John A. Keel: Disneylandia de los Dioses
Disneylandia de los dioses
Por John A. Keel
[Traducción de Scott Corrales para Arcana Mundi]
En 1925, Charles Fort escribió que «...naves de otros mundos han sido vistos por millones de los habitantes de ésta tierra, noche tras noche, en los cielos de Francia, Nueva Inglaterra y Canadá...»
Fort informaba sobre un fenómeno que no existiría oficialmente por otros veintidós años, y que dejó de existir oficialmente en 1969, cuando la fuerza aérea de los EEUU guardó calladamente su equipo para cazar platívolos. El hombrecito con el bigote de morsa sabía algo que los demás gobiernos del mundo ignoraban. Sabía por sus investigaciones en las gacetas científicas y revistas viejas que máquinas misteriosas e ingenios aéreos se habían visto a lo largo de la historia, que sus ocupantes habían sido vistos por terrícolas atónitos, y que, por cierto, algunos de los mitos más queridos de la humanidad se basaban en el contacto con dichos objetos.
Un ejemplo es la leyenda de los Vigilantes. Extraños seres de otro lugar o nivel de existencia en el tiempo o el espacio que siempre han estado en nuestros cielos, observando en silencio nuestra lucha para desarrollarnos desde la época de los cavernícolas. En las montañas del Tíbet, los viejos lamas sabían todo lo referente a los Vigilantes. De vez en cuando, los europeos se topaban con ellos en aquellas tierras lejanas e inhóspitas. El artista, explorador y filántropo Nicolás Roerich afirmó haber visto brillantes discos de metal volando sobre las Himalayas durante los años 20. Frank Smythe, el famoso alpinista, observó una «tetera pulsante» volando cerca, mientras subía una montaña en Nepal. Antes de percatarse de ella, Smythe tuvo la sensación de que alguien le estaba mirando con benevolencia, como si interesado en su seguridad personal.
En los importantes años ovnísticos de 1966-68, los misionarios en el «techo del mundo» que son las Himalayas escribieron cartas detallando sus encuentros con aviones fantasma. Durante ésa misma época, un puñado de científicos trabajando en la Antártida alegadamente vieron enormes objetos circulares volando sobre los campos de hielo del Polo Sur.
Los Vigilantes disfrutaron otro año de turismo sobre ésta Disneylandia cósmica en 1973-75, apareciendo en todas partes a la misma vez, y desapareciendo luego tan misteriosamente como se habían aparecido. A juzgar por la larga historia del fenómeno, sabemos que los volveremos a ver. Volverán, y una nueva generación de jóvenes se plantarán en las colinas de la tierra para escudriñar los cielos nocturnos, esperando ver algo.
¿Dioses o cosmonautas?
Un buen día en el año 40.000 a.c., un semihombre peludo escuchó un zumbido afuera de su cueva. Al acercarse a la entrada, se quedó pasmado al ver un extraño intruso en su rocosa vivienda: un brillante objeto metálico rodeado de ventanillas, detrás de las cuales se hallaban los Vigilantes, sus caras sombrías y carentes de expresión. El hombre-animal se retiró del lugar, y dejó para sus descendientes un dibujo del objeto en la pared de la cueva. Los dibujos aún existen en el África, Australia, Francia y China.
¿Eran dioses estos Vigilantes, como debieron haber pensado aquellos primeros hombres, o eran astronautas de otro planeta? Tal vez eran terrícolas, seres de un maravilloso continente separado y protegido del mundo de los cavernícolas por los mares, un lugar en el cual la magia y la tecnología eran la misma cosa. Sus máquinas voladoras llegaban a todas partes del mundo, y miraban desinteresadamente como aparecían y se multiplicaban los hombres-animales.
Luego, cuando los hombres comenzaron a repartirse lentamente sobre la tierra, los Vigilantes salieron del cielo y de los mares para brindarles ayuda. Les enseñaron como cosechar y les dieron los fundamentos de las leyes y las matemáticas. El hombre, a su vez, dedicó sus trabajos más importantes a éstos dioses. Las artes del baile, la pintura y la narración comenzaron como maneras de rendir tributo a los maravillosos Vigilantes.
