Wednesday, January 25, 2017

Ambas caras de la moneda: OVNIS y lo paranormal



Ambas Caras de la Moneda: OVNIS y lo paranormal
Por Scott Corrales (2017)

Cuando se me ha preguntado, ¿por qué le das tanto énfasis a los casos ovnis y paranormales de los años que corren entre 1970 y 1979? Siempre respondo que se trata de la época en que la investigación logró escaparse de la camisa de fuerza impuesta por la hipótesis extraterrestre, los pernos y tuercas de siempre, el afán de buscar algo más allá de los confines de nuestro mundo para compartir nuestras penas (ahora nos conformamos con microbios en Marte o Titán). En la década de los ’80 comenzó a sentirse la merma mundial en casos OVNI e interés por el fenómeno, y no sería hasta los ’90 que volvería a sentirse dicho interés, aunque motivado por las “alucinantes revelaciones” sobre bases secretas en Dulce, Nuevo México, EBEs, John Lazar, “Valdemar Valerian” y un tropel de personajes que no vale la pena recordar. Si le agregamos a esto la obsesión mundial por el fenómeno de las abducciones, y el auge del movimiento escéptico, el estudio ovni – originalmente cultivado por unos pocos y con intercambios que se hacían en privado, y con poquísimas funciones públicas – pasó a convertirse en un circo de tres pistas, o en otros casos, una ‘tierra de nadie’ calcinada por guerras internecinas.

Pronunciándose sobre la ovnilogía noventera, impulsada por el nacimiento de Internet, la red mundial y los correos electrónicos, la investigadora Jenny Randles llegó a afirmar en un momento que lo mejor era declarar una suspensión de los congresos y publicaciones ovni/paranormales hasta que fuese posible absorber toda la información generada por el frenesí informático. Sugerencia encomiable, pero imposible de implementar, al carecer de un cuerpo centralizado capaz de imponerse sobre los que participan en campo. Me atrevo a sugerir que lo mismo puede decirse sobre los ’70 – nunca llegamos a absorber ni difundir toda la información generada, y por eso conviene hacerlo a estas alturas, al grado que nos lo permita el tiempo, y para contribuir al acervo informativo sobre el tema.

Una de las diferencias más marcadas entre la época actual y aquella lejana década ha sido el intento marcado de desligar el interés por los OVNIS y su estudio de otros fenómenos que suelen darse en su proximidad (seres extraños, fenómenos poltergeist o religiosos) con miras a “depurarlo” y atraer la atención de la ciencia oficial, como el hombre calvo que se compra un peluquín para llamar la atención de una mujer que aun así y todo no está interesada en sus atenciones.

Tomemos, por ejemplo, un caso de los ’70 sobre el que se ha escrito poco o nada en castellano.

El 27 de septiembre de 1973, dos niñas en el condado de Westmoreland, Pennsylvania (EEUU) se toparon con un ser peludo y gris cuya estatura superaba los dos metros, portando lo que parecía ser una esfera de luz en sus manos. Ambas corrieron a toda velocidad hacia su hogar, contándole lo sucedido a su padre entre lágrimas. Este salió a investigar, puesto que incidente había sucedido en sus predios, y pensaba que tal vez algún “hippie” de la época anda por ahí haciendo de las suyas. El hombre se internó en la arboleda, y según el testimonio de sus hijas, no regresó por más de una hora. Los investigadores que se interesaron en el encuentro descubrieron, al preguntarle, que el hombre no estaba interesado en hablar sobre el asunto. “Hay cosas sobre las que es preferible guardar silencio,” declaró.

Un mes más tarde (concretamente el 25 de octubre de 1973 - mes clave en el año de los humanoides, como se le llegó a conocer), un hombre identificado tan solo como Steven Palmer (seudónimo) conducía su camioneta con destino a la granja de su padre cerca de Uniontown, condado de Fayette, Pennsylvania, cuando llegó a ver una luz anaranjada en el cielo que descendía lentamente en un campo cercano. Steven detuvo su camioneta, tomó su rifle calibre .30-06, y se dirigió al sitio con los amigos que le acompañaban. Los tres presenciaron el aterrizaje del objeto, cuyas dimensiones eran superiores a los treinta metros de diámetro (“tan grande como una casa”) y de color totalmente blanco. Una vez en tierra, el objeto se mantuvo inmóvil, emitiendo un zumbido de baja intensidad a la vez que alumbraba los alrededores con su luz. Poco después, los testigos observarían la presencia de dos criaturas de gran tamaño – una de tres metros de estatura y la otra más baja, posiblemente de dos metros. Ambos gigantes iban cubiertos de pelambre gris oscuro y con brazos que casi llegaban al suelo. Emitían un sonido que Steven describiría como “el llanto de un bebé” y un olor nauseabundo.

