Policías al margen de lo desconocido
Policías al margen de lo desconocido
Por Scott Corrales (c) 2011
Hace algunas semanas tuve la muy grata visita de un pariente que nunca antes había visto las extensas zonas rurales de Estados Unidos. Regresando a casa con el recién llegado, este se maravillaba de la oscuridad casi impenetrable – por no decir la soledad – de los interminables caminos rurales y vecinales, llegando a exclamar: “¡Esto va pareciendo un decorado de cine! En menos de medio kilómetro nos toparemos con un platillo volador en tierra”.
Una reflexión casi idéntica aparece en las memorias de Jacques Vallée, el astrónomo e investigador de ovnis, que hacía caso omiso de las anécdotas ovni que rayaban en lo fantasmagórico hasta mudarse a una lejana comunidad suburbanita: “Tomamos un paseo dominical hoy. El camino sigue las márgenes del río Delaware con rumbo hacia las montañas del norte. Más allá de Frenchtown nos topamos con un paisaje agreste, impresionante y extraño. Una pendiente empinada nos llevó hasta Everittstown. Unas cuantas granjas sobresalían en el desolado paisaje cubierto de nieve. Las montañas Allegheny se erguían en el lado de Pennsylvania. ¿Por qué se siente tan atraídos nuestros visitantes por estos sitios tan aislados y olvidados? Al llegar el ocaso, siento como la capa de nieve congelada cruje bajo el peso de los neumáticos, y comienzo a experimentar los mismos miedos irracionales descritos por John Keel en sus libros. Al fin entiendo el terror primitivo que reflejan sus narraciones”. (Forbidden Science, p. 385)
Y esta es precisamente la América profunda, apartada de las tropelías de Hollywood y de los exigentes e impacientes habitantes de la fabulosa Nueva York. Casas y granjas distantes entre sí por muchos kilómetros, vecinos que se ven una o dos veces al año, anonimato y privacidad en partes iguales. Es aquí que leemos de los aterrizajes de objetos extraños, las luces misteriosas que persiguen a los automóviles y los seres peludos que cruzan caminos a zancadas. Cuando el vecino de la interminable ruralía estadounidense se enfrenta a lo desconocido, tiene dos alternativas: agarrar su fusil o llamar a las autoridades...y este artículo aborda esa segunda opción.
No podemos decir a ciencia cierta cuántos policías se han visto obligados a responder a una llamada referente a un OVNI, una criatura extraña o situación anómala. Los departamentos de policía municipales o citadinos no suelen explayarse sobre dichos asuntos, y la policía estatal mucho menos. Los agentes del orden público prefieren no hablar sobre situaciones extrañas – por temor al ridículo o represalias – pero con el paso de los años, muchos policías jubilados han decidido por no llevarse sus misterios a la tumba y compartirlos con un público interesado en las experiencias de personas con el entrenamiento que les convierte en “testigos expertos”.
Leonard Stringfield resumió el papel de la policía ante el fenómeno ovni de la siguiente forma: “un policía es menos propenso a desperdiciar su tiempo persiguiendo un OVNI dudoso, y mucho menos correr el riesgo de que el caso sea anotado en la bitácora policíaca. Su reputación profesional y personal están en jaque: una anécdota jocosa en la prensa local puede arruinar su eficacia como agente de la ley. Muchos policías reflexionarán antes de dar parte sobre una luz que bien puede ser Júpiter, o el haz de un proyector que se desliza entre las nubes”.
1955: Humanoides diminutos bajo el puente
En 1956, Ted Bloecher – uno de los investigadores ovni más destacados de América del Norte – se interesó por un caso de alta extrañeza ocurrido en Cincinnati, Ohio. Según las manifestaciones de Robert Hunnicutt, un voluntario de la Defensa Civil, cuatro seres humanoides de baja estatura se habían refugiado bajo un puente. El incidente había alarmado a las autoridades de tal forma que se tomó la decisión de apostar centinelas armados sobre el puente...por si acaso. Bloecher se entrevistó con el jefe de policía John Fritz, quien se mostró poco dispuesto a hablar del asunto. Pero con un poco de paciencia, Bloecher se enteró de lo sucedido durante el mes de mayo de 1955.
Robert Hunnicutt conducía un camión de la Defensa Civil en aquel momento – y el lector debe tener presente que esto era en plena Guerra Fría, cuando la posibilidad de un intercambio nuclear entre las grandes potencias parecía inevitable – sobre un puente en la comunidad de Loveland. Los faros del camión iluminaron tres figuras pequeñas de hinojos al lado del camino. La impresión inicial del chofer fue que “alguien estaba herido o haciéndose el gracioso”. Detuvo el camión, y sin pensarlo dos veces abrió la puerta y se bajó del vehículo. En cuestión de segundos descubrió que no había heridos y que no se trataba de ninguna broma: los seres tenían una estatura aproximada de tres pies (0.91 metros) y eran de color grisáceo, con indumentaria ceñida que cubría el bulto desproporcionados entre el hombro y la axila.