Pero al paso del tiempo, los Vigilantes cambiaron. Ahora exigían sacrificios de animales, y luego sacrificios humanos. Se arrogaban el crédito de los desastres naturales, y los humanos comenzaron a temerles. Se construyeron enormes pirámides alrededor del mundo, y bellas mujeres fueron dejadas en los templos de sus cimas en ciertas épocas del año. Según las leyendas, los dioses bajaban del cielo para unirse a las mujeres, y para darles hijos muy especiales, gigantes con increíble fuerza física y psíquica que asumían el control de las tribus y de naciones enteras. El mundo se encontraba dividido en docenas de regiones o reinos dominados por uno de éstos reyes híbridos. Para conservar su linaje divino, las familias reales contraían matrimonio entre sí, pero los Vigilantes mantenían el control por medio de sus frecuentes apariciones antes los reyes, dándoles órdenes y hasta asentando los planes de batalla para las guerras de la antigüedad. Los hombres eran disciplinados a obedecer a los dioses sin titubeos, y en ése sentido, los dioses eran amos de la tierra y tenían control directo sobre sus habitantes por medio del sistema de reyes-dioses; un sistema que aún se halla en efecto en nuestro planeta en el siglo veinte.
«Me parece que somos propiedad de alguien»
Charles Fort se dio cuenta de los sutiles tejidos que forman la historia humana cuando afirmó, «Me parece que somos propiedad de alguien. Esta tierra tiene su dueño. Los demás están puestos sobre aviso.»
En una época, los dioses fueron muy reales, y sus directrices a la humanidad no fueron surgidas de un afán de ayudar al hombre sino para proteger a la tierra misma. El hombre se volvió el peón en un oscuro e imponente juego de ajedrez cósmico. Incidentes que carecían de sentido para una generación repentinamente adquirían gran significado varias generaciones más tarde. Tratamos de racionalizar nuestro trance mediante novedosas teologías y cosmologías. Volvimos a escribir la historia hasta que se conformó con nuestros ideales y ocultó nuestros motivos poco edificantes. Nuestra verdadera historia se convirtió en mito y nuestros mitos se volvieron el sustituto para la historia.
La parte de la historia y de la prehistoria que yace más allá de nuestros olvidadizos recuerdos fue rellenada por seres que dijeron pertenecer a los Vigilantes. Una historia oral nos llegó de boca en boca desde los hombres que pactaron con los Vigilantes, y la aceptamos sin vacilar. Después de la destrucción de las grandes bibliotecas de la China y de Egipto, nuestros profetas rellenaron los capítulos perdidos de la evolución humana.
Pasamos a través de épocas de magia, cuando la superstición y el temor de lo desconocido levantaban negras sombras sobre el psiquismo humano. Más tarde, nos aferramos a los señores cósmicos de nuevo y quedamos condenados al medioevo, volviendo a escribir la historia. En 1848 emprendimos la larga y dura huida del sistema divino de los reyes y entramos la era industrial moderna. Las ideologías políticas sustituyeron a las religiones como las fuerzas que nos motivaban, y los viejos dioses se volvieron borrosos y míticos mientras que los nuevos dioses, los alegados seres del espacio exterior, se aparecían en nuestras granjas.
¿Será Ashtar, el autodenominado jefe de la Federación Intergaláctica, sólo una versión moderna de Astareth, la diosa de múltiples senos de los antiguos?
Mientras tanto, en la Atlántida...
Hace unos trescientos años, dejamos de creer en brujas, duendes, y trasgos para volvernos muy científicos. Finalmente descubrimos que la Tierra gira en torno al sol y que la sangre en nuestros cuerpos fluye a través de venas. En 1969, Neil Armstrong regresó de la luna con la noticia de que ésta no se encontraba hecha de queso, después de todo.
Existe, sin embargo, inquietante evidencia de que ninguna de estas noticias son realmente nuevas. Nuestro planeta tiene por lo menos tres billones de edad y hay evidencia que señala la existencia de grandes civilizaciones mientras que nuestros antepasados aún colgaban de los árboles. Probablemente sabían todo acerca de la circulación sanguínea y el contenido mineral de la luna, y parecían saber cosas de nuestra planeta que aún intentamos descubrir.
En la década de los 20, un hombre llamado Alfred Watkins se puso de pie sobre una colina en Inglaterra y de repente se dió cuenta de algo que nadie se había ocupado en observar. Extendidas sobre las rodantes colinas podían verse delgadas rayas o pistas, siguiendo direcciones imposiblemente derechas por millas, cruzando terrenos imposibles, subiendo montañas, cortando a través de pantanos, y conectando los monumentos más antiguos de Inglaterra, así como Stonehenge y los túmulos. Estas pistas o «leys», como se les conoce hoy día, fueron aparentemente asentadas hace miles de años por una cultura desconocida para propósitos igualmente desconocidos.
