Wednesday, January 23, 2008

El Fenomeno OVNI en Asia



El Fenómeno OVNI en Asia
Por Scott Corrales

El hombre decía llamarse Toulinet y su narración era extraordinaria: alegaba haber ostentado el rango de capitán en el servicio de inteligencia del ejército estadounidense en Vietnam durante la guerra con esa nación indochina y que se le había asignado una misión de alta extrañeza. Toulinet y su grupo de soldados de la afamada Special Forces cruzaron la frontera vietnamita para internarse en Laos en pos de un bombardero B-52 que se había estrellado en la selva en el mes de abril de 1970. El detalle que hacía que esta misión de rescate no fuese una versión en carne y hueso de la película Apocalypse Now consistía en el curioso detalle de que antes de caer fulminado de los cielos, la enorme “Estratofortaleza” había enviado un mensaje a su base indicando que era víctima de una persecución por OVNIS.

Siempre según Toulinet, su comando había logrado esquivar las fuerzas enemigas para penetrar exitosamente en Laos y llegar al sitio en el que yacían los restos del bombardero. La sencillez de su tarea al llegar al lugar era obvia – rescatar a cualquier sobreviviente del estrellamiento, recuperar las grabadoras de vuelo y cualquier material clasificado, y posteriormente destruir el aparato con explosivos. Pero los soldados no pudieron creer lo que les enseñaban sus ojos después de llegar al lugar indicado: el bombardero no se había estrellado; al contrario, se encontraba intacto como si una enorme mano, en las palabras de Toulinet, lo hubiera agarrado a mitad de vuelo para colocarlo entre los imponentes árboles de la foresta indochina.

Y esta imposible situación representaba un problema, ya que los comandos habían pensado internarse en un fuselaje resquebrajado por el impacto de un choque y ahora, no hallaban la manera de entrar en el colosal bombardero. Después de considerar sus alternativas, el capitán dio la orden de volar una de las escotillas del fuselaje con los explosivos de demolición que traían consigo.

Fue entonces que los soldados se internaron la una pesadilla que los atormentaría el resto de sus días.

Los tripulantes del bombardero se encontraban en sus asientos, afianzados por sus correas de vuelo. Estaban muertos, pero terriblemente mutilados con una precisión que sería la envidia de cualquier cirujano. Azorados, los soldados descubrieron que a pesar de las horrendas heridas practicadas a los cadáveres, había poquísima sangre en la cabina de vuelo, como si el fluido vital hubiese sido succionado por un aparato desconocido. Pero la disciplina militar logró sobreponerse a los nervios y el comando del capitán Toulinet tomó fotografías de los cadáveres y logró recobrar los materiales de alta sensibilidad que eran el objetivo de la misión. Los explosivos – colocados en el compartimiento de bombas del B-52 – asegurarían la destrucción total no sólo del aparato, sino de gran parte del bosque circundante. Los comandos regresaron a Saigón tras de ser evacuados de la zona por helicóptero y entregaron su macabro hallazgo a MACV (siglas de la Military Assistance Command Vietnam, el principal mando militar estadounidense en el teatro de operaciones).

En los veinticuatro años que han pasado desde que Toulinet y sus hombres regresaron de su misión, el caso del bombardero derribado por OVNIS y la mutilación de sus tripulantes se ha convertido en una manzana de la discordia de la ufología. El caso apareció mencionado por primera vez en el libro Extraterrestrials Among Us del autor George C. Andrews (Llewellyn, 1987) y posterioremente el investigador tejano Tom Adams comunicaría al mundo que el verdadero nombre de Toulinet era William English, hijo de un congresista del estado de Arizona, USA. La controversia perseguiría a English por muchos años debido a sus aseveraciones sobre la lectura accidental del informe “Grudge-13”, un grueso volumen de 625 páginas con fotos que presunatmente detallaba todos los conocimientos de los militares norteamericanos sobre el fenómeno OVNI entre 1942 y 1951 con datos acerca de la física que permitía el vuelo de estos extraños aparatos, su armamento, y extensos apuntes sobre la morfología de los extraterrestres capturados en distintos choques—vivos y muertos.

Pero lejos de internarnos en el pantano de las acusaciones sobre la realidad o irrealidad de los informes y pseudoinformes que se han circulado en la ufología desde finales de los ’80, no hay duda de que hubo incidentes de alta extrañeza ovni y paranormal en Indochina y en la región asiática en general antes y después de la guerra....incidentes que no son fáciles de ignorar.


