Cuentame Una de Mutantes: Experimentos Anomalos en USA
CUENTAME UNA DE MUTANTES: EXPERIMENTOS ANOMALOS EN USA
Por Scott Corrales
© 2005
Una de las películas más sobrecogedoras del cine de horror lo es sin duda Island of the Lost Souls (la isla de las almas perdidas), protagonizada por el primer actor Charles Laughton y dirigida por Earle Kenton en 1932. Esta adaptación de la célebre Isla del Dr. Moreau de H.G. Wells nos presenta a un científico desquiciado que intenta convertir bestias en hombres mediante horripilantes prácticas de vivisección y crueles prácticas médicas. Este intento por “superar la labor del Creador” resulta en patéticas figuras semihumanas plasmadas en celuloide por los mejores maquillistas de efectos especiales de la época. El espanto de esta isla maldita inspiraría a otro director casi cuarenta años después a revisitar el tema en The Island of Dr. Moreau (1977) con Burt Lancaster como el científico que intenta convertir animales en humanos mediante manipulación genética. Posteriormente se rodaría una versión más con el fallecido Marlon Brando en el papel de Moreau.
De cierto modo, resulta fácil entender esta fascinación por los humanoides animalescos. Las tradiciones antiguas de casi todas las culturas recogen relatos de seres quiméricos – hombres alados, criaturas con los atributos de distintos animales – y estatuas al estilo egipcio, como la de Anubis, la deidad plasmada como hombre-chacal, o la diosa Thoeris como mujer-hipopótamo...alegoría explotada por el macabro H.P. Lovecraft en su relatos The Walls of Eryx, en la que los decadentes egipcios comenzaron a crear momias compuestas de elementos animales y humanos que vagaban en la oscuridad de sus tumbas. Algunos autores como Robert Mooney han llegado a pensar que esta obsesión por las quimeras se debe a que – en algún momento olvidado de nuestra historia – efectivamente existieron tales aberraciones: “Nuestras mitologías”, escribe Mooney en su libro Gods of Air and Darkness (NY: Fawcett, 1976, p.94), “están pobladas por numerosos monstruos extraños: ogros e infrahumanos peludos, gente con cuernos, satiros con pies de cabra, hombres-lobo y vampiros. Aunque resulta difícil rastrear el origen de estas leyendas, muchas de ellas parecen emanar de un punto específico en la historia, del mismo modo en que todas las religiones del mundo aparecen haber surgido a la vez. ¿Será que todos estos monstruos, tanto humanos como animales, fueron de hecho víctimas una exposición masiva a la radiación? ¿Mutaciones de un encuentro demasiado cercano con los motores atómicos de una nave espacial?”
Aunque otros pensadores posteriores, como Doug Elwell, han considerado que todas las abominaciones de las que conservamos recuerdos en nuestras leyendas están estrechamente relacionados con la tradición bíblica de la creación de Adán y Eva por aquel primer gran manipulador genético, Yahvé. Adán y Eva habrían sido los sustitutos perfectos de los experimentos anteriores que merodeaban la tierra. En los primeros años del siglo XXI, cuando el menos interesado de nosotros ha oído hablar del genoma humano, la cirugía genética, la reproducción in vitro y otros milagros de la ciencia actual, la tentación de seguir los pasos del Dr. Moreau se ha hecho bastante obvia. En la década de los ’70 aparecían fotos de “plantimales” (fusiones entre células animales y vegetales, como la del tabaco) en las principales revistas del momento, como Scientific American y National Geographic. En la siguiente década se hablaba de bacterias diseñadas por encargo capaces de devorar el petróleo derramado por accidentes en alta mar. Ahora hablamos de “hupigs” (abreviación de cerdos humanos, en inglés, criados con genes humanos para minimizar el peligro del rechazo durante transplantes de organos animales a seres humanos, en este caso, valvulas cardiacas) y otras quimeras como si fuese lo más natural del mundo.
En el 2003, científicos chinos de la Segunda Universidad Médica de Shanghai consiguieron fusionar con éxito células humanas a óvulos de conejo. Estos embriones fueron—supuestamente—las primeras quimeras humanas / animales creadas exitosamente. Los científicos permitieron que las células se desarrollaran en una escudilla de laboratorio durante varios días antes de destruir los embriones para cosechar las células madre. Para no quedarse a la zaga de los asiáticos, investigadores de la famosa clínica Mayo en Minnesota (USA) crearon en el 2004 cerdos en cuyas venas fluía sangre humana. Ahora, personal científico de la Universidad de Stanford en California ha sugerido la posibilidad de crear ratones con cerebros humanos. Según los estudiosos, mientras más humano sea el animal, más apto será para someterlo a pruebas con medicamentos, o posiblemente usarlo para cosechar “refacciones” tales como hígados y riñones, a ser trasplantados posteriormente a seres humanos.
Pero, ¿existe un lado oscuro a todo esto que nos es totalmente desconocido?
Mutantes, científicos y ovnis
Cuando se plantea el problema que representan las distintas descripciones de seres extraños que se han visto en relación con el fenómeno OVNI en las últimas cinco décadas, se ha dicho que semejantes variaciones del fenotipo pueden corresponder a una adaptación lógica a ambientes distintos: seres arbóreos capaces de subsitir en los bosques y selvas de nuestro mundo, seres reptilescos para las zonas pantanosas, etc. Estas fusiones serían el fruto de experimentos con criaturas terrestres, posibilidad sugerida por el autor C.D.B. Bryan en su libro Close Encounters of the Fourth Kind: UFOs, Abductions, and the Conference at MIT, texto que describe las supuestas experiencias de una abducida que supuestamente pudo ver – a bordo de una nave espacial o en otro planeta – una jaula hecha de malla que contenía varios potros. La secuestrada, totalmente atónita, se fijó en que los caballos se distinguían por una característica muy particular. En vez de pezuñas, los potros de cuatro o cinco meses de edad disponían de pies con dedos acolchados, como los caballos prehistóricos. Al preguntarle a los no humanos el motivo de esto, le contestaron sencillamente que los animales habían sido “transformados”. Esta misma persona afirmó haber visto – durante otra experiencia de secuestro – una manada de vacas con apéndices tubulares de tamaño considerable que les salían de los costados. Si podemos confiar en el testimonio de una persona que se ha visto sujeta a un trauma de la magnitud de un encuentro con criaturas no terrestres, ¿representará esto un intento por adaptar animales terrestres al entorno de mundos totalmente desconocidos?
