Wednesday, February 20, 2019

Enigmas del Mundo Antediluviano



Enigmas del Mundo Antediluviano
Por Scott Corrales (c) 2019


Conocida de todos es mi predilección por la lectura de lo que suele llamarse “el género de espadas” o los libros de espada y brujería – aventuras ambientadas en lugares fantásticos de corte medieval, producto de la imaginación de autores como Robert E. Howard (“Conan”), Michael Moorcock (las obras del Campeón Eterno, entre ellos “Elric”), Roger Zelazny (las novelas de Amber), y naturalmente, el universo creado por el genio y la mano de J.R.R. Tolkien. Aunque sus autores podrán corresponder a distintas nacionalidades y épocas, sus obras tienen algo en común: son relatos sobre la vida en épocas muy anteriores a la historia que aceptamos generalmente, un mundo que comienza con pastores neolíticos hace siete mil u ocho mil años.

¿Quién no ha leído, o al menos escuchado, el comienzo de Conan el Bárbaro? "Sabe, oh príncipe, que entre los años en que los océanos anegaron Atlantis y las resplandecientes ciudades, y los años de aparición de los hijos de Aryas, hubo una edad no sonada en la que brillantes reinos ocuparon la tierra como el manto azul entre las estrellas: Nemedia, Ophir, Brythunia, Hyperborea, Zamora, con sus mujeres de cabellos negros y sus torres de terrorífico misterio; Zingara, con sus caballeros; Koth, que hace frontera con las tierras de pastos de Shem; Estigia, con sus tumbas guardadas por sombras; Hyrkania, cuyos jinetes llevan acero, seda y oro. Pero el más orgulloso reino del mundo es Aquilonia, que reina suprema en el dormido occidente…”

Un mundo que nos habla de un diluvio – la destrucción de la Atlántida – tema que se repite en el Silmarillion de Tolkien con la destrucción de la pérfida Númenor por haber causado la ira del Altísimo. Mundos antediluvianos llenos de esplendor y venidos a menos. Sin restarle méritos a estos titanes de la literatura imaginativa, ¿será que la humanidad conserva en la médula el recuerdo de estos tiempos de los cuales a veces encontramos rastros en estructuras desconocidas y objetos fuera de sitio, los famosos OOPARTS? Nuestros cuentos infantiles poblados de monstruos y gigantes, ¿podrán referirse al mundo destruido por aquella inundación mundial que aparece en las leyendas de numerosas culturas? ¿Destrucción achacada a la cólera divina, impactos de cometas u asteroides, o como postulaba Velikovsky, la interacción del planeta Venus con nuestro mundo?

Tal vez no haya misterio alguno y sencillamente resulta conveniente imaginar narraciones exageradas en un tiempo que no estuvo tan estrictamente gobernado por lo sentenciado en los libros de historia. Pero de entre la raída encuadernadura de esos libros se escapan datos inquietantes…

El imperio antediluviano

De haber nacido en el Indostán, nuestra referencia de lo antediluviano sería la narración de Manu y Matsya que aparece en el Shatapatha Brahmana, que nos da al dios Vishnu encarnado en el gran pez Matsya, quien advierte al Manu de la gran inundación que se acerca y su misión de guardar todas las semillas del mundo en un arca; en la antigua Grecia nuestros preceptores nos habrían hablado de Deucalión, hijo del titán Prometeo, y la forma en que sobrevivió al diluvio universal con su esposa Pyrra. Desde Alaska a Polinesia y de África a Finlandia, todas las culturas nos hablan de un incidente parecido que casi acabó con la especie humana. Nuestra cultura, fruto del judeocristianismo, nos ofrece a Noé, hijo de Lamech, y su obediencia al mandato divino a pesar de las mofas de sus congéneres.

Resulta curioso tener que entrar a esta parte de nuestra narración de la mano de otro personaje de fantasía heroica – nada menos que Kane, el brutal guerrero creado por Karl Edward Wagner en la década de los ’70, y cuyo nombre nos deja entrever que se trata del Caín bíblico, condenado a vivir por siempre jamás por haber matado a Abel, y distinguido por sus ojos – “los ojos del primer asesino”, como refiere el autor.