Espectros voladores

Los expedientes de investigadores de la talla de Don Worley y John Keel incluyen casos de alta extrañeza que verdaderamente dan mucho para pensar. Uno de estos incidentes, proveniente de la colección de Worley pero dada de conocer por Keel en su libro “The Mothman Prophecies” relata lo sucedido al infante de marina Earl Morrison durante los meses de julio o agosto de 1969 mientras que disfrutaba de una cálida noche tropical en esta base naval norteamericana en Vietnam, a eso de la 1: 30 de la madrugada.

Mientras que los tres soldados conversaban, algo les instó a mirar hacia la oscuridad del cielo y se dieron cuenta de que algo se les acercaba: un extraño resplandor que contrastaba con lo negro del firmamento. Inexorablemente, el resplandor se acercaba para convertirse en un enorme par de alas de murciélago, pero en vez de corresponder a un quiróptero, las alas estaban adosados al cuerpo de una mujer desnuda de piel negra “Era negra,” dice el soldado de infantería, “y lo tenía todo negro, su piel, su cuerpo, las alas—todo era negro. Pero resplandecía. Resplandecía en la oscuridad – con un matiz verdoso”.

El extraño resplandor era el distintivo más extraño de la imponente aparición, ya que lo irradiaba. Absortos por la visión que pasaba ante ellos, los soldados pudieron ver que los brazos de la mujer voladora eran normales, con manos y dedos normales, pero envueltos por la piel que también cubría las alas, alas que batía como las de un gran pájaro, pero en silencio total. “Parecía como si sus brazos no tuviesen huesos, porque eran tan flexibles como los de un murciélago”.

Las alas, según explicaría Morrison a Worley, estaban unidas a la mujer hasta sus caderas. Tal vez sintiéndose un poco abochornado, el soldado admitió que se trataba de una “mujer muy desarrollada” y que había tomado muy buena nota de su anatomía, incluyendo el detalle de que la figura parecía estar cubierta por una especie de vello muy fino. A pesar de que estaban de guardia en una zona propensa a ataques por partes de los Vietcong, a ninguno de los tres testigos se le ocurrió abrir fuego contra la intrusa alada. “Es curioso lo que haría uno bajo ciertas circunstancias”, explicó Morrison. “Sencillamente nos quedamos mirándola. No podíamos creerlo porque jamás habíamos visto nada parecido en nuestras vidas”.

Volando a unos tres metros sobre las cabezas de los soldados, la aparición se mantuvo silenciosa en todos momento. Estos no sabían como reaccionar, sintiéndose petrificados por la insólita figura. Pero cuando la mujer voladora se hallaba a unos cuatro metros de distancia, pudieron escuchar el batir de sus alas mientras que comenzaba a alejarse hasta perderse en la noche. “El tiempo total entre nuestro vistazo inicial y hasta el momento en que la perdimos de vista osciló entre los tres o cuatro minutos”. Morrison agrega el detalle de que el personaje no parecía estar interesado en los soldados.

Al día siguiente, los soldados dieron parte de lo sucedido al teniente del pelotón y a otros oficiales, que sencillamente hicieron caso omiso de la extraña experiencia. “A la noche siguiente”, contó Morrison a Worley, “llamanos a los centinelas apostados en otra parte del perímetro para preguntarles si habían visto algo raro en el cielo la noche anterior. Cuando dijeron que no, sencillamente nos callamos y no volvimos a decir nada más”.

Parecería ser que Earl Morrison y sus colegas no fueron los únicos que vieron cosas extrañas en los cielos de Vietnam durante la guerra. La tripulación de un barco patrulla de casi cuatrocientos pies de eslora con tripulación de ciento sesenta y cinco infantes de marina, que operaba en aguas del Golfo de Siam como parte de la Operación Market Time en la primavera de 1970 tuvo una experiencia igualmente singular. A cinco millas de la desembocadura del rio Van Son Ong Doc en aguas de profundidad razonable, los tripulantes del USS Mellon fueron sorprendidos por un objeto oscuro de grandes dimensiones que pasó directamente por debajo del casco de la nave perpendicularmente, siguiendo un rumbo que coincidía con la dirección en que apuntaba el buque de guerra. Según el testimonio de los presentes, el extraño apareto tenía unos cien pies de largo y entre veinte y treinta pies de ancho y con forma general de “lágrima”. En ningun momento se llegaron a ver marcas ni protuberancias en la superficie del extraño intruso, ni medios visibles de propulsión. Se pensó en un momento que podia tratarse de un tiburón o ballena, pero las descripciones de los testigos no coincdían con las descripciones de estos seres marinos. La tripulación del Mellon había presenciado OVNIS al igual que OSNIs: en julio del ’70 un aparato volador desconocido había sobrevolado el barco de guerra sobre la isla de Tinian, desplazándose a 3500 mph.


