Aliens: La importancia del cabello rubio
Aliens: La importancia del cabello rubio
por Scott Corrales
(c) 2007
Desde que George Adamski alucinó al mundo con las maravillas de sus “venusinos” y platillos voladores con forma de campana, los extraterrestres de cabello lacio y rubio han formado parte integral no sólo del contactismo, sino de las taxonomías alienígenas que se publicaron en la década de los ’90 durante el furor platillero de aquellos tiempos. Los “rubios” o “rubios altos” (del inglés “tall blondes”, que fue la descripción original dada a dichos seres) fueron considerados originalmente como seres angelicales, los verdaderos hermanos mayores de la humanidad, guardando un parecido sorprendente a los elfos rubios de las crónicas tolkienanas. La década de los ’50 les correspondió casi en el ámbito mundial, y su presencia comenzó a menguar posteriormente, a la par que surgían nuevos y extraños fenotipos extrahumanos. La nueva teogonía ovni de fines de los ’80 y principios de los ’90 plasmaba a dichos seres como el contrapeso a los atemorizantes e inhumanos “grises” o, peor aún, como seres creados por los grises (o los reptiloides, o los insectoides, o cualquiera de las especies asociadas con los secuestros ovnis del momento) para ganarse la confianza de los humanos con sus facciones perfectas y grandes ojos azules.
A pesar de que siguen siendo pocos los casos recientes en que han aparecido estas figuras casi angelicales, merece la pena recordar sus antecedentes y algunos casos contemporáneos que sugieren la existencia de seres “parahumanos” y no extraterrestres.
Carta de un investigador en Missouri
A estas alturas, con tantos artículos y boletines a cuestas, el lector me permitirá el lujo de inyectar una anécdota personal en esta narración. Corría el año 1988 y el interés en el fenómeno ovni – candente en USA durante la década anterior – se había sumido en un gran letargo del que no volvería a salir hasta las explosivas declaraciones del triunvirato de John Lear, Bill Cooper y John Grace (aunque este tercer lugar puede ser ocupado facilmente por el desventurado Paul Bennewitz) acerca de los supuestos “grises”, sus bases subterráneas en Dulce, Nuevo México y el contubernio con la cúpula militares y civiles del gobierno estadounidense. En aquellos años me desempeñaba como gerente de recursos humanos para la sucursal de una empresa farmacéutica y mis deberes me proporcionaban algunas horas libres al día para dedicarme a la lectura. Nuevos libros sobre asuntos paranormales y ufológicos volvían a aparecer en las librerías – Dimensions de Jacques Vallee y Aliens Among Us de Brad Steiger entre ellos – pero uno de ellos me llamó la atención más que ningún otro: Extraterrestrials Among Us por George Andrews, un autor cuyo nombre no me resultaba conocido en aquel entonces y que sin embargo, había conseguido publicar su obra a través de la prestigiosa editoral Llewellyn, mejor conocida por sus libros de astrología y magia blanca que nada. El libro de Andrews conectaba temas considerados dispares con una facilidad tremenda, mezclando lo que vendría a denominarse “teoría de conspiraciones” con la ufología, la investigación de mutilaciones de ganado y lo paranormal. La citada obra incluía una cantidad tremenda de citas textuales y direcciones de contacto, entre ellas las del propio autor. Sin pensarlo dos veces, le escribí una carta a Andrews indicando mi interés en sus controvertidos escritos, entregándole el borrador a mi secretaria para que la mecanografiara y enviara a la dirección en el estado de Missouri.
En pocas semanas, llegó a mi dirección de trabajo una carta con la inesperada respuesta del autor. Andrews me comentaba a propósito de su obra que su opinión al respecto era que los grises cabezones representaban a very dangerous alien parasite (“parásitos extraterrestres de gran peligro”) y que la única esperanza para la humanidad era concertar una alianza con los humanoides de cabello rubio, ya que compartíamos un origen en común, y que nuestros gobiernos habían rechazado dicha ayuda en el pasado, dado que estos seres se habían negado a depositar sus conocimientos superiores en manos de los gobiernos de las dos potencias que se disputaban la hegemonía mundial en aquel momento. Los grises, explicaba Andrews, no tenían semejantes miramientos y habían ayudado al gobierno de USA a cambio de ciertas cosas que ya son del conocimiento de todos los que se han interesado en ese escabroso aspecto del tema ovni, a pesar de que todo haya sido una confabulación entre ciertos autores, o la intoxicación por parte de agentes del gobierno (que también puede ser otro cuento).
Mi correspondencia con el señor Andrews continuó por muchos años y tuve el placer de ser el traductor de su segundo libro, aunque no hubo manera de conseguir una editorial que se interesara en publicarlo. Pero esta sería la primera vez desde los ’70 que me enteraría de que la creencia en los rubios se mantenía firme y que sus parámetros se habían modificado para convertirlos en posibles salvadores de la humanidad en vez de meros visitantes de otro mundo o realidad con un interés pasajero en nuestra esfera azul.
¿Extraterrestres o clones de David Bowie?
Basta con darle un vistazo a la galería de fenotipos extraterrestres recopilada por el delineante David W. Chase para ver exactamente cuando comenzaron a aparecer los rubios en la fenomenología ovni (sin contar los casos contactistas) y los casos concretos parecen ser pocos. La primera figura netamente “humanoide”, por así decirlo, fue la sorprendente figura femenina que se presentó ante Antonio Villas Boas el 15 de octubre de 1957 durante su experiencia de secuestro. Si recordamos que en aquellos tiempos ni los interesados en el estudio de los “platillos voladores” temían mencionar la presencia de seres vivos dentro de dichos objetos, sugerir que uno de los tripulantes tenía aspecto humano era casi delirante. Los extraterrestres de cabello rubio corto que formaron parte de la experiencia de secuestro de Travis Walton son la primera instancia en que aparecen dichos seres como parte de un caso aceptado por la ufología científica. Casi un año antes de eso, un cazador en la población de Rawlins (Wyoming, USA) habia tenido una experiencia de contacto con un ser humanoide – pero lejos de tener cabello rubio, tenía dos antenas saliéndole de la crisma. Otro caso con seres “nórdicos”, como también se les suele llamar, ocurrió en Hayes (Virginia, USA) en 1989 durante la gran oleada ovni que pareció centrarse en torno a los avistamientos en la ciudad de Wythesville y que fueron el preludio a la oleada posterior.
Pero las experiencias contactistas de Adamski con sus rubios en la década de los ’50 no se compararía en nada con la nueva mitología de los ‘90 sobre los rubios y sus perfiles dignos de la escultura clásica. “Los humanoides que han recibido la nomenclatura de “nórdicos” o “rubios” – escribe Andrews en su segundo libro, Extraterrestrial Friends and Foes – “tienen una estatura promedio de entre seis y seis pies y medio. Proceden de un sistema solar que orbita la estrella Procyon...cerca de la estrella Sirio en el Can Menor, 11.4 años luz de la Tierra. Provienen del cuarto planeta que orbita dicho astro doble [Procyon]. Los humanoides rubios y los humanoides grises de la estrella Rigel han sido enemigos por miles de años”.
Sigue la narración. “Los rubios altos de Procyon tienen una actitud benevolente hacia los humanos, salvo por el desagrado que sienten por la crueldad que nos obsequiamos mutuamente. Este desagrado está cementado por el hecho de que nuestro gobierno pactó una alianza con sus enemigos hereditarios para obtener más sistemas bélicos por encima de los que ya existen. Nuestro gobierno no está interesado en negociar con los procyonanos, ya que estos se rehusaron a proporcionarlos armas”.