El Caín bíblico abandonó a sus enlutados padres y se fue a la “tierra de Nod, al este del Edén” para crear la primera civilización – una gran ciudad bautizada con el hombre de su hijo, Enoch (¿la Eridu de los sumerios, tal vez?) Los autores religiosos siempre se miran a los pies cuando se les pregunta sobre la compañera hallada por Caín en esta región del mundo cuando sólo existían cuatro humanos en el mundo, pero en fin: tenemos que proceder con cuidado desde este punto en adelante. El británico Hugh J. Schonfeld, uno de los grandes estudiosos de la Biblia en el siglo XX, nos advierte que la “civilización enoquiana”, por darle nombre, era tan grande como la del imperio helenístico o el romano, e igual de turbulenta. Esta grandeza, sin embargo, se resume escuetamente en Génesis 4; saltamos un capítulo y en Génesis 6 – sin ubicarnos en el espacio ni el tiempo – el texto nos ofrece los versículos que han dado lugar a infinidad de suposiciones, libros y documentales:

Y acaeció que cuando comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra y les nacieron hijas,
2 y viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron para sí esposas, escogiendo entre todas.
3 Y dijo Jehová: No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne; y serán sus días ciento veinte años.
4 Había gigantes en la tierra en aquellos días, y también después que se unieron los hijos de Dios a las hijas de los hombres y les engendraron hijos. Estos fueron los valientes que desde la antigüedad fueron varones de renombre.
5 Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal.


Siguiendo el hilo del asunto, Caín y su ciudad y civilización ya estaban en marcha para cuando los ‘hijos de Dios’ se apercibieron de la hermosura de las mujeres humanas y bajaron de otro planeta u dimensión para darse al mestizaje. Los “varones de renombre” son personajes dignos de un cuadro de fantasía heroica por Frank Frazetta o Boris Vallejo, cuyas ilustraciones han dado la vuelta al mundo.

Se conjetura poco sobre las mujeres que sucumbieron al encanto de los ‘hijos de Dios’, pero algunas fuentes apuntan que sus amantes les impartieron conocimientos mágicos y toda suerte de sortilegios, y que no todas eran pastorcillas antediluvianas sino aristócratas y princesas capaces de adquirir esa sutil educación. A su vez, los visitantes repartieron entre los hombres maneras de perfeccionar metales y fabricar armas más temibles. Cabe preguntarse de qué servirían tales conocimientos en el cielo, y por qué recibirían los ángeles divinos semejantes enseñanzas, hasta que caemos en cuenta de que los ‘hijos de Dios’ no eran ángeles del todo. Lo consideraremos en un momento.

Ruinas ciclópeas

El investigador y autor austriaco Hans Bellamy se inspiró en las teorías del "hielo eterno" del nazi Hans Horbiger para sus obras, pero no obstante se pueden extraer detalles valiosos sobre el cataclismo que puso final al mundo antediluviano. En su libro In The Beginning God (Al comienzo, Dios) publicado por Faber & Faber en Londres en 1945, Bellamy aborda la civilización antediluviana o "enoquiana" como una cultura mundial, muy parecida a nuestra civilización global actual, lejos de ser una isla como la Atlántida o una "tierra prometida" como Mesopotamia. El acercamiento de una de las cuatro lunas ideadas en la teología de Horbiger - según Bellamy - causó la destrucción de dos culturas en la tierra: una de ellas, tecnológicamente adelantada, a la que denomina "los hijos de los elhoim" y una menos sofisticada (Adán, Eva y su prole). Ambas culturas se vieron afectadas por el fenómeno. Esta es la cita textual de Bellamy:

[...] "Los hijos de los elohim también cayeron. Abandonaron la fría meseta del paraíso para asentarse en los valles más cálidos 'en la faz de la tierra'. Allí se relacionaron con los otros sobrevivientes del cataclismo producido por la captura lunar, y les transmitieron su cultura superior: Azazel, según una de las leyendas judías, enseño a los hombres a encontrar metales y convertirlos en objetos; Armaros les enseñó como lanzar hechizos y disiparlos; Barachel les enseñó a adivinar los secretos de las estrellas..." agregando más adelante que "los mitos cosmogónicos de la Biblia y sus pueblos son, en mi opinión, el testimonio transmitido por testigos de sucesos reales en el pasado lejano. Estos sucesos siempre tienen que ver con las distintas fases o aspectos de un gran cataclismo que barrió todo el planeta..."

En Brasil, los pantanos inexplorados de la Isla de Marajó tal vez resulten un repositorio de secretos que nos permita desentrañar el misterio de las culturas perdidas. A juzgar por la evidencia que sobrevive hasta nuestros días, los Marajoaras eran alfareros supremos, dedicados a la creación de cerámicas extrañas y altamente ornamentadas que todavía son confeccionadas hoy en día por un reducido número de artesanos. Se han hecho comparaciones con la alfarería de la región andina, sugiriendo una posible relación entre ellas. Enormes cámaras subterráneas, conectadas por túneles, constituyen evidencia adicional de la destreza de los desaparecidos Marajoaras.

