Guillermo Giménez: Alguien Nos Vigila, Los Misteriosos Hombres de Negro
Alguien Nos Vigila, Los Misteriosos Hombres de Negro
Por Guillermo D. Giménez, Planeta UFO
EL EXTRAÑO LENGUAJE
El ladrido de los perros despertó a Joseph Henslik, en Greenland, Long Island, Nueva York, una mañana de octubre de 1967. Al mirar hacia fuera quedó visiblemente sorprendido, un extraño objeto circular revoloteaba por el edificio de Correos, cercano a su casa. Apresurado tomó su máqui¬na fotográfica y corrió hacia el patio. Descargó su rollo de película contra el disco luminoso, que llevaba una torreta en su parte superior. En ella, se divisaban ventanas. Como el objeto se hallaba a poca altura, fácil fue suponer que las fotografías resultarían excepcionales. Pero, lo que Henslik no tuvo en cuenta apareció luego: dos días después que le fueron devueltos los negativos (que eran realmente nítidos), fue visitado por una pareja de hombres desconocidos. Cuando regresó a su casa -a una hora tan imprevista como las 3 de la mañana-, se encontró con que lo estaban esperando. Eran de estatura mediana, cabello negro y tez profun¬damente morena. Ambos vestían ajustados pantalones negros, jerseys del mismo color (hasta el cuello) y una campera que -según el dueño de casa¬- semejaba la chaqueta negra de un smoking o pijama.
“Queremos hablar con usted -interpeló uno de ellos en un idioma singu¬lar, con ligero acento escandinavo-, pertenecemos al gobierno".
Sigue el testigo diciendo que no le mostraron absolutamente nada, pues "pertenecían a una agencia secreta del Estado". Más tarde se explayaron en detalles sobre la vida íntima de Joseph que éste quedó francamente impresionado. "Sabemos que usted ha tomado fotografías que pueden ser consideradas como auténticas y en nombre de su familia, el Gobierno y el mundo, le pedimos que nos las entregue”. Los visitantes recibieron como respuesta una confusa explicación, donde se les comentaba que no habían vuelto de la casa reveladora. Prometieron regresar al día siguiente. Fue cuando Henslik examinó con la lupa los negativos y descubrió algunas marcas muy claras en el OVNI (pero la copia estaba borrosa para permitir una lectura clara).
"Si hubiera hecho yo las copias hubiera conseguido más sombra en torno a las ventanillas del artefacto. Pero, lo que más me preocupaba era el retorno de aquellos personajes. Fue exactamente a las 3 de la mañana del día siguiente a la primera visita, que aparecieron. No dos, sino tres. Todos vestidos de negro. De nuevo me amenazaron vagamente cuando negué las copias. Por ultimo les dí los negativos. Los revisaron tranquilamente con una linterna. Luego, se marcharon, advirtiéndome de que no hablase una palabra ni mencione las fotos”.
Para sorpresa mayor del testigo, no alcanzó a ver vehículo alguno que los trasportase, pese a que vivía en las afueras y hubiesen necesitado uno.
¿Cómo salieron de aquel lugar?. Nunca se supo. Sin embargo, las miste¬riosas maniobras de los Hombres de Negro siguieron impunes.
