John Keel: Los Silenciadores de OVNIS
Los Silenciadores de OVNIS
Por John A. Keel
Revista SAGA UFO REPORT - Anuario 1976)
(Traducción de Scott Corrales para Arcana Mundi)
Los aviones no se dejaban ver mucho en 1924. Algunos tozudos pilotos del correo aéreo justo comenzaban a abrirse camino en sus vetustos biplanos, y un puñado de acróbatas del aire se daban cita en las ferias rurales a bordo de sus decrépitos “Jennies” de la primera guerra mundial. Pero la mayoría de los estadounidenses nunca había visto un avión, y cuando llegaban a escuchar el sonido crepitante de un motor en el aire sobre las ciudades y suburbios, la gente salía corriendo a la calle a maravillarse de lo que pasaba en el cielo.
En el mes de mayo de ese año hubo gran emoción en las aisladas granjas cerca de Gem, Virginia Occidental, en el condado de Braxton cuando apareció de repente un enorme aeroplano, bamboleándose y acercándose más y más a la tierra hasta zambullirse en medio de un bosque, aparentemente chocando. Según el granjero que lo presenció todo, era “tan grande como un crucero de combate” y parecía no tener alas. En aquellos tiempos, cualquier estrellamiento de un avión representaba una noticia importante que ocupaba los titulares de prensa en todo el mundo. Así que un periodista local, el fallecido John Cole, se unió a la brigada de socorristas que se dispuso a buscar los restos del aparato. Barrieron el bosque de manera sistemática, hallando los restos en un pequeño claro.
“Sin embargo, no fuimos los primeros en llegar,” recordó Cole casi 40 años después. “Ya había cinco o seis hombres en el claro. Algunos de ellos estaban vestidos en trajes negros formales, corbatas y todo eso, y resultaba tonto verlos así en el bosque. Otros estaban vestidos con trajes de color raro...un tejido muy brilloso. Hablaban entre sí en un idioma extranjero muy rápido cuando nos encontramos con ellos. Los hombres vestidos de mamelucos brillantes corrieron a ocultarse. Algunos de los nuestros iban armados, y uno de ellos me dijo: “¡Por Dios, son espías!” y comenzó a elevar su rifle. Le dije que bajara el cañón.
“Los forasteros eran de baja estatura, poco más de cinco pies de alto, y eran de aspecto asiático. Ya sabes, de pómulos altos, ojos rasgados y tez oscura. Uno de ellos hablaba inglés con un acento peculiar. Nos dijo que no había heridos, que todo andaba bien, y que se comunicaría con el comisario más tarde para presentar un informe completo. Pero no lo hizo, y no había nada que pudiésemos hacer. No se había cometido ningún delito y no hubo heridos”.
John Cole tenía unos ochenta años de edad al momento de producirse la entrevista, pero su mente era aguda y sus recuerdos nítidos. Nunca había leído nada sobre platillos voladores y afirmaba no tener conocimiento de los Hombres de Negro.
“Y aquí viene lo gracioso”, prosiguió. “Mientas que buscaba, vi un pequeño cachivache de metal en el suelo. Lo recogí y decidí quedármelo. Me lo guardé en el bolsillo. Al final nos fuimos todos, dejando que los forasteros lidiaran con los escombros. El aparato no parecía una maquina voladora. De hecho, hubiese sido sorprendente que pudiese volar. Era como el fuselaje de un avión moderno, con ventanas y todo, pero carecía de alas, cola o hélices. Y como dijo el granjero, era enorme. Yo diría que tendría unos 75 pies de largo, y que llenaba el claro del bosque”.
