Thursday, December 27, 2018

OVNIS y tribus nativo americanas



OVNIS y tribus nativo americanas
Por Scott Corrales © 2018

Al pensar en las tribus nativo americanas de EEUU, nunca se piensa en primer instante en cualquier relación con lo tecnológico, sino lo espiritual. Sin embargo, las tribus que sobrevivieron a las masacres del siglo XIX y el desgaste producido por el contacto con la cultura anglosajona llegaron a rescatar muchas tradiciones orales que pueden sernos de interés en lo referente al fenómeno OVNI.

Las tradiciones de los indios hopi del suroeste americano nos hablan de 'escudos voladores' denominados paatuwvota en su lengua - artefactos que correspondían a un mundo anterior al nuestro, al igual que los vimanas de la India. Cuenta la tradición que dos hermanos - Tiwahongva y su hermana Tawiayisnima - fueron los únicos supervivientes de la destrucción de una gran urbe prehistórica a consecuencia de una inundación descomunal, habiendo sido olvidados por sus padres durante la fuga. Los niños decidieron emprender camino para localizar a su familia. Durante la noche escucharon un gran rugido, y aterrorizados, presenciaron la llegada de un ser de rostro resplandeciente que dijo llamarse Sotuknang. El misterioso recién llegado animó a los chicos a subir a su 'escudo volador' para aligerar su misión. Sin otro remedio, los jóvenes humanos aceptaron y el objeto ascendió a los cielos, permitiendo a los niños ver toda la región desde los aires. El aparato aterrizó cerca del asentamiento de los refugiados, y los niños se reunieron con sus mayores. Sotuknang se despidió, advirtiendo que "soñarían con sus enseñanzas".

El paatuwvota aparece en los petroglifos que aún pueden apreciarse en las altas montañas del desierto de Arizona.

Los avistamientos, sin embargo, no quedan consignados a la mitología de los hopi y las tribus circundantes. Las tribus Onondaga y Mohawk de la gran nación de los Iroquois en el estado de Nueva York (USA) mantuvieron la siguiente creencia: “Seres como hombres habitan en el lado extremo del cielo visible” y la desaparecida tribu de los Natchez creía que el “rey del cielo” había visitado su pueblo en la noche de los tiempos para darles una especie de transmisor que mantenía el contacto entre los sacerdotes de la tribu y el mundo de los extrahumanos. A fines de la década de los ’60, los indios Hopi del oeste americano declararon públicamente que la historia de su pueblo había sido afectada por el contacto con seres extrahumanos, y que en conjunto, los nativo americanos siempre habían aceptado la realidad de los ovni y el sitio que ocupaban en la jerarquía de los seres vivos.

Parecería ser que las creencias aborígenes están reflejadas en América Septentrional, donde las tribus salish y chippewa de Canadá, sin contar los esquimales o inuit, mantienen largas tradiciones sobre el contacto con la gente de las estrellas no solo en el pasado lejano, sino en épocas recientes también. Sin pasar por alto la posibilidad de que todo pueda tratarse de fantasías o formas de decirle al hombre blanco “nosotros estuvimos en contacto con otras especies inteligentes antes de que ustedes”, examinemos algunas de estas tradiciones.

En una gruta cerca del lago Christina en la Colombia Británica se puede ver un petroglifo sumamente interesante que representa un disco de color blanco con protuberancias de color negro. Este singular aparato se cierne sobre un grupo de cuatro figuras humanoides que parece postrarse de hinojos ante la extraña presencia. El petroglifo tiene rayas superiores que sugieren haces de luz y rayas inferiores que bien pueden ser fuego. Los artistas primitivos, cuyo dominio de la perspectiva era casi nulo, se limitaban a representar lo que veían. El objeto sigue siendo un misterio que recibe la tradicional y cansina explicación de una adoración del sol por parte de los antiguos habitantes de la región... ¿un sol con protuberancias negras?

Parece ser que nos aguarda otro petroglifo igual de fascinante, localizado esta vez en un refugio pétreo entre el lago Kootenay y Cayuse Creek. Esta expresión artística del hombre primitivo nos presenta lo que a todas luces parece ser un cohete con forma de cono que lanza humo y llamas, y por si fuese poco, un pequeño humanoide se aferra a la “pared interior” del supuesto vehículo. Otro petroglifo parecido – esta vez representando un vehículo estanco con un tripulante – se encuentra a varios kilómetros del lago Kootenay.