LO IMPOSIBLE HECHO REALIDAD
El biólogo Ivan T. Sanderson (fallecido en circunstancias no muy claras), detalla con lujo de detalles un nuevo encuentro “con lo imposible” en su libro “Uninvited Visitors”. Veamos lo sucedido:
“En su momento se presentó ante la puerta de una familia que había sido testigo de la aparición de un OVNI, la persona más singular que puede imaginarse. La noche era muy fría, el individuo llamó a la puerta y se anunció como agente de seguros. Tendría unos siete pies de estatura (1,75 mts), cabeza pequeña, piel blanquecina, miembros muy delgados denotando una fuerte constitución. Dijo buscar a un caballero que tenía el mismo nombre que el dueño de casa, ya que podría haber heredado una fuerte suma de dinero. Llevaba además un gorro de piel con visera y un traje negro. A pesar de la bajísima temperatura, no tenía nada encima del traje. Al entrar mostró una tarjeta de tipo oficial (aparentemente), y la guardó en un siantamen. Al cabo de un rato, mientras charlaba, dejó ver debajo de su "americana” sobre la camisa, una placa oficial, que inmediatamente cubrió con la mano, quitándosela. Pidió exactamente cuarenta minutos para formular preguntas. Cuando se le dijo que sí, pasó treinta de ellos refiriéndose a una cicatriz que el dueño de casa tenía en el pecho, desarrollando detalles que ni siquiera eran conocidos por los mismos familiares. Luego se levantó para irse. Los diez minutos finales los pasó facilitando a los asombrados interlocutores, un largo e intrínseco acertijo, pidiendo ayuda para resolver el enigma. Acto seguido, se fue. Mientras duró la entrevista, la hija mayor de la casa sintió viva intriga porque –al resbalar el pantalón del extraño visitante hacia arriba- por las huesudas piernas divisó un cable verde, que le salía por debajo de los calcetines y ascendían por la pantorrilla, hasta incrustarse en la carne, en dos puntos separados por una cicatriz de 2 ó 3 centímetros de largo. Como consecuencia de ello, la chica se ocultó en la parte trasera de la casa y observó la salida del hombre. No había luces y el lugar estaba oscuro. Sin embargo, pudo apreciar un coche negro, sin placa, que salió de un camino cercano proveniente del bosque lindante. Había más de dos hombres en su interior. El individuo subió y desaparecieron en la ruta”.
Hasta aquí el relato. El testigo nunca más habló acerca de lo observado.
EL EXTRAÑO SUCESO MUNDT
Un nuevo episodio y de consecuencias espantosas, fue lo ocurrido a me¬diados de agosto de 1977, en Flaxton, Arkansas, teniendo como protagonis¬ta a Mr. Charles Mundt, quien es testigo de una observación OVNI y de la presencia de los Hombres de Negro.
Mundt había regresado a su casa, luego de venir de su oficina a las nue¬ve y cuarto de la noche. Antes de entrar a la misma, decide cerrar las ventanillas de su automóvil, situado en la acera de la puerta de su casa.
Al regresar, observa en las copas de los árboles unas luces zigzagueantes que iluminaban la acera y el jardín de su casa.
Creyendo que era el único testigo de este Fenómeno OVNI, observa dos hombres vestidos de negro, justo debajo del árbol donde se encontraba el objeto volante. Mundt trató de dirigirse hacia ellos, pero una fuerza ex¬traña lo paralizó. Uno de los hombres lo miraba muy fijamente. De pronto ambos seres se perdieron en la oscuridad de la noche. Fue entonces que Mundt siente que un rayo lo atravesaba de la cabeza a los pies, comen¬zando a sentir una "vibración" por todo el cuerpo.
Aquí comienza el espanto. Fue cuando el testigo involuntario entra a su casa para contarle a su esposa Liza lo ocurrido. Ella, sin prestarle atención, le pregunta quién era y qué hacía en su casa,
Su esposa, comenzó a llamar: “Charles, ven, un hombre ha entrado en la casa”.
Charles Mundt, ignorando el porqué del comportamiento de su esposa, decide mirarse a un espejo, sufriendo el testigo un tremendo shook.
”Pongo de testigo a Dios de que la cara del espejo no era mi verdadera cara. En la actualidad, a meses del suceso, me he dado cuenta de que la composición de mis moléculas ha sido cambiada y alguien ha ocupado mi lu¬gar físico. Mi cara y mi cuerpo son la cara y el cuerpo de otro hombre. Por alguna razón me han forzado a asumir una nueva identidad. Mi esposa no me acepta como su marido, como el verdadero Charles Mundt; sé que soy Charles Mundt, pero nadie me cree. He perdido todo: afectos, amigos, y lo más triste es que he perdido mi identidad”.
Un impresionante episodio, de los inescropulosos Hombres de Negro, sufriendo el testigo, espantosas consecuencias.
EL INCIDENTE DEL OFFICIAL UFO
El informe a presentar a continuación, fue lo ocurrido el 16 de septiem¬bre de 1977, en la revista norteamericana Official UFO, y que fuera publi¬cado en la edición de enero de 1978, de la misma.