En 1993, la revista rusa AURA-Z publicó los experimentos de un doctor Moreau de carne y hueso: el medico chino Tsian Kanchen, encarcelado durante la “revolución cultural” del regimen maoista y que logro fugarse a la antigua URSS en 1971, obteniendo la ciudadanía rusa en 1989. Las labores investigativas de Kanchen se concentraban en torno a los campos bioelectromagnéticos y su relación con los distintos componentes de los organismos vivientes, llegando a descubrir que dichos campos de energía formaban parte del ADN, siendo este el componente pasivo, mientras que el campo bioelectromagnético representaba el activo. Kanchen descubrió que la información genética podia copiarse y proyectarse sobre el ADN, que funciona casi como una cinta magnetofónica, y que como cualquier cinta, puede ser sobreescribirse.
Kanchen diseñó entonces un dispositivo que permite el escaneo y copiado del ADN de un organismo determinado sobre el de otro. Sus experimentos con semillas de trigo y maíz resultaron en una planta parecido al trigo cuyas características fueron heredadas por su descendencia. Los campos bioelectromagnéticos de los cacahuetes, proyecados sobre las semillas de girasol, resultaron en mutaciones extraordianarias. Las pipas adquirieron forma de cacahuete y un sabor muy parecido.
Pero algunos de los logros más inquietantes del doctor Kanchen – los que inciden con el tema de este trabajo – estuvieron relacionados con los seres vivos. Quinientos huevos de gallina sometidos al campo bioelecromagnético de un pato resultaron en 480 crías palmípedas con cabezas achatadas, cuellos alargados y las características generales de un pato. La proyección del campo bioelectromagnético de una cabra, al proyectarse sobre una coneja encinta, resultó en conejitos con cabeza de camello y enormes dientes curvos. Las fotos que acompañan el texto aparecido en AURA-Z nos presentan al doctor Kanchen, muy satisfecho con los resultados de sus experimentos, y las aberraciones con las características descritas anteriormente.
Con la disolución de la URSS en 1991 nos es difícil imaginar el grado en que haya podido progresar esta tecnología en los pasados catorce años. El paradero del científico se desconoce. ¿Habrá ido a parar en algún laboratorio militar en los desiertos de su país natal, esa China con visos de superpotencia de la que resulta imposible obtener respuestas? ¿O en algún lujoso laboratorio industrial o militar en Estados Unidos o Europa?
Los mutantes del polígono de tiro Aberdeen
Para los que realizan el trayecto por carretera entre la zona metropolitana de Nueva York y Washington, D.C. podrá sorprenderles ver en plena carretera un letrero que dice “Aberdeen Proving Grounds” – uno de los mayores poligonos de tiro del ejército estadounidense en una de las regiones más densamente pobladas del país, donde se someten a prueba todo tipo de implemento bélico, desde proyectiles hasta carros de combate. Según algunos, en Aberdeen se realizan otras pruebas menos explosivas, pero más terribles.
Entre 1973 y 1976, la región del estado de Maryland entre las concentraciones urbanas de Baltimore y Washington D.C. experimentaron una racha de avistamientos de “grandes monstruos peludos” que a pesar de su hirsutez y tamaño no tenían nada que ver con el célebre Bigfoot o Pie Grande de la costa del Pacífico. Estas violentas criaturas merodeaban el entorno suburbanita de White Marsh (donde ahora existe un importante centro comercial), atemorizando a los vecinos y desafiando a los agentes del orden público que no sólo las vieron, sino que dedicaron gran parte de su tiempo libre a perseguirlas. Para estos policías municipales y estatales, las criaturas de ojos verdes fosforescentes y gritos ensordecedores no eran fruto de ningún azar evolutivo, sino de la mano del hombre. En un incidente ya legendario, uno de estos seres se dedicó a lanzar grandes barriles llenos de productos líquidos contra los policías que se habían personado al patio de un almacén en el que merodeaba el intruso.
El sargento George Brooks del cuartel del condado de Essex recordó un caso de 1976 en el que una vecina de Harewood Park se comunicó con las autoridades después de haber visto un ente simiesco de 2 metros de estatura corriendo por el patio de su casa. El sargento Brooks quedó atónito al llegar al lugar de los hechos para descubrir que el perro pastor alemán de la señora – un animal de noventa libras de peso – había sido desgarrado a la mitad por “algo” de fuerza descomunal. El policía afirmó haber encontrado huellas de pisadas y haber escuchado un grito ensordecedor que provenía desde la arboleda cercana. “Cuando llegamos al lugar encontramos las huellas y hallamos fibras de pelo cuando aquella cosa atravesó una alambrada de púas. Escuchamos sus gritos, podimos oler su hedor a azufre, vimos sus huellas, pero nunca pudimos verla. Pensamos que pudo haber nadado desde el Arsenal Edgewood (el antiguo nombre del polígono de Aberdeen) y que pudo haberse tratado de alguna especie de mutación genética. Los militares estaban muy interesados en el caso, pero jamás nos llevamos bien con ellos, si enteniende lo que le quiero decir”. (Entrevista con Mark Opsasnick, revista Strange No.3, p. 65).
En junio de 1976, Clive Miller, otro vecino de Harewood, manifestó que docenas de soldados provenientes del polígono de Aberdeen se habían internado en uno de los pantanos circundantes para salir con alguna especie de enorme animal muerto embutido en una bolsa de lona. La aparente captura del ente no puso fin a las manifestaciones de otras criaturas, que se prolongaron por varios años despues.
