Dimensiones Inexplicables: desafiando lo desconocido
Dimensiones inexplicables: desafiando lo desconocido
Por Scott Corrales – Arcana Mundi
(c) 2009
Según el informe del comisario, lo habían hallado desfallecido en la cuneta de uno de los caminos vecinales. Un hombre – granjero, a juzgar por su ropa, hecha jirones – con síntomas claros de deshidratación. No fue sino hasta mucho después que recobraría el conocimiento en el pequeño hospital general de la comunidad de Morgan, Pennsylvania. Los análisis confirmaban el diagnóstico inicial de inanición, y las autoridades se preguntaban qué pudo haberle pasado para encontrarse en tan penoso estado de repente, en un lugar transitado como la intersección de las rutas 233 y 918. El misterio comenzaría a aclararse poco a poco, a la par que el paciente recuperaba el habla. Dijo llamarse Mike Henry y que era propietario de una lechería al otro lado del estado, casi en la frontera con Nueva Jersey. No sabía dónde quedaba Morgan, ni mucho menos cómo había llegado ahí. Pidió que la policía se comunicara con su esposa e hijos, y dejó de hablar por algunas horas.
Uno de los médicos – Winicki, el cardiólogo – se sentó a lado del paciente, mirándole bondadosamente. “Bueno, Mike...¿nos quieres decir lo que te sucedió?”
El paciente cerró los ojos, meditando su repuesta – una respuesta que el cardiólogo ciertamente no se esperaba. “Doctor, I’ve been to hell.” (Doctor, he estado en el infierno)...
Mike Henry afirmaría, a lo largo de una serie de entrevistas, que había salido una noche a buscar una vacas extraviada y se había encontrado con una especie de “sol” que resplandecía entre los árboles de su granja. Más estremecedora era su declaración de haber visto tres que parecían simios corriendo hacia esta cegadora fuente de luz. Pensando que eran atorrantes disfrazados, Henry se echó a correr, persiguiéndolos hacia la fuente de luz, que en todo momento consideró un enorme proyector de 500,000 candelas de fuerzas. Repentinamente todo se volvió negro. El granjero comenzó a sentir que se le hacía difícil respirar y pasó algún tiempo antes de que sus ojos se acostumbraran a la oscuridad envolvente, interrumpida por una extraña fuente de luz en el cielo – una especie de sol rojo que arrojaba poca iluminación y ningún calor, pero lo suficiente como para mirar a su derredor y ver que estaba en otro sitio...un lugar cuyas características se asemejaban más a la de “una cantera durante una noche sin luna”. Lo peor era la multitud de ojos rojos en la oscuridad que le miraban a cierta distancia, y que correspondían a seres parecidos a los que había perseguido a través de la “luz”.
Antes de proseguir, debo aclarar que lo anterior es un poco de ficción de mi puño y letra, pero inspirado por una fuente autoritativa y muy importante: otro libro olvidado por la investigación ovni, UFO DYNAMICS: Psychiatric and Psychic Aspects of the UFO Syndrome (Rainbow Books, 1975) por el Dr. Berthold E. Schwarz.
El Dr. Schwarz había participado en la investigación de un caso ovni ocurrido cerca de McConnellsville, Pennsylvania en 1973 – el año durante el cual ni policías ni investigadores se daban abasto para responder a la cantidad de casos sobre OVNIS, seres monstruosos y manifestaciones anómalas en dos o tres estados contiguos de la unión americana. El caso de McConnellsville, estudiado y documentado por Stan Gordon, que estuvo presente para la mayoría de los eventos principales, envuelve no solo la aparición de un ovni a baja altura, sino la presencia de dos seres homínidos peludos (Bigfoot, si se quiere), un agente de la policía estatal, una familia entera de testigos, y la posesión del testigo principal (“Steven”) por una fuerza externa que le hizo rugir como una bestia y vaticinar eventos futuros – que no llegarían a producirse, dicho sea de paso, como suele ocurrir con las profecías ovnilógicas.
En UFO DYNAMICS, el doctor Schwarz describe el estado físico y mental del protagonista, y los distintos factores que pudieron haber tomado lugar durante el evento. Pero en cuanto a los dos seres peludos, hace una observación que nos importa en esto: el extraño resplandor verde de sus ojos sugería que los seres eran oriundos de cavernas muy profundas, o de un mundo o dimensión desconocida donde la iluminación es casi inexistente.
