Extraños aterrizajes OVNI
Extraños aterrizajes OVNI
Por Scott Corrales © 2015 en exclusiva para Arcana Mundi
Los OVNIS ya no aterrizan. Las extrañas luces que causaron asombro a múltiples generaciones ahora se limitan a estorbar el tránsito de los aviones de línea y servir de blanco a los múltiples dispositivos fotográficos de nuestra era. En ningún momento hemos tenido tanto material gráfico como lo ha habido desde la década de los ’90 con la llegada de las videocámaras de Super-8 y VHS-C, y luego las cámaras fotográficas digitales.
Pero los OVNIS ya no aterrizan. Durante algún tiempo se dedicaron a ir directamente a las alcobas de los seres humanos a secuestrarlos – algo reservado en el ayer para personas que transitaban por caminos solitarios o que de otro modo se hallaban en el lugar equivocado en el peor de los momentos. Todos llevamos grabados en la mente el caso del matrimonio Hill, los alaridos de Barney Hill en las viejas cintas magnetofónicas del doctor Benjamin Simon, las recreaciones que se hicieron para la televisión en épocas posteriores, como The UFO Incident, con nada menos que James Earl Jones (sí, la inconfundible voz de Darth Vader) encarnando al maltrecho secuestrado.
Y los OVNIS siguen sin aterrizar, haciendo que muchos – sobre todo los de la nueva generación de escépticos – se pregunten si alguna vez lo hicieron, y si toda la información recopilada por sus mayores no pasa de ser patrañas; la misma opinión que se reservan sobre los aterrizajes lunares en 1969 y comienzos de los setenta.
Precisamente ahí yace el problema: objetos de procedencia desconocida causaron efectos destructivos sobre la superficie terrestre, dejando círculos quemados en el asfalto, dañando pastizales y tierras de cultivo, derribando antenas de radio, chocando contra locomotoras y otros objetos. Lo más sencillo sería sacudir la cabeza, cerrar los expedientes y decirnos a nosotros mismos que todo fue un error, pero la realidad es otra.
Un caso en Francia
En 1971, dos jóvenes del departamento francés de Var en el sureste del país galo tuvieron un encuentro ovni que se quedaría con ellos para siempre. Según el investigador J.C. Dufour, cuya narración aparecería en la legendaria Flying Saucer Review gracias a una traducción por su director, Gordon Creighton, los muchachos – Pierre Calafat y André Bouchaud, ambos músicos, habían alquilado una casa en una región aislada cerca de Draguignan para realizar ensayos. En la noche del 29 de marzo de 1971, los músicos avanzaban por la pequeña calzada que conducía a la casa cuando observaron una luz rojiza en el cielo. Fue entonces que observaron gran disco de color rojo, con la forma de un plato, sobrevolando un viñedo a ciento cincuenta metros de la propiedad. Los músicos estacionaron su vehículo en la entrada y se dedicaron a contemplar las maniobras zigzagueantes del OVNI, que acabo por colocarse a menos de diez metros sobre la superficie y a unos escasos cincuenta metros de los músicos. El objeto remontó el vuelo y se alejó de la zona hacia la población de Flayosc. No sería sino hasta el mes de septiembre de aquel año que los investigadores hallarían los efectos físicos producidos por este enigmático objeto, sea lo que haya sido. Un encuentro cercano del 2do tipo en toda regla.
“Estos rasgos”, señala Dufour en la nota para Flying Saucer Review, “se encontraron en el campo vecino al viñedo, donde la hierba está muy crecida y gruesa, de tipo gramináceo. Cuando encontramos las huellas, eran tan frescas que no pudieron haber sido hechas en marzo, sino mucho más tarde, y en todo caso, no podían tener más de dos semanas de edad. La marca principal es un círculo perfecto con un diámetro de cinco metros. La hierba se halla descolorada dentro de este círculo. La vegetación esta aplastada a lo largo de la periferia de este círculo, o mejor dicho, la hierba ha sido barrida en sentido sinistrorso. Este anillo aplanado tiene un ancho de 0.6 metros, sin agujeros en la tierra, ni marcas que sugiriesen un aterrizaje físico. Al este de esta marca principal había otro círculo de un metro en diámetro, con la misma descoloración. Se utilizó un contador Geiger para detectar la presencia de radiaciones, pero las lecturas fueron cero.”