“Volví a casa. En aquel entonces, vivía en las afueras de Weston. Decidí acostarme enseguida después de la caminata del día. A eso de las tres de la madrugada escuché golpes contra la puerta. Me levanté a ver quien era y vi un oficial del ejército, vestido en uno de esos uniformes con sombrero de ala ancha que llevaban antes, y con los envoltorios que solían ponerse en las piernas. Era un uniforme del ejército estadounidense, pero en aquellos tiempos no solían verse muchos soldados. En fin, salvo por la ropa que llevaba puesta, era idéntico a los forasteros que habíamos visto con el avión. Ojos rasgados, tez oscura, pero tal vez un poco más alto”.
“Me dijo: usted se llevó algo ayer. Nos lo tiene que devolver. Yo estaba medio dormido y no sabía a qué se refería. Luego me acordé del cachivache. Fui a donde había colgado mi abrigo y lo saque del bolsillo. Le pregunté: ¿se refiere a esto? No contestó. Lo tomó y se alejó caminando. Parecía no tener ni caballo ni automóvil. Me volví a acostar, pero al día siguiente comencé a preguntarme cómo había conseguido rastrearme. Varios días después pude volver al bosque y localicé el claro. Estaba vacío. La hierba y los arbustos estaban aplastados dónde se había hallado el avión, pero no había señas de más nada ni nadie. El granjero afirmó haber visto algunas luces en el cielo a la noche siguiente y pensó que aquello había despegado en aquel momento”.
“¿Sabes? nunca se me ocurrió escribir sobre eso para mi periódico. Después de la vistita de aquel militar, pensé que se trataba de algo secreto de ejército y que lo más prudente era dejar el asunto en paz”.
El condado de Braxton produjo una serie de avistamientos de ovnis y monstruos en la década de los ’50 y ’60, y me topé con el Sr. Cole durante mis investigaciones de aquellos casos más recientes. Varios años después, recibí una carta de un hombre en el noroeste que relataba un incidente casi idéntico que supuestamente ocurrió en Oregon en la década de 1930. Se había estrellado un avión de características extrañas. Los granjeros locales recogieron sus piezas, y poco después recibieron la visita de oficiales del ejercito que recogieron los “recuerdos”. Variaciones de esta mascarada ocurrieron en Inglaterra en 1909 y más recientemente en España. Los investigadores contemporáneos del fenómeno OVNI se han esforzado en vano por conectar a estos hombres misteriosos con la CIA y los militares, acusándolos de formar parte de una gran conspiración con el fin de “ocultar la verdad” de los platillos voladores al público. Pero se han dado a conocer cientos de episodios parecidos que han sido examinados minuciosamente por investigadores civiles altamente calificados. Es obvio que estos Hombres de Negro (denominados así por ir vestidos casi siempre en trajes oscuros) no representan ningún gobierno conocido, sino que están relacionados con el fenómeno ovni en sí. Su propósito esencial consiste en crear confusión e impedir que los investigadores oficiales del fenómeno conozcan la verdad sobre los ovnis. Y han realizado su labor de manera encomiable. A pesar de 27 años de investigaciones y controversias, las autoridades no han dado con evidencia real de ningún tipo. Aparte de los círculos de hierba quemada y agujeros en la tierra, ningún investigador ha conseguido obtener los escombros físicos de un ovni. Lo peor es que las hábiles intrigas de los HDN han logrado convencer a los investigadores oficiales e independientes de que muchos informes fidedignos de ovnis no eran sino “fraudes”. En varios casos,, los testigos e investigadores se han visto desacreditados por semejantes manipulaciones.
Como la mayoría de los entusiastas de los ovnis creen que los platillos voladores son naves espaciales de otro planeta, no pueden encajar la presencia muy humana de los HDN en sus teorías. Monstruos de ojos insectoides y múltiples brazos son más aceptables como pilotos de los ovnis que señores de tez oscura y aspecto asiático. Por supuesto que ha habido casos de monstruos en la casuística de los aterrizajes y encuentros, pero los informes con pilotos de aspecto humano los superan con creces. Este hecho ha llevado a muchos investigadores importantes del fenómeno ovni a especular que los platívolos tal vez puedan provenir del otro lado del telón de bambú en Asia. Pero en 1967 la agencia de prensa TASS acusó abiertamente a la CIA de controlar el fenómeno y causar las manifestaciones generalizadas en Tashkent, que se encuentra en el suroeste de Rusia. Dichos avistamientos parecen haber reavivado las creencias religiosas y los oficiales soviéticos consideran tales acciones como parte de una endiablada conspiración capitalista.