Acompañando a estos leys se alzan monumentales cuestas de tierra que no parecen haber servido ningún propósito útil. No pudieron haber formado parte de un sistema de irrigación, y son demasiado bajas para haber sido fortificaciones.
Para aumentar el misterio aún más, los leys de Watkins no se hallan exclusivamente en Inglaterra. Sistemas idénticos pueden encontrarse en América del Sur, África, China y en otras partes.
En algún momento del pasado muy lejano, los hombres antiguos se hallaban enfrascados en la construcción de estas pistas y de los extraños monumentos que los adornan. Debe haber sido necesario un esfuerzo enorme, con miles de personas luchando generación tras generación cargando cestas de tierra y piedras colosales por cientos de millas en algunos casos, con el propósito de edificarlas.
¿Pero por qué?
Huellas de un mundo perdido
En muchas remotas islas del Pacífico existen imponentes construcciones de piedra comparables a Stonehenge. Algunos de éstos monumentos están fabricados de piedras que ni siquiera se hallan en las islas. En el atolón coralino de Tonga-Tabu, por ejemplo, encontramos dos columnas erectas de setenta toneladas de peso cada una. En el primer lugar, ¿cómo se consiguió llevar estas moles de piedra al atolón? ¿Para qué se molestaron?
La antiquísima ciudad de Metalanim en la isla de Ponapé, Micronesia, se encuentra en ruinas hoy día, pero una vez pudo haber albergado a dos millones de personas. No se sabe quien la construyó ni cuando. Algunos de los bloques en estas ruinas pesan quince toneladas, y la piedra utilizada en la ciudad no es de la isla.
La ciudad esta bifurcada por canales y vías acuáticas, algunas de ellas lo suficientemente grandes como para fondear un acorazado.
A tres mil millas al sureste de Ponapé, en la pequeña isla Malden en la cadena de las Line Islands, existen las ruinas de cuarenta templos de piedra cuya arquitectura es idéntica a la de Metalanim. Hay caminos de basalto que corren desde las ruinas hasta el océano; la isla se encuentra despoblada y cubierta de guano, pero si dibujamos una línea imaginaria desde Malden hacia el sur, en dirección de las islas Cook, llegamos a Rarotonga, donde sale del mar otro viejísimo camino hecho de basalto.
Esparcidas entre las islas del Pacífico se encuentran enormes montículos artificiales como los que hallamos en Inglaterra u en los Estados Unidos, y estatuas extrañas, aunque los indígenas del Pacífico no tallaban estatuas.
La compleja red de leys en Inglaterra está conectada de algún modo con las formaciones parecidas al otro lado del mundo en la China. Enormes cuestas hechas por la mano del hombre han sido medidas desde el aire en la Florida, Inglaterra y el Perú. El campo de cuestas en el lago Titicaca de los Andes cubre doscientos mil acres y cubre 160 millas. Todas estas cosas parecen tener una relación entre sí, como si una vez hubiesen sido parte de una gran civilización--una cultura mundial que se esparció por el mundo y que luego murió.
Durante el siglo pasado, se desenterraron cofres de piedra em los montículos del valle del Mississippi que resultaron ser idénticos al los cofres encontrados en Yorkshire, Inglaterra. Pero denominamos a los túmulos americanos «montículos indios», aunque los indios norteamericanos niegan saber quién los construyó o con que fin.
A comienzos de 1800, una gran religión fue fundada por un muchacho llamado Joseph Smith, luego de haber descubierto un cofre de piedra lleno de tablillas de oro en un montículo en el estado de Nueva York. Dijo ser capaz de descifrar lo que decían las tablillas y produjo la biblia de los mormones, alegadamente la historia de América del Norte en la antigüedad.
Un nutrido grupo de estudiosos, y algunos chiflados también, han estudiado éstos misterios de la arqueología y los han tomado como testimonios de los continentes perdidos de la Atlántida y Lemuria. De hecho, estas cosas parecen verificar efectivamente los mitos de una supercultura que floreció en el Atlántico o en el Pacífico hace miles de años. Cuando añadimos otras cosas a la mezcla, así como los mapas de Piri Re'is, comienza a formarse un cuadro sorprendente sobre la historia de la antiguedad. (Los mapas de Piri Re'is se hicieron en 1513, copiados, aparentemente, de mapas mucho más viejos, que enseñan pares del mundo desconocidas entonces, como la Antártida.
¿A dónde se fueron?