El investigador apunta que dos árboles – un almendro y un cerezo – estaban totalmente muertos, pero no era posible determinar si habían sido fulminados por alguna enfermedad propia a dichos cultivos o si era por el efecto del OVNI que los había sobrevolado en marzo del ’71.
El detalle más curioso que emerge de la investigación es que un avistamiento parecido había ocurrido en el mismo lugar años atrás (Noviembre de 1965). Y como si no fuese suficiente sincronicidad, la casa también había sido alquilada por un músico de nombre Bernard Blanc en Julio del ’71. Aunque durante este otro caso tampoco se produjo un aterrizaje, el músico sufrió efectos físicos: “Todos dormíamos en la misma habitación. Repentinamente, al punto de quedarme dormido, escuché un ruido difícil de describir, como si alguien estuviese bajando las escaleras del primer piso. Fue entonces que pude oír una especie de silbido, progresivamente más alto. A la misma vez, sentí que me invadía un calor intenso. Mi cuerpo estaba paralizado, como si me hubiesen encerrado en una armadura. El silbido era tan insoportable que traté de despertar a uno de mis colegas – estiré la mano, pero mi brazo no respondía a mis mandos. Sentí mucho miedo, y estaba plenamente consciente de lo que sucedía. La pálida luna brillaba por entre las persianas. La situación duró unos tres minutos, y el sonido comenzó a menguar. Repentinamente se produjo un gran destello afuera, como una luz de magnesio, y enseguida me sentí liberado de aquello. Recuerdo claramente que mis compañeros emitieron sonidos de alivio. Dos de ellos se despertaron, y cada uno me dijo – “he tenido una pesadilla horrenda”.
Un “resplandor rojizo” también caracterizaría un caso estadounidense poco conocido que tomó lugar el 13 de mayo de 1978 en las afueras de Kerman, California. Un agente del orden público tuvo su propio encuentro cercano del segundo tipo en horas de la madrugada, cuando la intensidad de la luz roja desconocida le hizo pensar que se había desatado un incendio forestal en las afueras del pueblo. Dirigiéndose a toda prisa al lugar de los hechos, el policía condujo su coche patrulla sobre un sembradío, donde pudo presenciar un gran resplandor circular en el aire. El objeto mudó su color de rojo al azul y abandonó la zona en cuestión de minutos.
El policía no tardo en desarrollar todos los síntomas de una quemadura solar en todo el cuerpo (como los personajes de Gillian y Roy Neary en la película Encuentros en tercera fase). Sorprendido, el agente se dirigió al hospital, viéndose forzado a contar su historia al personal de guardia. James Van Cleaf, jefe de la policía de Kerman, confirmó el incidente y describió al agente herido por la radiación desconocida como un hombre digno de fiar. Se trata del único caso en que un funcionario público ha señalado en un formulario del fondo de salud del estado de California que sus lesiones fueron consecuencia de “haber visto un OVNI”.
Aterrizaje en el lago congelado
La provincia canadiense de Ontario es una de las más importantes de ese país – el segundo más grande de nuestro planeta después de la Federación Rusa – pero su población se restringe a la franja que rodea los lagos Ontario e Erie. Rica de bosques y lagos menores, la enorme extensión de Ontario, superando los 908,000 kilómetros cuadrados, hace de ella un lugar amplio y desconocido, perfecto para los fenómenos anómalos. Entre sus cuerpos de agua figura el Boshkung, en las cercanías del poblado de Minden.