Tanto los elementos de la policía como los investigadores de lo paranormal comenzaron a recibir testimonios de pescadores y marineros que frecuentaban las aguas del golfo de Chesapeake cerca de la salida al mar del polígono de tiro Aberdeen. Los testimonios hacían mención de experimentos sumamente extraños que estaban tomando lugar en la isla Poole, un centro de investigaciones adosado al polígono. Tom Sobotka, el más visible de estos pescadores, hizo la siguiente declaración al prestigioso diario Washington Post (17 Octubre 1976): “Hay muchas cosas que están sucediendo en Edgewood que no conocemos: experimentos y mutaciones. Ellos lo mantienen todo en secreto, pero hallaron un orangután muerto cerca de las vías férreas hace dos meses. Un guardia me dijo que en la sección que tienen ahí hay cosas increibles, como experimentos con humanos...”
El pescador agregó que era facil encontrar mutaciones en las aguas que rodeaban la isla Poole, como “un pez con patas de ciervo” (por inverosímil que pueda sonar). Pero existía un hecho comprobado, y es que la isla había sido vedada a la población
civil. La investigación pudo establecer la existencia de cantidades considerables de agentes teratogenicos como percloretileno, tri-iso-propilo fosfato y otros en la región, liberados accidentalmente o a propósito en el perímetro del polígono de tiro. La posibilidad de experimentos con hibridos de simios y humanos no fue desechada por los investigadores, cuyos expedientes mencionan al menos un caso de cruce simio/humano que fue detenido al último momento.
Mientras que los ciudadanos y policías del estado de Maryland lidiaban con la invasión de seres extraños, al otro lado del continente, en California, se desarrollaba un escenario no menos alucinante...
En la oscuridad del desierto
De no ser por la férrea disciplina militar a la que estaban acostumbrados, los centinelas de base aérea Edwards seguramente hubieran abandonado sus puestos al ver los inquietantes ojos luminosos que se movían silenciosamente en la oscuridad del desierto del Mojave.
Los agentes de la oficina de investigaciones especiales, mejor conocida por sus siglas OSI, habían tomado cartas en el asunto cuando en el mes de mayo de 1974 uno de los centinelas que patrullaba la zona restringida conocida como “proyecto Logic”. El soldado había solicitado refuerzos desesperadamente por la radio a la misma vez que disparaba ráfagas contra un intruso desconocido. Al llegar a la zona de la base que ocupaba el “proyecto Logic”, una patrulla había descubierto que el vehículo del centinela estaba volcado y que el soldado se hallaba en un estado de incoherencia y
confusión tras de haber vaciado todas las balas de su subfusil. Aunque la USAF jamás incluyó un informe sobre el asunto, se dijo posteriormente que el centinela acabó hospitalizado y posteriormente fue transferido a una base en otro país.
Según las pesquisas de la fallecida investigadora B.Ann Slate, tres guardias distintos en la base Mojave tuvieron encuentros cercanos con seres simiescos de ojos azules fosforescentes que se acercaban a las instalaciones más restringidas de la base, tal como la estación MARS, que controlaba las comunicaciones con bases militares a la vuelta del mundo. Las enormes y malolientes siluetas se desplazaban con rapidez pasmosa en la oscuridad, dejando extrañas huellas en la dura arena del desierto. Llegó a decirse que la causa de todos estos incidentes eran burros silvestres que se acercaban a las instalaciones por pura casualidad, pero el personal destacado en el perimetro de la base no comulgaba con ruedas de molino, entre ellos el sargento Barton de la policía aérea, oriundo de Missouri, donde sus parientes habían tenido encuentros con la criatura denominada “Momo” y habían disparado contra ella.
En el invierno de 1974, Barton estaba patrullando las inmediaciones del Laboratorio de Propulsión a Cohete de la base milatar cuando percibió luces extrañas en el desierto. El sargento se decidió a investigar, pero las luces desaparecieron justo cuando Barton llegó al lugar donde estaban. Para empeorar la situación, Barton descubrió que su Jeep se había hundido en las arena, obligándolo a regresar a pie hasta el cuartel. Al regresar con un remolque, pudo ver una serie de pisadas de catorce pulgadas de largo que rodeaban el vehículo atascado, como si “algo” lo hubiera estado investigando durante la ausencia del policía aéreo.
Tal vez más curiosa resultaba la renunencia de la jerarquía militar en atender los informes proporcionados por centinelas como Barton, según escribe B.Ann Slate. Aquellos civiles que frecuentaban el desierto y veían seres extraños u OVNIS en la oscuridad eran amenazados con ser arrestados y que jamás volverían a ver a sus familiares. El destacado investigador de críptidos Peter Guttilla recuerda que uno de sus contactos dentro de la base Edwards había recibido la abrupta orden de sus superiores de no volver a abordar el tema OVNI ni de los seres peludos. Durante una llamada telefónica con el hijo de su contacto, el muchacho informó al investigador que “ellos [los militares] sabían lo que estaba sucediendo, sabían lo que eran y de dónde provenían, y que se suponía que nosotros no estuviésemos hablando del tema”.
¿Qué eran estos extraños seres? ¿Entes paranormales o extraterrestres? ¿O tal vez el producto de algún laboratorio militar encargado de producir tales aberraciones, utilizándolas quizás para probar la integridad de sus propias defensas? ¿O como veremos más adelante, otro fallido intento en el estúpido propósito de crear un “supersoldado”?
Lo que sí sabemos es que en 1974, la psíquica Joyce Partise, durante el transcurso de un experimento, recibió un sobre que contenía la imagen de una huella de Sasquatch o pie grande. La sensación impartida por el retrato hizo que la californiana dijese lo siguente: “Este hombre gorila...es de aspecto extraño pero es inteligente...es como si perteneciera a una civilización antigua que comenzó a mutar debido a la radiación”. Pasó entonces a describir un laboratorio genético y su contenido: “Estoy viendo un laboratorio con animalillos enjaulados, y a su alrededor muestras de piedras, minerales y tierra. Tienen a uno de estos hombres simios enjaulados y no le gusta [...]. Parece que intentan controlarlo, como un robot”.
Las manifestaciones de estos seres hirsutos en el desierto no se limitan a esa década: en los ’90, Andrew Montoya estaba pasando la noche con unos amigos en Santa Fe, Nuevo México cuando decidieron regresar a sus hogares a eso de las tres de la madrugada. 10 millas al norte de Santa Fe, Montoya afirma haber sentido una sensación “sumamente rara” mientras que conducía en la oscuridad del desierto. Repentinamete, miró a su derecha y pudo ver como un simio de color blanco y ojos anaranjados corría al lado de su vehículo, manteniendo el paso sin ningún problema. Montoya despertó a uno de sus pasajeros, que reaccionó con la esperada sorpresa al ver al mono galopante que corría al lado del vehículo. Repentinamente, el extraño ser se cansó de seguirlos y se desvió hacia el desierto, perdiéndose de vista.
