Wednesday, May 27, 2015

El aullido de los trotapieles



El aullido de los trotapieles
Por Scott Corrales © 2015

"Tal vez creyó que Endocheeney, el trotapieles, le había transmitido la enfermedad cadáver disparándole el trozo de hueso recetado. Entonces, en vez de depositar su confianza en el rito del Sendero del Enemigo para deshacer la brujería, la había desecho él mismo, incrustando el hueso mortífero al mismo brujo. Tal vez significaba que el asesino se consideraba brujo, en alguna extraña forma alocada, y quería hechizar a Endocheeny, incrustándole el hueso en el mismo momento que asestaba una puñalada. Una teoría extravagante. Pero todo lo referente a la magia de los navajo se le antojaba extravagante a Leaphorn".

- Tony Hillerman, “Skinwalkers”


Resulta curioso como el interés del público en el escabroso tema de los teriántropos nativos conocidos como “skinwalkers” (trotapieles o mudapieles, en castellano) haya nacido a raíz de la novela detectivesca del mismo nombre por el autor Tony Hillerman, obra convertida posteriormente en un proyecto para el cine protagonizado por Lou Diamond Phillips. Antes esto, el hombre de a pie sabía muy poco sobre estos temas, a menos que viviese en el suroeste norteamericano y sus labores le pusiesen en contacto con los elementos de la tribu navajo que le informasen sobre el tema – algo casi imposible, puesto que lo nativos procuran no traer el tema a colación, mucho menos con personas fuera de su etnia y cultura.

Los antropólogos y estudiosos de las culturas del “southwest” sí conocían el tema, pero lo relegaban al gran acervo cultural de los navajo, un artefacto folclórico más. Los estudiosos remitían al lego interesado a descripciones sobre los teriántropos (del griego “terion” – animal salvaje y “antropos” – ser humano) a lo largo de la historia y en una variedad de culturas, pasando por Japón y el continente africano, remontándose a la prehistoria, como lo atestiguan las imágenes plasmadas en la gruta de Les Trois Freres en el mediodía francés, descubiertas en 1914 por los hijos del conde de Bégouen. Lejos de ser garabatos hechos por cavernícolas, la nitidez de los dibujos era sorprendente. El trazo conocido como “El hechicero” – de trece mil años de edad – supuestamente representa a un chamán en un viaje onírico, pero bien puede representar la realidad de los seres humanos que gozan del don de convertirse en animales.

Pero esos mismos expertos prefieren esquivar el problema de que la teriantropía es un fenómeno que ocurre en el mundo contemporáneo. Con la aparición en 1996 del libro The Navajo Skinwalker, Witchcraft and Related Phenomena por Joanne Teller y Norman Blackwater – autores nativoamericanos - la preocupación de las culturas aboriginales quedaba al descubierto. El texto de la pareja navajo sigue siendo una de las exploraciones más francas del fenómeno, proporcionando raíces históricas.

Teller y Blackwater situan el origen del poder teriantrópico de los hechiceros navajos al comienzo de la “larga caminata” – 1864, cuando las autoridades federales restringieron limitaron a la tribu a la extensión territorial que ocupa en la actualidad. En aquel momento, “el poder se utilizaba principalmente para localizar alimentos y enemigos.” La segunda etapa (1864-1900) está caracterizada por la poca actividad entre los trotapieles, limitada a conocer “las nuevas políticas federales y procedimientos aplicadas a las tribus”. La tercera etapa corre de 1900 a 1960, aproximadamente, y “las actividades de los trotapieles aumentan un tanto a la par que se asimilan las nuevas políticas y procedimientos”. La cuarta etapa es la actual.

“En el pasado, la muda de pieles no era una conducta maligna,” explican Teller y Blackwater, abordando el pasado histórico de la tribu, “puesto que resultaba muy útil para localizar alimentos y detectar la presencia de enemigos. Los requisitos para convertirse en skinwalkers eran los siguientes: una cantidad determinada de hombres, un sitio para trabajar, y que fuese de noche”.
El lector podrá imaginar la oscuridad total del desierto, las estrellas que brillan en lo alto en un cielo totalmente nítido, el aullido de los coyotes y el sonido de una flauta india en la lejanía.
Los reunidos para realizar el ritual se sentaban en un círculo en torno a una fogata al atardecer, dentro de la estructura elegida para el evento. El candidato a trotapieles estaría sentado de espaldas a la entrada, y la piel de un coyote u otro “animal de agilidad parecida” se pondría a sus pies. Los hombres comenzarían sus cantos, sobre todo el canto de la “larga caminata”. En algún momento durante el coro, el candidato se desdoblaría para colocarse la piel del animal y emprender su tarea de búsqueda. El humano recibe el don de las facultades del animal al colocarse dicha piel.

