Monday, April 07, 2014

Inexplicables desapariciones de proyectiles



Inexplicables desapariciones de proyectiles
Por Scott Corrales (c) 2014

El 24 de marzo de 2014 comenzó con el anuncio por parte del gobierno de Malasia de que el vuelo 370 – desaparecido de los radares dos semanas antes – “había terminado en el Oceano Indico”. La declaración puso fin a las esperanzas que albergaban los familiares de los 239 pasajeros que salieron de Kuala Lumpur a Beijing la noche de 8 de marzo. También se vinieron a tierra todas las teorías que se habían erigido sobre el amplio paisaje de la ignorancia – especulaciones que fueron desde la captura del aparato por terroristas, llevado a Somalia o Yemen para servir de bombardero contra Tel Aviv o Nueva York, hasta conspiraciones que implicaban agujeros negros, llamaradas solares y los sempiternos secuestradores extraterrestres. Sólo quedaba la ira de los familiares chinos, profiriendo injurias contra el gobierno malayo.

Don Lemon, presentador de la cadena noticiosa CNN, llegó a preguntar si "resultaba absurdo pensar" que la desaparición de vuelo 370 guardaba relación con lo paranormal. "¿Resulta absurdo considerar la posibilidad de un agujero negro?", incluyendo teorías interdimensionales en su mayoría relacionadas con series de ciencia ficción como LOST y The Twilight Zone (http://www.mediaite.com/tv/cnns-don-lemon-is-it-preposterous-to-think-a-black-hole-caused-flight-370-to-go-missing/). Es posible que el presentador Lemon hacía referencia a los mini agujeros negros que sería posible crear con el gran colisionador de hadrones (LHC), que a su vez servirían para confirmar la existencia de otras dimensiones más allá de las tres o cuatro que ya conocemos. Aunque la misma página web de la CERN nos advierte: "Averiguar más sobre cualquiera de estos asuntos abriría la puerta a posibilidades que aún desconocemos". (http://home.web.cern.ch/about/physics/extra-dimensions-gravitons-and-tiny-black-holes)

De haber sucedido en aguas del Atlántico, la tragedia del vuelo 370 pasaría a formar parte de las descartadas leyendas del Triángulo de las Bermudas (cuya forma podía mutarse a la de un poliedro irregular, abarcando las costas africanas y sudamericanas, según el escritor de turno), ocupando su propio pedestal al lado de otros aviones desaparecidos, como el Globemaster, el Star Tiger, Star Ariel y claro, el Vuelo 19.

Asociar la trágica pérdida de estas vidas con lo paranormal, con fines sensacionalistas, es de mal gusto.

No obstante, hay un enigma poco recordado que tiene que ver no con aviones militares o comerciales, sino con proyectiles. Se trata del extraño lanzamiento de un misil balístico intercontinental (ICBM, por sus siglas en inglés) de la serie Minuteman.

Durante un plazo de pruebas entre el 24 de diciembre de 1973 hasta el 4 de enero de 1974, se produjo el lanzamiento de uno de estos misiles desde la californiana base Vandenberg de la fuerza aérea estadounidense. El enorme proyectil, diseñado para transportar ojivas nucleares, despegó desde su plataforma envuelto en fuego y humo, cada etapa del ingenio militar separándose de la manera prescrita. La ojiva de reentrada múltiple se separó de la tercera etapa…y desapareció. La mortífera carga termonuclear desapareció de las pantallas de los radaristas.

El lector se podrá imaginar – como nos han enseñado las películas de Hollywood – la confusión en el centro de mando, las exclamaciones de los técnicos y los exabruptos de los oficiales, y el típico general de tres estrellas al teléfono, exigiendo: “¡Conécteme con el Pentágono!”. Pero nada de esto ayudó a resolver el misterio, peor aun cuando se desarrollaba en un momento sumamente delicado de la historia, con las superpotencias casi enfrentadas durante el cese al fuego de la guerra del Yom Kippur.

Más sorprendente aún para la cúpula militar fue presenciar – tres días más tarde – la reaparición de la ojiva nuclear en sus pantallas y su caída en las aguas del campo de prueba en el Pacífico. No había duda de que se trataba del mismo aparato, con el mismo número de serie. Se barajaron teorías que recorrieron la gama desde armas antimisiles secretas de la URSS hasta el secuestro de del proyectil y ojiva – cómo no – por seres inteligentes de otro planeta interesado en vigilar nuestra carrera armamentista (recordemos también la oleada de avistamientos ovni en EE.UU. precisamente dos meses antes del incidente. Pero en este caso, los militares contaban con un testigo totalmente imparcial, uno que no se dejaba llevar por las corrientes políticas ni por teorías descabelladas. Se trataba del reloj de cesio.