Cinco años antes de los incidentes mencionados anteriormente, en el verano de 1966, la NICAP (National Investigation Center of Aerial Phenomena, una de las primeras organizaciones de investigación OVNI en los Estados Unidos) había tomado cartas en el extraño “caso de Nha Trang”, que tomó lugar durante una de las fases más activas de la guerra.

Nha Trangh era una base militar altamente fortificada en la costa vietnamita, alojando más de 40,000 tropas aquel momento. Localizada en un valle, la base incluia un aeródromo, almacenes, zonas de almacenamiento de combustible y zona portuaria. Un grupo de soldados se había reunido a las 20:00 horas en una sección abierta de la base para ver una película al aire libre cuando el cielo quedó iluminado repentinamete por lo que parecía ser una enorme bengala que provenía del norte. Pero los pilotos y soldados de Nha Trangh no demoraron en darse cuenta de que no se trataba de una bengala en absoluto: el objeto se abalanzó desde el cielo hacia la base, sembrándo el pánico. La noche se hizo día en el valle y todos los aviones y estructuras quedaron perfectamente visibles a todos. Pero el anticipado choque jamás llegó a producirse; el objeto remontó su vuelo y desapareció de vista compeltamente en cuestión de segundos.

¿Un bólido? ¿Un aerolito? ¿Algún dispositivo soviético “prestado” a los norvietnamitas para la guerra contra los estadounidenses? Lo cierto es que deslumbrante intruso había logrado hacer algo imposible – interrumpir el suministro eléctrico no solamente en Nha Trangh, sino también en una base aérea a media milla de distancia. Pero la interrupción no se limitaba a los enormes generadores importados desde Norteamérica: los motores de algunos aviones militares, dispuestos a despegar, se habían apagado inexplicablemente. Ni un solo vehículo en la base funcionaba tampoco. La desconcertante situación se prolongó por cinco minutos que se hicieron interminables.

Un avión lleno de altos mandos militares visitó la base desde Washington para tomar cartas en el asunto, alarmados por la repentina inutilización de su poderío bélico en cuestión de segundos por parte de un ingenio desconocido. Los efectos electromagnéticos producidos durante el caso Nha Trangh fueron de gran interés para los ovnílogos de la NICAP.

Llegaron los humanoides

La oleada de fenómenos extraños que se había hecho sentir en Vietnam se trasladó al norte, hacia el sur de la República Popular China con sus miles y millones de habitantes. De acuerdo con Shi Bo, autor del libro La Chine et les extraterrestres, el investigador recibió una carta fechada el 18 de abril de 1981 cuyo remitente era hombre que decía llamarse Li Chun, describiendo un incidente que había sucedido en el mes de agosto de 1971 mientras que trabajaba en un sembradío de mijo. Según el autor de la carta, un capataz de nombre Zhang Rongchang regresaba a su hogar para almorzar cuando se topó con un “hombre cabezón” de procedencia desconocida. El capataz le interpeló varias veces sin obtener respuesta, pero tuvo tiempo a observar con detenimiento al extraño que se mantenía inmóvil en el camino. Llevaba puesto un traje hecho de escamas metálicas cuya brillantez hacía dificil ver otros detalles corporales, tales como las extremidades del cuerpo. Según la misiva de Li Chun, el ser “tenía una cabeza muy voluminosa, tres veces mayor que la de un hombre normal” cubierta por una especie de casco. El capataz sintió miedo y se lanzó a la carrera, abandonando el camino y atravesando los sembradíos. Al detener su alocada carrera, Zhang se dio la vuelta para ver que el extraño no le perseguía, y que ya no le podía ver. Al llegar a su hogar, contó lo sucedido a todos y reunió algunos jóvenes para realizar una batida, pero el cabezón no volvió a aparecer.

Pero la historia no acaba ahí. El investigador, temiendo que se trataba de una broma, contestó la carta de Li Chun solicitándole datos más precisos y una certificación oficial. La respuesta no demoró en llegar, aunque desafortunadamente el capataz había muerto un año y medio después. Era posible, sin embargo, preguntar al nieto del difunto – un joven llamado Zhang Chuanxiu – que hiciera un escrito detallando sus recuerdos sobre el asunto. Dicho informe detallaba que el fallecido capataz había quedado muy impresionado por “la gran cabeza” del extraño, aunque “no había podido verle las orejas, ni nariz, boca u ojos, ya que la cabeza estaba cubierta por un casco”.