Cabe aclarar en este momento que la información que aparece en este segundo texto del mismo autor le fue suministrada “por una señora que padeció secuestros múltiples por ambos bandos descritos aquí” (Extraterrestrial Friends and Foes, p. 141) o canalizada por la fuente denominada “Khyla de Procyon” (podemos ver la fuerte presencia del espiritismo en el fenómeno ovni, que se extiende en el tiempo a la década de los ’50 y los experimentos de la USAF con una médium en contacto con AFFA (Ruppelt, p. 112). Su fuente de información agrega que los humanoides altos y rubios realizaron experimentos que tuvieron que ver con la inseminación artificial y la cruza entre su especie y la nuestra. ¿Su objetivo? Combinar la capacidad cerebral de los rubios con la capacidad pulmonar y vascular de los humanos primitivos. El resultado de esto fue el hombre comúnmente conocido como el Cro-Magnon, con su capacidad cerebral mayor a la del homo sapiens. A pesar de que el experimento fue un éxito en lo fisiológico, nuestra inestabilidad e inmadurez han sido un gran pesar para los rubios...o al menos eso dice Khyla.
Y para los que ya no sepan si el asunto va de extraterrestres o si es un capítulo de Star Trek, ahora viene lo bueno: para poder obtener la ayuda de los rubios y expulsar a los grises de nuestro mundo, será necesario primero retomar control del gobierno de EE.UU. y rescindir el pacto firmado entre la CIA y los grises. Como si de un capítulo de la serie “V” se tratara, no resulta difícil imaginar un comando determinado de héroes entrando a la Casa Blanca con subfusiles y repudiando a los grises justo mientras llegan los platívolos de los rubios...
Pero la mitología de los rubios circulada entre 1989 y 1997 nos presenta una posibilidad aún más calenturienta. Los mismos grises (o enanos macrocéfalos, como los tildaba Salvador Freixedo en La Amenaza Extraterrestre) son descendientes de los rubios altos. Rigel fue la sede de un gran imperio galáctico (se escuchan los acordes de la música de John Williams) que se autoinmoló en una guerra civil cuyas consecuencias resultaron el daño genético irreparable de los rigelianos y la supervivencia de los colonos rubios que ya se habían establecido en Procyon. Dañados de forma mental y psicológica, los ahora “grises” lanzaron una guerra de exterminio contra sus primos rubios.
“Aunque los rubios de Procyon”, escribe Andrews, “se han librado del daño cromosómico y glandular que aqueja a los rigelianos, no se salvaron de quedar expuestos a daños radiactivos durante su guerra contra los grises. Sin embargo, esto ha hecho que las hembras procyonanas padezcan una enfermedad que está decimando su especie. Los telépatas rubios, que no tienen sentido del habla, absorbieron mucha más radiación que aquellos de su especie que retuvieron la facultad verbal”, agregando que: “Aún se están librando dos guerras importantes. La guerra entre Rigel y Procyon ha alcanzado una tregua provisional; el conflicto puede reanudarse en cualquier momento, situación comparable con que existía entre EE.UU. y la URSS durante la guerra fría. La guerra entre Rigel y Sirio, al contrario, prosigue de manera activa”.
De este caldero de ciencia-ficción y paranoia surge un detalle interesante. Según Khyla, en este momento (1989) hay mil individuos en EE.UU. que son el producto de la cruza entre rubios y otros seres interplanetarios. De esta cifra, 200 están conscientes de su origen o lo sospechan. Este dato nos servirá como punto de partida para conocer la actividad indefatigable de un investigador que se concentraba exclusivamente en las relaciones entre humanos y los rubios altos.
La secta que adoraba a los rubios
Don Worley es, sin duda, uno de los investigadores y escritores mejor conocidos dentro de la comunidad ufológica estadounidense por sus labores en la investigación de los seres “Bigfoot” de origen paranormal durante la década de los ’70. Sus crónicas aparecieron en las principales revistas de su momento y su boletines formaron parte de las colecciones de casi todos los investigadores de la alta extrañeza. Worley comenzó a interesarse por casos de secuestros por extraterrestres en 1990 y en ayudar a sus “clientes”, como los llamaba, a lidiar con la a veces espantosa realidad de los secuestros. Pero el mérito de sus labores reside en que a diferencia de todos aquellos que investigaban o escribían sobre la tropelía más reciente de los grises, Worley estudiaba concretamente a los rubios.
Worley estaba fascinado por el hecho de que los casos de encuentros con los rubios tenían un factor común e inevitable. Los humanos que supuestamente habían entrado en contacto con estos seres coincidían en la sensación de euforia que producen sus encuentros, cuya duración podía ser de hasta varias semanas para el secuestrado. Sonrientes y atentos, estos seres a menudo estaban a la vanguardia de contingentes de grises...¿o estaban al servicio de estos últimos? Preguntaba Worley en uno de sus escritos: “¿Son estos seres que exudan amor nada menos que grises vestidos de ovejas, ya que dirigen las fechorías de los grises y otros géneros extrahumanos?”
Todos sus “clientes” tenían seudónimos e historias espeluznantes que narrar. “Penny Smith”, por ejemplo, había llegado a tocar la mano de uno de los rubios y descubrió que la piel tenía la misma sensación que el exoesqueleto de un insecto. Sin embargo, estos seres se habían manifestado ante la aturdida Smith vestidos en batas refulgentes, explicándole que eran ellos los que facilitaban la transición entre el mundo de los vivos y los muertos, y que su enorme programa de secuestros era necesario debido al cataclismo mundial que se avecina. Hablando con los ancianos de la tribu Hopi, Worley descubrió que estos seres existían en las tradiciones de esta cultura nativoamericana, cuando supuestamente entraron en contacto con los humanos hace treinta mil años atrás.
A pesar de sus facciones placenteras, el contacto con los rubios – según los testigos estudiados por Don Worley – deja mucho que desear. En el mes de octubre de 1966, una joven ama de casa de Robinsón-Harrisburg, estado de Indiana, tuvo un encuentro con seres de rostros angelicales, ojos azulados, cabello largo y sedoso y voz melodiosa. Desde la ventana de su habitación rural le era posible ver un platillo volador a baja altura con más seres parecidos que le conminaron a irse con ellos. Al negarse, los seres le hicieron una serie de predicciones sobre su vida que se cumplieron al pie de la letra: su esposo fallecería de un cáncer fulminante a los pocos meses y su hijo nacería con ciertos trastornos.
Un vecino del estado de Michigan se puso en contacto con Worley para comunicarle sus experiencias con los “nórdicos”. Una hembra de esta especie se había manifestado en su habitación cuatro veces, flotando en el aire. Durante la última de estas visitas, la “nórdica” trajo consigo una adolescente rubia que también flotaba en el aire. Esta última figura le miró con tanto amor y ternura que el testigo se sintió afectado por muchos días después. ¿Era la joven su progenie con la hembra nórdica?
Mantuvimos una correspondencia sumamente interesante sobre estos casos durante muchos años. En una de sus cartas, Worley narra las experiencias de “MaryAnn”, vecina del estado de Georgia, 39 años de edad e inspectora de campo para una agencia de dicho estado. “Me ha dicho que existen dos clases de seres rubios”, escribió el investigador, “los buenos y los malos. Los malos tenían cautivo a un piloto de la USAF en una base secreta y le habían extraído las cuerdas vocales. Los rubios buenos no están de acuerdo con las actividades de sus congéneres y luchan contra ellos. [MaryAnn] tiene gran fe en un cristal transparente que regalaron los rubios buenos y que sirve para ahuyentar a los malos.
