OVNIS y la era nuclear
OVNIS y la era nuclear
Por Scott Corrales © 2018
A veces basta con recordar las literaturas de infancia sobre ovnis. Las llamativas páginas de la revista DUDA que nos introducían poco a poco al mundo del misterio - con dosis de sexualidad impresionantes, a veces - y los libros que podían conseguirse en cualquier quiosco a precios módicos. Traducciones de obras de Pawels y Bergier, Frank Edwards y el coronel Ruppelt. Materiales que nos introdujeron paulatinamente en lo desconocido con toda suerte de conjeturas, y a la vez que podíamos sentarnos a rumiar sobre la existencia del monstruo de Loch Ness o el enigma de las catedrales, siempre parecía haber una constante en esas obras: ¿qué son los platillos voladores, y qué quieren de nosotros?
Era posible leer y descartar conjeturas con facilidad - ¿eran marcianos que visitaban la tierra cada vez que la cercanía de su planeta al nuestro lo permitía? ¿Descendientes de una civilización que abandonó nuestro mundo en la antigüedad y que regresaba para darse una vuelta en el recuerdo? O tal vez era lo que proponía aquel capítulo de la serie La dimensión desconocida - habían venido a servir al hombre...con patatas.
Sobresalía una hipótesis en particular - los extraterrestres, alarmados por nuestras explosiones nucleares en Alamogordo, y posteriormente en Hiroshima y Nagasaki, nos trataban como una Corea del Norte sideral que causaba desvelos al alto mando de una supuesta federación de planetas guiada por los típicos seres superinteligentes de cabeza grande y ceño fruncido. Alimentándonos de una dieta rica en cómics y ciencia-ficción, hasta nos resultaba posible imaginar los diálogos del almirantazgo estelar ("Comodoro, no tendremos más remedio que desplegar los platillos de la quinta flota a dicho cuadrante".)
Jocosidades aparte, no cabe duda que la época contemporánea del fenómeno ovni coincide con los últimos años de la segunda guerra mundial, y que los aparatos demostraban un interés marcado en nuestras primitivas centrales atómicas, las bombas de fisión en las bahías de los B-52 y Tu-95, y hasta las zonas en las que almacenamos los desechos nucleares.
Platívolos y centrales atómicas
El 28 de junio de 1975 fue un día como cualquier otro en la ciudad canadiense de Halifax, uno de los puertos más importantes de América del Norte y el escenario de uno de los desastres portuarios más grandes de la historia, cuando un barco cargado de explosivos estalló en 1917. Pero nada de eso importaba a la familia que presenciaba, atónita, las maniobras de un extraño objeto cerca del puente Dartmouth-Halifax.
El puente de más de 2 kilómetros de largo une ambas ciudades, y utilizando las medidas conocidas, los testigos estimaron que el objeto tenía un diámetro de 20 a 30 pies, con forma de disco un tanto abombado en el centro. La circunferencia del disco estaba rodeada por luces rojas y blancas, plenamente visibles mientras que el objeto se mantenía inmóvil por unos diez minutos. Su fascinación con el objeto desconocido comenzó a adquirir matices más oscuros cuando el visitante del espacio se desplazó hacia la central nuclear de la ciudad, adquiriendo una brillantez inusitada antes de salir disparado hacia el firmamento. ¿Había robado energía a la central?
En marzo de 1998, Richard Dell’ Aquila y Dale Wedge, investigadores de la Mutual UFO Network (MUFON) investigaron reportes de actividad anómala en las inmediaciones la central nuclear Perry a las orillas del lago Erie. El 4 de marzo de aquel año, una mujer que prefirió mantener el anonimato conducía a lo largo de la carretera que pasa por la costa del Erie en camino a la ciudad de Eastlake, estado de Ohio. Repentinamente se dio cuenta de la presencia de un objeto "con forma de dirigible y con luces brillantes en cada extremo" que se basculaba lentamente sobre la central. Al llegar a su hogar, le pidió a su esposo que la acompañara de vuelta a una playa cercana para poder ver mejor el objeto, y así lo hicieron. Desde la playa les fue posible ver que el aparato seguía ahí, balanceándose, mientras que el hielo que aún subsistía aquella primavera sobre la superficie del agua comenzaba a agrietarse y emitir un ruido sobrecogedor. La pareja pudo determinar que el objeto "era más grande que un campo de fútbol americano" (cuarenta y ocho metros).
