Expedientes Olvidados: "La verdad está en el anaquel"
Expedientes Olvidados: “La verdad está en el anaquel”
Por Scott Corrales
Arcana Mundi (c) 2009
A los jóvenes les molesta un poco que sus mayores se la pasen hablando de tiempos de antaño que pueden haber sido subjetivamente “mejores” en una forma un otra. Esta diferencia de opiniones siempre sale a relucir en cuestiones de moda, música, política y conducta personal, y ambas partes se cruzan de brazos y se dan la espalda al final del intercambio. Sucede que esto también ocurre en la investigación ovni.
Para muchos – quizás la gran mayoría – vivimos en el mejor momento para la investigación del fenómeno ovni. Si encendemos la radio, es casi seguro que alguna estación tenga programas dedicados a platillos voladores, seres extraños, fantasmas y casas encantadas; si hacemos lo mismo con el televisor, nos saldrán programas con “expertos” al servicio de las grandes productoras, llevándonos a lugares lejanos por treinta minutos y sin llegar a conclusiones sobre las cuestiones planteadas; si pasamos de los medios tradicionales y nos zambullimos en Internet, nos encontramos con el país de las maravillas – blogs, webs, listas de correo, programas de radio descargables en una variedad de formatos, los miles de vídeos que recoge YouTube, archivos PDF con información variada...
Sin embargo hay un reducido número de interesados en el tema para los que el fenómeno del misterio corresponde a un mundo en desaparición: el de los medios impresos. La lectura y relectura de casos, entrevistas y estudios detallados que no tienen cabida en los 42 minutos que nos ofrece un programa de televisión (y el resto del tiempo dedicado a vendernos dentrífico. Aunque la comunicación casi instantánea por correo electrónico agiliza el intercambio entre interesados y estudiosos, se agudizan las diferencias, se malinterpretan los comentarios en la pantalla, y el objetivo de la comunicación se reduce en algunas ocasiones al ad hominem.
Sirva todo este preámbulo para enfocar un imaginario reflector de gran potencia sobre el punto de procedencia de las respuestas que nos gustaría obtener acerca de lo desconocido: el sobrecargado anaquel de libros de ovnis, enigmas planetarios, criptozoología y temas afines.
Abrir un libro se torna difícil con lo acostumbrados que estamos a leer cosas en las pantallas de nuestros ordenadores (aunque podemos hacerlo en PDF, como no. En algunos de estos libros existe información que ha caído al vacío, tal vez debido al tiraje limitado de los mismos, la muerte de los exponentes de una u otra teoría, o sencillamente la velocidad a la que se mueve el mundo moderno. En ellos encontramos reflexiones olvidadas que son más útiles y aplicables en el 2009 (casi 2010) que lo fueron en 1975.
¡Misterios resueltos hace 3000 años!
El primero en afirmar que el misterio de los OVNIS y los seres misteriosos ya estaba resuelto, y que la respuesta existía desde la era preclásica, fue John A. Keel, investigador de prestigio mundial, trágicamente fallecido este año. Saquemos su libro The Mothman Prophecies (Las profecías del hombre polilla, Nueva York: Signet, 1976) del estante a ver lo que nos dice:
Hace tres mil años, un reducido grupo de genios investigó y resolvió el misterio de los objetos voladores no identificados. Desde entonces, muchos otros se han aproximado al misterio desde perspectivas distintas y lo han resuelto una y otra vez. Desdichadamente, sus soluciones fueron ofuscadas por las extrapolaciones intelectuales y la pesada terminología de la filosofía y la teología. Pocos entusiastas de los OVNI en la actualidad cuentan con la formación para entender sus escritos. Como alternativa, prefieren enfrentarse al fenómeno al nivel puramente materialista, suponiendo que la presencia de objetos y seres inusuales en nuestra atmósfera representa evidencia de alguna cultura extraterrestre.