Otro excepcional caso de trato con los rubios altos o “nórdicos” aparece en un trabajo de Worley que apareció en castellano por primera vez en el boletín InterAlia y posteriormente en distintas paginas web. Se trata de las experiencias de la secta dirigida por el reverendo David Adams – hombre culto y de excelente formación académica que ostenta el cargo de “Most High” (Altísimo) entre su grey. Según descubriría Worley, no se trataba de la típica secta estadounidense refugiada en un rancho y con más armamento que una brigada de asalto: eran cientos de miles de personas, en su mayoría granjeros, cuyas cifras se repartian entre EE.UU., Canadá y el norte de Europa. Los miembros de esta secta estaban perfectamente familiarizados con los rubios, que se habían manifestado abiertamente a sus congregaciones en varios momentos durante las últimas décadas. Worley siempre se manifestó un tanto reacio a divulgar el nombre de la secta, aunque cuando le insistí, resultó ser el nombre de un grupo religioso bastante conocido y totalmente ajeno de los que podría suponer cualquiera. El reverendo Adams, según Worley, había tenido más de trescientos encuentros con estos seres en los 45 años que han durado sus experiencias. Uno de ellos, en particular, denominado “Gold” (oro) por el color de sus ojos, ha jugado un papel especial en la vida del reverendo desde su infancia. Aunque el autor hace resaltar que las experiencias de secuestro o contacto con este ser rubio y sus congéneres han sido positivas, la relación entre el reverendo Adams y su protector extrahumano muestran una intimidad algo incómoda. En un momento el reverendo le dice a Worley: : "Me has preguntado si Gold respira.!Pues seguro que sí! He puesto mi cabeza contra su pecho muchísimas veces y no sólo lo he oído respirar, sino que he visto como se ensancha su pecho al hacerlo. Cuando Gold me toca, ya sea en el sentido clínico u otro, es como si se produjese una emanación palpable de energía. Puedo sentir algo que me llena el cuerpo”, agregando que “Gold tambien huele a sudor...Mi mejor descripción es que huele a ácido cítrico. El traje de Gold es de una sola pieza y le cubre hasta la parte de los zapatos. Una vez que ha activado las aberturas del cierre delantero, el traje se separa y se producen divisiones en el material que se extienden a lo largo de sus piernas hasta los pies. [El material] me recuerda al Mylar.".
Worley agrega que David y otros que andan con él tamben han experimentado. El reverendo habla de haber sido llevado a lugares "indistintos". "Cuando podemos ver el piso, parece estar hecho de lo que nosotros denominamos cerámica. No tiene marcas y varía en color desde el blanco hueso hasta el color crema. Parece sólido, pero cualquier cosa que cae contra el no hace ruido alguno. Debe haber paredes, pero para mí solo son borrosas. He visto paredes a medias, y he sido escoltado a lo largo de pasillos, pero las paredes están borrosas".
En cuanto a las necesidades fisiológicas imperiosas, el reverendo dice lo siguiente: "¿Quieres saber sobre los inodoros en estos lugares indistintos? Los hay. En ciertas ocasiones he tenido que ir, y no me encontraba conectado a un mecanismo que me lo evacuaba todo. Me recuerda a un inodoro asiático. Hay que ponerse de cuclillas para defecar sobre lo que parece un agujero, y existe un poco de succión, de manera que la excreta desaparece por el agujero. Efectivamente, he visto a los no-terrestres entrar y salir de los mismos cubículos".
Pero por entretenidos o curiosos que puedan ser estos detalles, no se comparan con la manifestación de los rubios durante el mes de agosto de 1987 en un campo abierto en el que la secta celebraba sus ritos.
"Si mal no recuerdo, era a fines de agosto de 1987", cuenta Adams. "Casi toda nuestra cofradía que participaba en el rito religioso se encontraba en el campo abierto, superando la cifra de 400 hombres mujeres, niños y varios cientos de animales. Aparecieron justo en el momento en que comenzábamos la procesión a nuestro lugar más sagrado. En un momento no estaban ahí , y al siguiente, ¡ahí estaban! Algunos hermanos que miraban en esa dirección dijeron haber presenciado algunas ondulaciones en el aire, muy parecida a la que produce una onda de calor, junto antes de la llegada de los no-terrestres. "Un silencio repentino se apoderó de la cofradía cuando se dieron cuenta de aquellos que se habían unido a nuestra actividad. Se trataba de cinco nórdicos y mi amigo Gold. El era el único que era visiblemente masculino; los demás carecían de género, por lo que pudimos ver. Como funcionario principal, me acerqué a Gold, que me dijo mentalmente que deseaba presenciar el rito en persona. Permanecieron hasta que concluyó el servicio, y regresaron entonces al punto donde se habían manifestado y luego desaparecieron".
Cuando enfrentamos relatos de esta clase, tenemos varias posibilidades. Podemos desmentirlo todo como una alucinación colectiva, acusar al reverendo Adams de haber contratado actores para impresionar a sus seguidores, echarlo todo al trasto diciendo que sus experiencias no son más que las fantasías homosexuales de un fanático religioso, etcétera. Pero si aceptamos la realidad de los hechos según Adams se la presenta a Worley, estamos contemplando la interacción entre seres extrahumanos o parahumanos de procedencia desconocida (sin mencionar planetas, dimensiones ni nada que pueda darle matices de ciencia-ficción al asunto) que se interesan en los humanos, o en ciertos humanos, por razones que se escapan a nuestras explicaciones. De hecho, podemos mofarnos de los planetas de nombres estrambóticos, de los sistemas solares que absolutamente no pueden tener planetas capaces de soportar vida alguna, y de las rocambolescas “historias de fondo” que se han circulado sobre estos seres, sus enemigos y su misión, pero siempre nos quedará la duda.
Resulta interesante el interés que manifiestan estos seres por determinados seres humanos. Una experiencia parecida aparece en la obra La Granja Humana de Salvador Freixedo, en la que el autor menciona las experiencias de un joven mexicano con su guardián parahumano cuyo nombre nunca se le ha ocurrido preguntar. Este misterioso ser de cabello rubio (aunque eso sí, de baja estatura) ha sido una presencia constante en la vida del testigo, manipulando situaciones en su pro y aconsejándole sobre como debía proceder en determinadas condiciones. El relato sobre “el rubio” como lo presenta Freixedo en su obra nos hace recordar poderosamente a los distintos seres que se han adherido por una razón u otra a varias figuras importantes de la historia moderna: el “hombre rojo” que se aparecia ante Napoleón I, el “hombre diminuto” que aconsejaba al rey Carlos XII de Suecia, y hasta la figura de “la mujer nativa” que se manifestó ante el general Jorge Washington para mostrarle “el nacimiento, crecimiento y destino de las Trece Colonias”. Sería interesante saber más sobre la trayectoria del joven mexicano para ver si las maniobras de su protector lo llevarán a la cima del poder político o económico.