Los relojes de cesio -- utilizados por el Negociado de Estándares de los EE.UU., el Pentágono y sobre todo, el Observatorio Nacional – se conocen comúnmente como “relojes atómicos” y su precisión es inigualada, producto de la empresa Hewlett-Packard. Uno de estos aparatos, colocado en la isla Kwajalein, llevaba el seguimiento de las pruebas balísticas con la precisión que se anticipaba del aparato, en plena sincronización con su homólogo guardado en los bosques de Maryland.

Sin embargo, sucedió lo imposible – o lo “imposible” según lo definido por los técnicos de Hewlett-Packard que crearon los relojes de cesio – en este momento: los militares detectaron que el reloj de cesio en Kwajalein estaba rezagado por tres décimas de milisegundo, un retraso que duró desde el 23 de noviembre de 1973 al 21 de diciembre de 1973, cuando ambos relojes, separados por miles de kilómetros, coincidieron de nuevo, recuperando el compás del vals cronométrico que caracterizaba sus respectivas vidas.

Pero los científicos seguían extrañados. Ambos cronómetros estaban localizados debajo de la superficie de la tierra, y el evento parecía sugerir que el tiempo en la superficie del planeta era distinta, de algún modo, del transcurso del tiempo bajo su superficie. Era como si el planeta experimentara dos “tiempos” distintos, manteniéndose en sincronía por tres días antes de que el “rezago en el tiempo” saltara a 1.1 milisegundos el 24 de diciembre de 1973 y a 1.2 milisegundos el 26 de diciembre de ese año, regresando a 1.1 el 4 de enero de 1974. No se observaron rezagos posteriores a esta fecha.


La investigación sobre el proyectil errante comprobó que el ICBM había desaparecido justo al producirse el rezago en el tiempo observado por el reloj de cesio. Algunos investigadores de lo paranormal en esta época, cuarenta años atrás, se atrevieron a sugerir que cuando se producía semejante rezago (“time lag” en inglés), cualquier objeto atrapado en su estela desaparecía para siempre. En otras palabras, se producía un cambio de dimensiones, concepto estrafalario en aquel momento, pero no tanto ahora con los conocimientos que se han ganado sobre física cuántica desde entonces.
Es posible que la aviación se haya visto afectada por este fenómeno mucho antes del 1973. Durante la 2da guerra mundial, cuando los pilotos británicos luchaban contra la Luftwaffe sobre el Canal de la Mancha, los aviadores que sobrevivieron a estas “peleas de perros” regresaban a sus bases en Kent y Anglia del Este con historias sobre aviones fantasma en los cielos – antiguos biplanos SE-5 utilizados durante la 1ra guerra por la aviación británica, canadiense y estadounidense. Lejos de tratarse de antiguallas, los biplanos cubiertos de lona parecían recién salidos de la fábrica, listos para unirse a la lucha contra los flamantes Messerschmitt B110 del Reich. Lo más probable es que – al igual que los ángeles de Mons durante la Gran Guerra – los biplanos fantasma representaban una forma romántica de dar ánimo a los combatientes, leyendas de combate circuladas durante un momento crítico de la historia mundial. Pero, con los conocimientos que tenemos ahora, ¿pudo haberse tratado de un escuadrón transportado por un instante al futuro, consecuencia de un rezago en el tiempo? Tristemente no tenemos datos de pilotos de la Gran Guerra afirmando haberse encontrado con aviones futuristas, y tampoco existían relojes de cesio en aquel entonces para comprobar cualquier anomalía. Tales encuentros quedan relegados a la leyenda y el misticismo.
Me tomo la libertad de reproducir otro dato curioso de uno de mis artículos anterior (Alas Negras: Los aviones del misterio, 2006):

El 8 de enero de 2006, un periódico electrónico en ingles titulado The Epoch Times – publicado en la república china – dio parte sobre un incidente sumamente curioso. Sin precisar fechas ni ubicaciones, la noticia informaba que seis pilotos del “Equipo Aerobático” de la fuerza aérea china habían sido testigos de una gran formación de aeronaves no identificadas que se abalanzaban contra ellos a alta velocidad, casi resultando en un choque en el aire, de no haber sido por los buenos reflejos de los pilotos involucrados. Uno de los pilotos aerobátas de mayor antigüedad, de nombre Feng Yi, con más de 3000 horas de vuelo a su nombre, abordó la alucinante experiencia que tuvo su grupo sobre el Mar de Bohai durante un programa de televisión.

