálogo del polvillo lunar
Uno de los documentos que marca las pautas del proyecto Moondust establece un pentálogo sobre los objetivos que han de tener los “boinas azules” en la realización de sus pesquisas: 1. Realizar observaciones previas al impacto, establecer la dirección de la trayectoria y la cantidad de objetos observados, establecer la hora en que se produjo el impacto, determinar las características de la zona de impacto y las circunstancias de la recuperación del activo; 2. Descripción de cualquier herida o daño causado por el objeto; suministrar detalles al máximo grado posible, pero evitando reclamos producidos por la estimulación del sujeto, especialmente reclamos triviales o pueriles; 3. Obtener descripciones de cualquier marca o letra de identificación; 4. Obtener descripciones detalladas de la naturaleza física y condiciones del objeto, incluyendo dimensiones efectivas o estimadas, peso, material de elaboración, etc.; 5. De resultar posible, tomar fotos del objeto desde perspectivas distintas usando una regla o caja de cigarrillos para establecer referencias de tamaño.
El pentálogo para el recuperador de OVNIS, por darle nombre, figuraba en una serie de documentos producidos por el Departamento de Estado y enviados a las distintas embajadas y oficinas consulares de los Estados Unidos en otros países. Estos documentos fueron obtenidos por el sargento Clifford Stone después de años de investigaciones y solicitudes al gobierno bajo la ley de libertad de información (FOIA), logrando establecer que el gobierno estadounidense tenía – desde la década de los ’60 – un protocolo bien establecido sobre la recuperación de cualquier objeto proveniente del espacio exterior, ya fuese de manufactura humana o no.
Otro documento se refiere específicamente a la composición del “personal del equipo de inteligencia”, es decir, los militares de boina azul que formaban los proyectos Moondust, Bluefly, UFO “y otros proyectos de reacción rápida bajo la dirección de AFCIN” (el mando central de inteligencia de la Fuerza Aérea). Los equipos de inteligencia –reza el memorando—debían consistir de tres hombres, a incluir un experto en lingüística, un técnico de inteligencia, y un jefe de operaciones, todos ellos con certificación de aerotransporte y con capacitación cruzada en las destrezas de cada elemento del equipo, para asegurar la funcionalidad del grupo “a pesar de las bajas que puedan producirse durante el empleo”.
Resulta curioso que a pesar de que los documentos obtenidos de parte del gobierno por Clifford Stone, los funcionarios encargados de las actividades en el fuerte Belvoir nieguen rotundamente la existencia de “cualquier organización encargada de los OVNIS ni cualquier información sobre el incidente de Roswell. Además, no existe ningún proyecto Moondust ni operación Bluefly. Esas misiones jamás existieron” (declaración hecha por el teniente coronel John Madison, División de Indagaciones del Congreso). Esta rotunda negación puede estar fundamentada en el hecho de que – según una carta fechada el 1ro de julio de 1987 y firmada por el coronel Philip Thompson – la designación Moon Dust ha caducado oficialmente y ha sido reemplazada por otra “cuyo nombre no puede divulgarse en este momento”.
“Si te digo lo que es, jamás lo creerías”
Los “boinas azules” se han mantenido activos desde el estrellamiento ovni de Kecksburg en 1965. En 1974, un objeto circular de setenta pies de diámetro supuestamente se estrelló en las cercanías de Chilili, estado de Nuevo México. Una columna de “boinas azules” se desprendió desde la base aérea Kirtland para desmantelar el objeto, mismo que fue trasladado inmediatamente a la base. En 1983 volvieron a aparecer en Gallup, Nuevo México, tras el estrellamiento de un “objeto de color verde”.
La explicación oficial ofrecida en este caso fue que se trataba de un meteorito o de fragmentos de la sonda soviética Cosmos 1402 durante su reingreso a la atmósfera terrestre. En 1985, el investigador Tom Adams, autor de una serie de boletines y cuadernos sobre la presencia OVNI en el suroeste de EE.UU.,pudo entrevistar a un policía militar acuartelado en el fuerte Carson de Colorado, y que había formado parte del grupo de seguridad que prestaba ayuda a los “boinas azules”.
El entrevistado, identificado tan solo como “Jeff”, dijo haber visto un objeto con forma discoidal en el fondo de una enorme zanja al pie de una montaña. El policía militar, extrañado, le preguntó a uno de los “boinas azules” si se trataba de un artefacto espacial ruso.
“Ojalá y lo fuera”, repuso el hombre. “Si te digo lo que es, jamás lo creerías. Nos envían de una parte del país al otro todo el tiempo para investigar situaciones parecidas”.
“Jeff” y los otros policías militares del fuerte Carson que habían acompañado a los “boinas azules” recibieron órdenes escritas indicando que estaba prohibido hablar sobre lo que habían visto so pena de consejo de guerra. A las 72 horas de haber concluido la misión, todos los que habían tomado parte en ella fueron destacados a otras bases.