Hoy en día el término Hombres de Negro es genérico y se le aplica a cualquier sujeto misterioso que se persona en el lugar de los hechos de cualquier suceso paranormal. No siempre visten de negro ni tienen aspecto oriental, sino la tez aceitunada, mientras que otros parecen estar profundamente bronceados -- ¡hasta en pleno invierno! A menudo caminan de forma temblorosa, desplegando síntomas de la enfermedad de descompresión (una reacción al exceso de nitrógeno en la sangre). Hablan de forma lenta, como si recitaran discursos memorizados. Tienen ojos oscuros, descritos a menudo como “hipnotizantes”. Muchos testigos han comentado sobre su cabello, que a menudo es de color poco natural, como si lo hubiesen teñido. Algunos tienen cabello muy corto, a lo militar, con un círculo rasurado hacia la nuca. Carecen de sentido del humor, pero cuando se ríen, emiten una especie de carcajada enloquecida. Algunos parecen tener dificultades con la respiración, jadeando entre palabra y palabra. En algunos casos los HDN parecían perfectamente normales en todos los sentidos hasta cometer un error mínimo. Cuando se les ofreció un plato de gelatina, uno de estos HDN “más normales” trató de bebérsela. Cuando se le ofreció un cigarro a otro, intentó comérselo en vez de encenderlo.
La mayoría de los HDN están muy bien vestidos en trajes caros de buena hechura, de color negro o gris, y de material lustroso, ligeramente reflectivo. En varios casos se les ha visto usar calzado con suela de goma inusualmente gruesa. Una consistencia rara en estos informes es el hecho de que su ropa a menudo parece recién estrenada. Las suelas de sus zapatos parecen no haber tocado tierra jamás. Tienen el aspecto de haber salido de una tienda de ropa de caballeros. Sin embargo, en varios casos, su flamante atuendo está fuera de moda: vestían estilos que habían estado fuera de moda por muchos años, o más raro aún, ¡estilos que no serían vistos hasta muchos años después! Este distintivo peculiar se extiende a sus vehículos. Se les ha visto en coches que eran de 20 años de edad – o más viejos aún – pero tan perfectos como si hubiesen salido de la sala de exhibición. Los testigos que han entrado a los vehículos de los HDN afirmen que hasta huelen nuevos.
Su método favorito de transportación ha consistido en automóviles Cadillac negros con cristales ahumados, pero en años recientes también se han manifestado en Volkswagens y Fords. Un testigo en el “midwest” estadounidense alega haber recibido la visita de un hombre alto, sumamente delgado y de aspecto cadavérico, viajando en un coche que parecía estar hecho de piezas de distintas marcas y modelos. Se habla con frecuencia de caravanas, furgonetas y camiones “fantasma”. Los testigos en varios casos han logrado conseguir el número de matrícula de los enigmáticos vehículos pero las verificaciones de la policía revelan la inexistencia de tales números.
Este fenómeno no está limitado a los EE.UU. – los HDN también aparecen en informes en muchas partes del mundo, incluyendo Italia, Alemania, España, Gran Bretaña y Suecia. En 1973, un joven periodista sueco que investigaba un caso OVNI estaba sentado en un restaurante en las afueras de Estocolmo cuando un extraño se dirigió hacia su mesa y se sentó sin haber sido invitado. “Debes renunciar a tu interés en los platillos voladores”, declaró el sujeto en sueco perfecto. Antes de que el periodista pudiese formular preguntas, el hombre se levantó rápidamente y salió del restaurante. Lo único inusual del personaje, recuerda el reportero, es que la ropa parecía no quedarle bien.