“Por ejemplo,” explican los autores,” el uso de la piel de coyote dotaría al usuario con la visión nocturna, oído, olfato, velocidad y agilidad de un coyote, pero sobrepasando la del animal normal. Al completar la misión, el trotapieles regresaría al círculo de cantores, descartaría la piel, y regresaría a su propio cuerpo.

El paso del tiempo, sin embargo, corrompería la naturaleza pacífica del ejercicio en teriantropía. Los integrantes de las tribus, contagiados por las costumbres adquiridas de los colonos, muchas veces contra su voluntad, comenzarían a desear artículos materiales: rifles, carretas y objetos varios. La envidia se convertiría en el principal móvil de los trotapieles: codiciar los bienes del vecino, apoderarse de ellos y quitarle la vida a su dueño. “Envidia, odio, desdén, temor, curiosidad y deseo. Estas son las emociones que impulsan al trotapieles a ejercer su actividad,” apuntan los autores.

Pero el poder de la funesta actividad tiene sus reglas. El trotapieles opera desde el atardecer hasta justo antes de despuntar el alba, pudiendo desplazarse sin límites. La actividad, que antes estaba circunscrita al desierto, ahora se produce en aldeas y ciudades (tal vez siendo el origen de avistamientos de seres licantrópicos que han causado espanto a choferes y peatones en un sinnúmero de concentraciones urbanas).



El teriántropo tiene acceso a una variedad de pieles: perro, lobo, coyote, chivo y oveja. Debido a la escasez de gatos monteses, estas se usan menos. Existe la salvedad, siempre de acuerdo con los autores, de que hay un animal que no se presta a las actividades de estos practicantes: la del ganso. También hay peligros – si algún depredador mata al animal utilizado por el brujo, este se verá desorientado y sin cuerpo, y hará lo posible por internarse en cualquier animal vivo. “Un skinwalker privado del uso de la piel de un gato consiguió meterse dentro de uno de los perros de mi suegra, y escapar mediante el uso de dicho animal,” observa Joanne Teller.

Casos espeluznantes

El ganadero Hoss Lors tuvo una experiencia como pocas una noche en Greenwood, Arizona. Se disponía a alimentar los caballos en su propiedad justo a la puesta del sol. No había nadie en la zona más que él, aunque pudo distinguir las voces de cantantes que entonaban un himno en navajo. Lors, casado con una mujer de la tribu, regresó a su hogar para traerla al pastizal e interpretase la letra de canto.

Podemos imaginar su sorpresa cuando su mujer le dijo que era una maldición – un canto maléfico que pedía por la muerte de los caballos y la destrucción de la propiedad. Sin dudarlo por un minuto, el ganadero Lors lanzó un grito desafiante en inglés, exigiéndoles que se presentaran para maldecirlo cara a cara.

Según el ganadero, dos criaturas mitad hombre, mitad lobo, salieron de la tierra como por arte de magia, con ojos flamígeros, aceptando su reto. Lors, que ya tenía su revolver de calibre .38 en la mano, intentó vaciar el arma contra las presencias demoniacas, pero no pudo disparar ni una sola bala. Salieron corriendo, saltando sobre la alambrada, esfumándose en el anochecer. El revolver funcionó perfectamente al día siguiente, y fue necesario realizar un rito para devolver la normalidad a los predios, “pero el fuego de sus ojos se ha quedado en mi alma,” afirma el granjero.



Los encuentros con los temidos skinwalkers a menudo se desechan como puramente anecdóticos o malinterpretaciones de la actividad de animales conocidos de sobra. Pero, ¿qué podemos decir de los casos que trascienden a los tribunales?

El décimo tribunal de circuito de los Estados Unidos examinó el caso conocido como United States v. Toledo, No. 13-2027 (10th Cir. 2014) que achacaba la presencia de un skinwalker en el caso de dos familias de la tribu navajo cuyas diferencias estaban influenciadas por el dinero, el alcohol y el racismo. El abogado Jason P. Bailey incluyó el caso entre sus escritos, del cual tomamos la siguiente cita: "Las revelaciones del caso son particularmente dramáticas debido al breve recitado de la creencia del acusado en los trotapieles (skinwalkers) y su temor a los mismos, descritos como "una persona malévola con poderes sobrenaturales que asume el aspecto de un lobo, coyote u otro animal al colocarse la piel del mismo." El acusado creyó que un miembro de la familia vecina era un skinwalker, y un enfrentamiento tomó lugar justo cuando el acusado esparcía cenizas sagradas utilizadas para ahuyentar a los trotapieles. El miembro de la familia murió durante el encuentro. Resulta interesante que este no es el primer caso en el que las creencias de los navajos hayan hecho acto de presencia. En un caso de 2012 en los tribunales federales de distrito en Nuevo México se produjo una desviación a la baja en la condena, ocasionada en parte por la creencia del acusado en los skinwalkers, hecho que 'pudo haberle hecho sentir inusualmente temeroso bajo las circunstancias' (United States v. Begay, 2012 WL 2175766, *4 (D. N.M. June 1, 2012).

