VECINDAD OSCURA: El MUNDO DE LOS JINAS
Por Scott Corrales
(c) 2007
El concepto de “no estamos solos” es de importancia máxima para los interesados en la ufología y sus disciplinas afines, aunque la compañía que esperan encontrar se encuentra planetas lejanos de la Tierra, ya sea en otros sistemas solares de la Via Láctea o en otras galaxias como Andrómeda. Aficionados y estudiosos de la “ufología de pernos y tuercas” como suele llamársele han calculado los posibles puntos de origen del fenómeno supuestamente extraterrestre que nos visita asiduamente, o se han imaginado una taxonomía completa de seres dignos de un rodaje de George Lucas – grises bajos, rubios altos, impresionantes reptiloides y temibles insectoides – que son producto de astros distintos.
Sin embargo, desde los primeros años del quehacer ufológico se viene barajando la posibilidad de que nuestros visitantes no sean de sitios tan distantes, sino seres que comparten este gran planeta azul con nosotros. Los escritos de Robert Shaver nos indicaron que una raza primigenia abandonó nuestro mundo debido a los efectos nocivos de la radiación solar, dejando atrás el remanente negativo y positivo de su especie – los deros y teros de las crónicas shaverianas – que habita el mundo intraterrestre; escritores de mayor seriedad como Ivan T. Sanderson escribieron ampliamente sobre los “huéspedes no invitados” que se alojaban en el fondo del mar y que evitaban al máximo el contacto con el homo sapiens; otros pensadores han ubicado a nuestros vecinos invisibles en lo más remoto de la Amazonia o la meseta del Tíbet. Pero tradiciones de mayor antigüedad nos indican que compartimos nuestro mundo con seres de procedencia terrestre aunque no humana...seres que son considerados por las autoridades jurídicas de una quinta parte de la humanidad como entidades reales y mayormente nocivas para el ser humano. Varios autores importantes del tema ufologico-paranormal, como Salvador Freixedo, Gordon Creighton y John Keel, han hecho mención de ellos en sus obras: se trata nada menos que de los inexplicables jinas.
“Hechos de fuego sin humo”
Con el clima político que afecta a nuestro mundo actualmente, resulta un tanto arriesgado citar párrafos de un texto religioso considerado por muchos como inímico al pensamiento occidental. Se trata del Corán, la biblia musulmana, por así decirlo, que nos aporta los primeros datos que tenemos sobre estos seres que ocupan un puesto intermedio en la obra divina de la creación – a mitad de camino entre los ángeles, seres espirituales, y la humanidad, seres “de barro”, como nos lo recuerdan nuestras propias obras religiosas. Los jinas tienen una naturaleza distinta a ambos, ya que fueron hechos de humo y fuego, como lo indica el capítulo del Corán dedicado a estos seres.
Los estudiosos islámicos mantienen hasta el día de hoy la existencia de estos seres, y aunque se prohíbe a los devotos del Islam creer en fantasmas y participar en actividades adivinatorias, creer en los jinas es un mandamiento.
El vocablo "jina" aparece 29 veces en el Corán, sin contar el "sura" o enseñanza llamado "Surah Al-Jinn" que abunda detalles específicos sobre nuestros vecinos ocultos: estos seres viven en un mundo invisible a los ojos humanos, siendo capaces de "comer, beber y procrearse" al igual que los humanos, y al igual que nosotros, los hay buenos y malos (en este caso concreto se consideran "buenos" a los jinas que han aceptado el Islam). Aunque no son inmortales en absoluto, se les asigna una longevidad prodigiosa y algunos estudiosos afirman que hay jinas presentes en la actualidad que estaban vivos cuando Mahoma comenzó sus prédicas en el desierto de la península arábica. Otra enseñanza coránica indica: "De cierto, creamos a la humanidad de barro y lodo suave, y a los jinas del fuego sin humo". (Qur. 15:26-27). El estudioso Ibn-Abbas manifiesta que dos milenios antes de la creación de Adán y Eva, los jinas ya ocupaban nuestro planeta, aunque su inquilinato estuvo caracterizado por la corrupción y la guerra. Regimientos de ángeles enviados por Alá se batieron contra los seres hechos de fuego, acabando con ellos y desterrándolos a ciertas islas. A diferencia de la tradición judeocristiana, no fue hasta ese momento en que el Creador decidió emprender la confección del género humano.