Tenemos una historia razonablemente completa de los últimos dos mil años, y una reconstrucción a medias de los últimos cinco mil años. Pero existen tantas brechas en nuestro saber que la mayoría de las teorías arqueológicas no son dignas de mucho mérito. No podemos estar seguros, siquiera, de que los Egipcios fueron los autores de la Gran Pirámide de Giza. Peter Tompkins, autoridad destacada sobre la pirámide, ha señalado que «mientras más se descubre, posiblemente se abran las puertas a una civilización del pasado enteramente nueva, y una historia de la humanidad más larga de la que se tiene ahora.»
Generalmente, se presume que las islas Británicas estaban habitadas por tribus de cavernícolas muy primitivos en la era en que se construyó Stonehenge y se asentaron los leys. Sin embargo, estudios muy recientes por computadora han demostrado que Stonehenge era una estructura muy sofisticada, construida por alguien con un conocimiento de las astronomía moderna. Difícilmente pudo haber sido obra de cavernícolas. Y los leys ya eran antiguos cuando llegaron los romanos. Lo que es más, los romanos asentaron algunos de sus caminos sobre los viejos leys.
La gran pirámide pudo haber existido cuando se formaban los primeros imperios egipcios, al igual que los montículos de Norte y Sudamérica ya se hallaban en pie cuando llegaron los primeros indios.
La intrigante que no tiene respuesta es: ¿Quienes precedieron al hombre moderno y que les pasó?
Quienesquiera que hayan sido, recibieron inspiración de algo o de alguien para construir señales en el terreno que solo podían ser vistas desde el aire. Los leys de Inglaterra no habían sido tomados en cuenta por siglos hasta que el Sr. Watkins los miró desde el tope de su colina. Desde entonces, los reconocimientos aéreos han descubierto enormes figuras talladas en las colinas y los valles de Gran Bretaña. Hay enormes caballos y hasta la figura de un enorme cavernícola blandiendo una macana. Es como si alguien estuviese advirtiendo a viajantes aéreos que «Aquí viven cavernícolas».
En los Estados Unidos, muchas de las enormes colinas artificiales se han construido en la forma de serpientes y elefantes. ¡Elefantes! Dichas bestias se encontraban extintas en Norteamérica desde hace miles de años. Podría uno subirse a uno de éstos montículos y jamás darse cuenta de su forma verdadera. Solamente pueden ser vistos desde aviones.
Desde la Florida hasta California existen diseños de formas elaboradas trazados en el suelo y visibles únicamente desde el aire, como sucede con las sorprendentes líneas de Nazca, que forman serpientes, arañas y otros animales, reconocibles únicamente desde el aire.
¿Por qué gastaron tanto tiempo nuestros antepasados en construir estos aparentemente inútiles montículos y diseños?
El camino de los dragones
Hasta el osado viaje de Marco Polo, la China estaba aislada del mundo occidental. No existían comunicaciones entre Gran Bretaña y China en la antigüedad, mas sin embargo, ambas tierras tenían leyendas idénticas sobre los grandes dragones. A lo largo de los leys de Inglaterra existen numerosas iglesias que conmemoran batallas históricas con dragones fieros, animales espantosos que se parecían a las descripciones de los dragones chinos.
Pero la leyenda china sobre los dragones iba más allá de meras luchas con animales salvajes. Los chinos fijaron caminos para los dragones, fijándose en que extraños objetos voladores aparecían año tras año, siguiendo el mismo rumbo. Estas rutas se volvieron sagradas, y las personas de alcurnia eran enterradas cuidadosamente en montículos erigidos a lo largo de las rutas. Los chinos también desarrollaron el complejo concepto de Yin y Yang, creyendo que las corrientes electromagnéticas o los campos de fuerza seguían líneas específicas. Este campo fue delineado en el transcurso de los siglos y marcado en casi el mismo modo que los leys ingleses.
En 1950, Aimé Michel, el principal ovnílogo de Francia, descubrió que los ovnis seguían rutas determinadas cada año sobre Francia. Otros ufólogos, como el Dr. Fontes del Brasil, extendieron éste descubrimiento y trataron de delinear campos mundiales de rutas de ovnis. El «misterio de las líneas rectas», como se le vino a llamar, se convirtió en una controversia ovnística. Algunos científicos dijeron que funcionaba mientras que otros dijeron que se trataba de patrañas.
Aquí en los EEUU, se ha observado que los ovnis aparecen frecuentemente en las partes de Ohio que tienen montículos, y hasta parecen correr según las líneas en esas áreas.
Este planeta está rodeado por un campo magnético que sigue cursos distintos en diversas partes del mundo. Los sitios marcados por anomalías magnéticas y desviaciones del compás parecen experimentar más avistamientos de ovnis que los lugares a donde el magnetismo es más normal.