En consonancia con la tradición de las mujeres guerreras que legaron su nombre al río más caudaloso del planeta, la alfarería Marajoara era obra de mujeres, quienes guardaban celosamente el secreto de formar y cocer el barro. Los motivos que aparecen en la cerámica representan mujeres embarazadas, ciclos lunares y otros emblemas representativos de una tradición netamente femenina.

La heroica labor de Marcel Homet, realizada en los años de posguerra, ayudó a descifrar muchos de los secretos del noreste del Brasil. Homet descubrió inscripciones talladas, petroglifos y tradiciones nativas que sugerían la existencia de una civilización o civilizaciones organizadas en algún momento del pasado en la cuenca del Amazonas. La más importante de estas tradiciones orales es la de la tribu Makuschi, situada en las laderas de las montañas Pakaraima. Dicha tradición hace referencia a "una ciudad perdida con paredes y tejados de oro (¿arenisca?), dedicada a la alabanza del Sol". Homet vinculó esta tradición con la ciudad perdida de Manoa, y aún con la Atlántida. Sus charlas con los jefes de los Makú revelaron la existencia de otra ciudad ciclópea en el seno de las inexploradas montañas Pakaraima. Los jefes le informaron, presuntamente, de que tal lugar existía en las aguas altas del río Uraricoera. Un enorme pedrusco cubierto de petroglifos marca el rumbo hacia las calles y fundamentos de la ciudad derruida. Si el explorador se encamina en dicha dirección por espacio de dos días, llegará eventualmente a un gran arco en la pared de las montañas, que le conducirá a una ciudad subterránea de piedra de dimensiones aún mayores.

Diez años antes de Homet, el autor latinoamericano Alejo Carpentier se había inspirado en la posibilidad de ciudades megalíticas relegadas al olvido, como podemos ver en la siguiente descripción de una metrópolis megalítica en su obra Los Pasos Perdidos: "Lo que pude ver fue una ciudad titánica -- de estructuras con espacios múltiples -- con escalinatas ciclópeas, mausoleos en las nubes, inmensas explanadas defendidas por extrañas fortalezas de obsidiana sin torres ni ventanas, defendiendo la entrada a un reino prohibido al hombre".

A comienzos del siglo diecisiete, el explorador portugués Feliciano Coelho se internó en la región que circunda lo que es hoy la ciudad de Joao Pessoa, donde descubrió un objeto impresionante y completamente inesperado: un monolito de piedra grisácea, grabada en bajorrelieve, conocida como la Piedra de Ingá. Sus símbolos tallados no concuerdan con ningún sistema de escritura conocido en las Américas.

Tratando de indagar el origen de la piedra mediante preguntas a sus guías, Coelho quedó sorprendido de que los nativos no supiesen nada al respecto. El monolito tiene unos setenta pies de largo y diez pies de alto. También existe una montaña en Havea que tiene el semblante de un hombre barbado que lleva un casco cónico. Los expertos opinan que la erosión del aire desgastó la montaña y que la mano del hombre añadió los toques finales. Extrañas inscripciones parecidas a las encontradas en las Islas Canarias pueden verse en la misma montaña, y no se ha aventurado ninguna explicación para ellas.

La Amazonia no tiene el monopolio sobre las ruinas enigmáticas. Las sábanas despobladas y las cordilleras del estado de Goias, al suroeste de Brasilia, cuentan con secretos propios: los restos de fortificaciones, esculturas colosales y paredes cuyos arquitectos permanecen en el olvido. Las estatuas ciclópeas, que se asemejan a las de Marcahuasi en Perú, representan rostros humanos y animales nativos a la región de Goias. Se considera que las estatuas forman parte de Cidade de Pedra, formada por bloques rectangulares de piedra labrada que en un entonces fueron los fundamentos de edificios. El trazado de las calles y los edificios sugiere "un Mohenjo-Daro sudamericano", en la opinión de un arqueólogo. Una pared compuesta de bloques de granito, unos trece pies de alto y cuatro de ancho, recorre toda la extensión de un valle en el fondo de la Sierra de Gales, cerca de la ciudad de Jandaia. Al noroeste de Goias se encuentra la Sierra del Roncador, cuya fama se extiende al mundo del esoterismo. Dicha cordillera, que recibe su nombre debido a los ruidos que se escuchan a lo largo de la misma, presuntamente alberga una ciudad subterránea cuyos habitantes son descendidos de los sobrevivientes de la Atlántida. El hecho es que la Sierra del Roncador contiene una enorme red de túneles, algunas de ellas lo suficientemente grandes como para alojar a miles de personas. La existencia de tales maravillas geológicas pudo haber dado origen a la creencia en una "Atlántida" brasileña, que constituyó una parte importante de las doctrinas teosóficas sudamericanas desde comienzos del siglo veinte.