Sexo e hibridación en Australia
Resulta interesante el hecho de que los rubios parecen no requerir aparatosas naves espaciales para manifestarse. Al contrario, parecen surgir de la nada o salir al paso de los humanos en los que están interesados. Aunque algunos puedan insistir en que esto solo resalta la sofisticación tecnológica de los extraterrestres, existen razones poderosas para pensar que estos parahumanos sencillamente pasan de una dimensión contigua a la nuestra o son seres de nuestro mundo que siempre han estado con nosotros, pero ocultos, jugando un papel importante en el desarrollo de varias culturas. El caso de un secuestrado australiano puede constituir la prueba más contundente sobre la existencia de esta humanidad paralela y sus intenciones para con nosotros.
El caso, investigado por el autor australiano Bill Chalker en su libro Hair of the Alien, está enfocado sobre las experiencias de un obrero australiano de ascendencia libanesa llamado Peter Khoury, nacido en El Líbano en 1964 y afincado en Australia desde 1973, donde conoció a su esposa Vivian.
Peter y Vivian – dice Chalker -- tuvieron su primer experiencia OVNI en febrero de 1988: un simple avistamiento de luces extrañas. Pero en el mes de julio del mismo año, Peter pudo recordar conscientemente una aterradora experiencia de contacto que cambio su vida. Mientas que se hallaba acostado en su cama, sintió que algo le agarraba los tobillos, dejándolo entumecido y paralizado, pero consciente. Repentinamente, se dio cuenta de la presencia de tres o cuatro pequeñas figuras encapuchadas al lado de la cama. Pudo comunicarse con ellas telepáticamente, y le advirtieron que se relajara y que no tuviese miedo, ya que "seria igual que la vez pasada".
Sin embargo, esa experiencia sería poca cosa comparada con el evento que le llevaría a la fama dentro de la comunidad ovni. El 23 de julio de 1992 a las 7:30 a.m., cuando Khoury guardaba cama debido a un accidente de trabajo, se despertó repentinamente para descubrir que había dos hembras humanoides en su habitación, arrodilladas a la orilla de su cama.
Ambas mujeres parecían humanas en todos los aspectos, con cuerpos adultos bien proporcionados. Una de ellas tenia cierta apariencia asiática, mientras que la otra podía haber sido escandinava con ojos de color claro ("tal vez azulosos") y cabello largo y rubio que le llegaba a media espalda. Su cabello era el rasgo que más le llamo la atención a Khoury: "Jamas habia visto semejante peinado. Lo llevaba rizado como [la actriz] Farrah Fawcett, pero al extremo...me parecía en cierta manera muy exótico".
Aunque muchos hombres clasificarían la situación como agradable, Khoury estaba alarmado al darse cuenta de que las mujeres no eran humanas del todo – al contrario, las sutiles diferencias que las separarían de una mujer normal fueron motivo de azoro. La extrañeza de sus rostros residía en la perfección de las facciones -- eran muy definidas, con pómulos muy altos y ojos dos a tres veces más grandes que lo normal. Khoury se fijo particularmente en la rubia, sintiendo que su cara era demasiado alargada. "Jamás he visto a un ser humano con semejantes facciones".
La rubia, que estaba de rodillas sobre la cama, parecía ser la que mandaba. Khoury tuvo la impresión de que se comunicaba telepáticamente con su colega de cabello oscuro, que estaba sentada casi de cuclillas. Cada mujer tenia una expresión rígida--casi vacía--en sus rostros.
Después de que Khoury rozara accidentalmente uno de los senos de la rubia, las dos mujeres desaparecieron. Posteriormente, descubriría sorprendidamente que había dos largos cabellos rubios enrededados alrededor de su pene. Ambas hebras, almacenadas desde el encuentro, pasaron a convertirse en el enfoque de la primera prueba de ADN hecha a una muestra alegadamente relacionada a un secuestro OVNI.
Las hebras de cabello rubio eran sumamente delgadas y casi transparentes. Se determino que no habían sufrido ningún tinte ni tratamiento químico, ya que esto hubiera impedido recoger ni la más mínima cantidad de ADN mitocondrico. Sin embargo, fue posible recuperar ADN de buena calidad mediante el proceso de reacción en cadena de polimerasa (PCR, por sus siglas en inglés)
Luego de haber realizado una batería de pruebas, los científicos del Anomaly Physical Evidence Group llegaron a una conclusión bastante sorprendente. El cabello rubio, que parecía provenir de una mujer caucásica de tez clara, no pudo haber pertenecido a un ser humano normal de dicho grupo racial: las hebras de cabello presentaban cinco marcadores de ADN caracteristicos de un subgrupo poco comun del tipo racial chino-mongoloide. Un repaso detallado de la literatura existente sobre las variaciones en el ADN, representando decenas de miles de muestras, tuvo por resultado de que solo existían cuatro personas con los cinco marcadores distintivos--todos ellos chinos y de cabello negro.
El ADN mitocondrico es transmitido solo de madre a hijo y por consiguiente, brinda la posibilidad de rastrear la ascendencia por parte de madre. Los descubrimientos sugieren que los cuatro individuos chinos comparten un ancestro femenino en común con la mujer rubia, pero no existe ninguna manera fácil de explicarlo.
Pero, quien era el ser cuyos cabellos rubios acabaron enredados en el órgano viril del Sr. Khoury?
"Será que estamos lidiando con "humanos" de algún otro lugar, específicamente aquellos con ADN humano, por extraño y anómalo que sea?" se pregunta Bill Chalker. "Este caso da lugar a una variedad de conjeturas, entre ella la "panspermia" humana -- la teoría de que seres humanos pudieron haber emigrado a la Tierra desde el pasado relativamente cercano desde otro punto en la galaxia, tal vez dando origen al Homo Sapiens Sapiens, una especie que no desciende directamente desde sus ancestros lógicos, los Neandertales.
"Además, dada la conexión mongoloide-asiática, examinamos la problemática de los extraños asiáticos de tipos europeo en el pasado," dice Chalker. "La controvertida epopeya de las momias del Taklamakán en la China Occidental ha puesto de cabeza a la historia china. Estas momias incluyen personas de gran estatura, de mas o menos 2 metros, y algunas de ellas eran rubias. No sugiero que haya habido algún vinculo, pero podrán entender que esta investigación ha abierto toda clase de posibilidades acerca de la naturaleza biológica de los seres implicados en los casos de abducción".
A modo de conclusión
Resultaría sumamente interesante que la posibilidad apuntada por Chalker con base a las experiencias de Peter Khoury fuese la misma – aunque menos escandalizante – que apunta George Andrews en su libro: que los llamados rubios o nórdicos han jugado un papel crítico en el desarrollo de la humanidad. El primer autor basa sus conclusiones en la fría ciencia del ADN, el último en la información canalizada de “Khyla de Procyon”, pero ambos parecen incidir sobre el mismo punto, con la excepción de que los rubios dan la impresión de no estar tan decepcionados con su “experimento” como para haberlo dejado de lado. Al contrario, los intentos de cruza y perfeccionamiento parecerían seguir su proceso, a juzgar por el caso Khoury.