Por motivos que no se explican, estos seres invisibles e inteligentes solo pueden manifestarse ante nosotros asumiendo formas desagradables (específicamente serpientes y perros negros, como el black shuck de las islas británicas), aunque veremos más adelante que pueden imitar a los humanos. Mahoma estableció la existencia de tres clases de jinas – los que se desplazan por los aires, los que se manifiestan como serpientes y perros, y los que existen en un lugar específico pero tienen el don de viajar de un lugar a otro.
La preocupación por estos seres que comparten nuestro mundo persiste hasta nuestros días, con páginas web en Internet que cuelgan las opiniones legales (fatwas) de distintos estudiosos del Corán sobre consultas relacionadas a los jinas. No es de sorprender que una de las preguntas de mayor frecuencia tenga que ver con la posibilidad de que los humanos puedan contraer matrimonio con estos seres, y tener descendencia. Una preocupación extraña, pero tal vez no tanto si examinamos los siguientes casos.
Amores prohibidos
Durante una de sus participaciones televisivas en Estados Unidos durante la década de los ’90 (El Show de Cristina, 1991) el pensador y parapsicólogo Salvador Freixedo consideraba que el interés por “lo generacional, lo genitivo, lo genital” que se desprendía del fenómeno de los secuestros por supuestos extraterrestres en aquel momento guardaba una relación estrecha con relatos de otros seres a través de la historia que se han relacionado íntimamente con los humanos, al menos en el plan mítico-legendario, como sucede con las sílfides, ondinas, ninfas y otras criaturas amparadas bajo distintos nombres en las leyendas de todo el planeta.
A comienzos del 2007, el investigador y escritor de lo paranormal, Brad Steiger, volvía a la carga con un nuevo libro, Shadow World: True Encounters With Beings from the Darkside (San Antonio, TX: Anomalist Press, 2007) en el que visitaba casos inéditos de seres claramente extrahumanos que buscaban la unión sentimental y física con humanos. Uno de los casos más interesantes que recoge Steiger en su obra es el de Kent Grondhal, un joven estadounidense de ascendencia escandinava que cursaba estudios en la universidad de Iowa cuando decidió montarse en su coche para dar una vuelta por el campo, para ver si la perspectiva de los interminables maizales y pequeñas aldeas servía para librarle de sus preocupaciones académicas. No tardó en pasar por una diminuta villa que contenía unas cuantas casas, tienda de ultramarinos y estación de gasolina, pero en la que se celebraba un festival de baile sueco tradicional.
Sumamente orgulloso de su herencia cultural, el joven Grondhal decidió estacionar su vehículo e integrarse a las festividades. Pero justo cuando iba a hacerlo, un grandullón de ojos azules e intimidadores le cerró el paso, aparentemente con la intención de asestarle un puñetazo sin motivo alguno. En ese momento intervino otro hombre, alto y sonriente, que se identificó como Erik Hagen. Cuando Grondhal se presentó, Hagen le preguntó enseguida si su familia provenía de cierto lugar, y al recibir la respuesta afirmativa, acogió Kent como si fuese un pariente lejano. El estudiante pasó a conocer a los demás asistentes a la fiesta. “Hablaban con un acento escandinavo tan fuerte”, indicó Grondhal, “que era como si acabaran de llegar de la misma Suecia”.
El estudiante no tardó en fijar su vista en Kari Rogeness, una encantadora rubia que afirmaba vivir en esa misma aldea, mientras que los demás sencillamente se personaban para una reunión anual. A pesar de que la chica había respondido positivamente a su interés, con el paso de las horas comenzó adquirir cierta reticencia, especialmente cuando Grondhal le preguntaba si sería posible encontrarse con ella de nuevo. Al final de la velada, el estudiante volvió a la universidad con el recuerdo de Kari plasmado en su mente. Enseguida buscó su nombre en la guía telefónica y nada. No existía nadie de ese nombre.