Corría el mes de noviembre de 1973 – cuarenta y dos años atrás – y mientras que los Estados Unidos vivía la “gran oleada ovni del ‘73”, Canadá no se quedaba atrás. Dos agentes de bienes raíces – Jim Cooper y Earl Pitts – regresaban a sus casas en Minden cuando vieron un objeto “sorprendente” que se desplazó ante sus ojos en cuestión de segundos. El objeto tenía unos dieciocho pies de largo, era ancho en su morro y ahusado hacia la cola, con una luz blanca en la punta de la misma. Un piloto de avionetas confirmaría este avistamiento posteriormente, describiéndolo como “un helicóptero sin cola” que se desplazaba a toda velocidad hacia el lago Boshkung.
Desde aquel momento, el periódico local Minden Progress comenzaría a publicar artículos sobre los distintos avistamientos en la zona, aunque a diferencia de los casos estadounidenses de la misma época, no se produjeron encuentros espectaculares entre humanos y los ocupantes de las luces ni efectos electromagnéticos sobre coches o camiones.
No fue hasta febrero de 1974 que los OVNI parecieron interesarse por los habitantes de la zona. El matrimonio Lunham, que vivía en una casa a la orilla del Boshkung, acaba de cenar cuando vieron uno de los extraños objetos sobre la superficie de lago, dirigiéndose justo hacia su hogar. A mitad del cuerpo de agua, el objeto comenzó a resplandecer con una luz blanca intensa, generando suficiente calor como para derretir el hielo que se adhería a las ventanas de la casa de los Lunham. La señora Lunham declararía posteriormente que el vidrio estaba tan caliente que era imposible tocarlo, a pesar de que la temperatura exterior rondaba los –20 grados Fahrenheit.
La superficie congelada del lago Boshkung acabaría convirtiéndose en un “estacionamiento” para estos objetos extraños. Los aparatos desconocidos aparecían sobre el lago durante el ocaso, a veces solos o en pares, hasta que era posible contar una docena o más de ellos sobre el hielo. A veces se posaban sobre el hielo, otras veces se mantenían suspendidos sobre el mismo, y en ciertos casos hacían algo sumamente curioso: se cernían sobre los agujeros en el hielo que habían sido hechos por los pescadores locales, aunque era imposible ver si extraían agua para fines desconocidos.
Los extraños objetos parecían sentirse muy confiados de la región: el 26 de febrero de ese año se posaron a unos cuarenta pies de la casa de los Lunham, permitiendo que la pareja ofreciese una descripción cabal de ellos: contaban con cuatro alas que se extendían veinte o más pies de punta a punta; eran de color oscuro y equipados con faros de color blanco azulado. Otros parecían disponer de antenas externas—hasta nueve en ciertos casos—que parecían permitir la comunicación entre aparatos mediante una serie de destellos, como si utilizaran algún tipo de código. Según el testimonio del señor Ashley Lunham, los objetos no se parecían en nada a los aviones que conocemos, y menos en su funcionamiento, ya que los objetos “rebotaban” varias veces, como pelotas, para despegar, haciendo un sonido sordo que desparecía tan pronto como se separaban del suelo. La señora Lunham afirmó haber presenciado un OVNI que tuvo problemas para despegar, como si le fallara el motor. Esto le hizo pensar que fuesen lo que fuesen, no eran producto de una civilización espacial avanzada.
El reportero Peter Courtney fue responsable del primer intento de fotografiar los alucinantes objetos que se daban cita en el helado lago Boshkung como parte de sus reportajes sobre los ovnis que asolaban el condado de Halliburton. Con su pesada ropa de abrigo, su trineo motorizado, Cámara fotográfica SLR de 35mm y trípode, Courtney visitó el lago varias veces hasta que a las 9:00 pm del 10 de marzo de 1974, cuando la luna llena bañaba la blancura del congelado Boshkung con su luz, pudo ver una luz roja que se movía sobre los árboles. A pesar de su equipo, no pudo obtener una imagen clara del objeto.
Pero lo que ignoraba el reportero era que a cierta distancia de donde observaba las maniobras nocturnas del objeto rojo, se tendía una celada.