Jenófanes, uno de los primeros filósofos (siglo VI a.c) observó que los etíopes pensaban que sus dioses eran negros y de nariz chata, como ellos mismos. Hoy ya no creemos en las visitas directas de nuestro Dios, así que hemos creado una mitología fundamentada en la creencia de astronautas interplanetarios a nuestra propia imagen y semejanza. Cuando los antiguos divisaban gigantescos bípedos peludos, con ojos ardiendo como tizones, suponían que eran demonios. Los primeros investigadores llegaron a la conclusión de que esos demonios no existían, por más que dejaran huellas y ocasionaran daños físicos. Acuñaron el termino “khimaira” (quimera) para describirlos... (Mothman, p. 36)
Es posible imaginar la guerra de palabras e insultos que se desataría en Internet si alguien tuviese la osadía de sugerir que los OVNIS y seres raros cuya presencia se nos informa constantemente son puramente quimeras, por más que dejen huellas, puedan retratarse con cámaras digitales, o sirvan de tarjeta de presentación a los interesados en ir de congreso a congreso. Pero dejemos que siga Keel:
Mis largas y costosas excursiones a la frontera en la que se combinan lo real y lo irreal no han producido prueba alguna para respaldar la idea de que nos visitan tímidos viajeros de otra galaxia. Al contrario, me he dado cuenta de que hemos estado observando fuerzas complejas que siempre han sido parte esencial de nuestro entorno inmediato. En vez de pensar el extraterrestres, he adoptado el concepto de los ultraterrestres – seres y fuerzas que coexisten con nosotros, pero en otro marco temporal. Es decir, que operan fuera de los límites de nuestro tiempo-espacio, pero tienen la capacidad de irrumpir en nuestra realidad. Su mundo no es un lugar, como lo son Marte o Andrómeda, sino un estado de energía. El fenómeno OVNI es un fragmento trivial de un fenómeno más grande que puede dividirse en dos partes: el primero y más importante consiste de las misteriosas luces aéreas que parecen tener inteligencia propia [...] y la segunda parte del fenómeno consiste en el ocultamiento o camuflaje de la primera parte, las “luces nocturnas vagabundas”, como las denomina la fuerza aérea. Si estas luces se manifestaran en ciclos, año tras año, siglo tras siglo sin fenómenos afines, causarían mucho más miedo y preocupación. Pero siempre se han visto acompañadas por fenómenos afines, y estas manifestaciones se han ajustado siempre al psicología y creencias de cada período particular en el tiempo. Los visitantes de los ovnis no son reales en el mismo sentido en que una aeronave 747 es real. Son transmogrificaciones de energía bajo el control de una extraordinaria inteligencia extradimensional. La inteligencia controla eventos importantes mediante la manipulación de ciertos seres humanos mediante el fenómeno de la iluminación mística. (Mothman, p.39).
En cierto modo, al realizar lecturas comparativas de la ovnilogía de los años ’60-’70, podemos ver que la gran mayoría de los escritores del tema se abocaba por esta explicación del fenómeno. Hasta J. Allen Hynek confesaba en sus últimas declaraciones que la naturaleza del fenómeno era “parafísica” en vez de alienígena. Pero la actividad ovni mermó considerablemente en la década de los ’80 al grado que escritores de la talla de Jerome Clark tomaban nota de ello en sus escritos. Cuando el público volvió a interesarse en la materia en 1988, las voces que dominaban el campo diseminaban en sus afirmaciones los guiones de varias películas y series de ciencia-ficción, sobre todo la serie “V”, protagonizada por Marc Singer y Jane Badler, que plasmaba la lucha entre un reducido grupo de héroes contra alienígenas reptiloides de la estrella Sirio cuyo aspecto externo era humano. Era más sencillo volver al paradigma de los alienígenas, sus naves espaciales de “pernos y tuercas” y su plan maestro para la salvación o el exterminio de la especie humana que enfrentar la atemorizante e insuperable “extraordinaria inteligencia extradimensional” que ofrecía Keel. Después de todo, a los humanos nos gusta superar obstáculos, y los extraterrestres de carne y hueso (o de quitina, en un apuro) tal vez puedan ser vencidos con armas existentes o por inventar. O tal vez podamos tenderles una celada, robar sus naves espaciales, y realizar un periplo intergaláctico. Las respuestas simplistas son tan sencillas como las intenciones humanas.
