Seduciendo a los platillos: las plataformas de aterrizaje
Seduciendo a los platillos: las plataformas de aterrizaje
Por Scott Corrales (c) 2015 para Arcana Mundi
Los llamados ovnipuertos no son nada nuevo. Cabe aclarar que el término ha sido utilizado incorrectamente para describir zonas que tienen un alto índice de avistamientos de objetos no identificados (en su sentido más literal y no naves del espacio sideral) en vez de los esfuerzos realizados por seres humanos interesados en llamar la atención de los “buenos hermanos del espacio” y afines, siempre pasando por alto el hecho de que tales objetos no requieren pistas ni plataformas de aterrizaje, como los artefactos de hechura humana.
La primera noticia que tenemos sobre una plataforma de aterrizaje artificial nos llega de uno de los escritores de los primeros años de la fiebre platillera de los 1950, nada menos que el mayor Donald E. Keyhoe, aviador militar considerado por muchos como el principal investigador del fenómeno OVNI en su momento. En las últimas páginas de su libro Aliens From Space, el mayor Keyhoe considera la posibilidad de “engatusar” a los supuestos visitantes del cosmos mediante la creación de lo que bien puede tildarse de ovnipuerto: la llamada Operation Lure (Operación Carnada) – una base aislada con estructuras poco comunes y despliegues visuales atractivos, “diseñados para llamar la atención de los ovninautas. La curiosidad de estos seres del espacio ha sido comprobada cientos de veces en sus acercamientos a automóviles, trenes, barcos y aviones, así como la forma en que se ciernen sobre autocines, centrales eléctricas y estructuras interesantes”. El concepto, según lo explica Keyhoe, provino de la inspiración de Robert Spencer Carr, ex director de investigaciones educativas para nada menos que Walt Disney Studios. El señor Carr también se había desempeñado en el ramo militar como creador de películas de entrenamiento para el departamento de estado. Otros estudiosos y expertos participaron en el proyecto.
Keyhoe no se adjudica el crédito, sin embargo. Aparentemente, el gobierno canadiense había establecido un “campo de aterrizaje ovni” en 1958 bajo el Mando de Investigación de Defensa – proyecto que no tuvo éxito al carecer de las configuraciones exóticas que hubieran atraído a los visitantes de otros mundos (o dimensiones).
Utilizando el concepto de utilizar un pez para pescar a otro, Keyhoe propuso la creación de tres o más OVNIS de utilería, de configuración discoidal y fabricados de aluminio, con la salvedad que todos estos objetos contarían con paneles de vidrio “para comprobar que no había nadie dentro”, tal vez para evitar una reacción hostil por parte de los visitantes ultramundanos. La base estaría totalmente desocupada, con los experimentadores humanos localizados en distintos puestos de vigilancia a kilómetros de distancia. El aterrizaje de aviones en esta instalación también quedaría prohibido.
El investigador Keyhoe hacía hincapié en que los tripulantes de los OVNIS fuesen capaces de ver que las estructuras no contenían humanos al acecho. Los edificios de exhibición estarían dotados de techos de vidrio inastillable, diseñados para ser vistos desde el aire, con paredes de vidrio para permitir su inspección desde el exterior. Cámaras y micrófonos furtivos, sin embargo, permitirían a los humanos seguir las actividades de cualquier visitante, sus cables soterrados y conectados a Lure Central, el puesto de observación principal. Las casetas de vigilancia estarían camufladas, con cámaras de cine de alta potencia, lentes de telefoto y telescopios, y las casetas estarían interconectadas mediante servicio telefónico (podemos pensar que en el siglo XXI, con la abundancia de tecnología a nuestro alcance, los métodos de comunicación y estudio serían muy distintos). Ciertamente, el “teletipo” que comunicaría a la central de la Operación Carnada con la Casa Blanca y el Departamento de Estado sería una línea T1 de alta velocidad en nuestros días.
“Podrán transcurrir varios días antes de que se produzca cualquier reacción”, nos dice el autor, “pero hay razones concretas para pensar que Lure tendría resultados positivos. Si la intención de los aliens hubiese sido la de atacar nuestro mundo, ya habría sucedido. Durante la larga vigilancia se han producido más de 3000 persecuciones de ovnis, incluyendo esfuerzos por capturarlos. Aun así, los aliens se han mostrado considerablemente mesurados en su respuesta. A juzgar por toda la evidencia a nuestra disposición, parece quedar claro que su propósito principal requiere el contacto pacífico y la cooperación con los seres humanos”. (Keyhoe, Aliens in Space, p.292).