“Eran feos”, comentó Hunnicutt al investigador, afirmando que sus rostros guardaban cierto parecido con el de un sapo porque la boca era una raya uniforme sobre sus rostros grises. Los ojos parecían de plástico; uno de los seres portaba una especie de palo o cadena que emitía destellos. El encuentro cercano tuvo una duración estimada de tres minutos hasta que el chofer de la Defensa Civil decidió que lo prudente sería retirarse. Al entrar en la cabina de su camión, percibió un fuerte olor de “alfalfa recién cortada con almendras” y se dirigió de inmediato a la casa de Fritz, el jefe de policía.
El policía regresó al lugar de los hechos con Hunnicutt, armado con su pistola y una cámara, pero no pudo ver nada. No obstante, el jefe Fritz se había enterado a través del Ground Observer Corps (cuerpo de observadores en tierra) de los avistamientos OVNI que se habían producido la noche antes de la experiencia de Hunnicutt, y que habían resultado en el “scramble” de interceptores de la USAF desde el Mando Aéreo en Columbus, Ohio.
1967: Un secuestro en Ashland
Lo desconocido irrumpió en la vida del patrullero Herb Schirmer en la madrugada del 3 de diciembre de 1967, mientras que realizaba sus labores de vigilancia en los alrededores de Ashland, Nebraska. De 21 años de edad y ya veterano de la Marina, Schirmer no tardó en darse cuenta que algo andaba mal en la silenciosa madrugada en los alrededores de Ashland: Al pasar cerca de un rancho de la localidad, había visto un toro arremetiendo contra las rejas, visiblemente espantado por alguna causa desconocida. A eso de las dos y media de la mañana, mientras que escuchaba informes sobre un accidente de tránsito por la radio, Schirmer se fijó en lo que parecía ser un vehículo averiado en la cuneta. Pero al acercarse al supuesto vehículo, llegó a ver que este presentaba luces rojas parpadeantes y que, de hecho, parecía estar subiendo una colina.
Claramente consciente de la extraña situación, Schirmer decidió solicitar ayuda a la comisaría por radio--descubriendo que el aparato que funcionaba a la perfección hacía sólo minutos estaba completamente muerto. Para estas alturas, Schirmer podía ver claramente que su "vehículo averiado" era un artefacto con la forma de una bola de fútbol americano y de color plateado, con luces parpadeantes. El atónito policía rural llegó a ver como el aparato producía patas telescópicas que salían del fondo de su fuselaje y hacían contacto con la tierra.
Schirmer comenzó a sentir miedo. Su impulso inicial, comentaría posteriormente a los investigadores del caso, consistió en cambiar de marchas y abandonar el lugar a toda prisa, pero una fuerza desconocida le impidió tomar acción alguna -- salvo la de permanecer mirando directamente hacia el frente, contemplando con pavor la manera en que siluetas extrañas se bajaban del artefacto.
Durante una sesión de hipnosis en 1970 realizada por Loring Williams en Des Moines, estado de Iowa, Schirmer pudo recordar que uno de los ovninautas humanoides disparó un gas verdoso hacia el carro patrulla antes de apuntar un objeto resplandeciente a los ojos del policía a través del parabrisas. Otro de los tripulantes del artefacto le tocó directamente detrás de la oreja, causando una sensación transitoria de dolor, tras el cual Schirmer salió de su automóvil mecánicamente y pasó a ser interrogado por los supuestos extraterrestres
Uno de ellos apuntó el dedo hacia una pequeña central eléctrica al lado del camino rural, preguntando si se trataba de "la única fuente de energía" disponible. También le preguntaron si "alguna vez abriría fuego contra una nave espacial". El mismo ovninauta le preguntó al policía si le gustaría subir al vehículo para verlo por dentro: Schirmer aceptó la oferta y subió la gélida escalerilla de acceso al artefacto.
Contrastando directamente con los insensibles y mecánicos "Grises" que abarrotan los casos de encuentros con extraterrestres en la década de los '90, los "anfitriones" de Schirmer se mostraron sumamente amables, ofreciendo explicaciones, con lujo de detalles, sobre sus sistemas de propulsión, el propósito de sus furtivas actividades en la Tierra, y la ubicación de sus bases en nuestro mundo. La descripción ofrecida por el policía acerca del interior de la nave recuerda mucho al plató de la serie Viaje a las Estrellas: asientos, ordenadores con alegres luces parpadeantes (¡y cintas magnéticas!) y pantallas de visualización.