Días después, al entrar a un restaurante, se encontró con Erik Hagen y toda su comitiva – los mismos invitados a la fiesta campestre. Sin embargo, Kari Rogeness brillaba por su ausencia. Hagen se acercó al estudiante para decirle que a pesar de haberle caído muy bien a sus amigos, debía olvidarse absolutamente de Keri, ya que el desenlace anticipado era imposible. “Estamos relacionados con ustedes, pero no de la manera en que tú lo entiendes”, le dijo el sonriente Hagen. “Hay algunos entre nosotros que guardan rencor hacia los tuyos porque fuimos los primeros, y a veces nos sentimos suplantados por los tuyos. Pero escúchame, joven Grondhal, porque te tenemos afecto sincero. Te pedimos que dejes de buscar a Kari. Lo que esperas nunca podrá suceder”.
Según lo describe Steiger, el estudiante se disponía a contestar cuando la camarera la informó que su orden ya estaba lista. En los breves segundos que se distrajo para atenderla, Hagen y su comitiva ya habían salido por la puerta. Al intentar seguirlos, no pudo verlos por ninguna parte.
“Tres años más tarde, durante una visita a Nueva York para ver a un amigo”, escribe el autor. “Kent Grondhal está seguro de haber visto a Kari Rogness y Erik Hagen caminando por Times Square mientras que viajaba en un taxi”. Al llamar la atención de ambos desde la ventanilla, el par le miró fijamente antes de internarse en el lobby de un cine. “No puedo dejar de preguntarme cuantos Eriks y Karis y otros “parientes” nuestros deambulan entre nosotros, mezclándose entre la muchedumbre, ocultando sus verdaderas identidades y propósitos”.
Hasta ahí la historia del joven estudiante que nos regala Brad Steiger.
La respuesta más sencilla casi siempre es la correcta. La joven Kari se sintió importunada por la atención de Grondhal e hizo todo lo posible por esquivarlo. Erik Hagen, su pariente, tutor o amante, pidió cortésmente al estudiante que mantuviese su distancia. Caso cerrado. No obstante – si las palabras pronunciadas por Hagen en el restaurante son una cita fidedigna – nos enfrentamos a una instancia curiosa: “Hay algunos entre nosotros que guardan rencor hacia los tuyos porque fuimos los primeros, y a veces nos sentimos suplantados por los tuyos.” Suena como una caracterización de la condición de los jinas de acuerdo a lo expresado por Ibn-Abbas.
Las autoridades islámicas conceden la posibilidad de la unión entre humanos y jinas, aunque consideran que es algo que no debe producirse, pasando a decir que el compendio jurídico (shari’ah) no ofrece estatutos irrebatibles sobre el tema, de manera que algunos opinan que la unión de humanos y jinas sería lícita mientras que otros sostienen lo contrario. Una de las voces en contra es la de Al-Khateeb Asherbini, que establece que hay dos clases de restricciones matrimoniales, las perpetuas y las no perpetuas. El connubio entre humanos y jinas cae bajo las restricciones perpetuas. Ibd ‘Adein, un estudioso hanifi, señala que las restricciones matrimoniales son especificas y que el hombre no puede juntarse con otro hombre, con un hermafrodita, con una mujer politeísta, con una mujer de parentesco cercano...o con una jina.
Otros juristas no son tan tajantes. Al-Hasan Al-Basri sostuvo que la unión de humanos y jinas resultaba lícita “con tal que hubiese testigos” al hecho. El imán As-Suyuti, citando autoridades anteriores, repuso afirmativamente al matrimonio entre nuestra especie y la de nuestros enigmáticos vecinos.
Veamos lo que dice Ibn-Unus en el escrito Sharh Al-Wajeiz: “Si la unión fuese licita, ¿tendría el hombre la potestad de obligar a su mujer jina a quedarse en el hogar? (con el conocimiento de que los jinas tienen la tendencia a desplazarse largas distancias). Supongamos que al hombre le disguste ver a su esposa en otra forma que no sea la humana, ¿le concedería esto el derecho de impedir su encarnación en otras formas? Además, ¿se cumplirían las condiciones normales que requiere cualquier otro contrato matrimonial? Por ejemplo, si se requiere la aprobación del jina guardián de la futura esposa. ¿Sería válido su matrimonio bajo las leyes de los jinas? Supongamos que el marido ve que su esposa ha asumido una forma distinta a la que conoce, y ella insiste en su identidad, ¿sería él capaz de creerle y hacerle el amor? ¿Estaría obligado a proporcionarle los alimentos que consumen los jinas, como osamentas y otras cosas?
