Otra de Monstruos: Gigantes en América del Norte
Otra de Monstruos: Gigantes en América del Norte
Por Scott Corrales © 2015
“Llamábase Gréndel aquel espantoso
aquel perverso proscrito: moraba en fangales,
en grutas y charcas. Desde tiempos remotos
vivía esta fiera entre gente infernal,
padeciendo la pena que Dios infligió
Caín y a su raza. Castigó duramente
el Señor de la Gloria la muerte de Abel,
no obtuvo Caín de su hazaña provecho:
Dios le exilió y apartó de los hombres.
Es de él que descienden los seres malignos,
los ogros y silfos y monstruos todos,
y también los gigantes que tiempo muy largo
al Señor se opusieron. ¡Les dio su castigo! “
(“Beowulf” – traducción de Luis Larrea)
Resulta irónico que el comienzo de la literatura anglosajona tenga su comienzo no en un cantar romántico, ni la recitación de largas listas de reyes y sus proezas sino en la lucha contra un monstruo cuyas depredaciones acaban diezmando a todo un reino. Una criatura que – por lo que parece – consiguió escapar del castigo divino reservado a su especie. Algunos afirmarían lo mismo sobre el tenebroso morador de los bosques de América del Norte – Bigfoot. Su existencia o inexistencia, motivo de pugnas constantes entre científicos, escritores, cazadores y “Bigfooters” ha dado lugar a innumerables fraudes y falsas alarmas: fotos y vídeos trucados, personajes que se lanzan a buscar fama efímera en un campo de investigación tan carcomido por los medios como la ufología, y personas verdaderamente interesadas en saber más sobre lo que vieron en el bosque…o lo que pudo haberles costado la vida.
La odisea vivida por la familia del investigador Barton Nunnelly no le envidia nada las proezas de Beowulf, a no ser por la ausencia de grandes tarros de hidromiel y guerreros que se quedan dormidos en sus asientos. Lejos de los fiordos de Escandinavia, la experiencia de la familia Nunnelly se produjo en Kentucky, estado boscoso y lleno de cavernas en el sur de Estados Unidos en la década de los ’70.
La narración del autor – que aparece en varias webs de lo desconocido y en su libro Mysterious Kentucky – comienza en el condado de Henderson, concretamente la comunidad de Spottsville en el año 1975. Por esas fechas, la familia había adquirido una granja aislada cerca de la ribera del rio Green, una propiedad bastante espaciosa, a juzgar por las fotografías que se adjuntan, pero nadie sabía en ese momento que su vecino más cercano sería un monstruo. Los viejos inquilinos de la propiedad, sin embargo, les advirtieron que el gran agujero en una de las puertas, resultado de una descarga de escopeta, claramente visible, había sido causado por la presencia de un “tipo peludo” que se había cercado demasiado al hogar.
El padre del autor era un hombre fuerte e inteligente que no se amedrentaba ante nada, confiando en que – al igual que su predecesor en el hogar – una descarga de escopeta podía resolver la mayoría de los problemas que pudieran enfrentar en un sitio tan remoto. Existían antecedentes en la familia de encuentros con criaturas semejantes que habían sido ahuyentados a balazos.
Los seis hijos de la familia gozaron inmensamente de la mudada, ya que la granja de Mount Ridge contenía árboles frutales y amplias zonas de cultivo en las que el padre pensaba cultivar tabaco con fines comerciales. Todo discurría normalmente para los nuevos inquilinos hasta que las gallinas comenzaron a desaparecer de su gallinero, hecho atribuido a la presencia de comadrejas y otros pequeños depredadores. Al paso de los meses, comenzaron a descubrir perros muertos, mutilados de forma extraña, con los ojos y lenguas arrancados a la fuerza y sin gota de sangre, como en las mutilaciones clásicas, y al igual que en estas, las moscas y otras sabandijas evitaban el contacto con los macabros restos caninos.
“Antes de que finalizara el episodio en enero de 1976,” escribe Nunnelly en Mysterious Kentucky, “ mi familia perdería más de doscientas gallinas, una cabra, un caballo, y encontraríamos los restos de ocho perros, un cerdo y una cabra, todos ellos mutilados. Un día, mis padres escucharon lo que parecía ser algo de gran tamaño bebiendo agua en un arroyo cercano dentro de la arboleda. El sonido les hizo pensar que algo grande, tal vez una vaca o un caballo. Poco después comenzamos a escuchar sonidos raros que venían de los campos y del bosque. A veces eran cercanos, y en otras ocasiones distantes. Nuestros fieros perros guardianes se refugiaban debajo de la casa, golpeando sus cabezas contra la plancha del piso, aterrorizados por la fuente del sonido.”