Cincuenta vecinos de Minden, cansados de ver tantos objetos extraños, se apiñaron en una de las costas del lago con la intención de tomar acción decisiva. Entre su número figuraban seis cazadores armados con escopetas de alta potencia que enfilaron sus trineos motorizados hacia la superficie del lago conforme se acercaba uno de los no identificados. Disparando casi al unísono, muchos de los presentes afirmaron haber escuchado el lejano impacto de las balas contra el casco del intruso, que siguió de largo.
La comunidad exigía respuestas que ni las autoridades locales ni el departamento canadiense de defensa estaban dispuestos a ofrecer. La policía insistía que los objetos eran meramente reflejos de luz sobre el hielo; los militares ni siquiera se dignaron en ofrecer una hipótesis.
La actividad anómala sobre el lago prosiguió una vez llegada la primavera, y los vecinos insistieron que había sido posible localizar huellas del aterrizaje de varios objetos entre las arboledas, como si los aparatos hubiesen utilizado los claros de bosque para protegerse de las miradas de los curiosos.
Escribiendo detenidamente sobre este caso en su libro Strange Encounters, el investigador Curt Sutherly (antiguo redactor de la desaparecida revista Pursuit, órgano de difusión de la organización SITU creada por el criptozoólogo Ivan Sanderson) manifestó lo siguiente: “Si los objetos fueron verdaderamente naves espaciales, estaban impulsadas por motores sorprendentemente primitivos – motores escasamente mejores que los nuestros, con dificultades al arrancar durante las frías mañanas de invierno...los objetos caían al suelo para desaparecer dentro de la mismísima tierra. Finalmente, hay que considerar que a pesar de la gran cantidad de avistamientos, nadie vio ni un solo tripulante”.
El lago Boshkung no es el único lago canadiense con una reputación funesta. En 1966, una pareja y su hijo adolescente fueron en viaje de pesca al lago Onion, un cuerpo acuático bastante distante de las concentraciones urbanas, veinte millas al norte de Thunder Bay, provincia de Ontario. Llegando al anochecer, la familia estaba de plácemes por el hecho de ser los únicos en el sitio. Pero su júbilo se convirtió en terror al verse envueltos en “una oscuridad y silencio total y completo” interrumpido por un extraño sonido raspante, con un olor parecido al de los abrasantes industriales de acero. Más aterrador aún fue el hecho de que el hijo de la familia, de 15 años de edad, se esfumó repentinamente frente a sus ojos, y no respondía a los gritos de sus padres.
Una vez desvanecida la oscuridad sobrenatural, el adolescente salió de la nada, diciendo nerviosamente que había visto un “avión” con forma de disco, y que había caminado hacia el objeto, pero que no recordaba lo sucedido. Este estado de amnesia deterioró hasta convertirse en un trastorno mental. El desdichado joven fue enviado de un hospital psiquiátrico a otro a raíz de aquella noche en el lago Onion, según la carta escrita por los padres al investigador canadiense John Colombo, quien la incluyo en su libro UFOs Over Canada (Hounslow, 1992).
Por increíble que puedan parecer los incidentes en el Lago Boskhung, eran tan solo parte de un macroavistamiento que abarcaba el sur de Canadá en aquel momento. El investigador Brian Vike de la organización HBCC con sede en la ciudad de Vancouver menciona otro caso que tomó lugar en la década de los ’70 en otro cuerpo de agua: el lago Scugog, al norte de la populosa Toronto. El testigo– Ian Harper, adolescente al momento de producirse el caso – había salido al patio de su casa un verano con su padre para separar dos gatos enfrascados en una pelea. Harper le comentó a su padre que un objeto en el firmamento parecía brillar con más intensidad que las demás estrellas.
El objeto en cuestión se desplazaba desde el sur hacia el norte y el padre del testigo – que había sido controlador de tránsito aéreo en Escocia – dijo casi enseguida que no se trataba de un avión, pensando que sería alguna especie de satélite. El objeto casi enseguida comenzó a desplazarse en zig-zag, abarcando la gran distancia de este a oeste a gran velocidad. Posteriormente regresó a su posición original para seguir su lento trayecto.