Los debates sobre el tema – la carnalidad entre nuestro género y seres que para el mundo occidental “no existen” – se extiende largo y tendido, pro y en contra, en la jurisprudencia islámica. La respuesta final parece ser que el matrimonio entre un varón humano y una hembra jina no está bien visto por el siguiente motivo: la posibilidad – remota, ya que se considera que dicha unión sería estéril – de tener prole mitad humana, mitad jina. “Unos yemeníes le escribieron al imán Malik diciendo: un jina macho ha venido ante nosotros para pedir en matrimonio a una joven humana, diciendo que su intención era la de seguir el camino de los justos en este asunto. El imán Malik repuso: “No veo que haya nada de malo en ello, pero me preocupa exponer a esta mujer a una situación en la que se le pregunte por su marido y ella tenga que contestar que es un jina macho. Esto puede resultar en corrupción entre los musulmanes”.
Sería interesante redactar una carta para estos estudiosos del Islam y preguntarles su parecer sobre el supuesto hibridaje entre humanos alegadamente “secuestrados por los ovnis” y los seres macrocéfalos que los tripulan...
¿Quieren ser como nosotros?
Uno de los casos más intrigantes con seres claramente no humanos, pero que adoptan la forma de nuestra especie para fines desconocidos, también está asociado con las manifestaciones de los rarísimos Hombres-de-Negro (HDN) que en su momento ocuparon un renglón de estudio aparte en el quehacer ufológico. La mayoría de los interesados en este fenómeno recordará que uno de los casos mejor documentados de este tipo se produjo en 1976, cuando el psiquiatra estadounidense Herbert Hopkins recibió la visita de un misterioso personaje vestido en un traje negro con sombrero tipo “derby”. El rostro del enigmático visitante estaba cubierto por maquillaje blanco y llevaba carmín en los labios. El personaje hizo algunas preguntas sobre un caso ovni que investigaba el profesional (el caso Stephens, Maine, 1975) y luego hizo desaparecer una moneda de un centavo de la palma abierta del sorprendido Hopkins, volatilizándola del todo. El extraño le advirtió: “Ni tú ni nadie en este plano (no planeta) volverá a ver esa moneda”.
Pues bien: el 24 de septiembre de 1976, después de la inquietante visita por parte del hombre de negro, una pareja igualmente inquietantes se personó en el hogar de John y Maureen Hopkins, hijo y nuera del psicólogo que investigaba el caso ovni. La descripción física de ambos personajes, y su total y completa ignorancia de la sociedad estadounidense en aquel momento, hicieron pensar a al joven matrimonio Hopkins que sus visitantes tenían algo de extraño. El hombre vestía ropa sacada directamente de un catalogo de los años ’50, aunque se trataba de ropa perfectamente nueva, prácticamente recién estrenada (detalles parecidos suceden en otros casos de HDN). La mujer era aún más sorprendente por la extraña configuración de su cuerpo – abdomen abultado y senos que parecían surgir de sus costillas, tambaleándose al caminar, como si sus piernas no encajaran correctamente en la pelvis. Los intercambios en entre estos personajes eran más bien un guión penosamente memorizado que la conversación que esperaría uno de una pareja.
John Hopkins contestó algunas preguntas sobre su padre, el caso ovni de marras, y otros asuntos. Pero el extraño hombre parecía más interesado en otros temas: “El hombre y su compañera quedaron sorprendidos cuando John explicó que él y su esposa realizaban la mayoría de sus actividades de forma conjunta. A la vez que hacía preguntas, el hombre manoseaba a su compañera, preguntando a John si lo estaba haciendo correctamente.” (Schwarz, p.248). Poco después, el visitante importunaba a Maureen con preguntas indiscretas, indagando sobre “la conformación de su cuerpo” y si tenía fotos de sí misma al desnudo para enseñarle. Después de un rato, la hembra declaró que ya era hora de marchar, y sucedió algo más raro aún: “Su compañero se puso de pie, pero sin emprender el movimiento para salir. La mujer le dijo varias veces que se quería ir, finalmente suplicando a John Hopkins: --Tenga la bondad de moverlo; no puedo hacerlo yo misma.—como si no fuese capaz, o supiese, caminar alrededor de su inmóvil pareja para llegar hasta la puerta de salida.