Hay numerosos episodios de este tipo en los EE.UU. En 1968, Peter Stevens, un joven contratista de la construcción cerca de Albany, N.Y., estaba sentado en un cafetín cuando un hombre “alto, bronceado y de aspecto melancólico” se sentó a su lado.
“Ha habido gente mirando el cielo todas las noches a las orillas de río en Scotia”, dijo el hombre de repente, mirando a Stevens detenidamente. “La gente que busca OVNIS debe tener mucho, mucho cuidado”. Al igual que el hombre misterioso en Suecia, este abandonó el local a toda prisa. Le pedí a Stevens que me hiciera varios dibujos del hombre y que me enviase uno de ellos. Me envió el mejor de todos. Semanas mas tarde, Stevens y su esposa regresaron al hogar para descubrir que su casa había sido saqueada. Pero lo único que faltaba eran los dibujos del HDN. Peter Stevens falleció repentinamente dentro de pocos meses.
Los contactados de los platillos voladores parecen tener más problemas con estos hombres misteriosos que cualquier otro grupo. No es inusual que el testigo reciba la desagradable visita de estos individuos nocturnos poco después de haber tenido un encuentro ovni. EL procedimiento estándar consiste en amenazar al testigo abiertamente, advirtiéndole que no debe compartir su experiencia ovni. Si el testigo ha logrado rescatar cualquier evidencia física, el HDN se la requerirá forzosamente. Sin embargo, las variantes del juego son interminables.
Stan Gordon, uno de los investigadores ovni más activos de Pennsylvania, se ha topado con casos de HDN que involucran no solo OVNIS sino grandes monstruos peludos (en 1973-74 hubo una epidemia de monstruos tipo “Bigfoot” en todo EE.UU.). En un caso con estas criaturas, el monstruo se personó afuera de una casa remolque, dejando huellas bien definidas en la tierra. Los testigos se comunicaron directamente con Gordon, y las huellas no fueron mencionadas en la prensa local, pero mientras que fotografiaban las impresiones dejadas por el ser, una furgoneta con tablillas del estado de Ohio se detuvo en la calle. Un hombre que parecía estar un tanto ebrio se bajó del vehículo, miró las huellas, y le arrancó las instantáneas Polaroid al testigo, diciendo: “Acabas de tomar fotos de nuestra parte”. Acto seguido, comenzó a patear las huellas, destruyendo la evidencia. Los testigos se enfurecieron y amenazaron con llamar a la policía, pero el hombre corrió hacia su vehículo y se apartó del sitio a toda velocidad. Al igual que en muchos otros casos, el número de la tablilla no estaba registrado (detengámonos a pensar sobre esto. Hay casi 100 millones de matrículas en los EE.UU. El que intente falsificar un número falso casi seguramente daría con un número que ya existe y que se encuentra en uso.
Las tácticas de los HDN son a menudo más sutiles. Son impostores sagaces. Durante años los investigadores ovni escucharon narraciones sobre las amenazas proferidas por oficiales de la fuerza aérea a los testigos. Jamás se molestaron en reunir descripciones físicas de estos oficiales; sencillamente creyeron que la USAF estaba practicando una especie de “conspiración de silencio”. Después de una oleada de tales “silenciamientos” en 1967, descubrí que los testigos habían sido visitados por agentes falsos – a menudo hombres de baja estatura con facciones asiáticas – quienes adoptaban los nombres de personal militar auténtico de bases cercanas. Por ejemplo, si el sargento Snodgrass estaba acantonado en la región, un “coronel Snodgrass” visitaría los testigos locales. En febrero de 1967, el cuartel de la Fuerza Aerea en el Pentágono reconoció la existencia del problema, emitiendo una circular a todos los mandos en que solicitaba que los responsables de seguridad estuviesen atentos a la presencia de estos “aviadores fantasma”. Puesto que impersonar a un militar constituye una infracción de las leyes federales, se alertó al FBI y sus agentes tomaron parte activa en varios casos de ovnis. Pero los HDN se mantenían esquivos.