Según parece, son tan pocas las ganas de estas criaturas de permanecer bajo el control de sus creadores que se escapan con frecuencia, y resulta necesario ir a recuperarlos...
Testimonios radiofónicos
“Nuestra misión consistía en cazarlos”, dijo el hombre cuya voz filtrada ahora llegaba a millones de radioescuchas en la madrugada. “Nos asignaron la tarea viajar alrededor del mundo para recoger los que se habían escapado”.
Las declaraciones del hombre que decía llamarse “Major Zep” eran positivamente delirantes. El individuo de acento sureño y pausado afirmaba haber pertenecido a un comando denominado “freak squad” (literalmente la “brigada de monstruos”) cuya misión consistía en nada menos que recoger a los seres extraños que se habían escapado de ciertos laboratorios militares, facilitando el número de su unidad y el organismo gubernamental en cuestión al locutor George Noory del programa “Coast to Coast AM” el 18 de febrero de 2005.
La misión de este inverosímil grupo de soldados era sencilla: ir a recoger las criaturas extrañas que se habían escapado de los laboratorios o que habían sido puestas en libertad deliberadamente para comprobar sus reacciones. “Eramos cinco”, explicó el testigo, “y nuestras misiones tuvieron una tasa de éxito de veinticinco por ciento”. La mayoría de las criaturas consistían en conejos con cabezas adicionales que salían de sus espaldas – las tristes víctimas de la manipulación genética. Supuestamente, “Major Zep” y su comando habían sido despachados a América del Sur cuando comenzaron a darse los primeros casos del célebre Chupacabras para recapturar estas criaturas y devolverlas a sus creadores.
Fue precisamente esta criatura, afirmaba el militar, la que más problemas representó debido a su alto grado de inteligencia: alegadamente producto de la fusión de “prisioneros vietnamitas varones y hembras” con otras criaturas desconocidas. Los rusos, comentó Zep, no se quedaron atrás en la creación de sus propias quimeras: en este caso, fusiones de células humanas y de osos para la supuesta creación de un “supersoldado” – algo que recuerda poderosamente a la trama de la última temporada de la serie Expedientes X .
La reacción natural y compresible de cualquier persona ante un relato parecido es la de mofarse y descartarlo todo como producto de la imaginación de algún gracioso o de un psicótico. Pero algunas semanas antes, una mujer se había puesto en contacto con el mismo programa para relatar una historia de seres aberrantes y conejos de pesadilla que fueron fruto de la manipulación genética.
“Kate”, vecina de Bakersfield, California, se comunicó con el programa para decir que durante sus años de trabajo en el laboratorio Michaelson de la base militar China Lake en California. Aunque deberes como analista de sistemas para el proyectil crucero, Tomahawk y Sidewinder le mantenían ocupada, Kate descubrió que animales domésticos que mostraban extrañas deformidades o mutaciones habían comenzado a aparecer cerca de la base, mayormente en el poblado de Inyokurn a ocho millas del perímetro de la base. Tres muchachos de doce, diez y ocho años respectivamiento escucharon gritos en el desierto mientras que montaban en bicicleta; creyendo que se trataba de un gato en peligro, se apresuraron a llegar al origen de los gritos. Lo que descubrieron les heló la sangre: en vez de un gato, los chicos hallaron un conejo doméstico al que le crecía la cabeza de otro conejo en la espalda. La boca y ojos eran claramente visibles. Espantados por esto, abandonaron sus bicicletas y regresaron corriendo a su hogar, informando inmediatatmente a su padre de la abominación que habían encontrado en el desierto. El adulto regresó al lugar de los hechos con sus hijos, revolver en mano, para ultimar lo que pensaba era un producto de la contaminación química. Los chicos enterraron al conejo de dos cabezas en el desierto y se alejaron del lugar. Al día siguiente, al pasar por el sitio, encontraron que algo o alguien había desenterrado al conejo. Posteriormente encontrarían un gato con dos colas y dieciocho animales quiméricos más en las cercanías de Inyokurn.
Pero el futuro deparaba sorpresas más desagradables aún: un grupo de estudiantes, conduciendo a lo largo de la carretera 380 con camino a Mammoth con el propósito de acampar, descubrieron un perro tirado al costado del camino que presentaba deformidades monstruosas – inútiles patas adicionales que salían de sus costillas, una a cada lado del animal. Una vecina llamó a las autoridades para quejarse de “un oso” que supuestamente rebuscaba comida entre sus basureros todas las noches por más de una semana; cuando la policía pudo sorprender al oso en una de sus fechorías, descubrieron atónitos que se trataba de una criatura de casi dos metros de estatura, hedionda, cubierta de pelambre pardo tirando a verdoso, y que parecía más humano que simio. Sorprendida por la presencia de las autoridades, la extraña presencia no se inmutó en ningún momento y siguió comiendo desperdicios sacados del vertedero. El ser acabó por alejarse del lugar, perdiéndose entre los matorrales.
Conclusión
Desde el verano del 2004 se han venido hallando criaturas anómalas en el estado de Texas: híbridos extraños de coyote u otros cánidos con características que hacen pensar en una fusión de varias especies distintas (coyote, perro y zorro). ¿Será que la cúpula científica ha refinado el proceso de tal modo que les ha sido posible
producir animales quiméricos pero sin deformidades físicas? Y de ser versiones pefeccionadas, ¿sería por este motivo que “Major Zep” o personajes con tareas muy parecidas no se hayan dado a la caza de tales seres? Mientras que la sociedad en general debate furiosamente sobre las células madre, los embriones utilizados para fines genéticos y otros adelantos de la medicina genética actual, es muy posible que algún doctor Moreau (o Morrow, en este caso) esté llevando acabo sus experimentos con el beneplácito de una élite oscura y sin miramientos.