Una vez que los pilotos chinos alcanzaron una altura de 21.000 pies en sus interceptores MiG, tuvieron que enfrentar una gran formación de aparatos que se dirigían justo a ellos desde el sudeste. Esta situación – altamente irregular – fue dada a conocer a los controladores de tránsito aéreo (no se especifica en qué ciudad), pero estos advirtieron que no podían confirmar la presencia de ningún otro aparato en los cielos aparte del escuadrón de aeróbatas.

No obstante, los seis pilotos estuvieron de acuerdo en que habían visto la masa de aviones que los obligó a tomar evasivas. El detalle de alta extrañeza en este encuentro, sin embargo, reside en el hecho de que los aviones intrusos “representaban aviones de distintos países y distintas épocas históricas; las formaciones incluían tanto aviones de hélice como de reacción a chorro”.

The Epoch Times propone la teoría de que los pilotos aeróbatas sufrieron una alucinación colectiva, o tal vez algo más inverosímil: que algún campo magnético con las mismas propiedades que una de nuestras videocaseteras estaba en operación, duplicando escenas de otros tiempos. Se barajaron otras posibilidades, inclusive que los aviones eran una “escena de otra dimensión o de otra época” que estaba siendo transmitida a los aviadores.

El autor Larry Fawcett en su libro Clear Intent menciona un incidente anterior al de Diciembre del ’73 que también resulta curioso. Involucra nuevamente un ICBM Minuteman de la Fuerza Aérea (USAF) encaminado al campo de pruebas de Kwajalein. De la nada, aparece un objeto volador no identificado cuyas medidas se estiman en 10 pies de largo (3.4 metros) de largo. La detección del intruso, que seguía de cerca la ojiva del misil, fue confirmada por dos radares distintos, que también percibieron tres objetos parecidos en la zona. El dictamen no apuntaba al largo brazo de los marcianos sino “la probabilidad de que se trataba de un vehículo soviético de tecnología avanzada, midiendo la reacción de los EE.UU. a tal tecnología.”

A veces resulta tan atrevido sugerir la existencia de tecnología puntera de tal magnitud, pero recordando que los “proyectos negros” están a la vanguardia de los “proyectos blancos”, siempre existe cierto espacio libre para reflexionar. A mediados de los ’70 comenzaba a hablarse de las armas electromagnéticas y escalares con la construcción de la instalación Tora en el campo de pruebas Sharyshagan de la URSS. Los servicios de inteligencia occidentales consideraban que se trataba de alguna especie de “instalación de energía dirigida” relacionada con la investigación sobre armamento escalar. Se hizo mención de un artículo en la revista sovética “International Live” sobre la guerra meteorológica, la desviación de la naturaleza de los relámpagos (incrementando su capacidad y dirigiéndolos contra objetivos concretos) y otros experimentos.

En febrero de 1975, el buque inglés Carmania de la línea Cunard observó en aguas del caribe una luz circular resplandeciente que se elevó a veinte grados sobre el horizonte, dejando una estela parecida a la de un cometa antes de desaparecer. El fenómeno se repitió cuatro veces la noche del 16 de ese mes, llevando a los analistas a concluir que se trataba de “una prueba de armas escalares soviéticas, tal vez un dispositivo montado en buque”.



Por ironías de la vida, el Carmania fue adquirido posteriormente por la Black Sea Shipping Company, basada en la URSS y rebautizado SS Leonid Sobinov. La fama no quiso dejar en paz a la nave que presenció el singular evento en altamar: en 1979, Liliana Glasinskaya, de 18 años, saltó de la nave en el australiano puerto de Sydney vistiendo poco más que un bikini rojo, exigiendo asilo político. El Glasgow Herald con fecha del 13 de mayo de 1969 anunció también que el Carmania chocó en Gibraltar contra un carguero soviético – el Frunze – de cuatro mil toneladas. Su destino parecía estar entrelazado con el oso ruso.

Los “kremlinologos” occidentales se quedaron perplejos en junio de 1975 cuando el primer ministro Leonid Brezhnev hizo un llamado a las naciones del mundo para frenar “el desarrollo de nuevas armas de destrucción masiva”. Su discurso de 50 minutos de duración advertía contra el grave peligro que representaba “el desarrollo de armas aún más terribles que las nucleares” – advertencia que reiteraría a un grupo de senadores estadounidenses que visitaron Moscú al mes siguiente, pero que “no sabían de lo que hablaba.” Dos meses tras el discurso, Boris Ponomarev, jefe del departamento internacional de comité central, repetiría la misma advertencia a otra delegación de occidentales. ¿Sería que los militares soviéticos se asustaron del éxito de sus propias pruebas?

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