Los compañeros del testigo decidieron emprender la huida hacia la camioneta, pero Steven, preso del terror, hizo un disparo al aire con su rifle. Las criaturas se dieron la vuelta y comenzaron a caminar hacia él, acción que resultó en disparos adicionales de la .30-06.

“La mayor de las dos criaturas emitió un gemido. Alzó la mano y tanto el resplandor como el zumbido que emitía el objeto cesaron,” según el testigo, cuyo miedo le hizo correr, acto seguido, a la seguridad de su camioneta, donde le esperaban sus amigos. Arrancó y se alejó del lugar, notando que el objeto en tierra producía cierta interferencia con los faros del vehículo. Durante investigaciones posteriores realizadas por Stan Gordon y el Westmoreland County UFO Research Group (WCUFORG) en aquel momento, la criatura hirsuta había levantado la mano para interceptar una de las balas, en este caso una trazadora, y que la “nave” no había disminuido sus propiedades, sino que había desaparecido del todo.

Hasta aquí tenemos un caso espeluznante que cae entre la investigación ovni, que lo rechaza por los seres peludos, a pesar de la presencia de propiedades que lo colocan entre los encuentros del primero, segundo y tercer tipos según la escala de Hynek. Los investigadores del fenómeno Piegrande lo rechazan por la presencia del OVNI, ya que esto choca con la percepción de estos seres como homínidos descendidos del hombre de Java o el gigantopiteco.

Y… ¿qué sucede entonces cuando descubrimos que el caso también contiene un ingrediente paranormal?

Los investigadores del grupo WCUFORG llegaron al lugar de los hechos a la una de la madrugada con la intención de entrevistar al testigo y recobrar evidencia física sobre el extraño aparato y los seres peludos. El testigo Steven y su padre, el Sr. Palmer, estaban parados al lado de la camioneta, no lejos de la casa de la granja. Los investigadores escucharon los gritos de ambos hombres, diciéndoles que una “luz blanca brillante” había iluminado la casa “como si fuese de día” por algunos segundos. A las dos de la madrugada, un toro en la propiedad comenzó a comportarse de forma extraña, así como lo hizo el perro de Steven, que fijaba su atención en la arboleda.

De repente, Steven comenzó a frotarse el rostro y la cabeza con las manos. Los otros le preguntaron si se sentía bien, pero no hubo respuesta. Comenzó entonces a zarandearse, obligando a los otros hombres presentes a sostenerlo. Durante todo este tiempo, los investigadores mantuvieron sus grabadoras encendidas, lo que les permitiría capturar lo que sucedería acto seguido: Steven comenzó a gruñir, emitiendo rugidos sonoros propios de una bestia y sacudiéndose a los que sujetaban de encima, tirándolos a tierra. El perro comenzó a ladrar ferozmente contra su dueño, dispuesto a atacarlo. Steve, poseído por una fuerza desconocida, se abalanzó sobre el animal, persiguiéndolo por el prado. Las grabadoras capturaron con fidelidad los gemidos del aterrado can.

El Sr. Palmer padre comenzó a dar voces, llamando a su hijo, quien repuso con otro gruñido sonoro. Los investigadores del WCUFORG estaban inmóviles, mirando incrédulamente al hombre que corría por el prado como un salvaje, sacudiendo los brazos y emitiendo gruñidos aterradores. Uno de los investigadores exclamó que también se sentía mareado y a punto de desplomarse, incapaz de respirar correctamente. Steven repentinamente cayó cara a suelo, como si la macabra fuerza que le poseía se hubiese extinguido. Todos los presentes se dieron cuenta del olor a huevos podridos – ácido sulfhídrico – que invadía la templada noche. Steven trataba de hablar, advirtiéndoles que aún persistía algo en la zona y que era necesario escapar inmediatamente.

Una vez fuera del prado, los investigadores vieron que las manos de Steven estaban apretadas “como las garras de un felino” y que le resultaba imposible mover sus dedos ni separarlos. Pero esto no le impidió describir a los presentes su vivencia durante el extraño y aterrador trance al que se había visto sometido por fuerzas desconocidas.
El joven afirmó haber presenciado una figura humanoide vestida de negro, con sombrero y una guadaña en las manos, diciéndole que si “la humanidad no enderezaba su camino” el mundo tocaría a su fin. Escenas de un mundo en llamas agregaba angustia a la amenaza proferida por la figura desconocida.

Tres décadas más tarde, el investigador Gordon afirmaría lo siguiente en un libro dedicado a los ovnis en Pennsylvania: “Lo que habíamos observado era alucinante y revelador. Hicimos lo posible por clasificar los eventos de aquella noche, que nos hizo tomar conciencia de que nos enfrentábamos a lo desconocido. Los sonidos, olores, reacciones humanas y animales no eran un invento – eran reales, y estaban plasmadas en dos grabadoras distintas.” (Gordon, Stan. Silent Invasion: The Pennsylvania UFO-Bigfoot Casebook).