El autor pasa a imaginar cómo funcionaría su iniciativa: La reacción emocionada de los militares que atienden las casetas de vigilancia, el primer OVNI en cernirse sobre las estructuras, el día en que uno de los objetos finalmente aterrice en el ovnipuerto, y naturalmente, las primeras imágenes de seres no humanos capturadas por las cámaras. “La perspectiva de finalmente ver criaturas de otro mundo trae consigo pensamientos solemnes y un poco aterradores”.
El punto álgido de Operation Lure sería – tras una inspección por los aliens de las instalaciones, etc. – el encuentro con dichos seres. El grupo de contacto compuesto de científicos y militares (aunque el investigador no aclara este punto) se detendría a unos cien metros de los visitantes de otro mundo, siempre conscientes del peligro de contaminación bacteriológica. Usando el costo de un fallido telescopio espacial de la NASA en 1972, Keyhoe estimó que el presupuesto para la construcción de este ovnipuerto rondaría los USD $98 millones (89 millones de euros). “Si resultase que los ovninautas son humanoides sin intenciones agresivas contra la Tierra, sería necesario revelarlo sobre un plazo de tiempo. El impacto del shock quedaría reducido considerablemente si la Casa Blanca, o Lure Control, hace énfasis sobre los beneficios y ayudas resultantes del contacto con una especie avanzada”.
Hasta donde sabemos, la construcción del ovnipuerto Lure jamás tomó lugar, aunque persiste el rumor de un encuentro entre militares y supuestos extraterrestres en una base estadounidense en medio del desierto, documentado en el libro UFOs: Past Present and Future del documentalista Robert Emenegger, pero el supuesto aterrizaje habría tomado lugar en las instalaciones normales de la base Holloman en 1973. Cabe agregar que Emenegger dirigió el documental UFOs: It Has Begun (1979) narrado por José Ferrer y con la participación de Rod Serling, presentador de la serie televisiva sesentera The Twilight Zone.
Tampoco se puede afirmar que Lure Control haya sido la inspiración directa o indirecta del campo de aterrizaje de la nave nodriza en Close Encounters of the Third Kind (1977). Aunque el director Spielberg solo nos muestra lugares esenciales de la estación, al pie de la imponente intrusión geológica denominada Devil’s Tower, nos permite entrever que se trata de una instalación de considerable envergadura, alojando toda suerte de personal y hasta tal vez armamento.
Plataformas privadas
Las fértiles planicies del estado de Wisconsin ocultan un secreto: la existencia de un "ovnipuerto" particular, diseñado por el granjero Bob Tohak en la aldea de Poland, al sureste de la populosa Green Bay. La plataforma de aterrizaje se encuentra en la cima de una torre de combustible de doce metros de alto, que ostenta un enorme letrero que lo anuncia como UFO LANDING PORT - "puerto de aterrizaje para ovnis" - tal vez diseñado para el aterrizaje de una nave circular como la famosa Jupiter 2 de Perdidos en el Espacio, aunque su creador afirma que es plenamente posible aterrizar un helicóptero sobre ella. Tohak, soldador de profesión, se siente muy orgulloso de su creación y la defiende a ultranza. "Es algo en lo he creído desde mi niñez, que había alguien más allá afuera. Se me ocurrió repentinamente que si [los aliens] llegaran algún día, tal vez vendrían a verme a mi primero". El interior del tanque contiene una precaria escalera de caracol que conduce hasta plataforma, equipada con luces azules que marcan su posición en la cerrada noche del estado al oeste de los Grandes Lagos. En una entrevista para el blog Roadside America, Tohak afirma que piensa expandir su ovnipuerto para incluir un submarino (¿?), un platillo volador hecho de aluminio, y un cañón de iones (estructura inspirada por el arma de la base rebelde en El Imperio Contraataca, segunda entrega de la Guerra de las Galaxias en 1980).
Wisconsin debe tener algo en su ambiente que atrae no solo ovnis sino constructores de ovnipuertos como en Sr. Tohak.
La aldea de Elmwood, situada entre Minneápolis y Eau Claire, se distinguió no solo por la cantidad de avistamientos de objetos raros en su entorno sino también por la iniciativa de un comerciante local, Tom Weber, interesado en edificar una plataforma de aterrizaje cuyo costo rondaría los cincuenta millones de dólares. Casi nada.
Al igual que Bob Tohak, Tom Weber sentía la inquietud de atraer a los visitantes estelares de alguna forma u otra. Su campo de aterrizaje estaría situado en un campo vacío a cuatro kilómetros del centro de la pequeña Elmwood. “El único mensaje colectivo que la humanidad le ha enviado [a los aliens] ha sido el intento de derribar sus naves. Existe una excelente posibilidad de que si se cambiaran los papeles, contestaríamos a nuestro mensaje – se trata de un mensaje visual de una figura humana de un kilómetro de largo, bien iluminada, estrechando la mano de su contrapartida alienígena, figura basada en el concepto internacional que se tiene de estos seres,” aseveró a la reportera Marcia Nelesen del rotativo Sunday Gazette.