Los ovninautas advirtieron al policía que no debía divulgar lo que le había sucedido esa noche y le instaron a crear una mentira para salir del paso. Le escoltaron al fondo de la escalerilla, haciendo gestos para que regresara a su carro patrulla. Schirmer recuerda haber visto una luz roja salir del fondo de la nave, acompañada por un zumbido, en lo que la nave despegaba y salía disparada hacia el espacio, perdiéndose de vista "como una estrella fugaz". Las experiencias de Herb Schirmer llamaron la atención del Dr. Leo J. Sprinkle, en la Universidad de Colorado en Boulder. Este interés le llevó a hipnotizar al patrullero en 1968 en la presencia de miembros del célebre "comité Condon".
Aunque Herbert Schirmer no recibió el hostigamiento padecido por el policía Lonnie Zamora tras el incidente de Socorro en 1965, la magnitud de su experiencia con lo desconocido bastó para interferir con su deber como agente de la ley, y renunció de la policía poco tiempo después. De acuerdo con el investigador y autor Warren Smith, quien colaboró estrechamente con Schirmer durante las sesiones de hipnosis, el ex-policía se fue a trabajar con una empresa envasadora. Todo le iba bien en su nuevo trabajo hasta que se presentaron unos hombres--aparentemente agentes federales--a dialogar con el jefe de Schirmer, advirtiendo que el ex-policía "era de los que veían OVNIS" y por consiguiente, poco estable. Tales episodios le costaron a Schirmer no sólo su trabajo con la envasadora, sino muchos más en el futuro.
1973: “No es ninguna broma”
El 17 de octubre de 1973 sería recordado por los ciudadanos de Chattanooga, Tennessee como la noche en que dos policías se enfrentarían a lo desconocido, llegando a estar a menos de treinta metros de un objeto volador no identificado.
Los interesados en los fenómenos extraños tampoco olvidan que octubre de 1973 fue el mes más importante del “año de los humanoides”, como se designa el período de doce a catorce meses en que las autoridades lucharon a duras penas contra toda suerte de fenómenos raros, desde extrañas luces en los cielos y humanoides en los patios de la casas hasta manifestaciones del famoso “Bigfoot”.
El sargento Lester Shell y el patrullero Harry Jarrett recibieron los encomios de su jefe, el comisionado Gene Roberts, por su integridad e historial de servicio. Ambos agentes no tuvieron reparos a la hora de hablar sobre sus experiencias.
A las 7:00 p.m. del 17 de octubre, una mujer llamó a la policía para dar parte sobre un “gran objeto luminoso con forma de cigarro” que había aterrizado en una zona boscosa cerca de la escuela elemental Charles Bell en la localidad de Alton Park. Shell y Jarrett se personaron al lugar de los hechos, y Shell quería asegurar a la señora de que el evento casi seguramente tendría alguna explicación racional. El sargento afirmaría posteriormente que a pesar de no haber creído en ovnis, achacándolos a la imaginación popular, su opinión cambiaría totalmente esa noche.
Los policías se internaron en una zona boscosa y pantanosa, sorprendidos al ver que la luz aún permanecía en dicho sitio. Se bajaron del coche patrulla para poder ver mejor. El objeto tenía forma oblonga o de cigarro, emitiendo una luz blanca con matices azulados, y que se cernía sobre la superficie del pantano, tal vez a tres metros de altura. El objeto emitía un ruido siseante, y su tamaño era comparable al de dos coches patrulla colocados frente a frente. Los policías no percibieron olores extraños ni vieron detalles adicionales sobre la estructura del objeto desconocido. Ni el motor de la patrulla ni los sentidos de ninguno de los dos agentes se vieron afectados por la presencia del OVNI.
Shell tomó la decisión de acercarse al objeto, pero el aparato efectuó un ascenso repentino a una altura estimada de ochenta metros, posteriormente saliendo disparado del lugar hacia el espacio. El sargento Shell siguió su trayectoria, viendo que se dirigía hacia el espacio aéreo del aeropuerto de Chatanooga. Sin dudarlo, el policía se comunicó con la torre de control para informarles sobre el objeto desconocido, que en ese momento parecía estar al acecho de un avión de pasajeros que recién despegaba.
El comisionado Roberts visitó la zona del encuentro cercano con los patrulleros, pero no hallaron restos de la presencia del desconocido. Pero el “OVNI de Chattanooga” sería visto por policías y bomberos en otras comunidades circundantes en los días posteriores al encuentro de Shell y Jarrett.