Como regla general, las civilizaciones no existen en un vacío. Los estados vecinos juegan un papel crítico en sus vidas económicas y políticas. Podemos suponer que la muralla que recorre los pies de la Sierra de Gales representaba tal vez un muro defensivo o línea de demarcación entre imperios antiguos, muchas veces más allá de la esfera de influencia efectiva de dichos estados. Por ejemplo, en el desierto del Sahara, los romanos construyeron el poderoso Castellum Dimmidi mucho más allá del limes, o frontera, de sus posesiones africanas, junto con otros emplazamientos defensivos que aún pueden encontrarse en Algeria y en el Túnez. Fortificaciones parecidas pueden encontrarse en el desierto Sirio, distantes de cualquier habitación humana actual. ¿Sería posible especular, entonces, que estas ciudades brasileñas protohistóricas pudieron haber pertenecido a un gran imperio controlado desde la fría y lejana Tiahuanaco?

Las paredes y ruinas en el sur del Brasil no son únicas: en su libro Not of this World, el autor italiano Peter Kolosimo atrajo la atención de sus lectores a "la gran muralla del Perú", descubierta por la expedición Johnson de 1930 -- un terraplén muy parecido a la muralla de Adriano en Inglaterra. Esta muralla recorre uno de los paisajes más agrestes de América del Sur. Junto con algunos complejos de palacios y templos, las ruinas han recibido el nombre de "cultura Chimú", "cultura Chavín" y otros nombres que alivian las jaquecas de los arqueólogos. El enorme estadio o anfiteatro natural conocido como El Enladrillado -- situado a alturas muy por encima de los cinco mil pies, cerca de Alto de Vilches en el norte de Chile -- pertenece también al conjunto de ruinas ciclópeas. Las dimensiones de esta estructura indican que fue construida para seres gigantescos: para su construcción se utilizaron bloques cúbicos de 16 pies de alto y 26 de largo. La manera en que se transportaron dichas moles a semejante altura, cruzando los insondables valles andinos, jamás ha sido abordada por la arqueología. Y como si el estadio no fuese suficiente, El Enladrillado también cuenta con una pista de media milla de largo por 200 pies de ancho, formada por 233 enormes bloques de piedra con un peso estimado de 22,000 libras.

El mundo de los Benei Elohim

“No sólo hubo una civilización antediluviana, sino muchas civilizaciones y creaciones anteriores.”

No es un error de redacción. La anterior afirmación apunta a la creencia de que “la creación” cuyo mito ocupa el punto de partida de las religiones abrahamicas es tan solo una de varias, y que los restos de las civilizaciones surgidas y desaparecidas no deben causarnos asombro. Pero, ¿quién tiene la osadía de hacer semejante planteamiento?

Se trata nada menos del rabino ortodoxo Ariel Bar Tzadok, autor de numerosos ensayos y tratados sobre las creencias cabalísticas sobre lo sobrenatural, lo extraterrestre, y los seres ocultos a nuestros ojos que son bien conocidos en la tradición hebrea.

Citando las opiniones de religiosos y sabios anteriores como el rabino Shem Tov Bem Shem y los tratados Perush RaMBaM y HaMeir, Bar Tzadok nos dice: “Recopilando datos de las fuentes antes mencionadas, hubo en la antigüedad una banda de entes humanoides extraterrestres que originalmente estuvieron al servicio del cielo antes de rebelarse. Descendieron a la Tierra con buenas intenciones, pero sucumbieron a la tentación de los placeres físicos. Quedaron atrapados y les fue imposible regresar a su hogar en otra dimensión o posiblemente otro planeta de nuestra propia dimensión. Se resignaron a su suerte y crearon familias, combinando su genética con la de los humanos, contaminando así el acervo genético de los humanos, estropeando las directivas e intenciones del Cielo. La reacción del Cielo fue veloz y cruenta. Siendo que el acervo genético no solo de los humanos, sino del reino animal, estaba contaminado, se requería una limpieza total. Como ya sabemos, sobrevino el Diluvio”.

Ante una declaración tan contundente como alucinante, es posible que el lector quiera sentarse o tomarse algo. Tenemos aquí a un estudioso de la Torá – ortodoxo, para más señas – que habla con soltura de la presencia de aliens en nuestra antigüedad, haciendo la salvedad que su procedencia puede ser interdimensional.

