Mutilaciones
de ganado: B.Ann Slate y la matanza en las praderas
Por
Scott Corrales -- Arcana Mundi
Hay
nombres “olvidados” en la investigación de los fenómenos de alta extrañeza que
debemos recordar de vez en cuando. Entre estos exploradores de lo desconocido
figura Bárbara Gironda – mejor conocida por su nombre de soltera, B. Ann Slate,
cuyos escritos sobre ovnis y lo paranormal llenaron las páginas de numerosas
revistas y boletines a mediados de la década de los ’70 hasta que la muerte le
sorprendió poco después, en 1979. Se interesó en dos fenómenos apasionantes,
sobre todo en aquellos tiempos: las dimensiones paranormales del personaje
semihumano conocido como “Piegrande” (Bigfoot) y el misterio de las
mutilaciones de ganado, en las que figuraban no solo los ovnis, sino el
mismísimo Piegrande, siniestros agentes del gobierno, y seres totalmente
extrahumanos. Su artículo “Slaughter on the Prairies” (La masacre en las
praderas) aparecido en el ejemplar de septiembre del ’77 de la desaparecida
SAGA UFO nos presenta la siguiente narrativa:
“La ausencia de interés federal en la sorprendente cantidad
de mutilaciones de ganado no fue sorprendente por dos motivos; primero, el
gobierno se vería obligado a admitir la existencia de los OVNIS, y en segundo
lugar, revelar algunas de sus nebulosas pruebas con las armas radiactivas más recientes del ejercito. Pero
hablaré mas de eso
después. Había
pistas de la existencia de motivos humanos y no tan humanos – bastaba con
buscar en el sitio correcto.
“Un resplandor silencioso y blanquecino merodeaba la
comunidad agrícola
de Harrah, Washington, en la reserva nativoamericana de Yakima, en agosto de
1975. Se presentaba con regularidad entre las horas de medianoche a las 0500
horas, y se le describía como “poco definida en su contorno” y de forma ovalada
o redonda. El OVNI parecía seguir un patrón definido: se cernía sobre la población dormida por algún espacio de tiempo y desaparecía con rapidez hacia el norte, con
rumbo a la cordillera Ahtanum.
“El objeto no parecía hacer nada, ni tampoco representaba un
peligro, así que los vecinos preferían ignorarlo. Para noviembre, W.J. “Bill”
Vogel, funcionario de control de incendios en la reserva Yakima, comenzaba a
recibir informes sobre el tema. Una narrativa involucraba a dos granjeros que
estaban cultivando sus terrenos de noche y que vieron el OVNI suspendido sobre
Harrah. A la par que se marchaba el intruso, su trayectoria le llevó sobre la granja, y al hacerlo,
la aguja del amperímetro
del tractor se elevó
al máximo,
indicando una carga casi total. Una vez desaparecido el OVNI, la aguja recuperó su posición normal.
“Luego se produjo el incidente anotado en los precisos
documentos sobre la actividad OVNI que conservaba Vogel: la luz brillante
descendió sobre un
vehículo en movimiento,
siguiendo a su estremecido chofer hasta que este pudo llegar a su hogar. Estos
incidentes representarían
el preludio de otros eventos que comenzarían en diciembre [de 1975].
“Conduciendo hacia el oeste a lo largo de Pumphouse Road una
noche, un productor rural se quedó
pasmado al ver que una vaca y dos becerros caminaban hacia su camioneta. La
vaca mugía, mirando
hacia atrás
nerviosamente. El ganadero, un observador recto e inteligente que insistía en mantener el anonimato,
redujo la velocidad para evitar el impacto contra los animales. Prosiguió su camino lentamente, preguntándose lo que pudo haber causado
semejante temor en los animales. La respuesta a su pregunta no se demoraría en llegar.
“En la cima de un montículo, las luces largas de la camioneta
iluminaron a tres “hombres” parados en una zanja a lo largo del camino. A la
par que se acercaba el chofer, una de las figuras altas se movió al centro del camino con un solo
salto – ¡una distancia de casi quince pies! El “hombre” levantó sus brazos en ademán de rendirse.