Extrapolando de esta afirmación, esta sería la realidad de donde provendrían criaturas como los enigmáticos Bigfoot de ojos luminosos, el hombre polilla (“Mothman”) y tal vez seres como el Chupacabras o Intruso Esporádico Agresivo.
Mi estampa ficticia sobre la extraña experiencia del inexistente Mike Henry también tiene un punto de contacto con la realidad: descripciones parecidas de seres peludos que entran y salen de poderosas fuentes de luz se han dado en las crónicas oficiales, la más reciente de ellas siendo el libro Hunt for the Skinwalker (NY: Pocket Books, 2005) escrito por e Dr. Colm Kelleher y el periodista George Knapp, y que describe los fenómenos paranormales que se siguen produciendo hasta el sol de hoy en el rancho Gorman del estado de Utah, EE.UU.
Dos de los investigadores que participaron en la investigación de la multiplicidad de fenómenos reportados en el rancho tuvieron una experiencia singular con lo que vendría a conocerse como “el túnel”.
El 25 de agosto de 1997, los investigadores escudriñaban los alrededores con sus cámaras infrarrojas hasta que percibieron una luz amarilla a 150 pies de distancia. Su brillantez iba en aumento, hasta que uno le dijo al otro: “Es un túnel y no tan solo una luz” (Skinwalker, p. 145).
Consternados, los investigadores trataron de no perder la calma y seguir midiendo el fenómeno, pero repentinamente se dieron cuenta de que “algo” salía del túnel de luz amarilla. “Dios mío”, dijo uno de los investigadores, “hay una criatura de color negro saliendo. Puedo verle la cabeza”, agregando poco después: “Oh, Dios...acaba de salir – ¡y no tiene rostro!”
El lector pensará a estas alturas que el libro de Kelleher y Knapp es una obra de ficción tipo Peter Straub o Steven King, pero se trata de una obra dedicada al estudio sistemático de los fenómenos que aparentemente vienen ocurriendo lugar desde hace décadas en esta propiedad de la cuenca geográfica de Uintah. Las manifestaciones de los “seres negros” y sin facciones se convertirían en una de las pruebas más contundentes sobre la interdimensionalidad del fenómeno.
Lo verdaderamente aterrador eran las dimensiones de los seres oscuros. Los investigadores, recuperados de su pavor, estimaron el peso del “intruso” en unas cuatrocientas libras (190 kg.) y su estatura se aproximaba a los seis pies (2 m.. Un olor fuerte y fétido acompañaba la manifestación.
Las investigaciones en el rancho Gorman habían sido financiadas por el millonario Bob Bigelow, y los investigadores reclutados para realizar la labor eran de excelente reputación y formación. Pero toda su experiencia en el campo de actividades científicas y tecnológicas no les había preparado para una experiencia de esta índole – ver como un enorme ser se abría paso por un agujero en la realidad, sólo para esfumarse en la oscuridad de la noche del Far West americano. Peor aún, las fotos tomadas del “túnel” solo mostraban una luz de contorno indefinido, a pesar de las decenas de miles de dólares invertidas por el grupo Bigelow en material fotográfico.
Mucho antes de que los investigadores descubriesen el insólito “túnel” a otra realidad, la familia Gorman había visto animales extraños en los predios: aves de un extraño plumaje rojo que no correspondían a ninguna especie conocida en la zona, grandes arácnidos, hienas inmunes a las balas y otras rarezas. ¿Especies arrastradas accidentalmente por el túnel desde su realidad a la nuestra, o arrojados deliberadamente para comprobar nuestras reacciones? Lo cierto es que desaparecían a los pocos días de haberse manifestado inicialmente, y en el caso de los extraños cánidos parecidos a hienas, capaces de atacar a los caballos de la granja con impunidad.
Sin embargo, años antes de estas investigaciones en el rancho Gorman, Tom Dongo, un vecino de Sedona, Arizona (EE.UU.) mejor conocida como “la capital de la Nueva Era”, había logrado fotografiar estos túneles a otros niveles de existencia – reproduciéndolas en un libro que tuvo amplia difusión en su momento. Pero lo que podía “verse” al otro lado de los túneles fotografiados por Dongo era un paisaje oceánico muy distinto al desierto que rodea a Sedona, llegando a capturar imágenes de un humanoide borroso. (Dongo, Tom y Bradshaw, Linda. Merging Dimensions: The Opening Portals of Sedona, Hummingbird Publishing, 1995)
No deja de ser interesante que Jacques Bergier, escribiendo sus libros casi tres décadas antes de estos eventos, mencionara que algunos satélites artificiales retrataran paisajes de nuestro mundo que no correspondían a la geografía que conocemos. Aunque los expertos casi seguramente descartaron las imágenes a las que se refiere el genio francés como “errores de procesamiento”, podríamos teorizar que resulta posible que el ojo electrónico llegue a ver realidades que no son aparentes para la vista humana, presa del estrecho campo visual de 6000 angstroms.