El nieto detalló que tristemente, su abuelo nunca fue el mismo tras el incidente, sintiendo gran miedo siempre y temeroso a salir de su casa. Su salud aparentemente quedó minada por el encuentro y murió en enero de 1972.

Las oleadas de avistamientos OVNI siguieron desplazándose hacia el norte, manifestándose por fin en el Japón. A pesar de que la actividad ovni desató una verdadera “psicosis platillera” entre la población de esas islas, un caso se aparta de los demás no sólo por ser un encuentro cercano del tercer tipo (CE-III en la escala de clasificaciones del Dr. J. A. Hynek) sino por su alto cociente de extrañeza.

Hace aproximadamente mil setecientos años, un ser extraño denominado Inu-Ningen, el “hombre perro” visitó una colina en las cercanías de Imari, población al oeste de la ciudad de Fukoku en la isla de Kyushu, en el extremo sur del archipiélago japonés. En conmemoración de este evento, los japoneses de esa época decidieron erigirle una estatua que sobrevive a nuestros días y que supuestamente muestra al “hombre perro—una figura tosca, animalesca y encorvada, apoyada en lo que aprece ser una espada o bastón y llevando una armadura decorada. La piedra con que fué labrada no corresponde a las colinas de Imari; así que la estatua—de dos metros de alto y con un peso superior a los trescientos kilogramos (588.2 lbs.) debió haber sido arrastrada con gran dificultad hasta el sitio, aunque los arqueólogos no saben si se trta de un monumento, un conmemorativo, o una advertencia.

El 12 de febrero de 1974, Akiko Nakayama y tres amigos de universidad se encontraban de vuelta a sus hogares en Fukoku cuando a las 21:10 horas se encontraron con un embotellamiento de tránsito totalmente inesperado. Al mirar bien, se dieron cuenta que los conductores de los vehículos frente a ellos estaban absortos, contemplando las maniobras de una serie de luces zigzagueantes por debajo de las nubes en el cielo. Pensando que se trataba de fuegos artificiales, los amigos decidieron detenerse a comprar refrescos en la aldea de Hoshimachi. Akiko se ofreció a bajarse del coche y hacer las compras necesarias y ni siquiera hizo caso de las luces anarajadas que proseguian su zig-zag casi directamente sobre su cabeza.

Ni un solo comercio estaba abierto a esas horas en la aldea, así que Akiko se puso a buscar una máquina de la que fuese posible obtener latas de refrescos. Internándose por un callejón, vio lo que pensó era una luz de neón al final – posiblemente de una máquina o de una pequeña tienda. Pero lo que le aguardaba al final del callejón cambiaría su vida para siempre. El estrecho pasadizo desembocaba en un sembradio de arroz vacio y sobre el cual pestañeaba y revoleoteaba una luz anaranjada. Debajo de la luz había dos seres de aspecto abultado y piernas cortas y gruesas que aprecían estar esperando algo. Akiko se dio cuenta de que estaba enfrentandose a algo desconocido y se dispuso a dar media vuelta y salir corriendo a toda velocidad...

Pero había una figura parada detrás de ella. Aparentemente se trataba de la tercera criatura cuyo regreso aguardaban sus compañeros con impaciencia. “Era un poco más alta que yo”, explicó la señorita Nakayama al periódico Fukunichi, “con un rostro alargado que ocupaba dos terceras partes de su cuerpo y facciones semihumanas” que sin saberlo, correspondían a las de la antigua y enignmática estatua que se erguía a unos pocos kilometros del lugar.

Haciéndose a un lado, presa del temor, Akiko vio como aquel ser caminaba con gran dificultad para reunirse con su semejantes en el arrozal seco. El objeto anaranjado en el cielo comenzó a descender hasta que los tres seres se hicieron indistinguibles por el resplandor anaranjado, que iba acompañado por un zumbido muy tenue. El objeto se elevó para unirse al enjambre de luces anaranjadas que seguían haciendo maniobras en el cielo y que deleitaban a más de 400 testigos en tierra, según señalarían los medios noticiosos posteriormente.