La explicación racional a este curioso evento de hace treinta años atrás es perfectamente razonable. En las zonas rurales de América del Norte, como en cualquier otra parte del mundo, se producen tristes casos de retardación mental y anormalidades físicas debido a la mala alimentación o el incesto. Viviendo en comunidades aisladas, casi siempre bajo la férula de un reverendo autoproclamado, hay personas totalmente ajenas al momento en que viven o las modas acostumbradas. Es perfectamente factible que “Bill Post” (el nombre dado por el hombre extraño) y su compañera perteneciesen a uno de estos grupos.
Sin embargo, la posibilidad de que se tratasen de criaturas inteligentes que estuviesen imitando a los seres humanos no deja de ser inquietante. El interés de “Bill Post” en ver fotografías de la joven Sra. Hopkins desnuda y el previo manoseo de su propia compañera vuelven a insistir en el afán estos seres en hacerse pasar por humanos, calcando los detalles de la conducta íntima, que les resultan fascinantes. El hecho de que la compañera del “Sr. Post” no supiese caminar alrededor de la extraña inmovilidad éste sugiere también una falta de familiarización con el cuerpo humano, como si se tratara de seres humanos intentando caminar en armaduras medievales.
¿Yanquis extraños de los bosques de Nueva Inglaterra, o criaturas fascinadas por lo “generacional, genitivo y genital” que señalaba Freixedo? Le dejamos la decisión al lector.
Animales y tecnología de los jinas
La literatura islámica nos indica que los jinas disponen de animales, y que está permitido darles el excremento tanto humano como animal como alimento (con la consiguiente prohibición del consumo de excremento por los humanos, como si fuese necesario). Sin embargo, dichos seres carecen de descripciones y los estudiosos reponen que “así lo quiere Alá”.
Nos toca a nosotros especular sobre si las criaturas de ojos fulgurantes que reporta la criptozoología – ciertas especies de pie grande, el chupacabras, aves monstruosas, etc. – corresponden a estos animales de los jinas, a pesar de que los hemos visto alimentarse de sangre y carroña y no de materia fecal, aunque quién lo sabe. El psicologo Berthold Schwarz, estudioso del fenómeno ovni desde la perspectiva psiquiátrica, manifestó en su análisis del avistamiento ovni / encuentro con seres peludos en Greensburg, Pennsylvania (USA) en 1973, los ojos de color rojo intenso de los seres – un espécimen adulto y otro aparentemente infantil, que a juzgar por los bocetos producidos por los testigos, guardaban más parecido con el hombre lobo que con los simioides asociados con Bigfoot – “sugerían la posibilidad de que su origen era un mundo totalmente a oscuras”. (Schwarz, Berthold E., UFO Dynamics. Moore Haven, Florida: Rainbow Books, 1983). ¿Podría ser este mundo de tinieblas, que tanta repercusión ha tenido en las religiones occidentales, la realidad asignada a los jinas? De ser así, no es de sorprender que quieran visitar la nuestra de vez en cuando.
Un pensador contemporáneo se ha interesado en la posible tecnología disponible la oscura vecindad de los jinas. Charles Upton, autor de The System of Antichrist (NY: Sophia Perennis, 2001), aborda un aspecto que algunos podrán considerar delirante, o cuanto menos, digno de una novela de Conan el Bárbaro: la posibilidad de que los jinas dispongan de tecnología, ya sea de su propia confección o robada a los humanos.
Antes de pasar a los pensamientos de Upton al respecto, vale la pena considerar que otros han discurrido brevemente en este sentido, tal vez inspirados por los grabados medievales que muestran el “infierno” en todo su terror, lleno de demonios que atormentan a los impíos con una variedad de implementos – ruedas de tortura, largas agujas, garfios y otros objetos cuyos fines no quedan muy claros. Lo lógico, claro está sería suponer que el artista medieval o renacentista ponía en manos de los amos del inframundo la utilería disponible a cualquier torturador de la Santa Hermandad...