¿Y qué podemos decir de estos mundos desconocidos? El autor de las viejas pulpas de “Blade” insistía en que hablar de dimensiones era para niños, y que su protagonista se desplazaba de una “frecuencia” a otra, como si fuese el cuadrante de una radio. ¿Tendría razón, y estos mundos conviven con nosotros al igual que una estación que transmite rock existe al lado de otra de música clásica, totalmente ajenas de su existencia y la de otras emisoras? La evidencia del rancho Gorman – sin abusar lo que se entiende por “evidencia” – sugiere un mundo de vida animal, con pájaros e insectos de características tropicales, tal vez una interminable selva. Pero, ¿qué podemos decir de los mamíferos – si es que lo son – que también visitan nuestro mundo? Los seres negros y peludos con ojos fosforescentes vendrían de una realidad, dimensión o “frecuencia” muy distinta – tal vez un mundo sumido en la oscuridad total, donde las criaturas que denominamos Bigfoot, yeti, pie grande, y otros nombres libran batallas contra los hombres polilla, chupacabras, hienas por el dominio de un paisaje estéril e inhóspito. En estas cuestiones acudimos a La octava torre de John Keel, el libro de texto por excelencia acerca de las criaturas raras que nos visitan:
“Resulta más factible pensar que estos no son animales, sino distorsiones de la realidad, insertadas en nuestro espacio-tiempo por las maliciosas fuerzas del superespectro. La densidad de algunas de estas criaturas indica que no son de carne y hueso, sino que están hechas de átomos altamente condensados comparables a los del plutonio. Y al igual que el plutonio, metal radiactivo hecho por el hombre, se deterioran a una tasa sumamente veloz. El plutonio es muy pesado, y solo se requieren once libras para confeccionar una bomba atómica.
“Puesto que las masas energéticas del superespectro pueden alterar sus frecuencias y desplazarse a lo largo del espectro electromagnético, podemos suponer que también son capaces de manipular la estructura atómica para internarse a nuestra realidad, creando átomos compatibles con nuestra estructura atómica. Los antiguos dieron el nombre de transmogrificación a este proceso. Los átomos de mayor peso y más compactados, con un campo denso de electrones en sus orbitas, disipan su fuerza con rapidez. El plutonio es un elemento muy poco estable, propenso a la combustión espontánea. Imaginemos que cuando las energías del superespectro vibren hasta llegar a nuestra realidad, se trocan en átomos de vida muy corta y densidad inusual. En las primeras etapas de su creación, los seres transmogrificados son relativamente inofensivos, pero cuando comienza a producirse el deterioro, comienzan a desprender electrones y radiaciones que causar daño a los seres humanos y animales, en la misma forma que los platillos voladores hacen daño.
“Algunos monstruos permanecen en nuestro medio por varios días, y son vistos por muchos, antes de desaparecer por completo. Los animales sufren daños simbólicos durante este período, ya que los monstruos intentan reponer sus menguantes fuerzas con materia terrena de origen animal. Pero llevan las de perder, y el monstruo acaba derritiéndose, dejando poco más que un terrible olor.
“En algunos casos, aparecen OVNIS sobre los monstruos, disparando haces de luz sobre ellos. Los monstruos desaparecen, dejando tras de sí un residuo de carburo de silicio (SiC), compuesto cristalino sumamente duro que se ha recogido en numerosos sitios [en que ha habido] aterrizajes de OVNIS o manifestaciones de seres monstruosos. Se le confunde a veces con la escoria normal de una fundición. Lógicamente, es lo único que queda del proceso de transmogrificación” (Keel, The Eighth Tower, p. 101-102)
Ahora abordamos el tema con el que comienza este escrito. ¿Puede un ser humano entrar a una de estas realidades o frecuencias? En el caso del rancho Gorman descrito por Kelleher y Knapp en su libro, y si los investigadores hubiesen hecho de tripas corazón, ¿les hubiese sido posible internarse en el “túnel” para llegar al punto de origen del ser peludo sin rostro? De haberlo conseguido, ¿ hubiesen sobrevivido a la presión, temperatura o atmósfera de esa realidad? O más escalofriante aún -- ¿les hubiese sido posible volver a nuestro mundo?