Akiko salió corriendo por el callejón, presa del miedo y del llanto, hasta regresar al automóvil donde sus amigos la aguardaban con impaciencia. Su encuentro cercano había durado un total de diez minutos. La testigo encontró que sus familiares y amigos no creyeron su experiencia, y que los vecinos se ensañaron contra ella. Por suerte, el enjambre de luces visto sobre la aldea de Hoshimachi había sido presenciado por testigos de élite—la tripulación de un interceptor Grumman A-6 de los Marines, que maniobraba sobre las nubes, afirmó haber visto tres objetos resplandecientes que se alejaban de la zona en formación triangular.

La señorita Nakayama jamás había visto la estatua del Inu-Ningen ni tenía conocimiento de ella, pero al ver fotografías, confesó que el parecido entre la enigmática y milenaria estatua con el ser que pudo ver frente a ella era estremecedor. El ambiente de aquella época estaba totalmente saturado de las afirmaciones de Erich Von Daniken sobre la presencia de extraterrestres en nuestro mundo y por supuesto, la conexión entre la escultura del hombre perro y los ovnis que visitaban Japón en aquel momento no tardó en aparecer. ¿Existía semejante nexo? ¿Habían vuelto los aliens a visitar una zona del planeta que les había atraído hace unos mil setecientos años, y que había resultado en la conmemoración de su visita por la antigua cultura japonesa? El Inu-Ningen sigue ahí – reservando sus secretos, como su prima la Esfinge.

Guerra fria y caliente

Los ovnis siempre han manifestado un interés especial en los conflictos bélicos humanos, ya sea como seres extraterrestres que estudian las guerras de una cultura primitiva, como afirman algunos, o como criaturas que se nutren de la energía generada por las muertes violentas en el campo de batalla, como señalan otros. Cabe señalar que las guerras frías y las tensiones generadas durante las mismas también parecen ser de su interés o agrado, a juzgar por la actividad anómala que se produjo sobre una de las regiones políticamente más tensas del mundo: la península coreana.

Desde la guerra de Corea en la década de los ’50, la montañosa y fría península coreana se ha visto dividida en dos estados, Corea del Norte, comunista y dominada por una dictadura inmisericorde, y Corea del Sur, estado moderno de gran importancia estratégica. Potencias militares y económicas – China, Rusia y Japón, rodean la península y ejércitos patrullan la línea divisoria entre las dos repúblicas, una frontera volátil en donde puede desatarse una guerra en cualquier momento si llegara a malinterpretarse alguna señal del lado contrario.

El 11 de noviembre de 1973 una torpedero perteneciente a la marina surcoreana surcaba las tormentosas aguas del Mar Amarillo con la misión de interceptar cualquier embarcación norcoreana que osase transpasar el mar territorial de la republica sureña. Repentinamente, el radarista de la embarcación anunció al capitán que se les acercaba un objeto: posiblemente un interceptor norcoreano con la misión de hundir la nave. El supuesto avión militar se acercaba al torpedero a velocidades supersónicas y a no más de 100 pies por encima de la mar embravecida.

La tripulación del torpedero estaba paralizada: su velocidad era insuficiente para huir del interceptor y alcanzar la seguridad del puerto de Inchón. No les quedaba más remedio sino aguardar a que el avión norcoreano disparase sus proyectiles contra ellos...

Pero el objeto voló directamente sobre el torpedero, y los tripulantes pudieron ver que no se trataba de ningún avión ni helicóptero, sino “un objeto metalico calentado casi hasta el punto de fundición; un color rojo cereza emanaba de superficies que eran lisas y uniformes. El objeto tenía la clásica forma de platillo—un objeto chato y redoneado con una prominencia en su centro,” según el informe que redactaría el escritor Raymond Drucker para el ejemplar de junio de 1976 de la revista SAGA.

El torpedero intentaba regresar a su puerto a una velocidad máxima de quince nudos por hora mientras que el extraño aparato lo seguía a una distancia prudente aunque cambiando posiciones frecuentemente. Al paso que el buque patrulla se acercaba a la costa coreana, el objeto sencillamente desapareció.

La incómoda presencia del fenómeno ovni en una zona de alta sensibilidad militar se remontaba hasta la guerra coreana de 1950-1953, con apariciones posteriores, como los cuatro objetos capturados por los radares de la estación Pyongtaek a 67,000 pies de altura en 1959, desplazándose a velocidades imposibles para los aviones de la época. En 1968, coincidiendo con la guerra en Vietnam y la captura del buque espía USS Pueblo por Corea del Norte, luces rojas sobrevolaron la “zona desmilitarizada” – la demarcación entre el norte y el sur en grupos de tres y cuatro, contra las que se abrió fuego repetidas veces.