Por Scott Corrales
© 2005
Una de las películas más sobrecogedoras del cine de horror lo es sin duda Island of the Lost Souls (la isla de las almas perdidas), protagonizada por el primer actor Charles Laughton y dirigida por Earle Kenton en 1932. Esta adaptación de la célebre Isla del Dr. Moreau de H.G. Wells nos presenta a un científico desquiciado que intenta convertir bestias en hombres mediante horripilantes prácticas de vivisección y crueles prácticas médicas. Este intento por “superar la labor del Creador” resulta en patéticas figuras semihumanas plasmadas en celuloide por los mejores maquillistas de efectos especiales de la época. El espanto de esta isla maldita inspiraría a otro director casi cuarenta años después a revisitar el tema en The Island of Dr. Moreau (1977) con Burt Lancaster como el científico que intenta convertir animales en humanos mediante manipulación genética. Posteriormente se rodaría una versión más con el fallecido Marlon Brando en el papel de Moreau.
De cierto modo, resulta fácil entender esta fascinación por los humanoides animalescos. Las tradiciones antiguas de casi todas las culturas recogen relatos de seres quiméricos – hombres alados, criaturas con los atributos de distintos animales – y estatuas al estilo egipcio, como la de Anubis, la deidad plasmada como hombre-chacal, o la diosa Thoeris como mujer-hipopótamo...alegoría explotada por el macabro H.P. Lovecraft en su relatos The Walls of Eryx, en la que los decadentes egipcios comenzaron a crear momias compuestas de elementos animales y humanos que vagaban en la oscuridad de sus tumbas. Algunos autores como Robert Mooney han llegado a pensar que esta obsesión por las quimeras se debe a que – en algún momento olvidado de nuestra historia – efectivamente existieron tales aberraciones: “Nuestras mitologías”, escribe Mooney en su libro Gods of Air and Darkness (NY: Fawcett, 1976, p.94), “están pobladas por numerosos monstruos extraños: ogros e infrahumanos peludos, gente con cuernos, satiros con pies de cabra, hombres-lobo y vampiros. Aunque resulta difícil rastrear el origen de estas leyendas, muchas de ellas parecen emanar de un punto específico en la historia, del mismo modo en que todas las religiones del mundo aparecen haber surgido a la vez. ¿Será que todos estos monstruos, tanto humanos como animales, fueron de hecho víctimas una exposición masiva a la radiación? ¿Mutaciones de un encuentro demasiado cercano con los motores atómicos de una nave espacial?”
Aunque otros pensadores posteriores, como Doug Elwell, han considerado que todas las abominaciones de las que conservamos recuerdos en nuestras leyendas están estrechamente relacionados con la tradición bíblica de la creación de Adán y Eva por aquel primer gran manipulador genético, Yahvé. Adán y Eva habrían sido los sustitutos perfectos de los experimentos anteriores que merodeaban la tierra. En los primeros años del siglo XXI, cuando el menos interesado de nosotros ha oído hablar del genoma humano, la cirugía genética, la reproducción in vitro y otros milagros de la ciencia actual, la tentación de seguir los pasos del Dr. Moreau se ha hecho bastante obvia. En la década de los ’70 aparecían fotos de “plantimales” (fusiones entre células animales y vegetales, como la del tabaco) en las principales revistas del momento, como Scientific American y National Geographic. En la siguiente década se hablaba de bacterias diseñadas por encargo capaces de devorar el petróleo derramado por accidentes en alta mar. Ahora hablamos de “hupigs” (abreviación de cerdos humanos, en inglés, criados con genes humanos para minimizar el peligro del rechazo durante transplantes de organos animales a seres humanos, en este caso, valvulas cardiacas) y otras quimeras como si fuese lo más natural del mundo.
En el 2003, científicos chinos de la Segunda Universidad Médica de Shanghai consiguieron fusionar con éxito células humanas a óvulos de conejo. Estos embriones fueron—supuestamente—las primeras quimeras humanas / animales creadas exitosamente. Los científicos permitieron que las células se desarrollaran en una escudilla de laboratorio durante varios días antes de destruir los embriones para cosechar las células madre. Para no quedarse a la zaga de los asiáticos, investigadores de la famosa clínica Mayo en Minnesota (USA) crearon en el 2004 cerdos en cuyas venas fluía sangre humana. Ahora, personal científico de la Universidad de Stanford en California ha sugerido la posibilidad de crear ratones con cerebros humanos. Según los estudiosos, mientras más humano sea el animal, más apto será para someterlo a pruebas con medicamentos, o posiblemente usarlo para cosechar “refacciones” tales como hígados y riñones, a ser trasplantados posteriormente a seres humanos.
Pero, ¿existe un lado oscuro a todo esto que nos es totalmente desconocido?
Mutantes, científicos y ovnis
Cuando se plantea el problema que representan las distintas descripciones de seres extraños que se han visto en relación con el fenómeno OVNI en las últimas cinco décadas, se ha dicho que semejantes variaciones del fenotipo pueden corresponder a una adaptación lógica a ambientes distintos: seres arbóreos capaces de subsitir en los bosques y selvas de nuestro mundo, seres reptilescos para las zonas pantanosas, etc. Estas fusiones serían el fruto de experimentos con criaturas terrestres, posibilidad sugerida por el autor C.D.B. Bryan en su libro Close Encounters of the Fourth Kind: UFOs, Abductions, and the Conference at MIT, texto que describe las supuestas experiencias de una abducida que supuestamente pudo ver – a bordo de una nave espacial o en otro planeta – una jaula hecha de malla que contenía varios potros. La secuestrada, totalmente atónita, se fijó en que los caballos se distinguían por una característica muy particular. En vez de pezuñas, los potros de cuatro o cinco meses de edad disponían de pies con dedos acolchados, como los caballos prehistóricos. Al preguntarle a los no humanos el motivo de esto, le contestaron sencillamente que los animales habían sido “transformados”. Esta misma persona afirmó haber visto – durante otra experiencia de secuestro – una manada de vacas con apéndices tubulares de tamaño considerable que les salían de los costados. Si podemos confiar en el testimonio de una persona que se ha visto sujeta a un trauma de la magnitud de un encuentro con criaturas no terrestres, ¿representará esto un intento por adaptar animales terrestres al entorno de mundos totalmente desconocidos?