“El salto pareció haberse realizado en cámara lenta”, informó el testigo a Bill Vogel y a un
investigador del Center for UFO Studies. Pero esa reflexión fue posterior. En el momento,
el ganadero decidió
que pasaba algo raro y extraterrenal y quería alejarse del lugar lo más pronto posible, esquivando la
figura con su camioneta. Al hacerlo, pudo mirar bien al intruso desde una
distancia de dos pies, y la experiencia fue espeluznante.
“Vestido en un ceñido uniforme negro con una insignia
trapezoidal sobre el pecho, el cuerpo enclenque medía unos siete pies de alto. Su
rostro era extremadamente alargado, con los labios apartados en una expresión de gruñido, con cabello sucio y
maltratado. Lo que contribuía a la irrealidad de la escena era el objeto de
color violeta que sostenía
la figura en sus manos, y de la que se proyectaba un alambre. Eso, y el hecho
de que el rostro alargado era totalmente blanco, “como si estuviese cubierto de
harina”
“Regresando a su rancho a toda velocidad, el ganadero
tembloroso descubrió
que le perseguía
un objeto rectangular iluminado. El OVNI parpadeaba, y repentinamente se iluminó el interior de su vehículo “como si alguien hubiese
encendido la luz del techo”. La intensidad del resplandor opacaba la iluminación de la consola de instrumentos e
irradiaba en una periferia de 10 pies en torno a la camioneta. Permaneció con el ranchero hasta que este
llegó a su
garaje, saliendo disparado del vehículo
para despertar a su familia. El objeto sencillamente desapareció en ese momento.
“A finales de febrero de 1976, otro ganadero y su hijo,
enfrascados en la alimentación
de sus animales a lo largo de Pumphouse Road, vieron como una luz extraña se desplazaba en las cimas de
la cordillera Toppenish para acercarse a ellos. No se sabe si esta vigilancia
estaba dirigida hacia los humanos o las bestias, pero dos semanas después, el
ganadero y su hijo se quedaron sorprendidos al ver que algunos de sus bovinos
corrían a lo largo de la carretera hacia ellos. Las vacas mugían despavoridas,
perseguidas por una extraña
figura humanoide vestida de negro. La descripción del ser coincidía con la de las
extrañas figuras
vistas en diciembre de 1975.
“Lo que resaltaron específicamente era el rostro sumamente
blanco del personaje,” dijo Bill Vogel.
Podemos
pensar que este personaje extraño puede tratarse de un trotapieles
(skinwalker), un chamán de la tradición nativoamericana con el don de cambiar
de forma, manifestándose como animal o como un ser humano deforme, aunque en
1975 no se hablaba de tales cosas. Las crónicas de las mutilaciones de ganado
tampoco se detenían en las reservas nativoamericanas. Dejemos que B.Ann Slate
prosiga con su crónica:
“Aunque las huellas de la presencia de los ovni [en el fenómeno de las mutilaciones] son
pocas, sí existen,
como las huellas con forma de trípode
halladas cerca de una vaca mutilada en Dulce, Nuevo México, durante la segunda semana
de junio de 1976. El ganadero Manuel Gómez, considerado como “un buen hombre y
ciudadano destacado” fue el primero en
descubrir una vaca muerta. El animal había padecido una mutilación sexual, con la remoción total de las orejas, la lengua,
los befos y el ano, como si se hubiese utilizado un bisturí u otro objeto filoso.”
“Encontramos huellas muy raras”, explicó Gómez. “Las impresiones guardaban
el aspecto de un trípode
de ventosas que seguían
un rastro que conducía
a la vaca mutilada. Las impresiones tenían unas cuatro pulgadas de diámetro”.
Durante el transcurso de la investigación, el policía estatal Gabe Valdez manifestó que el sendero acababa unos 500
pies del cadáver del animal, como si hubiesen aterrizado en dicho lugar, ido
por la vaca, y luego regresado al punto de partida. Se halló una sustancia aceitosa y
amarillenta en el lugar donde ciertos arbustos daban la sensación de haber sido chamuscados. Los
informes sobre avistamientos OVNI en la zona coincidían con las muertes del ganado, y
con la desaparición
del ternero que estaba siendo amamantado por la vaca.
