Canada: El enigma de Qaumaneq
Canadá: El enigma de Qaumaneq
Por Scott Corrales
Basta con pensar en Canadá – o peor aún, Alaska – para que la mente se ponga a conjurar toda suerte de inclemencias: nieve hasta la cintura, vientos inmisericordes, jaurías de perros jadeantes que tiran trineos y osos polares al acecho. Ni decir tiene que este no es necesariamente el caso y que más que eternas planicies blancas, el extremo norte del continente americano tiene un color verde tenue tirando a pardo, desarbolado y lleno de las formaciones geológicas conocidas como “drumlins”. Lagos cuyas aguas no han sido consumidas por más que el caribú, el oso polar y los mamíferos de las zonas frías brillan como espejos; de vez en cuando es posible ver asentamientos de la tribu inuit, que no viven todo el tiempo en los iglúes que las películas y los libros de aventura nos han dado a conocer, sino en estructuras más duraderas y en nuestra época, francamente modernas.
Estas zonas remotas y poco frecuentadas por los que no son nativos, militares o ingenieros petroleros ofrecen al investigador de lo extraño toda suerte de misterios que van desde la presencia del fenómeno OVNI hasta seres extraños que han llegado a causar preocupación a los gobiernos que ejercen control sobre dichas regiones – Canadá, Estados Unidos y en cierto grado, Dinamarca.
El grupo Ufology Research of Manitoba, con sede en Winnipeg, provincia de Saskatechwan, informó un total de 400 informes de avistamientos OVNI hasta fines del mes de julio de 2004. Chris Rutkowski, coordinador de investigaciones para dicha entidad, llegó a opinar en ese momento que el total para 2004 sobrepasaría el record de 673 avistamientos catalogados para el 2003. El 2002 no fue menos activo para la ufología canadiense, con 176 casos reportados en Columbia Británica solamente. "En general, resulta fascinante ver que la cantidad de casos aumentó de manera tan dramática en Canadá el año pasado". Rutkowski explicó al rotativo SUN de la ciudad de Vancouver en su edición del 13 de febrero de 2003 que uno de los avistamientos inexplicados más extraños ocurrió en enero de 2.002 cerca de la pequeña comunidad de Inkerman, N.B.: "Un objeto de grandes dimensiones con luces parpadeantes y ventanas iluminadas voló lentamente y a baja altura sobre una carretera. Una pareja detuvo su coche para ver cómo se descendía detrás de una arboleda".
Los OVNI también se hicieron sentir en el norte de Canadá durante el macroavistamiento de fines de los ’60 a comienzos de los ’70. En el mes de noviembre de 1967, los controladores de tránsito aéreo de Fort Simpson quedaron perplejos al ver en sus instrumentos un objeto que ejecutaba una serie de virajes de 90 grados; meses después una luz amarilla-anaranjada voló a baja altura sobre la población de Whitehorse en el Yukón. Dos motoristas que cruzaban la tundra en sus trineos motorizados afirmaron que el objeto era “más brillante que el sol” y que se cernía al nivel de los árboles, emitiendo una energía desconocida que hizo que ambos trineos motorizados se detuvieran hasta que el objeto se alejó del lugar.
En febrero de 1968, una mujer que vivía a las afueras de Fort Norman pudo ver un colosal bólido anaranjado que se movía lentamente sobre los cables de alta tensión del tendido eléctrico. La testigo, que afirmaba haber estado cortando leña cuando se produjo el incidente, no tardó en subirse a su trineo y dirigir sus perros de tiro hacia el asentamiento para comunicar lo sucedido.