En 1993, la revista rusa AURA-Z publicó los experimentos de un doctor Moreau de carne y hueso: el medico chino Tsian Kanchen, encarcelado durante la “revolución cultural” del regimen maoista y que logro fugarse a la antigua URSS en 1971, obteniendo la ciudadanía rusa en 1989. Las labores investigativas de Kanchen se concentraban en torno a los campos bioelectromagnéticos y su relación con los distintos componentes de los organismos vivientes, llegando a descubrir que dichos campos de energía formaban parte del ADN, siendo este el componente pasivo, mientras que el campo bioelectromagnético representaba el activo. Kanchen descubrió que la información genética podia copiarse y proyectarse sobre el ADN, que funciona casi como una cinta magnetofónica, y que como cualquier cinta, puede ser sobreescribirse.
Kanchen diseñó entonces un dispositivo que permite el escaneo y copiado del ADN de un organismo determinado sobre el de otro. Sus experimentos con semillas de trigo y maíz resultaron en una planta parecido al trigo cuyas características fueron heredadas por su descendencia. Los campos bioelectromagnéticos de los cacahuetes, proyecados sobre las semillas de girasol, resultaron en mutaciones extraordianarias. Las pipas adquirieron forma de cacahuete y un sabor muy parecido.
Pero algunos de los logros más inquietantes del doctor Kanchen – los que inciden con el tema de este trabajo – estuvieron relacionados con los seres vivos. Quinientos huevos de gallina sometidos al campo bioelecromagnético de un pato resultaron en 480 crías palmípedas con cabezas achatadas, cuellos alargados y las características generales de un pato. La proyección del campo bioelectromagnético de una cabra, al proyectarse sobre una coneja encinta, resultó en conejitos con cabeza de camello y enormes dientes curvos. Las fotos que acompañan el texto aparecido en AURA-Z nos presentan al doctor Kanchen, muy satisfecho con los resultados de sus experimentos, y las aberraciones con las características descritas anteriormente.
Con la disolución de la URSS en 1991 nos es difícil imaginar el grado en que haya podido progresar esta tecnología en los pasados catorce años. El paradero del científico se desconoce. ¿Habrá ido a parar en algún laboratorio militar en los desiertos de su país natal, esa China con visos de superpotencia de la que resulta imposible obtener respuestas? ¿O en algún lujoso laboratorio industrial o militar en Estados Unidos o Europa?
Los mutantes del polígono de tiro Aberdeen
Para los que realizan el trayecto por carretera entre la zona metropolitana de Nueva York y Washington, D.C. podrá sorprenderles ver en plena carretera un letrero que dice “Aberdeen Proving Grounds” – uno de los mayores poligonos de tiro del ejército estadounidense en una de las regiones más densamente pobladas del país, donde se someten a prueba todo tipo de implemento bélico, desde proyectiles hasta carros de combate. Según algunos, en Aberdeen se realizan otras pruebas menos explosivas, pero más terribles.
Entre 1973 y 1976, la región del estado de Maryland entre las concentraciones urbanas de Baltimore y Washington D.C. experimentaron una racha de avistamientos de “grandes monstruos peludos” que a pesar de su hirsutez y tamaño no tenían nada que ver con el célebre Bigfoot o Pie Grande de la costa del Pacífico. Estas violentas criaturas merodeaban el entorno suburbanita de White Marsh (donde ahora existe un importante centro comercial), atemorizando a los vecinos y desafiando a los agentes del orden público que no sólo las vieron, sino que dedicaron gran parte de su tiempo libre a perseguirlas. Para estos policías municipales y estatales, las criaturas de ojos verdes fosforescentes y gritos ensordecedores no eran fruto de ningún azar evolutivo, sino de la mano del hombre. En un incidente ya legendario, uno de estos seres se dedicó a lanzar grandes barriles llenos de productos líquidos contra los policías que se habían personado al patio de un almacén en el que merodeaba el intruso.
El sargento George Brooks del cuartel del condado de Essex recordó un caso de 1976 en el que una vecina de Harewood Park se comunicó con las autoridades después de haber visto un ente simiesco de 2 metros de estatura corriendo por el patio de su casa. El sargento Brooks quedó atónito al llegar al lugar de los hechos para descubrir que el perro pastor alemán de la señora – un animal de noventa libras de peso – había sido desgarrado a la mitad por “algo” de fuerza descomunal. El policía afirmó haber encontrado huellas de pisadas y haber escuchado un grito ensordecedor que provenía desde la arboleda cercana. “Cuando llegamos al lugar encontramos las huellas y hallamos fibras de pelo cuando aquella cosa atravesó una alambrada de púas. Escuchamos sus gritos, podimos oler su hedor a azufre, vimos sus huellas, pero nunca pudimos verla. Pensamos que pudo haber nadado desde el Arsenal Edgewood (el antiguo nombre del polígono de Aberdeen) y que pudo haberse tratado de alguna especie de mutación genética. Los militares estaban muy interesados en el caso, pero jamás nos llevamos bien con ellos, si enteniende lo que le quiero decir”. (Entrevista con Mark Opsasnick, revista Strange No.3, p. 65).
En junio de 1976, Clive Miller, otro vecino de Harewood, manifestó que docenas de soldados provenientes del polígono de Aberdeen se habían internado en uno de los pantanos circundantes para salir con alguna especie de enorme animal muerto embutido en una bolsa de lona. La aparente captura del ente no puso fin a las manifestaciones de otras criaturas, que se prolongaron por varios años despues.
Tanto los elementos de la policía como los investigadores de lo paranormal comenzaron a recibir testimonios de pescadores y marineros que frecuentaban las aguas del golfo de Chesapeake cerca de la salida al mar del polígono de tiro Aberdeen. Los testimonios hacían mención de experimentos sumamente extraños que estaban tomando lugar en la isla Poole, un centro de investigaciones adosado al polígono. Tom Sobotka, el más visible de estos pescadores, hizo la siguiente declaración al prestigioso diario Washington Post (17 Octubre 1976): “Hay muchas cosas que están sucediendo en Edgewood que no conocemos: experimentos y mutaciones. Ellos lo mantienen todo en secreto, pero hallaron un orangután muerto cerca de las vías férreas hace dos meses. Un guardia me dijo que en la sección que tienen ahí hay cosas increibles, como experimentos con humanos...”