Y aparte de rizar el rizo, ¿qué sacamos con todo esto? Una hebra de cabello rubio con estructura cromosómica anómala no explica la existencia o inexistencia de los “rubios altos”, ni comprueba que en el espacio exterior, a pocos años luz de nuestro planeta, las flotas espaciales de los grises y los rubios estén librando el combate definitivo que les concederá el imperio. Tal vez es por esta razón que los grises – con sus enormes ojos y grandes cabezas – hayan pasado a desempeñar un papel central en el paradigma aceptado hasta por los investigadores más escépticos. La vanidad humana lo tiene muy claro: si han de ser superiores a nosotros en el adelanto técnico, que al menos sean más feos que uno.
por Scott Corrales
(c) 2007
Desde que George Adamski alucinó al mundo con las maravillas de sus “venusinos” y platillos voladores con forma de campana, los extraterrestres de cabello lacio y rubio han formado parte integral no sólo del contactismo, sino de las taxonomías alienígenas que se publicaron en la década de los ’90 durante el furor platillero de aquellos tiempos. Los “rubios” o “rubios altos” (del inglés “tall blondes”, que fue la descripción original dada a dichos seres) fueron considerados originalmente como seres angelicales, los verdaderos hermanos mayores de la humanidad, guardando un parecido sorprendente a los elfos rubios de las crónicas tolkienanas. La década de los ’50 les correspondió casi en el ámbito mundial, y su presencia comenzó a menguar posteriormente, a la par que surgían nuevos y extraños fenotipos extrahumanos. La nueva teogonía ovni de fines de los ’80 y principios de los ’90 plasmaba a dichos seres como el contrapeso a los atemorizantes e inhumanos “grises” o, peor aún, como seres creados por los grises (o los reptiloides, o los insectoides, o cualquiera de las especies asociadas con los secuestros ovnis del momento) para ganarse la confianza de los humanos con sus facciones perfectas y grandes ojos azules.
A pesar de que siguen siendo pocos los casos recientes en que han aparecido estas figuras casi angelicales, merece la pena recordar sus antecedentes y algunos casos contemporáneos que sugieren la existencia de seres “parahumanos” y no extraterrestres.
Carta de un investigador en Missouri
A estas alturas, con tantos artículos y boletines a cuestas, el lector me permitirá el lujo de inyectar una anécdota personal en esta narración. Corría el año 1988 y el interés en el fenómeno ovni – candente en USA durante la década anterior – se había sumido en un gran letargo del que no volvería a salir hasta las explosivas declaraciones del triunvirato de John Lear, Bill Cooper y John Grace (aunque este tercer lugar puede ser ocupado facilmente por el desventurado Paul Bennewitz) acerca de los supuestos “grises”, sus bases subterráneas en Dulce, Nuevo México y el contubernio con la cúpula militares y civiles del gobierno estadounidense. En aquellos años me desempeñaba como gerente de recursos humanos para la sucursal de una empresa farmacéutica y mis deberes me proporcionaban algunas horas libres al día para dedicarme a la lectura. Nuevos libros sobre asuntos paranormales y ufológicos volvían a aparecer en las librerías – Dimensions de Jacques Vallee y Aliens Among Us de Brad Steiger entre ellos – pero uno de ellos me llamó la atención más que ningún otro: Extraterrestrials Among Us por George Andrews, un autor cuyo nombre no me resultaba conocido en aquel entonces y que sin embargo, había conseguido publicar su obra a través de la prestigiosa editoral Llewellyn, mejor conocida por sus libros de astrología y magia blanca que nada. El libro de Andrews conectaba temas considerados dispares con una facilidad tremenda, mezclando lo que vendría a denominarse “teoría de conspiraciones” con la ufología, la investigación de mutilaciones de ganado y lo paranormal. La citada obra incluía una cantidad tremenda de citas textuales y direcciones de contacto, entre ellas las del propio autor. Sin pensarlo dos veces, le escribí una carta a Andrews indicando mi interés en sus controvertidos escritos, entregándole el borrador a mi secretaria para que la mecanografiara y enviara a la dirección en el estado de Missouri.
En pocas semanas, llegó a mi dirección de trabajo una carta con la inesperada respuesta del autor. Andrews me comentaba a propósito de su obra que su opinión al respecto era que los grises cabezones representaban a very dangerous alien parasite (“parásitos extraterrestres de gran peligro”) y que la única esperanza para la humanidad era concertar una alianza con los humanoides de cabello rubio, ya que compartíamos un origen en común, y que nuestros gobiernos habían rechazado dicha ayuda en el pasado, dado que estos seres se habían negado a depositar sus conocimientos superiores en manos de los gobiernos de las dos potencias que se disputaban la hegemonía mundial en aquel momento. Los grises, explicaba Andrews, no tenían semejantes miramientos y habían ayudado al gobierno de USA a cambio de ciertas cosas que ya son del conocimiento de todos los que se han interesado en ese escabroso aspecto del tema ovni, a pesar de que todo haya sido una confabulación entre ciertos autores, o la intoxicación por parte de agentes del gobierno (que también puede ser otro cuento).
Mi correspondencia con el señor Andrews continuó por muchos años y tuve el placer de ser el traductor de su segundo libro, aunque no hubo manera de conseguir una editorial que se interesara en publicarlo. Pero esta sería la primera vez desde los ’70 que me enteraría de que la creencia en los rubios se mantenía firme y que sus parámetros se habían modificado para convertirlos en posibles salvadores de la humanidad en vez de meros visitantes de otro mundo o realidad con un interés pasajero en nuestra esfera azul.
¿Extraterrestres o clones de David Bowie?
Basta con darle un vistazo a la galería de fenotipos extraterrestres recopilada por el delineante David W. Chase para ver exactamente cuando comenzaron a aparecer los rubios en la fenomenología ovni (sin contar los casos contactistas) y los casos concretos parecen ser pocos. La primera figura netamente “humanoide”, por así decirlo, fue la sorprendente figura femenina que se presentó ante Antonio Villas Boas el 15 de octubre de 1957 durante su experiencia de secuestro. Si recordamos que en aquellos tiempos ni los interesados en el estudio de los “platillos voladores” temían mencionar la presencia de seres vivos dentro de dichos objetos, sugerir que uno de los tripulantes tenía aspecto humano era casi delirante. Los extraterrestres de cabello rubio corto que formaron parte de la experiencia de secuestro de Travis Walton son la primera instancia en que aparecen dichos seres como parte de un caso aceptado por la ufología científica. Casi un año antes de eso, un cazador en la población de Rawlins (Wyoming, USA) habia tenido una experiencia de contacto con un ser humanoide – pero lejos de tener cabello rubio, tenía dos antenas saliéndole de la crisma. Otro caso con seres “nórdicos”, como también se les suele llamar, ocurrió en Hayes (Virginia, USA) en 1989 durante la gran oleada ovni que pareció centrarse en torno a los avistamientos en la ciudad de Wythesville y que fueron el preludio a la oleada posterior.
Pero las experiencias contactistas de Adamski con sus rubios en la década de los ’50 no se compararía en nada con la nueva mitología de los ‘90 sobre los rubios y sus perfiles dignos de la escultura clásica. “Los humanoides que han recibido la nomenclatura de “nórdicos” o “rubios” – escribe Andrews en su segundo libro, Extraterrestrial Friends and Foes – “tienen una estatura promedio de entre seis y seis pies y medio. Proceden de un sistema solar que orbita la estrella Procyon...cerca de la estrella Sirio en el Can Menor, 11.4 años luz de la Tierra. Provienen del cuarto planeta que orbita dicho astro doble [Procyon]. Los humanoides rubios y los humanoides grises de la estrella Rigel han sido enemigos por miles de años”.
Sigue la narración. “Los rubios altos de Procyon tienen una actitud benevolente hacia los humanos, salvo por el desagrado que sienten por la crueldad que nos obsequiamos mutuamente. Este desagrado está cementado por el hecho de que nuestro gobierno pactó una alianza con sus enemigos hereditarios para obtener más sistemas bélicos por encima de los que ya existen. Nuestro gobierno no está interesado en negociar con los procyonanos, ya que estos se rehusaron a proporcionarlos armas”.