En varias ocasiones casi llegué a cruzarme con los dinámicos HDN. Durante una visita a testigos en la Long Island de Nueva York en 1967, me hospedé en un motel seleccionado aleatoriamente. Antes de haber tenido la oportunidad de desempacar mi cepillo de dientes, sonó el teléfono y acabé por hablar con una voz masculina resonante, monótona como si fuese una grabación. Me advirtió que debía conducir a un sitio llamado High Hold, el punto más alto en Long Island. Antes de poder hacerle preguntas, se cortó la línea. Así que subí los angostos caminos de tierra con cuidado, convencido de que era víctima de un fraude. Pero cuando llegué al lugar del encuentro, me sorprendió toparme con una gran limusina negra, estacionada y aguardándome. Seguí de paso lentamente y la limusina encendió y apagó sus faros. Pude ver dos hombres sentados en el asiento delantero, y en la tenue luz, tenían un aspecto decididamente asiático. Tuve que conducir varias yardas antes de poder hacer un viraje – me proponía estacionarme detrás de la limusina, pero al cercarme, el chofer encendió el motor y comenzó a alejarse lentamente. Seguí el vehículo por entre las colinas hasta llegar a una curva, donde se perdió de vista. Al doblar la curva, me sorprendió ver que la carretera no tenía salida y que el automóvil se había esfumado del todo. No había carreteras laterales ni virajes.
Decidí posteriormente que todo el episodio había sido concertado para convencerme de que los testigos decían la verdad cuando hablaban de asiáticos en Cadillacs negros. Durante mis investigaciones posteriores en distintos estados del país tuve otros encuentros fugaces con los hombres del misterio y sus vehículos fantasmales.
Docenas de investigadores, incluyendo personalidades bien conocidas como Ivan T. Sanderson, Otto Binder, Brad Steiger, el Dr. James Mc Donald y el Dr. J. Allen Hynek también se vieron envueltos en casos de HDN. Todos tuvimos experiencias desagradables con enigmáticos vigilantes telefónicos. El teléfono de Sanderson en su granja en las montañas de Nueva Jersey se vio plagado de ruidos hostigantes e interferencia, y sus cartas parecían estar estrechamente vigiladas. Cuando Otto Binder escribía su primer libro en marzo de 1967, también experimentó hostigamiento telefónico. Peter Stevens y su esposa tuvieron que cambiar su número telefónico, pero aun así, el hostigamiento telefónico persistió aún después de haber cambiado a un número que no figuraba en el directorio. Los investigadores siguen teniendo problemas parecidos. Stan Gordon reveló en fechas recientes que “una gran cantidad de información con informes de nuestros investigadores y declaraciones juradas de los testigos nunca ha llegado a nuestras oficinas. Un investigador que presentó información detallada sobre un caso muy extraño nos remitió el informe tres veces, y no recibimos ninguna de las copias”.
¿Quién, de hecho, tiene la capacidad de controlar el correo, los teléfonos y las estaciones de radio en todo el mundo? ¿Hay personas de un mundo lejano conduciendo por las carreteras rurales de Long Island en Cadillacs negros? ¿Acaso tenía razón Ivan Sanderson al afirmar que estamos enfrentando seres originarios de nuestro propio mundo? Alguien ha tratado de convencernos por muchos años que aquellas cosas en el cielo son naves inofensivas de otro mundo. Mientras que sigamos creyendo en eso, y si seguimos creyendo que vienen de un punto más allá de nuestro insignificante alcance, parece que estamos relativamente seguros. Pero cuando miramos en el sentido contrario – hacia la Tierra en sí – escuchamos alguien que toca a nuestra puerta en plena madrugada.
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