Al día siguiente, la Sra. Carolyn Terrell se quejaría a las autoridades sobre una “gran luz brillante” que persiguió su automóvil desde su casa en South Pittsburgh (Tennessee) hasta el lugar donde trabajaba en Chattanooga. Indicó que el aparato tenía las dimensiones de una estrella cuando lo vio por primera vez, pero que al acercarse, era tan grande como su propio vehículo. Algunos adolescentes vieron “luces raras” en el cielo que los obligaron a refugiarse en sus casas.
Los alguaciles Eddie González y Frank López tendrían su propio encuentro con lo desconocido el 14 de noviembre de 1973, en Brownsville, Texas, durante la gran oleada de ese año. Los alguaciles se encontraban en la labor de transportar presos a la penitenciaría estatal en Huntsville cuando un objeto redondo, con luces rojas y amarillas, descendió del cielo a las 6:30 de la mañana para casi posarse sobre su coche patrulla, manteniendo una distancia de quince metros y siguiéndolos por espacio de treinta kilómetros.
El objeto extraño aceleraba si el coche patrulla aceleraba, y reducía su velocidad si el automóvil hacía lo mismo. González, quien iba al volante, intentó acelerar a 80 millas por hora (130 kmh) para evadir el objeto, pero sin lograrlo. Los tres presos que iban en el asiento trasero se morían de miedo. Desesperado, el alguacil se comunicó por radio con los departamentos de policía en Harlingen y San Benito, solicitando ayuda, y por suerte, los vehículos despachados desde dichos cuarteles alcanzaron a ver el extraño objeto que perseguía al coche patrulla. Las unidades del cuartel de San Benito afirmaron que un objeto redondo y anaranjado estaba a varios metros sobre el techo de la patrulla, y que mudó su color a blanco intenso antes de realizar un ascenso angular y alejarse de la zona. Durane ese mismo mes, el comisario de Brownsville tuvo que enfrentar casos de aterrizajes de objetos cuadrados en Port Isabel, al sur de su ciudad.
Sin fecha: Bellos colores, y un desenlace triste
La sargento de detectives Ingrid Dean ha incluido en su libro True Police Stories (Llewellyn Press, 2011) una narración que le fue contada por el uniformado Glenn Guldner de la policía estatal de Michigan en la población de Traverse City. Se trata de una experiencia singular que pudo haber sido la causal del cáncer que segó la vida de Guldner.
Aunque no se da una fecha específica, el uniformado Guldner dijo que era “temprano por la mañana, justo antes de la Navidad” cuando el sargento de turno recibió una llamada telefónica de una mujer que afirmaba ver “una cosa” suspendida en el aire sobre su granero, y quería que la policía investigase el asunto. Guldner y su sargento intercambiaron opiniones al respecto, y el uniformado salió hacia la casa de la testigo. Al llegar y tocar a la puerta, esta abrió y le preguntó a bocajarro si había llegado a ver el objeto a la par que se acercaba a la casa. El agente repuso que no, y la mujer le instó a entrar rápidamente para pudiese ver “aquello” suspendido sobre el granero.
Aunque el policía no anticipaba ver nada fuera de lo normal, al salir a la terraza trasera de la casa de granja, sintió que se aflojaban las rodillas y que la sangre se le iba del rostro: sus ojos no le mentían, y estaba presenciando un OVNI de dimensiones gigantescas: casi la mitad del largo de un estadio de fútbol, cerniéndose en silencio sobre el granero.
Guldner se maravilló ante los colores que ofrecía el espectáculo sobrenatural, describiéndolos como “bellos” y afirmando que al cambiar tonalidades, se podían percibir colores desconocidos al ojo humano.
Recuperándose un poco de su sorpresa, el uniformado se comunicó con el sargento, indicando que no se trataba de ninguna broma y que efectivamente había algo desconocido suspendido en el aire sobre la propiedad de la señora. Dentro de poco se les uniría un tercer testigo – un vecino cercano – atraído por las luces que había tomado por “relámpagos”. Los tres presenciaron el fenómeno policromático desde las seis y media de la mañana hasta las 8:30 a.m., cuando tres interceptores militares sobrevolaron la zona, como si su intención fuese la de “revisar” las actividades del aparato desconocido.
Los tres testigos manifestaron que el avistamiento había cambiado su concepto la vida y del papel que desempeñan los seres humanos en el universo. Trabaron una amistad que perduró hasta que ambos hombres sucumbieron a la misma enfermedad; la señora sigue con vida, pero insiste en mantener el anonimato.
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