Prohibido Regresar a la Luna: Fragmento de la obra Leap of Faith del astronauta Gordon Cooper
Prohibido Regresar a la Luna: Fragmento de la obra Leap of Faith del astronauta Gordon Cooper
Nuestra generación perdió la oportunidad de ir a Marte cuando se canceló la misión tripulada que había sido planificada a mediados de los 1960 – para un lanzamiento en 1981. Siendo uno de los astronautas más jóvenes del proyecto Mercurio, pensé que sería una misión que podría comandar. Pero el proyecto fue cancelado mayormente por orden del senador William Proxmire (Wisconsin, EEUU), integrante influyente de los comités presupuestarios y espaciales, conocido por sus “Golden Fleece Awards” – galardones que otorgaba con mucha fanfarria a los programas y proyectos que, a su juicio, representaban ‘un despilfarro ridículo’ de los fondos del contribuyente.
Al momento de asestarle el golpe mortal al programa de Marte, la nave para dicha misión, del tamaño de la cápsula de mando del Apolo con el módulo de servicio conectado, estaba diseñada al 90 por ciento. También habíamos realizado un buen porcentaje de la ingeniería para el vuelo, aunque aún quedaba por determinar si el vuelo sería realizado por tres o cuatro astronautas. Más importante aún, disponíamos del lanzador Nerva Nuclear, fabricado y sometido a prueba en tierra, pero jamás en el espacio. Para la misión marciana, se haría uso del Saturno V para colocarnos en la órbita terrestre, encontrándonos posteriormente con el Nerva Nuclear y sus tanques de carburante, lanzados aparte. La tecnología ya estaba lista. El viaje de ida y vuelta a Marte tomaría poco más de un año, y el objetivo era pasar algunas semanas en la superficie explorando y realizando experimentos. Se recogerían piedras, se les colocaría a bordo, y se les fundiría para servir de propelente para el viaje de regreso.
Por desgracia, a Proxmire no le bastaba cancelar la misión marciana, sino que logró promover el fin del programa Saturno. Consideraba que al país no le incumbía explorar el espacio, y dada su posición preeminente en los comités clave, su presencia era un obstáculo considerable para los adalides del programa espacial. Representaba un ejemplo de lo que sucede cuando un político amasa demasiado poder – hasta en una democracia.
Para asegurar que ni la NASA ni ningún gobierno en el futuro pudiese reprogramar la misión marciana, o ni siquiera regresar a la luna, Proxmire se encargó de desmantelar la producción y ensamblado del Saturno V a comienzos de los 1970, exigiendo la destrucción del utillaje necesario para construir el cohete. La tecnología fue demolida de forma trágica en vez de tratar de operar dentro de las restricciones presupuestarias y la toma en cuenta de medidas de economía, tal como imponerle un límite de un Saturno V al año a la NASA para sus misiones lunares.
Acongojado por la destrucción de su más grande y mejor cohete, Wernher von Braun apeló al congreso, solicitando una queda. Me dijo en una de las últimas conversaciones que sostuvimos que [la destrucción del programa] figuraba entre las mayores estupideces cometidas por el país, al cual amaba con devoción y contra el cual nunca había embestido. Estuve de acuerdo en que las acciones de Proxmire representaban una estrechez de miras apabullante, y de paso anti-americanas.
La cúpula administrativa de la NASA en aquel entonces también merece cargar la culpa al no luchar con más ahínco, o más efectivamente, contra las marejadas políticas. ¿Por qué destruiría un país su propia tecnología puntera? La muerte del programa Saturno representó no solo una pérdida de miles de millones de dólares – algo que haría Proxmire merecedor de uno de sus premios de despilfarro – sino una afrenta contra la exploración del espacio y el adelanto tecnológico en general. Es algo que aún me enoja, y lo será hasta el fin de mis días.
La destrucción del cohete más poderoso de nuestra nación hirió nuestros intereses naciones y sigue siendo una desventaja hasta el sol de hoy. Aún carecemos de un impulsor tan grande como el Saturno V. Si aún estuviésemos produciendo el Saturno, Estados Unidos se beneficiaría del lanzamiento de satélites comerciales grandes y caros, en vez de estar limitados por los límites de carga útil de los cohetes de menos potencia. Y por supuesto, tendríamos los impulsores para hacer algo que deberíamos haber hecho hace tiempo: regresar a la luna y establecer una base lunar desde la cual nos sería posible lanzar misiones futuras al espacio exterior.
[Traducción de Scott Corrales para Arcana Mundi ©2025]
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