Poco después la familia tendría el dudoso placer de conocer a la figura que vocalizaba en la oscuridad. Una noche, a eso de las 20:00 horas, la madre del autor salió a la veranda de la casa para llamar a voces a unos huéspedes que se alojaban en un remolque situado sobre los predios. Al desviar la vista, la Sra. Nunnelly pudo ver una enorme figura parada al lado de una choza. La figura de más de dos metros de alto la miraba fijamente. La mujer gritó y acabó por correr hacia el interior de la casa y cerrar la puerta. El padre agarró su escopeta y salió a investigar, a la par que la policía respondía a la llamada que indicaba que “algo raro” merodeaba la granja de Mount Ridge.
“Comenzó a saberse que avistamientos similares estaban tomando lugar a lo largo de la cuenca del rio Green en comunidades como Bluff City y Hebbardsville. La policía, sin embargo, se negó a personarse a más ‘alertas de monstruos’ y las familias tendrían que defenderse dentro de sus posibilidades,” agrega Nunnelly.
Los ataques incrementaron paulatinamente. Dean, el hermano del autor, estaba jugando en el patio con unas niñas cuando sintieron un gran estampido en la arboleda, seguido por un silencio desconcertante. Justo en ese momento, Dean pudo ver al ‘monstruo’ que estaba incorporado en una pequeña zanja, al lado de un vetusto camión. El ser era alto y musculoso, cubierto de pelambre rojizo y gris, con ojos pequeños y juntos. Daba la impresión de ser una criatura de edad avanzada.
Las emisoras de televisión comenzaron a tomar un interés en los avistamientos del “monstruo de Spottsville”, como se le conocería. Transmitieron informes desde el lugar de los hechos con un resultado funesto: hordas de “cazamonstruos” se abalanzaron sobre la ruralía en pos del misterioso ser, creando confusión.
Las tropelías de la enigmática criatura proseguían, mientras tanto. Uno de los vecinos de la familia tuvo el encuentro más cercano de todos. Durante un día lluvioso, corrió a refugiarse dentro de un granero sin darse cuenta de que ‘el monstruo’ había tenido la misma idea. Roy – el nombre del vecino – sintió que se los pelos se le ponían de punta en la nuca y dio vuelta lentamente para ver si alguien le miraba fijamente. Con una estatura de 1.92 m, Roy tuvo que levantar la vista para contemplar las terribles facciones del monstruo.
“Era algo horrendo y profundamente inquietante, con un hocico corto, colmillos largos en las mandíbulas superior e inferior, piel negra y ojos rojos que le penetraban el alma,” escribe Nunnelly en las páginas de su libro. “Roy quiso alcanzar el rifle que llevaba al hombro, pero aquellos terribles ojos le congelaban. Pensó que había llegado su fin, pero la bestia se habló sin abrir la boca, con una especie de telepatía: “No tengas miedo. No te haré daño”.
La criatura salió del granero, dando grandes zancadas, pero Roy permaneció engarrotado sin poder expulsar el recuerdo de los temibles ojos rojos de su mente.
El padre de los Nunnelly, al enterarse de la experiencia de su amigo, tomó una decisión tremenda, como ninguna que se haya visto antes en los casos de encuentros entre seres humanos y estas criaturas peludas. Temiendo que el monstruo – o uno de sus congéneres – tuviese pensado secuestrar a cualquiera de sus hijos, el patriarca colocó un recipiente con cinco galones de queroseno al lado de la puerta y cerca de la chimenea: si se daba el caso de que las balas no pudiesen detener al monstruo, y consiguiese entrar al hogar, una patada al recipiente lo arrojaría a las llamas, incendiando la casa y todos sus ocupantes.
“Era mejor morir todos juntos,” explica el autor, “que perder uno o varios miembros a las garras del monstruo, y tratar de vivir con esa pérdida después. Era mejor morir juntos que vivir sin un miembro de la familia. Todos estuvimos de acuerdo.”
No obstante, el queroseno no llegaría a las llamas. La familia no tardó en hacer las maletas y volver a la ciudad, dejando atrás para siempre la granja de Mount Ridge.
En el 2015, el periódico The Gleaner de la ciudad de Spottsville publicó un artículo sobre la inclusión del caso de los Nunnelly en el programa Destination America como parte de un episodio titulado "Mantis Man, Spottsville Monster, Tornado Phantoms" (el hombre mantis, el monstruo de Spottsville y fantasmas de los torbellinos). Barton Nunnelly, su hermano Dean y su madre, Rosalie, aparecerían en este esfuerzo televisivo. Lonnie Hawks, un investigador de Bigfoot local, afirma: "La familia tuvo esta vivencia. A lo último se cansaron de que esta cosa les estuviese molestando, y regresaron a la ciudad."
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