Resulta más peculiar aún que muchos de los antiguos templos del oriente y del occidente fueron cuidadosamente construidos sobre anomalías magnéticas. ¿Como se descubrieron éstos lugares en la antiguedad? ¿Era su ciencia tan adelantada como la nuestra?
Puede ser que descubrieron estos lugares mediante observaciones solamente, estudiando los vuelos de objetos misteriosos siglo tras siglo, hasta que determinaron sus rumbos con exactitud y pudieron marcar los lugares en donde se intersecaban las rutas.
¿Colocaron los diseños en la tierra para guiar a estos viajeros celestes o para rendirles culto de algún modo?
La tragedia de Wilhelm Reich
El Dr. Wilhelm Reich fue reconocido como uno de los siquiatras más destacados de su tiempo. Fue amigo íntimo y colaborador de Sigmund Freud, y sus tratados de siquiatría se han convertido en libros de texto. Pero en 1950, una extraña obsesión se adueñó del Dr. Reich. Se retiró a una casa en Maine para trabajar sobre una teoría compleja: llegó a creer que existe un campo de fuerza que nos rodea y que nos proporciona energía y vida. Este campo se denominaba Orgona.
En muchos sentidos, las creencias del Dr. Reich duplicaban las viejas creencias de los chinos. Su sospecha era que los ovnis (que avistaba muy a menudo en Maine) empleaba la Orgona de algún modo para sus sistemas de propulsión, y llegó hasta construir dispositivos que destruían o hacían explotar a los ovnis.
Hoy día hay muchos científicos involucrados en investigaciones semejantes a las de Reich. Tal vez nos encontramos en el umbral de nuevos descubrimientos que puedan explicar estos viejos misterios. Pero, en un sentido, la historia parece repetirse. Posiblemente solo nos encontramos re-descubriendo lo que los antiguos ya sabían.
En el curso de los últimos diez años, científicos alemanes del instituto Max Planck para investigaciones extraterrestres (Munich) han estado colaborando con la NASA para formular un mapa del campo magnético del planeta. Se han lanzado cientos de cohetes a la estratósfera superior, adonde descargan nubes de gas bario. Estas nubes iluminadas se esparcen sobre el campo magnético como limaduras de hierro sobre un imán. Estos experimentos, al igual que muchos otros, ocurren a sabiendas del público, pero la ciencia moderna se está enfrentando a estos problemas y misterios.
El doctor Reich será reivindicado algún día y considerado como un pionero.
Conectando los misterios
Se han encontrado pruebas alrededor del mundo de que los antiguos poseían un conocimiento increíble de la astronomía. Calendarios de piedra encontrados en Sudamérica están acertados hasta un punto decimal. Los testimonios hallados en el Medio Oriente revelan conocimientos que solo podían haber sido obtenidos por medio del uso de telescopios e instrumentos complejos. Los complicados sistemas de leys en Inglaterra y en la China demuestran que los pueblos de la antigüedad sabían tanto o más que nosotros sobre el campo magnético de la tierra.
Muchas leyendas sobre el hombre prehistórico sugieren que los «habitantes del cielo» que visitaron nuestro mundo en una época nos enseñaron loa rudimentos de la agricultura y de la astronomía. Estos enigmáticos «dioses» figuraban tan prominentemente en la vida de los pueblos antiguos que los únicos restos que nos quedan de éstas civilizaciones son los monumentos y templos de piedra erigidos en honor a las deidades.
Debemos preguntarnos: ¿será posible que estos visitantes del cielo embaucaron al hombre antiguo para construir señas de navegación que les ayudarían en sus deambulaciones sobre este planeta? Los leys eran inservibles como caminos, pero apuntaban el flujo de las corrientes magnéticas. ¿Dependían los vehiculos de los «habitantes del cielo» en éstas corrientes, al igual que los planeadores dependen de las corrientes del aire? ¿Trazamos mapas del planeta entero para complacer a los misteriosos dioses del aire?
El Dr. Reich quizá andaba por el camino acertado. Pueden existir fuerzas que nos rodean que fueron conocidas en la antigüedad, y que han sido vagamente definidas por la ciencia matemática de la astrología, y que son partes vitales del estudio de los ovnis.
¿Que sucederá cuando se descubra por fín las respuestas a éstos enigmas? ¿Comenzaremos a fabricar leys propios? ¿O desapareceremos tan espontánea y misteriosamente como lo hicieron los sabios pueblos del ayer?
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