Este es el relato de sus directores:
"Al igual que mucha gente, nosotros tampoco creíamos en aquellas histo¬rias escalofriantes en las que se habla de Organizaciones Secretas que no obedecen a ningún gobierno conocido y cuyas intenciones suelen ser destructoras. Hasta ese momento creíamos que la gente suele echar a volar su imaginación y crear personajes cuya realidad es nula, pues son producto de la fantasía.
"Pero algo nos ocurrió. Aquellos a quienes se llama H.D.N. (Hombres de Negro), nos “visitaron” personalmente y robaron nuestro archivo secreto: ahí realmente comenzamos a creer en todas aquellas extrañas historias que circulan en toda la extensión de nuestro territorio.
"Eran las seis de la tarde, nuestras oficinas ya estaban cerradas y la gente se había retirado, a excepción del editor Jeff Goodman, quien se había quedado trabajando hasta tarde en un proyecto especial. Sonó el teléfono, desde el otro lado de la línea un hombre habló con voz profunda; decía: “Por su seguridad personal le hago esta advertencia: no indague demasiado a fondo en lo que usted denomina '’Fenómeno OVNI". Evidentemente, usted desconoce la profunda seriedad de lo que investiga. El precio que puede usted llegar a pagar por tus indiscreciones dentro de este campo es mucho más tremendo de lo que usted imagina. No dijo más, un ligero “'click” indicó que mi interlocutor había dado por finalizada la comunicación. "U¬na patraña más -pensé- de las tantas que ocurren a diario en la redacción”. Fui escéptico, no creí en esa amenaza. Actualmente puedo decir que ser demasiado escéptico puede resultar muy peligroso.
”A partir de esa llamada comenzaron una serie de acontecimientos que pusieron en prueba el sistema nervioso de nuestro grupo de trabajo.
“Todos notamos ligeros cambios en la redacción. Los teléfonos sonaban sin que nadie respondiera al levantar el auricular.
"De pronto emitían ruidos sordos, sin motivo aparente; el tono de mar¬car a veces cambiaba por un molesto zumbido. Pensamos que habrían sido intervenidos. Nuestro editor asociado, Charles Cowley dijo que había reparado durante varios días consecutivos en un automóvil sedán negro es¬tacionado frente a su residencia de Long Island. Luego de dos semanas de silencioso estacionamiento, dicho coche había desaparecido misteriosamente.
"A la vez, el mismo coche que estaba estacionado frente a la casa del editor asociado había sido visto estacionado, pero... frente a las ofi¬cinas de la revista Official UFO, en pleno Nueva York.
“Cuando Cowley se percató de algo tan insólito como esto, algo así co¬mo un caso de bilocación, pensó que estaría sufriendo algún ataque de paranoia debido al exceso de trabajo; pero luego se dio cuenta de que todo lo que él no había querido hacer era enfrentarse con la verdad, la rea¬lidad total y absoluta. La llamada telefónica había sido efectuada con la finalidad de hacernos una advertencia y la amenaza se estaba cumpliendo; nosotros éramos continuamente vigilados y dicha vigilancia se encontraba a cargo de personas que pertenecían a una organización muy bien equipada e informada, puesto que sabían quienes éramos cada uno de los que for¬mábamos el grupo de trabajo del Official UFO; asímismo sabían a qué lu¬gares llamarnos a diferentes horas del día o de la noche; conocían per¬fectamente a qué tipo de información teníamos acceso.
"Durante el transcurso de estos acontecimientos ocurrió algo interesantísimo. La sección Departamento de Arte de nuestra revista había to¬mado esos días a un nuevo asistente. Su nombre era Ron, su apellido era muy difícil a tal punto que jamás lo logramos recordar. Ninguno de nosotros en un principio, notó algo extraño en él. Parecía ser un buen compañero de tareas, nada en él daba lugar a sospechas; era de altura mediana, del¬gado, pelo rubio, ojos grises verdosos, su voz era agradablemente profunda. No hablaba mucho con nadie, pero cuando lo hacía demostraba poseer una información muy completa sobre la temática OVNI; naturalmente esto no llamaba nuestra atención, pues todo el personal de la Editorial conoce e inclusive era aficionado al tema.
