Militares contra el misterio (2da Parte)
Militares contra el misterio (2da Parte)
Por Scott Corrales (c) 2017
Las erupciones volcánicas figuran entre los fenómenos naturales que inspiran pavor y asombro a la humanidad. Algunos estudiosos especulan que nuestros antepasados prehistóricos, absortos ante la manifestación de magma, ceniza y truenos, no dudaron en adorar a los volcanes como dioses y tal vez agarrar, con miedo, trozos de madera ardiente que constituirían el descubrimiento del fuego y el comienzo de la "edad tecnologica" hace doscientos mil años. Han sido pocas las erupciones al norte de México, y la que más trascendencia ha tenido corresponde a la explosión de Mount St. Helens en 1981, momento histórico represntado en numerosos documentales y películas, sin contar los libros y estudios geológicos que aún se siguen publicando.
Hay un aspecto menos conocido de este momento en la historia, y es el que nos proponemos tratar aquí. Desde el siglo XIX, cuando los primeros cazadores europeos se internaron en lo que conocía como "el territorio de Oregón", enorme expansión de terreno disputada por las potencias del momento - Rusia, Inglaterra y España- los nativos les advirtieron que no deberían acercarse a la imponente cumbre, puesto que sus alrededores eran la morada del temible sasquatch (o el "matlog" que figura en los escritos de José Mariano Moziño Suárez, http://arcanamundiblog.blogspot.com.ar/2013/03/haciendo-historia-bigfoot-el-virreinato.html). Aunque la ciencia se niega a aceptar la existencia de estos seres, se circuló la creencia de que la devastadora erupción volcánica seguramente había decimado - o tal vez aniquilado del todo - a los escurridizos gigantes del bosque.
Esta creencia infundada, sin embargo, adquriría contundencia cuando muchos uniformados, en su mayoría policías militares del ejército de los Estados Unidos, comenzaron a discutir el asunto en décadas posteriores. El libro Who’s Watching You? An Exploration of the Bigfoot Phenomenon in the Pacific Northwest de la autora Linda Suchy nos presenta el relato de un hombre, empleado de la Weyeraeuser, una de las empresas madereras más grandes del mundo con 27 millones de acres a su haber en Canadá y EEUU, presenció la manera en que elementos de la Guardia Nacional había reunido montones de cadáveres de animales muertos a causa de la erupción y los gases venenosos. Uno de estos montones estaba custodiado por guardias armados y tapados por una gran lona. Al quitar la lona para depositar los cadáveres en vehículos, el testigo se sorprendió al ver que eran cadáveres de sasquatch, algunos de ellos calcinados y otros cubiertos de ceniza. Los soldados le advirtieron que guardar silencio sobre lo visto era esencial, y que los restos mortales "serían llevados a algún lugar para estudiarlos" y que no convenía preguntar mucho más sobre el tema.
Otras versiones mencionan la presencia de enormes helicópteros militares Chinook que llevaron en volandas a los cadáveres calcinados de estos seres, que fueron hallados a lo largo del cauce del rio Cowlitz, tributario del podoreso Columbia. Elementos de la policía local y de la oficina del comisario afirmaron haber visto los brazos y piernas quemadas de estas criaturas sobresaliendo de una gran red que colgaba de una cuerda unida al fuselaje del Chinook. Como si fuera poco, el autor Robert Lindsay reproduce una entrada del Bigfoot Track Record que indica que un un total de 20 cadáveres de Piegrande habían sido sacados de las aguas del rio antes de ser enterrados en un relelno sanitario, y como colofón, el detalle alucinante de que uno de estos seres, sufriendo de quemaduras graves, había sido rescatado por miembros de la tribu yakima y posteriormente confiscado por militares.
Monstruos de la costa este
Entre 1973 y 1976, la región del estado de Maryland entre las concentraciones urbanas de Baltimore y Washington D.C. experimentaron una racha de avistamientos de “grandes monstruos peludos” que a pesar de su hirsutez y tamaño no tenían nada que ver con el célebre Bigfoot o Pie Grande de la costa del Pacífico. Estas violentas criaturas merodeaban el entorno suburbanita de White Marsh (donde ahora existe un importante centro comercial), atemorizando a los vecinos y desafiando a los agentes del orden público que no sólo las vieron, sino que dedicaron gran parte de su tiempo libre a perseguirlas. Para estos policías municipales y estatales, las criaturas de ojos verdes fosforescentes y gritos ensordecedores no eran fruto de ningún azar evolutivo, sino de la mano del hombre. En un incidente ya legendario, uno de estos seres se dedicó a lanzar grandes barriles llenos de productos líquidos contra los policías que se habían personado al patio de un almacén en el que merodeaba el intruso.