Pero Upton opina lo contrario, dando a conocer los escritos del sacerdote ortodoxo Seraphim Rose, fallecido en 1982, que afirmaba que el fenómeno ovni, por ejemplo, no era sino “demonios que hacen lo que siempre han hecho los demonios. Sus naves son el producto de una tecnología “demoníaca” que comienza en el reino de lo sutil y que afecta el reino de lo físico: “Queda claro que las manifestaciones de los platillos voladores de la actualidad caben dentro de la tecnología disponible a los demonios. De hecho, no hay nada que los explique de mejor forma. Las múltiples decepciones demoníacas que aparecen en la literatura de la [iglesia ortodoxa] han sido adaptadas al mito de lo espacial y nada más”. (Upton, p.334, citando a Rose). El fenecido sacerdote de la iglesia ortodoxa sostuvo que los ovnis son “tanto naves físicas como dispositivos psíquicos”.
Upton asigna lo dicho por el sacerdote ortodoxo a sus propias investigaciones sobre los jinas: “[...] Y esto está preciasamente alineado con el folklore sobre los jinas en todas partes del mundo: son capaces de afectar el plano de lo físico, pero son incapaces de mantenerse en él de forma estable. Me pregunto a veces si nuestra tecnología informática, que siempre me ha parecido inspirada por los jinas en cierta medida, puede representar una manera de construir vehículos para sí mismos que sean estables en nuestro mundo, en vista del hecho de que los jinas y los OVNI parecen ser capaces de relacionarse con la energía electromagnética”.
¿Será Upton partidario de los “luditas” del siglo XIX que abogaban por la destrucción de la maquinaria infernal de la revolución industrial? Sus palabras parecen sugerirlo, pero no sería ni el primero ni el único en pensar que el mundo informático – su mayor exponente siendo la red mundial, Internet – ha adquirido inteligencia propia o está bajo el control de alguna fuente extrahumana. En 1997, el investigador Steve Mizrach abordaba el tema en su trabajo “Ghost in the Machine: Haitian Voudoun and the Matrix” (Crash Collusion No.8, Austin, Tx), recalcando que la nueva generación de programadores estaba asombrada por los algoritmos que empleaban para escribir sus programas, algoritmos que “parecian estar vivos por sus propiedades inesperadas y emergentes, y sus reacciones al estímulo externo...muchos de los técnicos en robótica a menudo quedan azorados por las respuestas casi “vivas” de sus creaciones, que parecen reacciones animales o humanas y no definidas por los algoritmos de control. Terence Sejnowski, neurocientífico del hospital Howard Hughes, no niega la posibilidad de que Internet haya adquirido conciencia propia (The World Question Center, http://www.edge.org/q2006/q06_8.html). Pero esto nos aleja demasiado de la cuestión de los jinas y su tecnología.
En los años ’60 y ’70 del siglo XX se dieron casos que fueron pasados por alto por carecer de los elementos dramáticos recetados por la ufología – el avistamiento o aterrizaje, persecución del testigo por los no humanos y luego su hostigamiento por los militares. Estos casos que rayaban en lo “forteano” incluían descripciones del robo de tecnología de computación de los almacenes de la Honeywell u otras fabricas de computadoras de esa época por platillos voladores. Otros testigos, llevados a bordo de los platillos, afirmarían haber visto tecnología humana en las naves. ¿Elementos técnicos robados por los jinas, o esfuerzos de parte de la cúpula militar o política para confundir a los testigos de lo insólito?
Si consideramos la posibilidad de los jinas generan su propia maquinaria o roban la nuestra, ¿serviría esto para explicar la casuística aún inexplicada de los “dirigibles fantasma” que crearon sensación entre 1896 y 1897? ¿O los aviones y cohetes fantasma vistos en Escandinavia en 1946? Durante la oleada de los dirigibles fantasma, parecía ser que pseudohumanos se divertían imitando los torpes esfuerzos de los humanos por lograr el ansiado sueño de volar. La casuística va desde enormes dirigibles dignos de Robur el Conquistador hasta aviones que batían sus alas al volar (según John Keel). Tan pronto como los Hnos. Wright, Dos Santos y Bleriot se salieron con la suya, los armatostes voladores dejaron de aparecer.