El pescador agregó que era facil encontrar mutaciones en las aguas que rodeaban la isla Poole, como “un pez con patas de ciervo” (por inverosímil que pueda sonar). Pero existía un hecho comprobado, y es que la isla había sido vedada a la población
civil. La investigación pudo establecer la existencia de cantidades considerables de agentes teratogenicos como percloretileno, tri-iso-propilo fosfato y otros en la región, liberados accidentalmente o a propósito en el perímetro del polígono de tiro. La posibilidad de experimentos con hibridos de simios y humanos no fue desechada por los investigadores, cuyos expedientes mencionan al menos un caso de cruce simio/humano que fue detenido al último momento.
Mientras que los ciudadanos y policías del estado de Maryland lidiaban con la invasión de seres extraños, al otro lado del continente, en California, se desarrollaba un escenario no menos alucinante...
En la oscuridad del desierto
De no ser por la férrea disciplina militar a la que estaban acostumbrados, los centinelas de base aérea Edwards seguramente hubieran abandonado sus puestos al ver los inquietantes ojos luminosos que se movían silenciosamente en la oscuridad del desierto del Mojave.
Los agentes de la oficina de investigaciones especiales, mejor conocida por sus siglas OSI, habían tomado cartas en el asunto cuando en el mes de mayo de 1974 uno de los centinelas que patrullaba la zona restringida conocida como “proyecto Logic”. El soldado había solicitado refuerzos desesperadamente por la radio a la misma vez que disparaba ráfagas contra un intruso desconocido. Al llegar a la zona de la base que ocupaba el “proyecto Logic”, una patrulla había descubierto que el vehículo del centinela estaba volcado y que el soldado se hallaba en un estado de incoherencia y
confusión tras de haber vaciado todas las balas de su subfusil. Aunque la USAF jamás incluyó un informe sobre el asunto, se dijo posteriormente que el centinela acabó hospitalizado y posteriormente fue transferido a una base en otro país.
Según las pesquisas de la fallecida investigadora B.Ann Slate, tres guardias distintos en la base Mojave tuvieron encuentros cercanos con seres simiescos de ojos azules fosforescentes que se acercaban a las instalaciones más restringidas de la base, tal como la estación MARS, que controlaba las comunicaciones con bases militares a la vuelta del mundo. Las enormes y malolientes siluetas se desplazaban con rapidez pasmosa en la oscuridad, dejando extrañas huellas en la dura arena del desierto. Llegó a decirse que la causa de todos estos incidentes eran burros silvestres que se acercaban a las instalaciones por pura casualidad, pero el personal destacado en el perimetro de la base no comulgaba con ruedas de molino, entre ellos el sargento Barton de la policía aérea, oriundo de Missouri, donde sus parientes habían tenido encuentros con la criatura denominada “Momo” y habían disparado contra ella.
En el invierno de 1974, Barton estaba patrullando las inmediaciones del Laboratorio de Propulsión a Cohete de la base milatar cuando percibió luces extrañas en el desierto. El sargento se decidió a investigar, pero las luces desaparecieron justo cuando Barton llegó al lugar donde estaban. Para empeorar la situación, Barton descubrió que su Jeep se había hundido en las arena, obligándolo a regresar a pie hasta el cuartel. Al regresar con un remolque, pudo ver una serie de pisadas de catorce pulgadas de largo que rodeaban el vehículo atascado, como si “algo” lo hubiera estado investigando durante la ausencia del policía aéreo.
Tal vez más curiosa resultaba la renunencia de la jerarquía militar en atender los informes proporcionados por centinelas como Barton, según escribe B.Ann Slate. Aquellos civiles que frecuentaban el desierto y veían seres extraños u OVNIS en la oscuridad eran amenazados con ser arrestados y que jamás volverían a ver a sus familiares. El destacado investigador de críptidos Peter Guttilla recuerda que uno de sus contactos dentro de la base Edwards había recibido la abrupta orden de sus superiores de no volver a abordar el tema OVNI ni de los seres peludos. Durante una llamada telefónica con el hijo de su contacto, el muchacho informó al investigador que “ellos [los militares] sabían lo que estaba sucediendo, sabían lo que eran y de dónde provenían, y que se suponía que nosotros no estuviésemos hablando del tema”.
¿Qué eran estos extraños seres? ¿Entes paranormales o extraterrestres? ¿O tal vez el producto de algún laboratorio militar encargado de producir tales aberraciones, utilizándolas quizás para probar la integridad de sus propias defensas? ¿O como veremos más adelante, otro fallido intento en el estúpido propósito de crear un “supersoldado”?
Lo que sí sabemos es que en 1974, la psíquica Joyce Partise, durante el transcurso de un experimento, recibió un sobre que contenía la imagen de una huella de Sasquatch o pie grande. La sensación impartida por el retrato hizo que la californiana dijese lo siguente: “Este hombre gorila...es de aspecto extraño pero es inteligente...es como si perteneciera a una civilización antigua que comenzó a mutar debido a la radiación”. Pasó entonces a describir un laboratorio genético y su contenido: “Estoy viendo un laboratorio con animalillos enjaulados, y a su alrededor muestras de piedras, minerales y tierra. Tienen a uno de estos hombres simios enjaulados y no le gusta [...]. Parece que intentan controlarlo, como un robot”.
Las manifestaciones de estos seres hirsutos en el desierto no se limitan a esa década: en los ’90, Andrew Montoya estaba pasando la noche con unos amigos en Santa Fe, Nuevo México cuando decidieron regresar a sus hogares a eso de las tres de la madrugada. 10 millas al norte de Santa Fe, Montoya afirma haber sentido una sensación “sumamente rara” mientras que conducía en la oscuridad del desierto. Repentinamete, miró a su derecha y pudo ver como un simio de color blanco y ojos anaranjados corría al lado de su vehículo, manteniendo el paso sin ningún problema. Montoya despertó a uno de sus pasajeros, que reaccionó con la esperada sorpresa al ver al mono galopante que corría al lado del vehículo. Repentinamente, el extraño ser se cansó de seguirlos y se desvió hacia el desierto, perdiéndose de vista.