Meses más tarde, el joven Harper se encontraba cuidando de sus hermanos pequeños mientras que sus padres habían salido a cenar. Después de acabado el partido televisado de hockey, el testigo se levantó de su silla para cambiar de canales, y percibió una luz de gran brillantez por la ventana del salón, observando que las sombras de los árboles parecían desplazarse en la nieve. Su sorpresa fue mayúscula cuando pudo ver un objeto de grandes dimensiones que se movía por encima de su hogar y se alejaba por encima de los árboles. El objeto, según recuerda el testigo, era de color verde con un borde anaranjado. El objeto se alejó a un cuarto de milla de distancia antes de bajar repentinamente del cielo, como si fuese a chocar contra la tierra. Pero el intruso se detuvo antes de hacer impacto y comenzó a cernirse antes de aterrizar detrás de la arboleda, resplandeciendo en la oscuridad. El testigo y un amigo visitaron el lugar del supuesto aterrizaje en la nieve sin encontrar nada.
Pero una sorpresa adicional aguardaba a Ian Harper.
Un año después del aterrizaje, se encontraba montado en su bicicleta y acompañado por su perro, paseando por un camino que estaba al sur de su aldea. El can, un perro de aguas de gran tamaño, repentinamente salió corriendo, gruñendo y ladrando. Harper pudo ver que su mascota había visto un animal blanco—quizás un gato grande—y había salido a interceptarlo. Bajándose de la bicicleta para ir tras el perro, se fijó que el animal se había detenido en seco, como si se hubiera encontrado repentinamente con una barrera invisible.
Fue entonces que “aquello” – como lo denominó Harper – comenzó a erguirse lentamente. Lo que inicialmente había tomado por un gato de color blanco resultó ser “algo de tres pies de alto, con brazos largos y delgados y una gran cabeza. Mi primera impresión de “aquello” es que se trataba de un mono. Fue entonces que se produjo un sonido que se me hace difícil describir: una especie de gruñido o grito subsónico. No creo que el sonido haya salido de “aquello”, sino que parecía rodearme. Pude sentir el sonido en todo mi cuerpo. El perro se detuvo, dio la media vuelta, y salió corriendo con el rabo entre las piernas. Sentí tanto miedo que me fue imposible subirme a la bicicleta de nuevo; Comencé a correr, empujando la bicicleta por delante. Cuando llegué a mi hogar, mis padres tenían visita, así que me fui directo a mi habitación”.
Por rara que pueda parecernos la experiencia del joven canadiense, algo parecido sucedió en Nueva Gales del Sur (Australia) a comienzos de 1978. Un hombre de 25 años de edad alcanzó ver dos objetos amarillos de forma irregular cerca de la población de Grafton. Uno de los enigmáticos objetos parecía desplazarse por la ladera de una montaña, emitiendo una cortina de chispas. El testigo, de apellido Price, afirmó no poder recordar los siguientes minutos de su recorrido.
A la media hora después del avistamiento inicial, Price afirmó haber visto algo que guardaba cierto parecido a un "gallinero" al llegar a la población de Armidale. El objeto estaba posado en la tierra y luego procedió a moverse; el testigo vió que se trataba de un objeto fusforme con claraboyas.
A diferencia de muchos otros casos, Price detuvo su vehículo para sacar fotos del "gallinero" - imágenes que no presentaron más un gran borrón amarillo al momento de ser reveladas. Al acercarse al objeto, este retrocedió, ocultándose en lo que el testigo tomó por neblina. Una neblina sumamente rara que parecía salir de un desfiladero cercano, reduciendo la visiblidad a menos de tres metros. La singular neblina venía acompañada por un sonido descrito como "parecido al de una aspiradora", y tanto el obstáculo visual como el sonido acompañante desaparecieron de repente, dejando a Price solo en la silenciosa oscuridad de las antípodas.
De regreso a su vehículo, Price sintió lo que describió como dos ondas de choque, separadas entre sí por un intervalo de sesenta segundos. La región entera se vió sacudida y la normalidad se reestableció posterior a esto.
1 Comments:
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