La región de Prince Rupert, también en la boscosa Colombia Británica – mejor conocido por sus tradiciones de los enormes y peludos sasquatch—nos regala otro petroglifo que corresponde a las tribus Tsimshian de la zona. Esta vez no se trata de un disco ni ovalo con rayos, sino de un humanoide grabado en la piedra y conocido como “el hombre que cayó del cielo.” El investigador John Magor abunda sobre este extraño personaje en su revista Canadian UFO Report: “Una posibilidad consiste en que los Tsimshian que vivían en la actual Prince Rupert hallaron el cadáver de un hombre sumamente extraño en su campamento, y según su lógica, algo tan inusual sólo pudo haber caído del cielo. Es posible que este petroglifo haya funcionado como una especie de “fosa abierta” para que el difunto pudiese regresar a su hogar en las estrellas, y si se trata de una fosa, ciertamente no representaba la forma de entierro utilizada por esos nativos”.

Lamentablemente las tribus actuales no disponen de información al respecto, ya que los artesanos nativos dejaron de crear petroglifos a mediados del siglo XIX, y la interpretación de estos grabados se ha perdido. Sólo nos quedan las suposiciones de siempre.

En el este de Canadá, en la región de los Grandes Lagos, las tribus chippewa contaban la leyenda de una estrella “que se peleó con las demás” y que se dedicaba a vagar de una tribu a otra, atraída por el fuego de los campamentos justo antes de la hora de dormir. Los chippewa temían las apariciones de esta “estrella fugitiva”, pero una doncella de la tribu – siempre según la leyenda – se enamoró del extraño objeto, y un día, mientras que la joven recogía zarzamoras, la estrella generó una especie de tolvanera repentina que la levantó hacia su seno, despareciendo para siempre. Los chippewa supieron entonces que el amor que profesaba la joven hacia la estrella errante era correspondido.

Pero no todo es amor. La tribu denna de la península de Alaska vive temerosa del “pueblo del cielo” y a diferencia de los aborígenes australianos, los denna no sienten que ser los habitantes autóctonos de la región les ofrece protección alguna contra lo desconocido. De hecho, la tribu tiene un emblema especial que representa a estas extrañas fuerzas – un símbolo que todos reconoceríamos fácilmente: una raya horizontal rematada por una cúpula. A fines de los años sesenta se circuló una nota de prensa sobre el hallazgo de una avioneta que se había desplomado del cielo luego de haber transmitido un último mensaje, captado por el radiotransmisor de un cazador en esas regiones del norte. El desesperado mensaje de la avioneta indicaba que el aparato estaba siendo rodeado de una extraña luz verde sobre la cordillera Talkeetna y que los motores se habían cortado. Años después, rastreadores nativos se encontraron con los restos de la avioneta y sus congelados ocupantes. Parecía ser que uno de los tripulantes no había muerto durante el choque, y en un gesto sumamente dramático y digno de una narración de horror, había tenido las fuerzas para realizar un trazo en el destrozado fuselaje de la avioneta – la raya horizontal rematada por la cúpula. Los azorados nativos entendieron enseguida que los desventurados pilotos habían sido víctimas del “pueblo del cielo”.

Cowboys y OVNIS

El honor de haber visto el primer “platillo volador” corresponde no a Kenneth Arnold tras su avistamiento en 1947 sobre el monte Rainier, sino a un ranchero tejano llamado John Martin, cuyo experiencia no tuvo la misma trascendencia.

El 2 de enero de 1878, Martin y algunos amigos habían ido de caza en las cercanías del poblado de Denison en Texas. Mirando hacia el sur, pudo ver en el cielo un objeto oscuro con el tamaño relativo de una naranja. Las dimensiones del artefacto volador aumentaban según se acercaba; en una época en que lo único que solía verse en el cielo era pájaros, Martin pensó que podía tratarse de un globo hasta que el objeto estaba casi sobre su vertical, cuando le fue posible comprobar que se trataba de un objeto con forma de plato que volaba a gran altura. EL avistamiento de Martin en las cercanías de Denison tuvo la ventaja de haber sucedido en plena luz del día, y el OVNI oscuro no reflejaba luz alguna.