Los avistamientos en el ártico canadiense se prolongaron más allá del macroavistamiento. En fechas recientes, el periodista P.J. Harston exploró los avistamientos que tomaron lugar en enero de 1996 sobre Fort Resolution, en las orillas del Great Slave Lake. Más de 50 vecinos de esta población vieron extrañas luces verdes y azules que fueron captadas en cinta de vídeo. La magnitud del avistamiento fue tal que altos oficiales del ejército canadiense visitaron la población, acompañados de investigadores militares. La cinta de vídeo, según las averiguaciones de Harston, fue confiscada por estos funcionarios y remitida a su cuartel general en North Bay, Ontario, para analizarla. El periodista añade el curioso detalle que según el coronel Pierre Leblanc, el militar que visitó Fort Resolution, los estamentos militares canadienses “llevan el registro de las investigaciones paranormales, aunque el presupuesto para tales actividades se reduce cada vez más”.
La extraña dimensión desconocida de Qaumaneq
A principios del siglo XIX, los mares de la zona ártica eran no sólo las aguas mas frías del mundo, sino también un paraíso para los balleneros ingleses y norteamericanos, así como para los exploradores de la región ártica. Estos intrépidos exploradores, muchas veces afiliados con las "reales sociedades" de exploración de un país u otro, pasaban años enteros en las regiones circumpolares realizando una variedad de estudios científicos. Quizá ninguno de estos empeños haya recibido tanta atención como la búsqueda del "pasadizo noroeste" o Northwest Passage -- el brazo de mar que uniría el Atlántico con el Pacífico.
Leer sobre las intrépidas expediciones de los Ross (tío y sobrino), Mackenzie y Franklin es como internarse en una novela de Julio Verne: enormes veleros con cascos guarecidos contra la presión de los hielos polares, cargados de instrumentos científicos y toda clase de impedimenta, tripulados por oficiales de la marina británica vistiendo uniformes impecables a pesar del gélido entorno que los rodeaba. Basta con ver un mapa de las zonas árticas de Canadá para conocer sus nombres y los nombres de los monarcas a cuyo servicio estaban.
Pero detrás de la imagen romántica existían condiciones de vida cruentas, enfermedad y muerte en uno de los lugares más inhóspitos del mundo. Y según la opinión de algunos, muerte a manos de criaturas provenientes de algún lugar más allá del conocimiento humano.
Esta conspiración decimonónica--hábilmente orquestada por el "consejo ártico" del Almirantazgo inglés--comenzó con la fallida expedición de Sir John Franklin en pos del pasadizo noroeste en 1847. Franklin, al mando de los buques Terror y Erebus, tenía órdenes de pasar tres inviernos en la zona ártica para realizar su objetivo. Se trataba de una de las expediciones polares más ambiciosas armadas por el gobierno inglés--129 tripulantes, entre marineros y oficiales.
Cuando no volvió a saberse de Franklin, el Almirantazgo envió varios buques de socorro cuyos capitanes barrieron las islas del norte sin resultados positivos. La información recibida de los Inuit (esquimales) resultaba curiosa y confusa: algunos relatos mencionaban una contienda armada entre los kaploonas (hombres blancos) y una tribu de seres violentos. Otros Inuit señalaban que había un buque hundido en una de las bahías de las islas polares--buque que había sido abordado por nativos curiosos y en donde hicieron un descubrimiento espeluznante: señas de un combate feroz y el cadáver de un "gigante con colmillos largos" cuyo gran peso requirió el esfuerzo de cinco esquimales para moverlo.
Estos datos confusos no fueron del agrado de las autoridades en Londres. Se lanzaron expediciones militares y privadas--algunas de ellas costeadas por la desesperada Lady Franklin, convencida de que su esposo y tripulación seguían con vida--a investigar distintas regiones árticas pero no la región donde más probablemente encontrarían los restos de última expedición de Franklin. Se utilizaron buques mal equipados, capitanes poco experimentados en dichas regiones, y se hizo caso omiso de la información proporcionada por los nativos. Era como si los miembros del "consejo ártico" estuviesen empeñados en ocultar la verdadera misión de la expedición Franklin, a pesar de la presión ejercida por los periódicos británicos de la época y de autores como Charles Dickens.
Casi un lustro después de que la expedición Franklin franqueara la bahía de Baffin para entrar a la historia del misterio, se descubrieron cadáveres de los miembros de la expedición--cadáveres que habían sido mutilados de forma extraña, algunos de ellos con las manos cortadas, el corazón extraído, y agujeros en el cráneo por donde se había substraído el cerebro. Los restos de los tripulantes fueron exhumados nuevamente en la década de los '80 por científicos que detectaron señales de canibalismo en los huesos.
El canibalismo entre exploradores extraviados no resulta sorprendente, pero ¿hay algo más?
Algunos tripulantes de los buques perdidos fueron vistos por los esquimales, presentando barrigas hinchadas y labios y lenguas ennegrecidas. Los investigadores que han abordado la desaparición de Franklin han dicho que los pocos sobrevivientes tenían los labios negros por la sangre coagulada de sus festines caníbales, pero el autor Jeffrey Blair Latta opina lo contrario: los vientres hinchados y labios negros son señas inequívocas de la exposición a fuentes radiactivas intensas.
¿Radiación? ¿En el siglo XIX? ¿En las zonas polares?
Los testimonios Inuit apuntan hacia la existencia de unos seres gigantescos y colmilludos cuya imagen está plasmada en el arte esquimal. Las mismas creencias también indican la existencia de la "luz chamánica", no necesariamente una fuente de iluminación, sino el lugar en el que se internan los chamanes en busca de información, una dimensión totalmente aparte de las nieves que predominan en la zona y conocida como Omanek (anglización del original Qaumaneq). Los datos recabados por los europeos indican que los buques de Franklin "pasaron de nuestra tierra a Omanek".
Según afirma el autor Barry López en su libro Arctic Dreams, "resulta innegable la existencia de un paisaje mucho más vasto en la región ártica que la que nos dice la ciencia y que aparece en los mapas del U.S. Geological Survey. Se trata del país hacia el cual los chamanes hacían brillar su luz chamánica o qaumaneq". Es de suponer que el paso a este mundo desconocido involucraría el peligro de quedar expuesto a radiaciones desconocidas. Curiosamente, los mensajes enterrados en cápsulas de metal por algunos de los oficiales que sobrevivieron la misión dicen: "Todo bien" -- ¿señal de una misión realizada exitosamente, a pesar de la pérdida de vida?
Cabe suponer que el Almirantazgo no estaba tan interesado en localizar el pasadizo noroeste como dar con este mundo secreto, y que las vidas de Franklin y sus hombres, así como las diversas expediciones de socorro, se perdieron por este motivo. Resulta curioso que la curiosidad inglesa por la zona polar se remonta al siglo XVI, cuando el mago John Dee--adscrito a la corte de la reina Isabel, cuyos informes iban firmados "007"--informaba a su monarca de la necesidad imperiosa de conquistar Groenlandia y su zona circundante, ya que ahí se podía encontrar el secreto de "la entrada a otros mundos". Las primeras expediciones a la región fueron las de Martin Frobisher y Henry Hudson en los siglos XVI y XVII. ¿Habrá sido necesario aguardar tres siglos para tener éxito?
Sin embargo, permanece la interrogante de las extrañas muertes de los marineros y los seres que, según la tradición esquimal, "invernaban" en la isla del Rey Guillermo. Los seres colmilludos conocidos como Tunnit o Toonijuk parecen corresponder, por sus señas, a las criaturas peludas conocidas como "Bigfoot" o "Yeti", y que representaron un verdadero obstáculo para la colonización amerindia de esas inhóspitas regiones. El zoólogo Ivan T. Sanderson agrega que los Toonijuk "eran considerados como torpes por los esquimales, aunque con una fuerza física temible que les permitía cargar una foca adulta a cuestas sin ningún problema". La torpeza de los gigantes polares, combinada con su temor a los perros esquimales, fueron clave para la victoria de los inuit. Los Tunnit o Toonijuk desaparecieron de las regiones polares para irse "a un lugar inaccesible". ¿Sería Qaumaneq?
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