Podemos añadir a lo anterior que la creencia en los trotapieles (y la brujería de los navajos en general) constituyó un dolor de cabeza para las autoridades militares que ocuparon el oeste americano. “Desde el comienzo, los expedientes gubernamentales estaban llenos de las dificultades del agente en el manejo del problema de la brujería. En 1882, el mayor Dan Riordan, acantonado en el fuerte Defiance, salvó las vidas de cuatro hombres acusados de brujería. En 1912, el agente Piquet informó al comisionado de asuntos nativos sobre el arresto de un navajo acusado de haber dado muerte a un curandero bajo sospecha de brujería”.

El público televidente se estremeció con el anuncio de una nueva serie que iba a ser transmitida por la cadena NatGeo en el 2012. "Navajo Task Force" seguiría de cerca las aventuras de los Navajo Nation Rangers, agencia tribal de Arizona que investiga fantasmas, brujería, OVNIS y Bigfoot con el beneplácito de las autoridades. El cuerpo policiaco, mejor conocido por administración de yacimientos arqueológicos y parques nacionales, decidió tomar cartas en lo sobrenatural debido a la abundancia de casos referidos por personas que no obtenían respuestas de la policía municipal. La serie de seis capítulos tuvo gran aceptación y se esperan entregas adicionales. El teniente John Dover de los Navajo Nation Rangers asevera: "Los casos provienen de personas normales que sienten gran temor. Algo inusual les sucedía. Querían respuestas y querían saber que había alguien lo suficientemente interesado en ellos como para ir en busca de respuestas."

El capítulo Eyes of the Howler (S1,EP2) se transmitió el 19 de marzo del 2012 y presenta a los agentes en busca de un misterioso ser - denominado The Howler (el aullador) - al que se le achaca la muerte de perros y animales de granja. Se produce una división muy interesante entre los miembros de la tribu: los más viejos creen que es un trotapieles, pero los jóvenes insisten que es una versión navajo del enigmático Piegrande. Durante las pesquisas, los agentes logran grabar el aullido que proviene de una caverna en los acantilados, así como dos ojos que los miran desde el interior.


El tenebroso misterio de las creencias nativas también se ha hecho sentir en Internet, donde muchos testigos aprovechan el anonimato para relatar experiencias sobrecogedoras. Un usuario de Reddit.com depositó la siguiente narrativa en dicho medio social:

"Cualquiera que haya estado en la reserva navajo posiblemente ha escuchado o visto cosas bastante inquietantes. Concretamente los skinwalkers. Yo vi uno, y este se mi relato. Vengo de una aldea en el norte de Arizona, encajada entre la reserva paiute al norte y la reserva más grande de los navajo al sur. Mi colegio era tan pequeño que nos veíamos obligados a desplazaros cinco o diez horas para competir contra otra escuela en cualquier deporte. [Durante un viaje] recuerdo que el chofer conducía a 85 millas por hora a eso de las dos de la madrugada. Por algún motivo me resultaba difícil dormirme como el resto de mis compañeros. Me quedé contemplando el paisaje desértico iluminado por la luna llena. Al mirar, pude ver una figura corriendo hacia el autobús como si lo estuviese persiguiendo, igualando la velocidad de 85 millas por hora. Al paso que se acercaba, pude ver que se trataba de un humanoide. De hecho, era exactamente un humano, solo que llevaba el rostro pintado blanco y negro en mitades, con ojos resplandecientes. Ojos que brillaban como los de un conejo reflejando la luz de una linterna. Pensé enseguida: "¡Es un trotapieles! El personaje corrió hasta la cuneta, corriendo parejo con el autobús y lanzando salvia contra el vehículo, mirándome. Después de haber hecho contacto ocular con aquello, me era imposible apartar la vista, como si algo estuviese inmovilizando mi cabeza y cuello. El trotapieles se sonrió - una sonrisa inhumana de oreja a oreja, mostrando dientes torcidos y amarillentos. Sentí que iba a vomitar, víctima del pánico durante el evento. El trotapieles comenzó a plegarse, asumiendo forma cuadrúpeda. Pude ver como su osamenta se resquebrajaba y adquiría forma nueva. En tres segundos ya era un coyote, y se perdió en el desierto. Vomité tan pronto como desapareció, y no quise contar mi experiencia a nadie, temiendo que me tomaran por loco. Se lo conté a una amiga de la tribu, que aconsejó entrevistarme con el jefe y recibir una bendición. No he vuelto a ver uno de estos seres."

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