Cabe aclarar en este momento que la información que aparece en este segundo texto del mismo autor le fue suministrada “por una señora que padeció secuestros múltiples por ambos bandos descritos aquí” (Extraterrestrial Friends and Foes, p. 141) o canalizada por la fuente denominada “Khyla de Procyon” (podemos ver la fuerte presencia del espiritismo en el fenómeno ovni, que se extiende en el tiempo a la década de los ’50 y los experimentos de la USAF con una médium en contacto con AFFA (Ruppelt, p. 112). Su fuente de información agrega que los humanoides altos y rubios realizaron experimentos que tuvieron que ver con la inseminación artificial y la cruza entre su especie y la nuestra. ¿Su objetivo? Combinar la capacidad cerebral de los rubios con la capacidad pulmonar y vascular de los humanos primitivos. El resultado de esto fue el hombre comúnmente conocido como el Cro-Magnon, con su capacidad cerebral mayor a la del homo sapiens. A pesar de que el experimento fue un éxito en lo fisiológico, nuestra inestabilidad e inmadurez han sido un gran pesar para los rubios...o al menos eso dice Khyla.
Y para los que ya no sepan si el asunto va de extraterrestres o si es un capítulo de Star Trek, ahora viene lo bueno: para poder obtener la ayuda de los rubios y expulsar a los grises de nuestro mundo, será necesario primero retomar control del gobierno de EE.UU. y rescindir el pacto firmado entre la CIA y los grises. Como si de un capítulo de la serie “V” se tratara, no resulta difícil imaginar un comando determinado de héroes entrando a la Casa Blanca con subfusiles y repudiando a los grises justo mientras llegan los platívolos de los rubios...
Pero la mitología de los rubios circulada entre 1989 y 1997 nos presenta una posibilidad aún más calenturienta. Los mismos grises (o enanos macrocéfalos, como los tildaba Salvador Freixedo en La Amenaza Extraterrestre) son descendientes de los rubios altos. Rigel fue la sede de un gran imperio galáctico (se escuchan los acordes de la música de John Williams) que se autoinmoló en una guerra civil cuyas consecuencias resultaron el daño genético irreparable de los rigelianos y la supervivencia de los colonos rubios que ya se habían establecido en Procyon. Dañados de forma mental y psicológica, los ahora “grises” lanzaron una guerra de exterminio contra sus primos rubios.
“Aunque los rubios de Procyon”, escribe Andrews, “se han librado del daño cromosómico y glandular que aqueja a los rigelianos, no se salvaron de quedar expuestos a daños radiactivos durante su guerra contra los grises. Sin embargo, esto ha hecho que las hembras procyonanas padezcan una enfermedad que está decimando su especie. Los telépatas rubios, que no tienen sentido del habla, absorbieron mucha más radiación que aquellos de su especie que retuvieron la facultad verbal”, agregando que: “Aún se están librando dos guerras importantes. La guerra entre Rigel y Procyon ha alcanzado una tregua provisional; el conflicto puede reanudarse en cualquier momento, situación comparable con que existía entre EE.UU. y la URSS durante la guerra fría. La guerra entre Rigel y Sirio, al contrario, prosigue de manera activa”.
De este caldero de ciencia-ficción y paranoia surge un detalle interesante. Según Khyla, en este momento (1989) hay mil individuos en EE.UU. que son el producto de la cruza entre rubios y otros seres interplanetarios. De esta cifra, 200 están conscientes de su origen o lo sospechan. Este dato nos servirá como punto de partida para conocer la actividad indefatigable de un investigador que se concentraba exclusivamente en las relaciones entre humanos y los rubios altos.
La secta que adoraba a los rubios
Don Worley es, sin duda, uno de los investigadores y escritores mejor conocidos dentro de la comunidad ufológica estadounidense por sus labores en la investigación de los seres “Bigfoot” de origen paranormal durante la década de los ’70. Sus crónicas aparecieron en las principales revistas de su momento y su boletines formaron parte de las colecciones de casi todos los investigadores de la alta extrañeza. Worley comenzó a interesarse por casos de secuestros por extraterrestres en 1990 y en ayudar a sus “clientes”, como los llamaba, a lidiar con la a veces espantosa realidad de los secuestros. Pero el mérito de sus labores reside en que a diferencia de todos aquellos que investigaban o escribían sobre la tropelía más reciente de los grises, Worley estudiaba concretamente a los rubios.
Worley estaba fascinado por el hecho de que los casos de encuentros con los rubios tenían un factor común e inevitable. Los humanos que supuestamente habían entrado en contacto con estos seres coincidían en la sensación de euforia que producen sus encuentros, cuya duración podía ser de hasta varias semanas para el secuestrado. Sonrientes y atentos, estos seres a menudo estaban a la vanguardia de contingentes de grises...¿o estaban al servicio de estos últimos? Preguntaba Worley en uno de sus escritos: “¿Son estos seres que exudan amor nada menos que grises vestidos de ovejas, ya que dirigen las fechorías de los grises y otros géneros extrahumanos?”
Todos sus “clientes” tenían seudónimos e historias espeluznantes que narrar. “Penny Smith”, por ejemplo, había llegado a tocar la mano de uno de los rubios y descubrió que la piel tenía la misma sensación que el exoesqueleto de un insecto. Sin embargo, estos seres se habían manifestado ante la aturdida Smith vestidos en batas refulgentes, explicándole que eran ellos los que facilitaban la transición entre el mundo de los vivos y los muertos, y que su enorme programa de secuestros era necesario debido al cataclismo mundial que se avecina. Hablando con los ancianos de la tribu Hopi, Worley descubrió que estos seres existían en las tradiciones de esta cultura nativoamericana, cuando supuestamente entraron en contacto con los humanos hace treinta mil años atrás.
A pesar de sus facciones placenteras, el contacto con los rubios – según los testigos estudiados por Don Worley – deja mucho que desear. En el mes de octubre de 1966, una joven ama de casa de Robinsón-Harrisburg, estado de Indiana, tuvo un encuentro con seres de rostros angelicales, ojos azulados, cabello largo y sedoso y voz melodiosa. Desde la ventana de su habitación rural le era posible ver un platillo volador a baja altura con más seres parecidos que le conminaron a irse con ellos. Al negarse, los seres le hicieron una serie de predicciones sobre su vida que se cumplieron al pie de la letra: su esposo fallecería de un cáncer fulminante a los pocos meses y su hijo nacería con ciertos trastornos.
Un vecino del estado de Michigan se puso en contacto con Worley para comunicarle sus experiencias con los “nórdicos”. Una hembra de esta especie se había manifestado en su habitación cuatro veces, flotando en el aire. Durante la última de estas visitas, la “nórdica” trajo consigo una adolescente rubia que también flotaba en el aire. Esta última figura le miró con tanto amor y ternura que el testigo se sintió afectado por muchos días después. ¿Era la joven su progenie con la hembra nórdica?
Mantuvimos una correspondencia sumamente interesante sobre estos casos durante muchos años. En una de sus cartas, Worley narra las experiencias de “MaryAnn”, vecina del estado de Georgia, 39 años de edad e inspectora de campo para una agencia de dicho estado. “Me ha dicho que existen dos clases de seres rubios”, escribió el investigador, “los buenos y los malos. Los malos tenían cautivo a un piloto de la USAF en una base secreta y le habían extraído las cuerdas vocales. Los rubios buenos no están de acuerdo con las actividades de sus congéneres y luchan contra ellos. [MaryAnn] tiene gran fe en un cristal transparente que regalaron los rubios buenos y que sirve para ahuyentar a los malos.