El sargento George Brooks del cuartel del condado de Essex recordó un caso de 1976 en el que una vecina de Harewood Park se comunicó con las autoridades después de haber visto un ente simiesco de 2 metros de estatura corriendo por el patio de su casa. El sargento Brooks quedó atónito al llegar al lugar de los hechos para descubrir que el perro pastor alemán de la señora – un animal de noventa libras de peso – había sido desgarrado a la mitad por “algo” de fuerza descomunal. El policía afirmó haber encontrado huellas de pisadas y haber escuchado un grito ensordecedor que provenía desde la arboleda cercana. “Cuando llegamos al lugar encontramos las huellas y hallamos fibras de pelo cuando aquella cosa atravesó una alambrada de púas. Escuchamos sus gritos, pudimos oler su hedor a azufre, vimos sus huellas, pero nunca pudimos verla. Pensamos que pudo haber nadado desde el Arsenal Edgewood (el antiguo nombre del polígono de Aberdeen) y que pudo haberse tratado de alguna especie de mutación genética. Los militares estaban muy interesados en el caso, pero jamás nos llevamos bien con ellos, si enteniende lo que le quiero decir”. (Entervista con Mark Opsasnick, revista Strange No.3, p. 65).
En junio de 1976, Clive Miller, otro vecino de Harewood, manifestó que docenas de soldados provenientes del polígono de Aberdeen se habían internado en uno de los pantanos circundantes para salir con alguna especie de enorme animal muerto embutido en una bolsa de lona. La aparente captura del ente no puso fin a las manifestaciones de otras criaturas, que se prolongaron por varios años despues.
Tanto los elementos de la policía como los investigadores de lo paranormal comenzaron a recibir testimonios de pescadores y marineros que frecuentaban las aguas del golfo de Chesapeake cerca de la salida al mar del polígono de tiro Aberdeen. Los testimonios hacían mención de experimentos sumamente extraños que estaban tomando lugar en la isla Poole, un centro de investigaciones adosado al polígono. Tom Sobotka, el más visible de estos pescadores, hizo la siguiente declaración al prestigioso diario Washington Post (17 Octubre 1976): “Hay muchas cosas que están sucediendo en Edgewood que no conocemos: experimentos y mutaciones. Ellos lo mantienen todo en secreto, pero hallaron un orangután muerto cerca de las vías férreas hace dos meses. Un guardia me dijo que en la sección que tienen ahí hay cosas increibles, como experimentos con humanos...”
El pescador agregó que era facil encontrar mutaciones en las aguas que rodeaban la isla Poole, como “un pez con patas de ciervo” (por inverosímil que pueda sonar). Pero existía un hecho comprobado, y es que la isla había sido vedada a la población civil. La investigación pudo establecer la existencia de cantidades considerables de agentes teratogenicos como percloretileno, tri-iso-propilo fosfato y otros en la región, liberados accidentalmente o a propósito en el perímetro del polígono de tiro. La posibilidad de experimentos con hibridos de simios y humanos no fue desechada por los investigadores, cuyos expedientes mencionan al menos un caso de cruce simio/humano que fue detenido al último momento.
El historial de casos de aquel lejano año sugiere que algo en efecto se había escapado del antiguo polígono Aberdeen. En el mes de mayo, una vecina afirmó haber presenciado como un ser de dos metros de alto corría de un lado de su traspatio al otro – criatura que tal vez pudo haber sido responsable de la muerte por desangramiento de su perro pastor alemán. Los investigadores hallaron huellas de 45 centímetros y un hedor insoportable, escuchando también los alaridos del ser en la zona boscosa circundante. A los pocos días, los maquinistas de un tren de la AMTRAK vieron un ser peludo cruzando las vías en Harewood.
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