Tal vez el caso más sensacional de la presencia ovni en la peninsula coreana sea al caso sucedido el 11 de marzo de 1974, cuando el sargento Yong Hwang, de guardia en un depósito de vehículos en Yongdongpo a a las 01:30 horas cuando la voz de otro centinela irrumpió por la radio que el sargento llevaba en el cinturón. El centinela exclamaba con gran azoro que “había algo en el cielo” a más de mil pies de distancia, al final de una larga hilera de vehículos militares. Hwang salió a investigar y pudo ver con sus propios ojos una refulgente forma cilíndrica, del tamaño aproximado de un camión, que se cernía sobre un sembradío de arroz. El sargento prohibió terminantemente que el centinela abriese fuego contra el intruso, que permanecía inmovil, y se dispuso a meterse en su Jeep para aproximarse al objeto fusiforme.

Al paso que el coche militar se acercaba al objeto – con los faros prudentemente apagados – el ovni comenzó a alejarse. El sargento Hwang no tuvo dudas en ningún momento de que el vehículo estaba bajo control inteligente, y aceleró la marcha para perseguirlo. El cilindro resplandeciente seguía alejándose, como si estuviera consciente de estar jugando un juego de gato y ratón. Hwang hundió el acelerador del Jeep hasta el piso, conduciendo a 120 kmh, dispuesto a alcanzar el intruso a toda costa. Pero el mal estado de la carretera causó que el coche militar se saliese del camino para estrellarse en la cuneta. Herido y con pérdida de conocimiento, Hwang no descubriría hasta mucho más tarde – en el dispensario militar – que el cilindro había sido avistado a las 01:56 hrs. por elementos militares nortearmericanos y posteriormente rastreado por el radar militar de Kimpo.

Treinta años después

Los casos que hemos visto hasta el momento corresponden a la actividad ovni que correspondió a las oleadas de la década de los ’70, cuando el fenómeno estaba a la orden del día en la mayoría de los países del mundo. Aunque se seguirían produciendo casos espectaculares – el avistamiento de un gigantesco ovni en China en la década de los ’80, el encuentro entre un avión de linea de la Japan Air Lines y una “nave nodriza” sobre Alaska en 1986 (*) y otros casos más – estos no tendrían la trascendencia de los casos de anteriores. La actitud hacia el fenómeno ovni en estos países es marcadamente distinta a la de occidente: en 1992, la China UFO Research Organization (CURO), afiliada a la China Association for Science and Technology, podía jactarse de tener 3600 miembros formales y casi cuarenta mil ayudantes de investigación – cifras casi inimaginables para BUFORA en el Reino Unido o MUFON en EE.UU. En enero del 2000, el exministro de aviación de la república china aseveró que la frecuencia de los avistamientos sobre los grandes centros de población de su país había resultado en que se le prestara una atención “muy seria y cuidadosa” al fenómeno ovni. El interés oficial del gobierno chino a través de estos organismos paraestatales ha causado preocupación en occidente, como puede apreciarse en un documento desclasificado de la Defense Intelligence Agency, que informa sobre la reunión nacional de la CURO celebrada el 16 de abril 1992 y el respaldo gubernamental hacia dicha actividad.

La postura japonesa sobre el fenómeno ovni es más contradictoria, debatiéndose entre el hermetismo y la promesa de dar a conocer “todo lo que sabe” sobre los no identificados. En 1993, Johsen Takano, delegado japonés al grupo SEAT (Society for Enlightenment and Transformation, afiliado a la ONU), leyó una misiva del vicepremier de su país, prometiendo que el gobierno japonés estaba a punto de dar pie a una serie de reformas que cambiarian el destino de la humanidad con la divulgación de “todo lo que se sabía sobre los OVNI”. La prueba fehaciente de esto sería el establecimiento de un museo OVNI en Hakui City para concientizar al pueblo sobre el gran enigma de los cielos, pero el museo se vio envuelto en controversias y el proyecto, a pesar de haberse concretado, resultó ser una fuente de desilusión para investigadores ovni en todas partes del mundo.

(*)El capitán Terauchi afirmó aver visto un la enorme nave nodriza, diciendo que la brillantez el objeto era tal que la cabina de vuelo se inundó de luz. Las consecuencias de su afirmación fueron negativas para el ex aviador militar, y posteriormente dijo que había visto “a Venus o Júpiter”.

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