Saturday, September 14, 2019

Hombres de Negro: "¿Vio la cosa voladora? Hablar sobre ello puede ser peligroso"



Hombres de Negro: "¿Vio la cosa voladora? Hablar sobre ello puede ser peligroso"

En el mes de mayo de 1973, Dorothy Lee Andrews, vecina de Fayetteville, Carolina del Norte, transitaba a lo largo de la Interestatal 95 en horas de la noche cuando divisó un objeto "reluciente, hinchado y con forma de cigarro puro" que se movía lentamente en el horizonte por espacio de veinte minutos. Pensó que tal vez se trataba del dirigible publicitario de la vulcanizadora Goodyear. Curiosamente, la Sra. Andrews no sería la única en presenciar el extraño objeto fusiforme. Muy al contrario, vecinos de Fayetteville se comunicarían con la policía y la prensa (recordemos que 1973 había sido el 'año de los humanoides') para dar parte sobre el suceso, y que hasta las autoridades de la base militar Fort Bragg corroborarían el paso del objeto. No obstante, el avistamiento de Fayetteville no tuvo trascendencia y el público volcó su atención a cosas más inmediatas, como la crisis de Watergate y el fútbol americano.

Para Dorothy Andrews, sin embargo, marcaría el comienzo de una odisea con los Hombres de Negro.

Seis días después el incidente, alguien tocó a la puerta de su domicilio.

Un flamante sedán negro de marca descartada, tal como si hubiese salido del salón de un coleccionista, avanzó lentamente hasta su casa. De su interior salió un hombre vestido de negro, descrito por la testigo como "encorvado como un jorobado o algún accidentado". Le extrañó sobremanera el abrigo negro del personaje, puesto que se trataba de un día soleado con temperaturas que rondaban los 20 C. La figura subió por la vereda y tocó el timbre. La Sra. Andrews abrió la puerta a pesar de los instintos que le instaban a no hacerlo.

El visitante ocultaba su rostro con las solapas de su abrigo, acción que resaltaba sus ojos de mirada penetrante y su tez pálida. Resultaba difícil precisar la edad de la persona, y Andrews no osaba acercarse demasiado.

"Creo que usted, señora Andrews, ha visto algo en el cielo". Su voz era extraña y vacilante, con un acento difícil de precisar.

Andrews dijo que sí, efectivamente había visto algo en el firmamento pero que pensaba que era cosa de los militares.

"Hubo un objeto volador. ¿Lo vio usted? No se preocupe del asunto. No tiene significado en absoluto".

La mujer le preguntó a su visitante si era un agente militar, lo que pareció alterarlo.

"Se supone que usted no se preocupe por aquello en el cielo. ¿Vio la cosa voladora? Hablar sobre ello puede ser peligroso".

La Sra. Andrews comenzó a sentir pavor, afirmando posteriormente que el hombre hablaba 'una versión corrupta y extraña del inglés'. Aún al cerrar la puerta, el hombre seguía haciendo el mismo planteamiento - ella había visto algo en el cielo, y no tenía importancia alguna.

Andrews pudo ver por la ventana como el personaje regresaba a su vehículo y se alejaba. Posteriormente comentaría la extraña visita con su esposo, alarmada por la frase 'hablar sobre ello puede ser peligroso'.

Un mes después del avistamiento del 'cigarro volador', Dorothy Andrews se hallaba enfrascada en labores de jardinería una tarde cuando descubrió repentinamente que el hombre en el abrigo negro estaba parado detrás de ella, y no estaba solo. Le acompañaban dos más, formando así el clásico 'trio' de hombres de negro que han figurado en numerosas crónicas de lo insólito. La presencia de los individuos hizo que Andrews comenzara a temblar. Los nuevos visitantes eran idénticos al primero - encorvados, con abrigos negros, pero sin el automóvil antiguo que parecía haber salido de la fábrica.

El miedo de la señora no le hizo olvidar sus buenos modales sureños. "¿Les gustaría entrar y tomar café?"

Los seres se negaron, repitiendo el misma tema de conversación sobre haber visto la cosa voladora, preguntando si mantendría silencio sobre ello, y más desconcertante aún, si ella era en efecto "la señora Andrews", como si no estuviesen seguros de haber dado con el testigo correcto.

La señora afirmaría posteriormente que le era imposible moverse, aún después de que apareciera un vehículo negro que se llevó a los intrusos. Quería entrar a su casa y agarrar una cámara fotográfica, pero algo interfería con su voluntad. Por suerte, los extraños visitantes no se prodigaron de nuevo.

John A. Keel y Brad Steiger escribieron detenidamente en su momento sobre los Hombres de Negro y sus extrañas costumbres. Otro caso de 1973 en Kingston, Arizona, EEUU, involucró a un soldado de apellido Harrison que había recibido licencia para pasar el tiempo con sus amigos. Estos llegaron a presenciar las maniobras de extraños objetos rojos en el silencio de la noche del desierto, evento que también fue atestiguado por dos policías locales, quienes detuvieron su patrulla en la cuneta para admirar los objetos que aparecieron y desaparecieron por espacio de casi una hora.

Una semana después, distintos vecinos de Kingston comenzaron a recibir visitas de los Hombres de Negro - figuras algo tímidas y taciturnas que se limitaban a advertir sobre 'no hablar de los objetos luminosos en el cielo' antes de regresar a sus vehículos y desaparecer.

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