Según parece, son tan pocas las ganas de estas criaturas de permanecer bajo el control de sus creadores que se escapan con frecuencia, y resulta necesario ir a recuperarlos...
Testimonios radiofónicos
“Nuestra misión consistía en cazarlos”, dijo el hombre cuya voz filtrada ahora llegaba a millones de radioescuchas en la madrugada. “Nos asignaron la tarea viajar alrededor del mundo para recoger los que se habían escapado”.
Las declaraciones del hombre que decía llamarse “Major Zep” eran positivamente delirantes. El individuo de acento sureño y pausado afirmaba haber pertenecido a un comando denominado “freak squad” (literalmente la “brigada de monstruos”) cuya misión consistía en nada menos que recoger a los seres extraños que se habían escapado de ciertos laboratorios militares, facilitando el número de su unidad y el organismo gubernamental en cuestión al locutor George Noory del programa “Coast to Coast AM” el 18 de febrero de 2005.
La misión de este inverosímil grupo de soldados era sencilla: ir a recoger las criaturas extrañas que se habían escapado de los laboratorios o que habían sido puestas en libertad deliberadamente para comprobar sus reacciones. “Eramos cinco”, explicó el testigo, “y nuestras misiones tuvieron una tasa de éxito de veinticinco por ciento”. La mayoría de las criaturas consistían en conejos con cabezas adicionales que salían de sus espaldas – las tristes víctimas de la manipulación genética. Supuestamente, “Major Zep” y su comando habían sido despachados a América del Sur cuando comenzaron a darse los primeros casos del célebre Chupacabras para recapturar estas criaturas y devolverlas a sus creadores.
Fue precisamente esta criatura, afirmaba el militar, la que más problemas representó debido a su alto grado de inteligencia: alegadamente producto de la fusión de “prisioneros vietnamitas varones y hembras” con otras criaturas desconocidas. Los rusos, comentó Zep, no se quedaron atrás en la creación de sus propias quimeras: en este caso, fusiones de células humanas y de osos para la supuesta creación de un “supersoldado” – algo que recuerda poderosamente a la trama de la última temporada de la serie Expedientes X .
La reacción natural y compresible de cualquier persona ante un relato parecido es la de mofarse y descartarlo todo como producto de la imaginación de algún gracioso o de un psicótico. Pero algunas semanas antes, una mujer se había puesto en contacto con el mismo programa para relatar una historia de seres aberrantes y conejos de pesadilla que fueron fruto de la manipulación genética.
“Kate”, vecina de Bakersfield, California, se comunicó con el programa para decir que durante sus años de trabajo en el laboratorio Michaelson de la base militar China Lake en California. Aunque deberes como analista de sistemas para el proyectil crucero, Tomahawk y Sidewinder le mantenían ocupada, Kate descubrió que animales domésticos que mostraban extrañas deformidades o mutaciones habían comenzado a aparecer cerca de la base, mayormente en el poblado de Inyokurn a ocho millas del perímetro de la base. Tres muchachos de doce, diez y ocho años respectivamiento escucharon gritos en el desierto mientras que montaban en bicicleta; creyendo que se trataba de un gato en peligro, se apresuraron a llegar al origen de los gritos. Lo que descubrieron les heló la sangre: en vez de un gato, los chicos hallaron un conejo doméstico al que le crecía la cabeza de otro conejo en la espalda. La boca y ojos eran claramente visibles. Espantados por esto, abandonaron sus bicicletas y regresaron corriendo a su hogar, informando inmediatatmente a su padre de la abominación que habían encontrado en el desierto. El adulto regresó al lugar de los hechos con sus hijos, revolver en mano, para ultimar lo que pensaba era un producto de la contaminación química. Los chicos enterraron al conejo de dos cabezas en el desierto y se alejaron del lugar. Al día siguiente, al pasar por el sitio, encontraron que algo o alguien había desenterrado al conejo. Posteriormente encontrarían un gato con dos colas y dieciocho animales quiméricos más en las cercanías de Inyokurn.
Pero el futuro deparaba sorpresas más desagradables aún: un grupo de estudiantes, conduciendo a lo largo de la carretera 380 con camino a Mammoth con el propósito de acampar, descubrieron un perro tirado al costado del camino que presentaba deformidades monstruosas – inútiles patas adicionales que salían de sus costillas, una a cada lado del animal. Una vecina llamó a las autoridades para quejarse de “un oso” que supuestamente rebuscaba comida entre sus basureros todas las noches por más de una semana; cuando la policía pudo sorprender al oso en una de sus fechorías, descubrieron atónitos que se trataba de una criatura de casi dos metros de estatura, hedionda, cubierta de pelambre pardo tirando a verdoso, y que parecía más humano que simio. Sorprendida por la presencia de las autoridades, la extraña presencia no se inmutó en ningún momento y siguió comiendo desperdicios sacados del vertedero. El ser acabó por alejarse del lugar, perdiéndose entre los matorrales.
Conclusión
Desde el verano del 2004 se han venido hallando criaturas anómalas en el estado de Texas: híbridos extraños de coyote u otros cánidos con características que hacen pensar en una fusión de varias especies distintas (coyote, perro y zorro). ¿Será que la cúpula científica ha refinado el proceso de tal modo que les ha sido posible
producir animales quiméricos pero sin deformidades físicas? Y de ser versiones pefeccionadas, ¿sería por este motivo que “Major Zep” o personajes con tareas muy parecidas no se hayan dado a la caza de tales seres? Mientras que la sociedad en general debate furiosamente sobre las células madre, los embriones utilizados para fines genéticos y otros adelantos de la medicina genética actual, es muy posible que algún doctor Moreau (o Morrow, en este caso) esté llevando acabo sus experimentos con el beneplácito de una élite oscura y sin miramientos.
1 Comments:
Buenas tardes,
Soy la directora editorial de una revista con base en México. He leido su artículo y quisiera preguntarle si esta interesado en que se lo publiquemos. Si es así, le agradezco me escriba a la dirección de correo que aparece mas abajo. Muchas gracias
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