El evento de aquella noche en el condado de Fayette tampoco terminaría con eso. Steven, muy a su pesar, comenzó a desarrollar facultades psíquicas que le permitieron ver a los muertos, predecir eventos futuros, como el estrellamiento de un avión de pasajeros, y también desarrollar una sorprendente relación con las aves silvestres. Entre las secuelas más inverosímiles de su extraño caso figuró la visita de dos personajes extraños – militares que le interrogaron a fondo sobre su caso – y que procedieron a mostrarle fotografías de seres peludos tipo “Bigfoot” tomadas en distintas partes de los Estados Unidos. Una de las fotos, según Steven, mostraba claramente uno de estos yetis trepando una verja con un cerdo debajo del brazo.

Posteriormente se llegó a saber que otra granja en el condado de Fayette también había sido visitada por una luz extraña aquella noche, a eso de las 21:00 horas. Las vacas de la lechería comenzaron a hacer ruidos extraños que los propietarios jamás habían escuchado antes. Detectaron la presencia de un olor desagradable y desconocido que obligaba a las vacas a evitar el pastizal superior.
La relación entre los ovnis y lo paranormal tampoco estaba circunscrita al este de los Estados Unidos.

En febrero de 1976, los hermanos Jason y Jeffrey Ownbey descubrieron la huella de una “criatura” de cinco dedos y de 40 centímetros de largo en un charco fangoso de Underwood Mountain Road en el condado de Trinity, California, cerca de la carretera 299. Días antes, la joven Wendy Allen pasó un susto tremendo al salir de su cabaña y ver dos objetos ovalados de color blanco azulado suspendidos sobre su vehículo. Los objetos se mantenían estacionarios, “como dos grandes ojos que me miraban”, según Allen, quien posteriormente afirmaría haberse sentido entumecida por un espacio de tiempo prolongado tras el avistamiento. Sin pensarlo dos veces, Wendy comunicó el caso al inspector de incendios forestales del servicio forestal estadounidense. “Se nos ha ordenado llevar un registro de todos los avistamientos ovni,” declaró el inspector Sylvester McCoy a la prensa, “desde que aquel fulano Walton afirmó haber sido secuestrado por uno de ellos”.

No todos los casos de “alta extrañeza” tienen un final feliz, como uno que nos llega desde Turquía, donde la policía de dicho país encontró el cadáver de Ahmed Bey retorcido sobre una vía férrea la noche del 14 de mayo de 1964 en las afueras de Koyulhisar, agradable ciudad en un verde valle de la antigua Anatolia. Alguien había golpeado la víctima hasta dejarlo muerto.
La mujer del difunto había dado parte a las autoridades, que no sabían qué hacer con el relato. El matrimonio Bey estaba conduciendo su auto en el camino paralelo a los rieles del tren, cuando “un disco girante del tamaño de una casa” apareció repentinamente en el cielo, dirigiéndose hacia el vehículo. El objeto parecía experimentar desperfectos, ya que se tambaleaba como un trompo, y acabó por chocar y estallar en un mar de llamas. Antes de eso, declaró la viuda, el objeto había dejado caer a “un enorme ser peludo” que corrió a toda velocidad hacia el automóvil de los Bey. El marido saltó del vehículo, cuchillo en mano, para defender a su esposa de la fiera. El animal sencillamente alzó al hombre al aire, lo aplastó, y tiró sus restos sobre la vía antes de internarse en la densa vegetación del valle. Las autoridades se encogieron de hombros, declarando que Ahmed Bey había sido víctima de una paliza por un asaltante desconocido.

El investigador Brad Steiger afirma en uno de sus libros (Aliens Among Us) que una de las grandes fallas de la sociedad moderna es su negativa a informar al ciudadano medio que su vida está rodeada por una realidad alternativa. Los sistemas educativos, afirma, han hecho caso omiso de la experiencia mística individual que aguarda a la persona capaz de pasar a un estado alterado de conciencia, ya sea mediante el uso de fármacos o el ingreso accidental en “zonas tenebrosas” en las que se activan fuerzas que son parte integral de nuestro planeta y no de procedencia extraterrestre.

Cabe preguntar, ¿serán los seres peludos y los “vehículos” que apartemente les transportan, o que les sirven de portal, prueba del planteamiento de Steiger? ¿Son, como opinaba Jacques Bergier en su momento, creaciones de una mente inconcebiblemente superior que los enfrenta a los humanos para ver cómo reaccionamos? Sería una mente cruel, a juzgar por el caso de Ahmed Bey, que perdió la vida en las garras de una de estas manifestaciones. Esto nos lleva al planteamiento final de otra de las grandes voces de los ’70, John Keel, quien afirmaba que cualquier inteligencia superior no necesariamente debe estar cuerda. ¿Estamos a la merced de Azatoth, el caos ciego que se oculta tras las estrellas?

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