Cabe insertar aquí que Edgar Cayce, “el profeta durmiente” hizo mención de que los seres superiores quisieron ‘probar’ la envoltura física de la vida animal como quien se prueba la indumentaria de otra persona. Seducidos por las sensaciones, estos seres encontraron que se les hacía progresivamente más difícil abandonar el físico hasta que se les hizo del todo imposible.

Pero dejemos que Bar Tzadok nos siga instruyendo.

“Se ha dicho que el Diluvio borró todos los rastros de los ángeles caídos de la superficie de la tierra. Aunque algunos pudieron haber sobrevivido en otro sitio (la creencia en el mundo intraterreno del Zohar), nos enteramos de que una generación posterior [al Diluvio], la de la Torre de Babel, había descubierto la tecnología del mundo anterior. Según el rabino Eliezer ben David en su obra Out of the Iron Furnace, citando e interpretando el Zohar, el relato bíblico sobre la manera en que los arquitectos de la Torre de Babel encontraron un valle y quemaron ladrillos en el mismo es la manera en que la Torá nos dice que los constructores *volvieron a descubrir el secreto de la energía nuclear*”

Esto podrá resultarnos absolutamente intolerable, pero si reflexionamos, somos capaces de aceptar la guerra termonuclear del Mahabarata y el Ramayana sin titubear. Aún más atrevido es el comentario de otro rabino, Yonatan Eyebeschutz, que interpreta lo anterior como un intento por ‘darle fuego’ a la Torre de Babel y dispararla contra el Cielo como un acto de venganza por el Diluvio. “Si colocamos las percepciones del rabino Ben David junto a las del rabino Eybeschutz, nos resulta posible entender la Torre de Babel como la construcción de una nave de propulsión termonuclear diseñada para ir a las estrellas, o posiblemente al planeta natal de los Benei Elohim para atacarles allí.” Ben Tzadok hace una pausa antes de continuar: “A juzgar por la opinión del rabino Soloveitchik, quien considera que los “hijos de Dios” bien pudieron ser los Benei Elohim, que en realidad son extraterrestres humanoides, ¿Se entiende que el ejército de ángeles que acompaña la llegada del Mesías podría estar integrado por ellos? ¿Entendería nuestro mundo llegada del Mesías como una invasión extraterrestre?”

Otro rabino, Yitzhak D’min Acco, imparte su sabiduría en el Mari’yat Ayin, explicando que la “generación de Babel” disponía de excelentes conocimientos técnicos y que no eran místicos de ningún modo. Su ciencia buscaba “crear una burbuja sin aberturas al exterior – infranqueable por ninguna fuerza física u espiritual, con miras a excluir cualquier otra potencia, sobre todo los poderes espirituales o psíquicos, que pudieron haber sido responsables del Diluvio, es decir, impedir que la fuerza que causó la gran inundación fuese capaz de hacerlo de nuevo.”

Una acotación más por Bar Tzadok: “Se consideró como el mayor acto de rebelión contra el mandato divino, y esencialmente, fue considerado, en términos de la literatura midriática, como una declaración de guerra contra el Cielo.” Nos es posible concebir ahora a la torre de Babel como parte de una ofensiva militar contra las huestes divinas, hueste que procedía de un planeta determinado en el espacio exterior.

Hace décadas, un autor sugirió que los cráteres en los planetas de nuestro sistema solar mostraban señas no de ser impactos meteorititos sino de proyectiles tipo MIRV (ojivas de reentrada múltiple). ¿Prueba innegable de una guerra de las galaxias entre seres que hemos considerado deidades hasta el momento? Pensamientos que llevarían muchos a la locura.

Sobre el planeta de origen de los Benei Elohim no se dice nada, pero las sagradas escrituras hacen mención de un punto en el espacio exterior: Meroz.

En el Libro de Jueces, la profetisa Débora, jueza de los israelitas, canta la victoria de Barak sobre Sisera: “¡Maldita sea Meroz, malditos su habitantes, dice el angel de Dios!” Una búsqueda por Internet nos informará que Meroz es una aldea perdida en algún punto de la geografía cananeíta, pero el Talmud nos ofrece la alternativa que nos interesa aquí: Meroz es una estrella o planeta, puesto que los cuerpos celestes habían tomado partido en la contienda de los israelitas.

1 Comments:

Blogger alex said...

muy buen contenido y recapitulación de información,

Gracias por compartirlo

5:08 PM  

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