El proyecto visualizado por Weber incluiría laboratorios, puesto que el comerciante se proponía extender una invitación “a científicos de todas partes del mundo” para participar del proyecto, lo que requeriría alojamiento y múltiples estructuras. El hombre de negocios compartía la perspectiva de Keyhoe años antes – si los supuestos extraterrestres eran hostiles, este rasgo habría surgido en el pasado remoto. “Si no son amistosos, no hay nada que podemos hacer al respecto,” agregó.
Informando al ayuntamiento sobre los beneficios económicos que semejante proyecto supondría para la diminuta comunidad, Weber obtuvo el espaldarazo del alcalde y no tardó en poner un anuncio en el periódico, solicitando ayuda con el proyecto. La noticia de que alguien pensaba construir un “aeropuerto para marcianos” se regó como pólvora y los grandes medios se hicieron eco de ella. Cuando Prensa Asociada transmitió la noticia, Wisconsin – y la aldea de Elmwood – trascendieron a la fama mundial. En pocos días se consolidó un comité piloto para llevar adelante el proyecto, con discusiones bastante acaloradas. Algunos insistían en que las figuras antropomórficas que sugería Weber no bastaban y que era necesario crear un despliegue geométrico que resultase atractivo a las inteligencias de otro mundo, mientras que otros argumentaban que una representación teatral con luces y música surtiría más efecto. Llegó a circularse la idea de que una imagen gigantesca de dos seres humanos copulando resultaría no sólo más llamativa, sino que además representativa de las intenciones pacíficas del proyecto.
Como el lector ya podrá imaginarse, el ovnipuerto de Elmwood jamás pasó de la etapa conceptual. Según afirmaría Weber veinte años más tarde en el periódico Leader-Telegram, se recaudaron USD$20,000 hacia el proyecto, fondos provenientes en su mayoría de su propia empresa. Sobre el presupuesto de cincuenta millones de dólares, Weber afirmó que se trataba de una cifra baladí, porque "la gente seguía pidiéndole estimaciones presupuestarias". El ex-alcalde de la aldea de mil habitantes, por su parte, recuerda la cantidad de llamadas de todas partes del mundo recibidas por su oficina en 1988 durante el furor que ocasionó el proyecto.
Más monumentos
Canadá, el segundo país más grande del mundo, tampoco se ha quedado atrás en la construcción de plataformas diseñadas para atraer el turismo interestelar.
La ciudad de St. Paul, Provincia de Alberta, alberga una plataforma de hormigón de ciento treinta toneladas de peso, coronada por banderas, que da la bienvenida a los platillos voladores. La parte posterior de la estructura semicircular contiene un mapa de Canadá y alberga un museo ovni con fotografías de objetos voladores fotografiados en distintas partes del mundo. La entrada al recinto está marcada por dos estelas de mármol con escrituras anónimas. Una de ellas reza así: "Con la humanidad al borde de los viajes intergalácticos, no olvidemos nuestros fracasos en la tierra. Si hemos de convertirnos en viajeros del espacio, debemos entender el verdadero significado de la tolerancia hacia aquellos que nos son ajenos. Debemos recordar que sin importar el tamaño del universo, la criatura más pequeña tiene su sitio en el orden de la vida. Si no conquistamos las enfermedades y las pestes en la Tierra, y las transmitimos a otros mundos, jamás seremos bienvenidos. Si no podemos recorrer la Tierra sin destruir el ambiente, ¿cómo podremos desplazarnos por el universo con seguridad? Si no podemos desarrollar la buena voluntad entre los hombres, cómo podremos desarrollar la buena voluntad intergaláctica entre todos los seres. Por último, si la humanidad recorre esta Tierra o el universo armada de bondad, tolerancia, esperanza y buen ánimo, siempre será bienvenida".
En febrero del 2015, un grupo separatista en el estado de Hawái, denominado Lawful Hawaiian Government (Gobierno Legítimo de Hawái, cuyo objetivo es reafirmar la autoridad del desaparecido reino hawaiano, designó un campo de lava en la isla como su "Plataforma Oficial para Aterrizajes OVNI y Santuario para Visitantes Estelares." Garry Hoffield, coordinador del proyecto, la creación del ovnipuerto tiene por mira "informarle al mundo, y al universo, que Hawái es un país neutral interesado en las relaciones pacíficas con cualquiera en el mundo, y fuera del mismo."
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