Las abducciones platilleras y los jinas
A esto es lo que queríamos llegar. Estamos en plena libertad de pensar que el fenómeno de los secuestros por seres provenientes de los ovnis u otras realidades son una realidad inquietante o uno de los casos de psicosis masiva más impresionantes de la historia humana. Algunos escritores e investigadores han intentado abordar el tema detenidamente, preguntándose si una civilización verdaderamente alienígena y superavanzada se valiese de los métodos de estudio (o hibridaje) empleados por los supuestos “grises”, “rubios” y “reptiloides” que aparecen en las crónicas contemporáneas. Sería de esperar que una supercivilización manipularía la genética con mayor facilidad que la nuestra, sin que el sujeto de la experimentación se enterase jamás de lo sucedido. Pero a pesar de los despliegues de tecnología (o pseudotecnologia) que los secuestradores dejan ver a sus víctimas, sus métodos son primitivos, invasivos y hasta sádicos.
A nuestra civilización del siglo XXI, sumergida en la informática, obteniendo placer de sus consolas de Nintendo y de la visualización pasiva de programas de televisión, le resulta más fácil creer en visitantes técnicamente avanzados de otro planeta que en criaturas cuya existencia conocemos mayormente gracias a “Las Mil y Una Noches”, aunque todas las culturas se pronuncian sobre este otro orden de seres. La obsesión por combinarse con los seres humanos es algo que sale hasta en nuestras obras fantásticas. Un ejemplo clásico lo es el mago Merlín (Myrrdin) de la tradición celta, siendo hijo de una mortal con un ser “que aunque no malo, distaba mucho de ser bueno” – descripción que se ajusta perfectamente a los jinas.
Hemos visto que la tradición musulmana opina que los jinas son capaces de cambiar de aspecto con facilidad, asumiendo formas agradables o repulsivas según les convenga. Este don de mutabilidad parecería corresponder a los “grises” que se han vuelto parte del establishment ufológico. Los testigos en muchos casos dicen haber copulado con machos o hembras sumamente atractivos según los cánones de belleza humanos, pero que acaban siendo enanos macrocéfalos (uno de ellos con peluca negra, según un secuestrado). Este don de los jinas y de otros seres de la mitología humana ha sido tecnificado – cómo no – y descrito como un “recuerdo pantalla” que los grises pueden superponer sobre los recuerdos del abducido.
Los secuestrados también afirman – a veces bajo hipnosis, otras de forma consciente – haber visto el fruto de esta mezcla de especies: seres mitad humano, mitad “gris”, débiles y enclenques. A veces describen criaturas más desarrolladas, claros rasgos humanos pero con los enormes ojos negros de su ascendencia extrahumana. Otros secuestrados hablan largo y tendido de ayudantes humanos al cien por cien que trabajan lado a lado con los grises. ¿Parte de una quinta columna humana que ayuda a los extrahumanos, o sencillamente seres que asumen un aspecto agradable para tranquilizarnos?
“En fechas recientes, algunos secuestrados han referido sus visitas a una habitación llena de fetos que flotan en tanques, o que se les ha entregado bebés o niños híbridos para que jueguen con ellos o se relacionen. Si el testigo es llevado por los seres, el destino es ultramundano, sin ser necesariamente otro planeta. Un breve viaje lleva a la nave y sus tripulantes a un entorno subterráneo o submarino: un mundo intraterreno de gran belleza pero sin luz solar, o un cielo iluminado de manera uniforme [...] a menudo oscuro y desolado, con señales de ruina y destrucción”. (Bullard, Thos. “Abductions”. The Encyclopedia of Extraterrestrial Encounters, Ed. Ronald Story. Nueva York: 2001. p. 6).