Tal vez esto haya dado lugar al crecimiento del movimiento escéptico que insistía que la creencia en lo paranormal vulneraba el interés popular por la ciencia y el método científico, por más que uno de los programas televisados de mayor aceptación fuese “Cosmos”, la serie de trece capítulos sobre el universo presentada por Carl Sagan. Pero en el seno de la ovnilogía, las dudas sobre el papel de la ciencia – o la ciencia contemporánea – en el fenómeno ya estaban siendo sometidas a debate. Y por científicos.
¿La ciencia y los OVNIS?
Pero casi se cae del anaquel otro tomo cuya difusión fue sumamente limitada, y cuya editorial – la casa Regnery de Chicago – se alejó de temas controvertidos para convertirse en una de las principales editoriales conservadoras de los Estados Unidos. Este libro viene a ser la versión ovnilógica del Simposio de Platón, pero en vez de a Timón y Critias, tenemos los agudos intelectos de los doctores Jacques Vallee y J. Allen Hynek como protagonistas. Reunidos en torno a una mesa, los dos titanes de la investigación ovni nombraron un tercero – el parapsicólogo de Arthur Hastings – para presidir el simposio y participar en él a la misma vez. Titulado The Edge of Reality (Chicago: Regnery, 1975), es uno de los libros más importantes y menos conocidos de la literatura ovni. ¿Y en qué reside su importancia?
El científico galo y el catedrático yanqui hablan francamente sobre los problemas que aquejan a la investigación ovni y los prejuicios y trabas que impedían – en aquel momento – un esclarecimiento del fenómeno. Trabas que persisten 35 años después. Pero hay que cederle la palabra a los participantes del simposio, comenzando con el ya fallecido Hynek:
Hynek: Hay cosas que hacen los OVNIS que podemos afirmar con bastante certeza. Ahora bien, ¿es capaz la ciencia de explicarlas? Obviamente, no puede. Pero Benjamín Franklin tampoco pudiese haber explicado el motivo por el cual brilla el sol. Pues bien, ¿qué tendría que haber hecho la ciencia en la época de Franklin para explicar el brillo del sol? Ese es exactamente nuestro problema. ¿Qué debemos hacer con la ciencia actual para que le sea posible explicar este fenómeno? Tal vez sea necesario desguasar las ciencias, en la misma forma que fue necesario abandonar la física clásica para abordar la mecánica cuántica para lidiar con la física de los átomos.
Vallée: Pero no siempre puedes hacerlo. Por ejemplo, en las predicciones tecnológicas, vemos que siempre hay un elemento de serendipia que no puede vislumbrarse. Al final de la 2da guerra mundial, se formó una comisión para estudiar las armas del futuro. Extrapolaron todos los campos técnicos para imaginar cual seria el arma del futuro. Sabían que las bombas “H” se fraguarían, ya que esto fue en 1946-47. Así que había bombas H, proyecciones en cuanto a cohetes, mísiles, etc. Sin embargo, nadie predijo los mísiles nucleares, ¡porque no tomaron en cuenta la miniaturización! ¡Se debió totalmente a la invención del transistor, que no había vaticinado nadie! La planificación estratégica de los siguientes 20 años se había equivocado en ese punto – nadie pudo concebir la existencia del transistor. Asi que, ¿qué debemos cambiar en la ciencia para hacer que los OVNI sean posibles?
Hynek: ¡A los científicos!
Hastings: ¿Que reacciones especificas han observado que puedan ayudar al lego a entender la reacción del científico ante el fenómeno? Se dio el caso de aquel hombre que te dijo, por ejemplo: “son pamplinas, por supuesto, y no me he molestado en leer nada”.
Hynek: Es la misma reacción que la de los médicos hacia la acupuntura hace diez o quince años. ¿Te puedes imaginar a alguien dictando una conferencia sobre acupuntura, o sobre la deriva continental? Los OVNIS no son tan raros, después de todo.