“En octubre de 1975, un OVNI aterrizó en Colorado. Fue visto en un
camino de tierra cerca de la aldea de Dolores y descrito como un objeto con dos luces delanteras, como los
faros de un auto, rematado por cuatro luces en su parte superior, dispuestas en
forma de cuadro. La altura estimada de este vehículo fue de 10 pies de alto, y
despegó
verticalmente. Claramente impresas en la tierra estaban sus tres patas de
aterrizaje, dispuestas en forma de trípode. El diámetro redondeado de cada huella
correspondía con las
mismas huellas de Dulce, Nuevo México.”
Escribiendo
desde la perspectiva del 2009, resulta casi imposible creer que actividades de
este tipo pudiesen tomar lugar ahora sin que los medios le dedicaran una
cobertura mediática
incesante, como sucede con los casos más efímeros y nimios que vemos en las
pantallas de nuestros televisores. La televisión por cable era un fenómeno aislado, disponible sólo en ciertas localidades
importantes (California, por ejemplo) y no sería sino hasta 1980-81 que surgirían CNN, la desaparecida SNN
(Satellite News Network) y otras que hubiesen dedicado atención al tema. Esto no quiere decir
que los periódicos
no hayan recogido estos casos, o que políticos importantes, como el entonces
gobernador de Colorado, Richard Lamm, hiciesen caso omiso del tema. Si nos inclinamos por una tesis sociológica, Estados Unidos atravesaba
una crisis económica fuerte, aún se sentían las postrimerías de la guerra de
Vietnam y la renuncia del mandatario Nixon.
El ciudadano medio no estaba interesado en recibir malas nuevas de
origen desconocido, sobre todo cuando se apuntaba que los culpables de estas
matanzas pudiesen ser sectas satánicas o reliquias de los ’60, simpatizantes
lejanos de Charles Manson y su “Familia”.
Las autoridades – encarnadas en la presencia del agente Ken Rommel del
FBI, o el comisario Keith Wolverton,
autor de Mystery Stalks the Prairie,
primer texto sobre las controvertidas mutilaciones – preferían omitir los
detalles sobre “carniceros del espacio” para concentrarse en la posibilidad de
que estas sectas oscuras fuesen las responsables del tema.
“Desde Wisconsin,” prosigue B.
Ann Slate, “nos llega la historia de un granjero que vigilaba de cerca a su
vaca, porque estaba a punto de parir dentro del establo. El teléfono sonó
repentinamente y un vecino le informó muy emocionado que una luz roja se cernía directamente
sobre el establo. Pero para cuando el granjero salió a echar un
vistazo, el objeto había
desaparecido.
“Pasaron los días y la vaca aún no había parido. El
granjero llamó al
veterinario para una consulta, y el profesional de la medicina vacuna le informó que la vaca
había dado
a luz tres días
antes. Y la interrogante era: ¿qué había sido del becerro?
“Ese incidente tomó lugar en la
primavera de 1975, y en el verano de ese mismo año, pero en
Belt, Montana, otro granjero también
perdería un
becerro bajo circunstancias misteriosas.
Su vaca de raza Hereford sería mutilada en un pastizal cerrado y a media milla
de la carretera vecinal. La ausencia de pistas confundió a los
investigadores, ya que cualquier persona que intentase llegar a la vaca tendría que dejar
huellas desde el camino hasta el pastizal. Su becerro, nacido en la primavera,
había
desaparecido. Los alguaciles del condado de Cascade se vieron obligados a
suponer que un helicóptero
u otro ingenio volador se había
llevado al animal.”
B. Ann Slate colaboraba con Stanton Friedman, el
paladín del caso Roswell, y creía no sólo en la procedencia interplanetaria de
los ovnis, sino también que los alienígenas requerían infusiones de sangre para
contrarrestar los efectos de los viajes espaciales. