Thursday, February 22, 2024

Los Pretorianos Oscuros: Las Fuerzas del Encubrimiento

 

 


 Los Pretorianos Oscuros: Las Fuerzas del Encubrimiento

Por Scott Corrales © 2024

Desde la llegada de los FANI y los “tic-tac” se ha producido un repudio por las creencias tradicionales de la ovnilogía – y no fanilogía – cuyo origen puede deberse, tal vez, al intento de hacer el tema más aceptable a las élites culturales.

Se podrá vestir a la mona de seda, pero hay aspectos fundamentales del quehacer ovnilógico que no pueden taparse como lo haría el dictador que oculta la evidencia de gobiernos anteriores. Entre estos aspectos figura la existencia de grupos policiacos o militares que bien pueden considerarse los pretorianos del ‘gobierno permanente’ de distintos países, y no del teatro guiñol electoral.

Dejando a un lado los Hombres de Negro (HDN o MIB, en inglés) por un momento, nos concentramos en verdaderas fuerzas armadas de carne y hueso que imponen la mano dura, no solo en cuanto a OVNIS sino también en cuestiones de criptozoología.

El desaparecido autor paranormal George Andrews informaba sobre otro misterio constante – el de los helicópteros negros – y sus tripulantes en su obra Extraterrestrial Friends and Foes de 1987. Citando las investigaciones de Larry Fawcett y Barry Greenwood, Andrews informaba sobre un evento sucedido en Long Island, Nueva York en 1974, durante el cual una mujer presenció el aterrizaje de un helicóptero Chinook negro como el carbón, de acabado mate, y el descenso de hombres uniformados armados con fusiles M-16. Este personal vestía uniformes negros sin insignia, gorras negras y botas negras de paracaidismo. Puesto que el aterrizaje se había producido a tan solo unos cientos de metros de su propiedad, la mujer se acercó a uno de los soldados para preguntarle el motivo de su aterrizaje, pero no obtuvo respuesta.

A punto de reprocharle su falta de cortesía, la mujer presenció la llegada de varios carros patrulla de la comisaria del condado de Suffolk. Uno de los alguaciles abordó al soldado sin rodeos: “¿Quiénes son y qué hacen aquí?”

Cuando el personaje armado de negro nuevamente se negó a contestar, el tono del alguacil se volvió amenazante: “Miren, ustedes han aterrizado en una playa pública, van armados y en uniformes desconocidos. Dame respuestas o irás preso”.

Sin inmutarse, el soldado repuso. “No creo. Mira a tu alrededor”.

En ese momento, la mujer y el alguacil se dieron cuenta de que los demás soldados – si eso es lo que eran – les apuntaban con sus fusiles y con caras no muy amistosas. El alguacil se retiró a su vehículo para establecer contacto con sus superiores, aparentemente recibiendo la orden de alejarse del sitio a toda prisa, y los vehículos de la comisaría efectuaron su retirada.

Según la testigo entrevistada por Greenwood y Fawcett, el cielo se llenó de helicópteros negros que volaban rumbo al sur sobre el mar. Posteriormente se diría que era el transporte de ojivas nucleares a la estación naval Earle en Nueva Jersey, donde la marina de EEUU conservaba el armamento atómico de la flota en aquel entonces. El helicóptero Chinook en tierra formaba parte de varios perímetros en la zona, pero los efectivos no eran personal de marina. Los autores sugieren discretamente que tal vez se dirigían a dicha base para escoltar un OVNI capturado.

Soldados y Humanoides

El boletín STIGMATA de Thomas Adams, uno de los más influyentes sobre el tema de las mutilaciones de ganado en la década de los ’70 (y de ovnilogía y parapolítica, generando un boletín aparte llamado CRUX) nos ofrece otro caso del ‘ejército misterioso’ que opera en las sombras que separan a las fuerzas del estado y lo desconocido.

En 1978, una dama en el estado de Arkansas se hallaba cosechando manzanas de un árbol en su propiedad cuando sufrió un desliz que le hizo caer a tierra desde lo alto de una escalera, siendo incapaz de moverse ni proferir un grito de ayuda. Situación desesperante, pero lo sería aún más cuando dos seres humanoides se le acercaron. Una de las extrañas criaturas era alta y esbelta; la otra más baja y rechoncha. Sin dudarlo dos veces, los seres atendieron la herida que sangraba profusamente en una de sus piernas usando un instrumento que la mujer nunca había visto antes.

Mejorada y extrañada, la mujer dio las gracias a los extraños seres y les invitó a pasar a su casa. Estos se negaron y caminaron lentamente hacia la arboleda circundante, perdiéndose de vista.

Semanas más tarde, la mujer fue a pasear por el bosque, llegando a un claro en el que se producía un evento singular: un caballo yacía sobre la hierba, rodeado por hombres en batas blancas, personal militar…y las criaturas que la habían socorrido poco tiempo atrás.

Dándose cuenta de que estaba presenciando algo que no le tocaba estar viendo, la señora se lanzó a la fuga, sintiendo que la perseguían los militares. En un momento dado en su huida, pudo ver un gran destello azul, sintiendo dolor y el olor a quemado de su ropa – aparentemente, los soldados le habían disparado una especie de láser.

Posteriormente hospitalizada con quemaduras, el personal médico le abrumó de preguntas una y otra vez sobre lo que había sucedido y la naturaleza del ‘rayo’ que le había impactado. Más alarmante fue la llegada al hospital de personas que no tenían que ver nada con el personal sanitario, haciéndole las mismas preguntas. El comisario mandó a someter a la desventurada a un examen psiquiátrico, afirmando que ella misma ‘había sido la causante de la mutilación del caballo’ – cuyo cadáver era la prueba muda del suceso. Por suerte, salió airosa de la evaluación psiquiátrica y regresó a su hogar. Pero el hostigamiento de los agentes desconocidos no tuvo fin, y tanto ella como su marido se vieron obligados a vender la propiedad y mudarse a otro estado.

Lo de ‘soldados equipados con armas láser’ podrá sonarle estrafalario a algunos lectores, como las bases subterráneas de Dulce y sus aliens macrocéfalos. Sin embargo, el autor C.D.B. Bryan mencionaba en su grueso volumen sobre el congreso de MIT sobre abducciones (1994) que las fuerzas paramilitares que custodiaban la empresa Edgerton, Germhausen & Greer (EG&G) portaban armas futurísticas. La presencia de fuerzas privadas (Wackenhut, Blackwater, etc.) en bases militares tampoco puede descontarse. Según el Congressional Research Service (2013) estos contratistas "ofrecen una amplia gama de servicios que incluyen transporte, construcción, apoyo en bases, análisis de inteligencia y seguridad privada'. Durante el conflicto en Afganistán el 62% de las fuerzas combatientes correspondían a estos 'ejércitos oscuros'.

Agentes del encubrimiento

Según el autor William Jevning, investigador de la presencia de los Sasquatch o Piegrande en Estados Unidos, ciertas agencias (el servicio forestal nacional o la secretaría del interior, según el caso) toman cartas en el asunto si alguien manifiesta haber presenciado la desaparición o rapto de algún humano por estas criaturas, o si alguien ha  disparado contra los desagradables seres peludos que pueden representar una amenaza para los cazadores, senderistas y otros que viven cerca de la naturaleza.

El testigo oye que le tocan a la puerta. La abre para ver dos sujetos que se identifican como agentes del gobierno – uno con modales exquisitos y el otro como matón de barrio. Le informan que tienen conocimiento de sus actividades, ya sea su interés en el tema de Bigfoot o haber acribillado a balas a uno de estos seres, peor aún si afirma haber “dado muerte a Bigfoot” como pregonan los periodiquillos en el supermercado.

“Has matado un a oso. No lo olvides”.

Si el testigo decide porfiar con el agente, invocando sus derechos constitucionales o cualquier otra ficción que considere como protección, se repite la advertencia: “Un oso. Mataste a un oso”.

Llegado este momento, intercede el menos educado con tono amenazador, recordándole al testigo que no es del todo inverosímil que algo malo pueda sucederle a algún familiar o al mismo testigo.

Las anécdotas sobre el interés del gobierno en estas criaturas no son cosa reciente. Un mensaje remitido a The International Bigfoot Society (el informe #3493) asegura elementos de la Guardia Nacional se personaron tras la erupción del volcán St. Helens (región del noroeste americano famosa por la presencia de los seres peludos) para rescatar los cadáveres de los animales masacrados por la erupción de 1980. Según el dato proporcionado, los soldados apilaron docenas y docenas de animales muertos - ciervos y alces - para incinerarlos posteriormente.

Sin embargo, el autor del informe agrega lo siguiente: "A mi padre le pusieron al cargo de una pila de cadáveres que estaba tapada y cuyo acceso estaba restringido, rodeado por personal armado. Llegó el día en que iba a moverse este apilamiento de cadáveres, y quitaron la lona que la cubría. Ahí fue que pudo ver a las criaturas, algunas de ellas calcinadas y otras no. Las colocaron en un camión y las taparon. Mi padre le preguntó entonces a un soldado que qué iban a hacer con ellas, y el soldado repuso que no le interesaba saber, y que ciertas cosas no se preguntaban. No volvió a saberse de ellas."

 

 

 

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