Otro informe de Adams, The Choppers...and the Choppers”(Paris, Tx: Stigmata, 1990) incluye el caso de “Tony”, piloto de helicópteros en la base Hood del estado de Texas. En la navidad de 1980, “Tony” y otros pilotos recibieron la orden de acudir a un sitio determinado para vigilar “un avión experimental”
hasta que cierto grupo especializado pudiese personarse al lugar de los hechos. “Se trataba’, dijo “Tony”, “del diamante más grande que había visto en toda mi vida. Lo perseguimos por cinco o diez millas mientras que largaba chispas que llegaban a tocar la tierra”.
Abruptamente, los pilotos recibieron la orden de retirarse: el maravilloso diamante cobró altura y comenzó a alejarse. Los veintitrés helicópteros provenientes de otras bases aparte de Fort Hood regresaron a sus bases. Es de suponer que si el objeto se hubiese estrellado, los “boinas azules” habrían asegurado la zona para recuperar el objeto. Al igual que en el caso de “Jeff”, todos los pilotos fueron trasladados a otras instalaciones militares. “Tony” fue a parar en Alemania.
Es muy probable que este incidente esté relacionado con el caso Cash-Landrum, sucedido a fines de 1980, en el que las emanaciones radiactivas de un objeto cuya descripción es casi idéntica afectaron a las señoras Betty Cash y Vicki Landrum, que estaban en la carretera cuando tuvieron el objeto no identificado frente a frente. El aparato consiguió remontar e iba escoltado por 23 helicópteros negros, como en el caso descrito por “Tony”.
Las actividades de los “boinas azules” no están circunscritas a los EE.UU., como se dijo anteriormente. Los elementos de este proyecto han estado presentes en distintas partes del mundo durante situaciones parecidas, muchas veces antes de que los gobiernos de los países implicados pudiesen reaccionar: en 1967, cuando un objeto de tres toneladas de peso y con forma de cubo fue hallado en Kutúm, en la república africana de Sudán, elementos de Moondust se personaron para la investigación. El 25 de marzo de 1968, según los documentos obtenidos bajo FOIA por el sargento Stone, cuatro objetos cayeron en una región del Nepal. La embajada estadounidense en Katmandú envió un mensaje en clave para alertar al 1127mo Grupo de Actividades de Campo de la USAF en el fuerte Belvoir que podrían contar “con la plena colaboración del gobierno nepalés” en sus pesquisas. Aunque gran parte del mensaje ha sido eliminado, se entiende por el texto de que los objetos fueron enviados a EE.UU. y que eran de procedencia netamente terrestre. A comienzos de los ’70 estuvieron en Viet Nam, donde rescataron un bombardero B-52 que supuestamente había sido derribado por un OVNI; en 1978 se personaron en las estepas canadienses tras el estrellamiento del satélite nuclear sovietico Cosmos 956. Los fondos para costear sus operaciones no aparecen en ninguna de las partidas presupuestarias del gobierno federal, claro está, al igual que sucede con los fondos destinados para el desarrollo de superaviones como el Aurora. Los rescatadores de OVNIS obtienen sus fondos del celebérrimo “presupuesto negro” (black budget, en inglés) cuyo monto supuestamente asciende a $16 billones USD, libres de la fiscalización del Congreso estadounidense.
Conclusión
¿Y qué ha sido de los ovnis supuestamente recobrados por estos servicios militares? Desde 1990 se rumora que vienen formando parte de una colección de al menos nueve vehículos localizados en la base Groom Lake del estado de Nevada, y que el estudio de su tecnología avanzada ha permitido que EE.UU. desarrolle su propio platillo volador y a las mejoras en las nuevas generaciones de aviones espía (los proyectos Senior Citizen, TR-3B, etc.). Naturalmente, las autoridades niegan todo esto.
Los “boinas azules” constituyeron el cuerpo de seguridad de Groom Lake hasta su reemplazo por guardias privados de especialidad con autorización para hacer uso de fuerza mortal contra cualquier insensato que se atreva a franquear al perímetro de la base sin la autorización correspondiente.
Cierto o falso, el hecho es que hay un grupo secreto de profesionales encargados de la apropiación de ingenios aeroespaciales que caen en cualquier lugar donde sea posible recuperarlos lo antes posible y a cualquier costo. Puesto que la desaparición de la Unión Soviética ha reducido la actividad espacial rusa en cierto grado, es muy posible que cualquier aparato recuperado de ahora en adelante pueda ser – con marcadas excepciones – de origen extraplanetario.
1 Comments:
este comentario, no corresponde a esta noticia, pero es interesante, no existe, un triangulo de las bermudas como tal, pero teniendo en cuenta que la tierra es como un motor gigantesco, que gira y produce unos campos de fuerza, diferentes en el hemisferio, norte como en el sur, no es de extrañar que en la confluencia de ambos campos de energía se produzcan anomalias electromagnéticas, que repercutan en cualquier aparato electronico,de igual manera que pasa con los aparatos de radio, o de otra clase, gracias a dios hoy todo eso está superado, y los aviones vuelen si problemas por cualquier parte, de ahí que se prohibieran los tel moviles en los vuelos, sin embargo, con los telefonos de los aviones si te dejan llamar, porque están a toda prueba, y aparte de eso, ¿te has fijado que cuando se vacía un lavabo en el hemisferio norte, el agua gira hacia la derecha y en el hemisferio sur hacia la izquierda?
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