Otro excepcional caso de trato con los rubios altos o “nórdicos” aparece en un trabajo de Worley que apareció en castellano por primera vez en el boletín InterAlia y posteriormente en distintas paginas web. Se trata de las experiencias de la secta dirigida por el reverendo David Adams – hombre culto y de excelente formación académica que ostenta el cargo de “Most High” (Altísimo) entre su grey. Según descubriría Worley, no se trataba de la típica secta estadounidense refugiada en un rancho y con más armamento que una brigada de asalto: eran cientos de miles de personas, en su mayoría granjeros, cuyas cifras se repartian entre EE.UU., Canadá y el norte de Europa. Los miembros de esta secta estaban perfectamente familiarizados con los rubios, que se habían manifestado abiertamente a sus congregaciones en varios momentos durante las últimas décadas. Worley siempre se manifestó un tanto reacio a divulgar el nombre de la secta, aunque cuando le insistí, resultó ser el nombre de un grupo religioso bastante conocido y totalmente ajeno de los que podría suponer cualquiera. El reverendo Adams, según Worley, había tenido más de trescientos encuentros con estos seres en los 45 años que han durado sus experiencias. Uno de ellos, en particular, denominado “Gold” (oro) por el color de sus ojos, ha jugado un papel especial en la vida del reverendo desde su infancia. Aunque el autor hace resaltar que las experiencias de secuestro o contacto con este ser rubio y sus congéneres han sido positivas, la relación entre el reverendo Adams y su protector extrahumano muestran una intimidad algo incómoda. En un momento el reverendo le dice a Worley: : "Me has preguntado si Gold respira.!Pues seguro que sí! He puesto mi cabeza contra su pecho muchísimas veces y no sólo lo he oído respirar, sino que he visto como se ensancha su pecho al hacerlo. Cuando Gold me toca, ya sea en el sentido clínico u otro, es como si se produjese una emanación palpable de energía. Puedo sentir algo que me llena el cuerpo”, agregando que “Gold tambien huele a sudor...Mi mejor descripción es que huele a ácido cítrico. El traje de Gold es de una sola pieza y le cubre hasta la parte de los zapatos. Una vez que ha activado las aberturas del cierre delantero, el traje se separa y se producen divisiones en el material que se extienden a lo largo de sus piernas hasta los pies. [El material] me recuerda al Mylar.".
Worley agrega que David y otros que andan con él tamben han experimentado. El reverendo habla de haber sido llevado a lugares "indistintos". "Cuando podemos ver el piso, parece estar hecho de lo que nosotros denominamos cerámica. No tiene marcas y varía en color desde el blanco hueso hasta el color crema. Parece sólido, pero cualquier cosa que cae contra el no hace ruido alguno. Debe haber paredes, pero para mí solo son borrosas. He visto paredes a medias, y he sido escoltado a lo largo de pasillos, pero las paredes están borrosas".
En cuanto a las necesidades fisiológicas imperiosas, el reverendo dice lo siguiente: "¿Quieres saber sobre los inodoros en estos lugares indistintos? Los hay. En ciertas ocasiones he tenido que ir, y no me encontraba conectado a un mecanismo que me lo evacuaba todo. Me recuerda a un inodoro asiático. Hay que ponerse de cuclillas para defecar sobre lo que parece un agujero, y existe un poco de succión, de manera que la excreta desaparece por el agujero. Efectivamente, he visto a los no-terrestres entrar y salir de los mismos cubículos".
Pero por entretenidos o curiosos que puedan ser estos detalles, no se comparan con la manifestación de los rubios durante el mes de agosto de 1987 en un campo abierto en el que la secta celebraba sus ritos.
"Si mal no recuerdo, era a fines de agosto de 1987", cuenta Adams. "Casi toda nuestra cofradía que participaba en el rito religioso se encontraba en el campo abierto, superando la cifra de 400 hombres mujeres, niños y varios cientos de animales. Aparecieron justo en el momento en que comenzábamos la procesión a nuestro lugar más sagrado. En un momento no estaban ahí , y al siguiente, ¡ahí estaban! Algunos hermanos que miraban en esa dirección dijeron haber presenciado algunas ondulaciones en el aire, muy parecida a la que produce una onda de calor, junto antes de la llegada de los no-terrestres. "Un silencio repentino se apoderó de la cofradía cuando se dieron cuenta de aquellos que se habían unido a nuestra actividad. Se trataba de cinco nórdicos y mi amigo Gold. El era el único que era visiblemente masculino; los demás carecían de género, por lo que pudimos ver. Como funcionario principal, me acerqué a Gold, que me dijo mentalmente que deseaba presenciar el rito en persona. Permanecieron hasta que concluyó el servicio, y regresaron entonces al punto donde se habían manifestado y luego desaparecieron".
Cuando enfrentamos relatos de esta clase, tenemos varias posibilidades. Podemos desmentirlo todo como una alucinación colectiva, acusar al reverendo Adams de haber contratado actores para impresionar a sus seguidores, echarlo todo al trasto diciendo que sus experiencias no son más que las fantasías homosexuales de un fanático religioso, etcétera. Pero si aceptamos la realidad de los hechos según Adams se la presenta a Worley, estamos contemplando la interacción entre seres extrahumanos o parahumanos de procedencia desconocida (sin mencionar planetas, dimensiones ni nada que pueda darle matices de ciencia-ficción al asunto) que se interesan en los humanos, o en ciertos humanos, por razones que se escapan a nuestras explicaciones. De hecho, podemos mofarnos de los planetas de nombres estrambóticos, de los sistemas solares que absolutamente no pueden tener planetas capaces de soportar vida alguna, y de las rocambolescas “historias de fondo” que se han circulado sobre estos seres, sus enemigos y su misión, pero siempre nos quedará la duda.
Resulta interesante el interés que manifiestan estos seres por determinados seres humanos. Una experiencia parecida aparece en la obra La Granja Humana de Salvador Freixedo, en la que el autor menciona las experiencias de un joven mexicano con su guardián parahumano cuyo nombre nunca se le ha ocurrido preguntar. Este misterioso ser de cabello rubio (aunque eso sí, de baja estatura) ha sido una presencia constante en la vida del testigo, manipulando situaciones en su pro y aconsejándole sobre como debía proceder en determinadas condiciones. El relato sobre “el rubio” como lo presenta Freixedo en su obra nos hace recordar poderosamente a los distintos seres que se han adherido por una razón u otra a varias figuras importantes de la historia moderna: el “hombre rojo” que se aparecia ante Napoleón I, el “hombre diminuto” que aconsejaba al rey Carlos XII de Suecia, y hasta la figura de “la mujer nativa” que se manifestó ante el general Jorge Washington para mostrarle “el nacimiento, crecimiento y destino de las Trece Colonias”. Sería interesante saber más sobre la trayectoria del joven mexicano para ver si las maniobras de su protector lo llevarán a la cima del poder político o económico.