Varias semanas después del avistamiento el periódico Denison Daily News publicaría la experiencia de John Martin en su edición del 25 de enero de 1878 con el título “Un fenómeno extraño”. Reproducimos el texto completo a continuación:

“El Sr. John Martin, un ranchero que vive a unas seis millas al sur de esta ciudad, nos informa sobre la siguiente narración extraña. El martes por la mañana, mientras se encontraba de cacería, su atención fue dirigida hacia un objeto oscuro en lo alto del cielo hacia el sur. La forma peculiar y velocidad que marcaban el acercamiento del objeto capturó su atención, y se esforzó por determinar su naturaleza. Al observarlo por primera vez, parecía tener el tamaño de una naranja, que siguió aumentando de tamaño. Después de mirarlo durante algún tiempo, Martin se vio obligado a descansar la vista. Al reanudar su observación, el objeto estaba casi directamente sobre su cabeza y su tamaño había aumentado considerablemente y parecía desplazarse por el espacio a velocidad prodigiosa. El Sr. Martin pensó que se parecía, en su estimación, a un globo. Desapareció con la misma rapidez con la que había llegado y no tardó en perderse en los cielos. El Sr. Martin es un caballero de veracidad indudable y este extraño evento, si no fue un globo, merece la atención de nuestros científicos”.

Los Grises al Acecho


En fechas recientes, Jonathan Redbird Dover y Stanley Milford, integrantes de la policía de la tribu navajo han realizado ponencias sobre lo paranormal y ovnilogico en sus desiertas tierras. Uno de estos casos de alta extrañeza atrajo la atención de investigadores ovni debido a la presencia de posibles seres humanoides.

El protagonista del caso es un anciano de la tribu navajo que goza de muy buena reputación entre sus congéneres, hombre que a sus ochenta y cinco años de edad jamás pensaba acabar figurando en crónicas de lo extraño. Una buena noche, mientras que su familia se había desplazado a la ciudad de Phoenix, Arizona para presenciar un evento, el hombre estaba solo en su casa de una planta cuando vio una luz circular en el cielo - "tan brillante como el sol y lanzando rayos de luz". El objeto hizo una circunvalación de la estructura y acabó posándose a cierta distancia de ella. El hombre pudo presenciar cómo se desprendían luces del objeto que se mantenían cerca del suelo - superficie que había sufrido los efectos de un gran incendio y que permitían una visión perfecta en todas las direcciones. Dichas luces parecían dirigirse hacia su hogar.

A la par que se acercaban, el testigo pudo ver que uno de sus perros salía corriendo a enfrentarse con las extrañas manifestaciones. El canino emitió un alarido al hacer contacto con una de las fuentes de luz y salió disparado, perdiéndose en la oscuridad. El anciano navajo cerró las puertas y cortinas, mirándolo todo desde una rendija. No quedó tan impactado con las luces como por las extrañas formas que las portaban.

El anciano describió la llegada de cuatro seres de poco más de un metro de estatura - cabezones, de ojos negros descomunales y cuerpos sumamente delgados - que manifestaban un interés en las pequeñas lámparas operadas a batería que marcaban el perímetro de su propiedad. Indignado, el anciano abrió la puerta para enfrentarse a los "Grises", pero estos corrieron alrededor de la casa, huyendo hacia la seguridad de la fuente de luz que les había traído hasta aquel lugar. Aquel extraño "sol" volvió a disparar rayos de luz y salió disparado "como una bala", desapareciendo por completo. Durante su entrevista con la policía tribal, el anciano apuntó sus perros más bravos se mantuvieron en silencio total durante la estadía de los misteriosos seres. El incidente convocó a agentes de una amplia gama de agencias del gobierno estatal y federal, algunos de ellos con contadores Geiger. El perrito que había hecho gala de su denuedo al salir a enfrentarse con lo desconocido falleció pocos días después.

Hubo otro detalle curioso: un pariente del anciano navajo que vivía cierta distancia del lugar de los hechos mencionó que ocho cachorros que estaba criando en su propiedad desaparecieron después del incidente de la extraña luz y sus tripulantes. Las autoridades no pudieron hallar evidencia de la presencia de depredadores en este caso.

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