"Lo que nos resultó harto extraño fue que el tal Ron tenía acceso a información secreta dentro de la Editorial. Dos de los miembros del grupo de la redacción notaron en él extrañas actitudes cuando tenía que ac¬tuar social y no laboralmente. He aquí un ejemplo: una vez salió a almor¬zar con una de las secretarias de redacción, cuando llegó el momento de comenzar a comer dio muestras evidentes de no saber usar los cubiertos, luego cambió de opinión y pidió un sándwich, lo comió con las manos. La secretaria le preguntó qué le ocurría, el no respondió, pero la miró de una forma glacial.
“Al día siguiente de este incidente, el editor Cowley recibió desde su despacho otro mensaje telefónico. La misma voz grave de la vez ante¬rior. Sus palabras fueron: “Escuche con atención. Usted no se imagina cuan cerca suyo se encuentra la muerte. Se le advirtió por su propio be¬neficio. Usted está siendo vigilado. Todo movimiento es cuidadosamente monitorizado. Tenga cuidado, pues tiene usted en su poder unas fotografías tomadas por un fotógrafo de la Editorial que son extremadamente secretas. Si usted llega a publicarlas sería un suicida”. Luego hubo un silencio prolongado y el conocido "Click”.
"Cowley quedó estupefacto, sus manos temblaban cuando colgó el recep¬tor. Ignoraba de qué fotografías se le estaba hablando. Muy pronto lo su¬po; uno de los fotógrafos independientes de nuestra Editorial había logrado fotografiar, sin proponérselo, una extraña figura humanoide de que parecía ser de aire por lo transparente; detrás de dicha forma y suspen¬dido en el aire aparecía una forma oval, plateada. La foto fue casual; él había ido a tomarle una foto a un médico psiquiatra que estaba atendiendo a una persona que decía haber tenido un encuentro con seres extraterres¬tres y se pensaba en una alucinación, pero cuando estaba llegando a la casa de dicho profesional en Petulie, Ohio, vio lo que narré en los párrafos superiores y que logró fotografiar.
"El fotógrafo Jack Blackeley fue llamado a nuestras oficinas, acudió con las fotos en cuestión, todos las vimos, de inmediato las guardamos en la caja fuerte que es donde se encuentra el archivo confidencial; luego nos fuimos a nuestras respectivas casas.
"Al día siguiente nos encontramos con una gran sorpresa. Tres hombres vistiendo trajes oscuros y gafas de sol irrumpieron en la redacción, se dirigieron directamente al despacho del editor.
"Le preguntaron dónde las había guardado.
"Jeffrey Goodman aparentó no saber de que le hablaban. Sólo uno de ellos hablaba: "Usted sabe muy bien a que me refiero" y comenzó a empujar suavemente pero en forma firme a Goodman hacia el enorme ventanal, en el pi¬so 12 sobre Park Avenue. "Si no me dice dónde están las fotos, en dos mi¬nutos ya no estará vivo; cada segundo lo acerca más y más a su propia muerte". Sus cómplices lo revolvían todo, destrozaban, forzaban cerradu¬ras. Nosotros, junto al editor asociado Jack Cowley, tratábamos de abrir la puerta en vano, estaba muy bien asegurada. De pronto, silencio total solo escuchamos: "Usted, Mr. Goodman, es un tipo de suerte”. Habían en¬contrado las fotografías comprometedoras. Luego se retiraron como habían llegado, ignorando a todo el mundo. Extrañamente, la Policía qué había si¬do llamada en el instante en que los "Hombres de Negro" irrumpieron en nuestras oficinas, apareció cuando éstos ya habían desaparecido.
"La sospecha de quién puede ser esta gente no da lugar a muchas suposiciones; evidentemente, el Pentágono acoge en su seno a una organización no sólo formada por seres humanos, sino también humanoides."
Hasta aquí lo expuesto por la revista norteamericana.
Una nueva víctima de los peligrosos Hombres de Negro, buscando material confidencial, continuando con su tarea amenazadora.
... CONTINUARÁ ...
Guillermo D. GIMÉNEZ, Necochea - Argentina -
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