Vallée: Tampoco significa que todo se puede, y que puedes concebir cualquier clase de magia porque la ciencia la explicará en su momento...(Edge of reality, p. 32-33)
A este intercambio sobre el papel de la ciencia en la investigación le sigue otro más sutil:
Hastings: Bueno, aquí tengo un punto que surge a raíz de esta conversación. Parece que el público coloca a los OVNIS, la PES, Uri Geller y todo eso en el anaquel del ocultismo. La gente con esos gustos acopla todos los fenómenos sin discriminación objetiva.
Vallée: Otro ejemplo de este hecho es que en muchos casos de OVNIS en la tierra, el testigo parece llegar en el instante preciso en que el OVNI está al costado de la carretera, reparando sus averías. Hay muchos casos anotados en que los chóferes se encuentran repentinamente con un OVNI en el camino, y cuyos tripulantes parecen estar reparándolo – lo que carece de sentido alguno. En primer lugar, ¿qué hace en medio del camino? La mejor explicación que hemos concebido hasta el momento es que algo o alguien está exponiendo a los testigos humanos a ciertas escenas con la intención de transmitir ciertas imágenes.
En sus memorias, Vallée confesaría su desamor por la vertiente “paranormal” de John Keel, pero sus propias teorías sobre el fenómeno se desvinculaban de lo mundano. Para el experto en informática, la humanidad estaba siendo sometida --- desde siempre -- a un mecanismo de control de origen desconocido. El operario desconocido del mecanismo introducía seres extraños, luces raras y otros fenómenos para fomentar el desarrollo de la especie. El monolito plasmado por Stanley Kubrick y Arthur C. Clarke en “2001: la odisea del espacio” representaba una manifestación cinematográfica de este concepto. Jacques Bergier agregaría su propio corolario al concepto de Vallée al agregar que los dioses – por darles un nombre – tenían un cajón en algún lado del cual sacaban monstruos, platillos volantes, etc. para ponerlos en nuestro medio y estudiar el resultado. El siempre controvertido Bergier consideraba que estos seres desconocidos serían dioses, a nuestras luces, ya que pensaba que la extinción de los dinosaurios era la consecuencia de un repentino brote de radiación desde otra estrella – un “disparo controlado” para eliminar especies indeseadas y comenzar de nuevo.
En obras posteriores, Jacques Vallée manifestaría su desilusión al ver que la comunidad ovni se aferraba al modelo simplista de los aliens y sus naves de “pernos y tuercas”:
Tal es la aglomeración de mentiras y estupideces que han engullido muchos ufólogos y la gran parte del público en años recientes que la osadía de poner en entredicho la captura de extraterrestres y sus naves, o su estudio por el gobierno de los Estados Unidos, representa un mal paso de proporciones colosales entre los creyentes en los ovnis. Mis preguntas sencillas y llanas han hecho que los líderes de esta extraña disciplina me consideren como la mofeta que ha irrumpido en su picnic extraterrestre [Revelations, p.233-34] .... La forma genuina del fenómeno OVNI, como he apuntado en mi libro Confrontations, está asociada a una forma de conciencia extrahumana que manipula el tiempo y el espacio en formas que no entendemos. Ninguna de las revelaciones sobre platívolos estrellados en el Hangar 18 o el Area 51 puede explicar la enormes bases de datos recopiladas por los investigadores sobre los verdaderos OVNI, pero en el fragor de la disputa, tales normas lógicas y racionales se hacen a un lado. Hemos olvidado el problema que intentamos resolver [Revelations, p.236-37]
Aunque el doctor Vallée se ha retirado de la investigación ovni para dedicarse a otras actividades, las palabras que escribió en 1990 mantienen su validez casi 20 años después. La ovnilogía computarizada nos brinda espectáculos inolvidables, los dimes y diretes entre aficionados y expertos, una juventud que domina plenamente el medio informático y se divierte creando fraudes preciosos con el mal uso de la técnica, riéndose a carcajadas desde la seguridad de sus ordenadores, y claro...la interminable ristra de congresos sobre más de lo mismo.
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