Sexo e hibridación en Australia
Resulta interesante el hecho de que los rubios parecen no requerir aparatosas naves espaciales para manifestarse. Al contrario, parecen surgir de la nada o salir al paso de los humanos en los que están interesados. Aunque algunos puedan insistir en que esto solo resalta la sofisticación tecnológica de los extraterrestres, existen razones poderosas para pensar que estos parahumanos sencillamente pasan de una dimensión contigua a la nuestra o son seres de nuestro mundo que siempre han estado con nosotros, pero ocultos, jugando un papel importante en el desarrollo de varias culturas. El caso de un secuestrado australiano puede constituir la prueba más contundente sobre la existencia de esta humanidad paralela y sus intenciones para con nosotros.
El caso, investigado por el autor australiano Bill Chalker en su libro Hair of the Alien, está enfocado sobre las experiencias de un obrero australiano de ascendencia libanesa llamado Peter Khoury, nacido en El Líbano en 1964 y afincado en Australia desde 1973, donde conoció a su esposa Vivian.
Peter y Vivian – dice Chalker -- tuvieron su primer experiencia OVNI en febrero de 1988: un simple avistamiento de luces extrañas. Pero en el mes de julio del mismo año, Peter pudo recordar conscientemente una aterradora experiencia de contacto que cambio su vida. Mientas que se hallaba acostado en su cama, sintió que algo le agarraba los tobillos, dejándolo entumecido y paralizado, pero consciente. Repentinamente, se dio cuenta de la presencia de tres o cuatro pequeñas figuras encapuchadas al lado de la cama. Pudo comunicarse con ellas telepáticamente, y le advirtieron que se relajara y que no tuviese miedo, ya que "seria igual que la vez pasada".
Sin embargo, esa experiencia sería poca cosa comparada con el evento que le llevaría a la fama dentro de la comunidad ovni. El 23 de julio de 1992 a las 7:30 a.m., cuando Khoury guardaba cama debido a un accidente de trabajo, se despertó repentinamente para descubrir que había dos hembras humanoides en su habitación, arrodilladas a la orilla de su cama.
Ambas mujeres parecían humanas en todos los aspectos, con cuerpos adultos bien proporcionados. Una de ellas tenia cierta apariencia asiática, mientras que la otra podía haber sido escandinava con ojos de color claro ("tal vez azulosos") y cabello largo y rubio que le llegaba a media espalda. Su cabello era el rasgo que más le llamo la atención a Khoury: "Jamas habia visto semejante peinado. Lo llevaba rizado como [la actriz] Farrah Fawcett, pero al extremo...me parecía en cierta manera muy exótico".
Aunque muchos hombres clasificarían la situación como agradable, Khoury estaba alarmado al darse cuenta de que las mujeres no eran humanas del todo – al contrario, las sutiles diferencias que las separarían de una mujer normal fueron motivo de azoro. La extrañeza de sus rostros residía en la perfección de las facciones -- eran muy definidas, con pómulos muy altos y ojos dos a tres veces más grandes que lo normal. Khoury se fijo particularmente en la rubia, sintiendo que su cara era demasiado alargada. "Jamás he visto a un ser humano con semejantes facciones".
La rubia, que estaba de rodillas sobre la cama, parecía ser la que mandaba. Khoury tuvo la impresión de que se comunicaba telepáticamente con su colega de cabello oscuro, que estaba sentada casi de cuclillas. Cada mujer tenia una expresión rígida--casi vacía--en sus rostros.
Después de que Khoury rozara accidentalmente uno de los senos de la rubia, las dos mujeres desaparecieron. Posteriormente, descubriría sorprendidamente que había dos largos cabellos rubios enrededados alrededor de su pene. Ambas hebras, almacenadas desde el encuentro, pasaron a convertirse en el enfoque de la primera prueba de ADN hecha a una muestra alegadamente relacionada a un secuestro OVNI.
Las hebras de cabello rubio eran sumamente delgadas y casi transparentes. Se determino que no habían sufrido ningún tinte ni tratamiento químico, ya que esto hubiera impedido recoger ni la más mínima cantidad de ADN mitocondrico. Sin embargo, fue posible recuperar ADN de buena calidad mediante el proceso de reacción en cadena de polimerasa (PCR, por sus siglas en inglés)
Luego de haber realizado una batería de pruebas, los científicos del Anomaly Physical Evidence Group llegaron a una conclusión bastante sorprendente. El cabello rubio, que parecía provenir de una mujer caucásica de tez clara, no pudo haber pertenecido a un ser humano normal de dicho grupo racial: las hebras de cabello presentaban cinco marcadores de ADN caracteristicos de un subgrupo poco comun del tipo racial chino-mongoloide. Un repaso detallado de la literatura existente sobre las variaciones en el ADN, representando decenas de miles de muestras, tuvo por resultado de que solo existían cuatro personas con los cinco marcadores distintivos--todos ellos chinos y de cabello negro.
El ADN mitocondrico es transmitido solo de madre a hijo y por consiguiente, brinda la posibilidad de rastrear la ascendencia por parte de madre. Los descubrimientos sugieren que los cuatro individuos chinos comparten un ancestro femenino en común con la mujer rubia, pero no existe ninguna manera fácil de explicarlo.
Pero, quien era el ser cuyos cabellos rubios acabaron enredados en el órgano viril del Sr. Khoury?
"Será que estamos lidiando con "humanos" de algún otro lugar, específicamente aquellos con ADN humano, por extraño y anómalo que sea?" se pregunta Bill Chalker. "Este caso da lugar a una variedad de conjeturas, entre ella la "panspermia" humana -- la teoría de que seres humanos pudieron haber emigrado a la Tierra desde el pasado relativamente cercano desde otro punto en la galaxia, tal vez dando origen al Homo Sapiens Sapiens, una especie que no desciende directamente desde sus ancestros lógicos, los Neandertales.
"Además, dada la conexión mongoloide-asiática, examinamos la problemática de los extraños asiáticos de tipos europeo en el pasado," dice Chalker. "La controvertida epopeya de las momias del Taklamakán en la China Occidental ha puesto de cabeza a la historia china. Estas momias incluyen personas de gran estatura, de mas o menos 2 metros, y algunas de ellas eran rubias. No sugiero que haya habido algún vinculo, pero podrán entender que esta investigación ha abierto toda clase de posibilidades acerca de la naturaleza biológica de los seres implicados en los casos de abducción".
A modo de conclusión
Resultaría sumamente interesante que la posibilidad apuntada por Chalker con base a las experiencias de Peter Khoury fuese la misma – aunque menos escandalizante – que apunta George Andrews en su libro: que los llamados rubios o nórdicos han jugado un papel crítico en el desarrollo de la humanidad. El primer autor basa sus conclusiones en la fría ciencia del ADN, el último en la información canalizada de “Khyla de Procyon”, pero ambos parecen incidir sobre el mismo punto, con la excepción de que los rubios dan la impresión de no estar tan decepcionados con su “experimento” como para haberlo dejado de lado. Al contrario, los intentos de cruza y perfeccionamiento parecerían seguir su proceso, a juzgar por el caso Khoury.
Y aparte de rizar el rizo, ¿qué sacamos con todo esto? Una hebra de cabello rubio con estructura cromosómica anómala no explica la existencia o inexistencia de los “rubios altos”, ni comprueba que en el espacio exterior, a pocos años luz de nuestro planeta, las flotas espaciales de los grises y los rubios estén librando el combate definitivo que les concederá el imperio. Tal vez es por esta razón que los grises – con sus enormes ojos y grandes cabezas – hayan pasado a desempeñar un papel central en el paradigma aceptado hasta por los investigadores más escépticos. La vanidad humana lo tiene muy claro: si han de ser superiores a nosotros en el adelanto técnico, que al menos sean más feos que uno.
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