Al autor Brad Steiger se le puede conferir con gran justicia el título de “decano de los escritores de lo paranormal” (¡O canciller, ya de estar!) por sus cientos de libros publicados sobre distintos aspectos del misterio, una labor que persiste hasta el día de hoy. De uno de los libros de Steiger – Strange Disappearances (NY: Lancer Books, 1972) – se desprende una narrativa sorprendente para la que no existe corroboración alguna. O aceptamos la sinceridad del testigo, y la honestidad de Steiger, o nos refugiamos en el inútil “testis unum, testis nullius” del derecho romano.
Steiger tuvo la oportunidad de mantener un intercambio epistolar con un individuo supuestamente capaz de internarse a voluntad en estos otros niveles de existencia. Al Kiessig, natural de Missouri (EUA) escribió detalladamente sobre sus experiencias con los portales dimensionales o "puntos de acceso" a otras realidades.
Pero dejemos que nos lo cuente el mismo Steiger:
“En Febrero de 1971, poco después de la aparición en la revista SAGA de una nota mía sobre los viajes en el tiempo, recibí una carta de un caballero de talento inusual cuyo nombre era Al Kiessig, cuyo don era el atravesar las “puertas” entre dimensiones. En nuestro intercambio epistolar, Kiessig compartió un sinnúmero de experiencias conmigo, y descubrí que mi corresponsal era un hombre franco y sincero. El lector, por supuesto, tendrá que juzgar la validez de sus experiencias por sí mismo”.
Kiessig informó al escritor que uno de nuestros "universos vecinos" es un entorno insonoro que carece de viento o de sol, aunque su cielo dispone de suficiente luz como para sugerir la existencia de semejante astro, y que él mismo pudo internarse en dicho mundo mientras que paseaba a su perro en Arkansas en diciembre de 1965.
“Existen dos sitios, uno en Missouri y otro en Arkansas”, reza la carta del caminante interdimensional, “en los que pude pasar a nuestro universo vecino. Es un lugar muy silencioso. Hasta se parece a nuestro mundo, pero no hay sonido, ni viento, ni sol, aunque parece que el sol está brillando. En el estado de Missouri descubrí dos campos que disponían de portales, o lo que yo llamo vórtices. No importa a donde caminara uno, siempre se regresaba al punto de partida, y si hubiese dado con el centro del vórtice, entonces hubiese salido en un lugar irreconocible a una o dos millas de la entrada. Era necesario recuperar el equilibro interno antes de poder reconocer el entorno. Cada portal es distinto, pero creo que si uno fuese capaz de reconocer estas aberturas, sería posible usar el portal en Arkansas para llegar hasta tu casa en Iowa.” (Strange Disappearances, p. 145-46)
Este mundo silencioso parecía imitar al nuestro, copiando hasta los detalles de las casas de madera descubiertas por Kiessig en su paseo. Pero el silencio, la ausencia de vida animal y de seres humanos infundían pavor. También parece haber una diferencia de tiempo considerable entre ambas dimensiones.
Kiessig pasó a mencionar una región sin nombre en las montañas Ozark desde la cual podía ver otra dimensión con claridad, y ver la manera en que sus habitantes entraban a la nuestra. Kiessig afirmó su creencia que esta otra dimensión paralela representaba "el infierno terrenal donde Jesucristo predicó por tres días antes de ascender al cielo". Según Kiessig, otras puertas dimensionales conducen "a una tierra sin vida. Otras te llevan al pasado, y otras te conducen al futuro de este mundo".
El mundo vacío visitado por Kiessig recuerda poderosamente a la “realidad anterior al comienzo del tiempo” – la realidad que existe entre los segundos del reloj, vaya – que nos presenta Stephen King en su novela “The Langoliers”. Si la experiencia del corresponsal de Steiger resultara ser verídica - ¿existen copias de nuestra realidad, mayormente inútiles, como los archivos TEMP de nuestros ordenadores? Si soltamos las riendas de nuestra imaginación, podemos conjurar una situación en la que un pobre diablo cae accidentalmente en uno de estos universos copia, creyendo todo el tiempo que está en el suyo, por sutiles que puedan ser las diferencias, hasta que una fuerza exterior venga a borrar los archivos superfluos...
0 Comments:
Post a Comment
<< Home