La nave desconocida parecía aguardar el regreso de sus "naves exploradoras" que fueron entrando una a una en la "nodriza", que había dejado de cernirse en el aire y había aterrizado sobre la superficie congelada del Erie. La pareja de testigos afirmó no haber presenciado el despegue de la enorme nave, que pudo haberse sumergido bajo las frías aguas, desapareciendo por completo.
Interés por las explosiones nucleares
En 1979 se produjo un incidente que aún no se ha desvelado del todo – la extraña explosión doble en aguas de las islas Kerguelen cerca de Sudáfrica. En décadas posteriores se afirmaría que el gobierno sudafricano estaba dando los primeros pasos hacia su propio programa atómico, o que había permitido a Israel detonar sendas armas en su ‘radio de influencia’. La mayoría de los datos aún permanece clasificada.
El 22 de septiembre de aquel año el mundo estaba distraído por la crisis en Irán. Un satélite VELA, a setenta mil millas sobre el planeta, diseñado para detectar explosiones atómicas, captó dos destellos de luz – el segundo ocurrió varios segundos después del primero. Técnicos y militares se alarmaron al pensar que de no ser la explosión de un artefacto militar, bien podía tratarse de algo en la alta atmósfera terrestre, más cerca del satélite que de las frías aguas del Océano Indico sur.
Pero un detalle interesante salió a relucir sobre el curioso evento de las Kerguelen – los militares tuvieron que admitir que en las décadas de existencia que llevaba el proyecto VELA (el primer satélite fue lanzado en 1963) los aparatos habían captado numerosos eventos no nucleares, hechos fácilmente descartados como actividad humana sobre el planeta. Otros, sin embargo, representaban un desafío a los expertos, y se les denominaba zoo animals (animales de zoológico), parte de la misma nomenclatura jocosa reservada por la NASA para cosas que no podía explicar – “Papa Noel”, “El gran vampiro galáctico,” etc.
Vistos desde la superficie planetaria por cualquier testigo, los “zoo animals” serían clasificados como ovnis. Pero tratándose de ojos electrónicos, los sabios hablaban de rayos láser y gamma, radiaciones cósmicas captadas por los sensibles receptores del satélite, y los habituales bombardeos de micro meteoritos.
El fenómeno ovni también ha demostrado tener un interés poco saludable en nuestros arsenales atómicos. Los escritores Lawrence Fawcett y Barry Greenwood, cuyo libro Clear Intent: The Government Cover-Up of the UFO Experience constituyó un hito de la investigación ovni, incluyeron un caso ocurrido en octubre de 1975 durante el cual un extraño aparato se cernió sobre la base aérea Loring mientras que los efectivos de la USAF podían hacer poco más que mirar. Pero el caso más asombroso de este tipo lo es sin duda el que aparece en las páginas del clásico UFO Dynamics del psicólogo Dr. Berthold E. Schwarz y que fue protagonizado por un oficial jubilado de la USAF, se vio envuelto en las operaciones de salvaguardar un bombardero B-52 cargado de bombas de hidrógeno tras un aterrizaje de emergencia en Vietnam. Según el oficial, los guardias destacados en torno al enorme bombardero dijeron haber escuchado sonidos de "clics" provenientes del interior de avión como consecuencia de la aparición repentina de un ovni sobre el aparato. Posteriormente, el oficial descubrió que el armamento nuclear había sido neutralizado inexplicablemente tras la presencia del objeto desconocido. El Dr. Schwarz señala que el mismo militar le dio a entender que la explosión de una ojiva nuclear en la antigua URSS a fines de los años '60 había sido causada por un ovni.
1 Comments:
Muy bien artículo Scott, saludos!
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