Los elfos o duendes que describía el Reverendo Kirk en su obra The Secret Commonwealth afirmaban ser capaces de destruir la humanidad de un solo tajo, pero no lo hacían “porque aguardaban la Salvación”. Un miramiento sumamente cristiano, naturalmente. Pero esta salvación o redención la conseguirían solamente a través de los humanos, combinándose con nosotros para obtener aquello que los religiosos han llamado “el alma” – concepto que dibujará una sonrisa de desprecio en los labios de los escépticos. Si tomamos por verdadera la suposición de que los presuntos secuestrados han visto y vivido todo lo que nos han contado, ¿podemos suponer que a pesar de la debilidad de la prole, y el cuidado intensivo que requieren, ahora tienen alma?
Por otro lado, no deja de ser interesante que los ufólogos hayan tomado esta amalgama de especies por algo positivo. En la conferencia del Human Potential Foundation celebrada en Washington, D.C., en 1993 y cuyo tema era “El encuentro entre culturas cósmicas”, un ex-asesor legal del Consejo Nacional de Investigaciones haya clasificado a los híbridos de gris y humano como “la próxima especie, homo alterios spatialis”.
Muchos secuestrados insisten en haber presenciado imágenes del futuro de la humanidad en un planeta totalmente destrozado por las crisis ambientales, la contaminación o los impactos con cuerpos del espacio exterior. Estas pavorosas escenas han sido proyectadas directamente a las mentes de los secuestrados, o han sido parte de una especie de “representación teatral” en la que muchos secuestrados miran fijamente lo que parece ser una pantalla que muestra el futuro. Los únicos que podrán sobrevivir en este mundo apocalíptico serán los híbridos de seres humanos y grises, perfectamente aclimatados al terrible “nuevo mundo”.
Charles Upton nos ofrece una posibilidad francamente aterradora, pero que solo convencerá a los religiosos: “Pero si están tan empeñados en fascinar a los pobres mortales con sus poderes superiores, ¿a qué se debe su aparente envidia a nuestra capacidad de ocupar cuerpos físicos? ¿Será que están plenamente conscientes de que la figura humana es la imagen de Dios, aunque lo hayamos olvidado nosotros, y por consiguiente hacen todo lo posible por sustituirlo, mayormente tentándonos a desconstruirlo física y psíquicamente? Si ellos, con todo sus dones, aparentemente quieren volverse humanos, a la par que quieren hacernos más parecidos a sí mismos, ¿qué nos dice esto sobre la autoevaluación de su condición? Tal vez sencillamente están intentando evitar el Infierno”. (Upton, System of Antichrist, p. 338).
Resumiendo
Todos los que vivimos en la actualidad, con algunas salvedades, somos producto del cine, la televisión y la literatura de fantasía y ciencia-ficción. No nos molesta en absoluto describir un aparato o situación como “digno de Viaje a las Estrellas o La Guerra de las Galaxias”. Nuestro marco de referencia es la tecnología, desde la primerísima calculadora de mano hasta el novísimo iPod® de la empresa Apple. Si vemos una luz extraña en el cielo, o un vehículo discoidal en medio de un prado, tampoco dudamos en ubicarlo dentro de un contexto tecnológico, en este caso, la nave espacial proveniente de cualquiera de los planetas/civilizaciones/galaxias que nuestras lecturas e idas al cine han creado en nuestras mentes. De hecho, es mucho más verosímil y culturalmente aceptable hablar de alienígenas, extraterrestres, etc. que de elfos, jinas, sílfides y ondinas a pesar de que existen tradiciones milenarias sobre estos seres y su relación con nuestra especie.
Está bien visto pensar que una cultura extraplanetaria envía sus naves para secuestrar hombres y mujeres, utilizar su material reproductivo contra su voluntad por el bien del futuro de la humanidad, o para salvar otra especie que haya perdido sus facultades reproductivas, o porque los miembros de dicha especie son en realidad “los Vigilantes” del Antiguo Testamento, o porque su misión es la de conservar la vida en todos los planetas habitados. Pensar en que dichos seres son en verdad los vecinos que siempre hemos tenido, que estaban en nuestro mundo mucho antes de la aparición de la humanidad y que posiblemente sigan aquí después de nuestra extinción, es descabellado...o al menos eso nos dicen.
0 Comments:
Post a Comment
<< Home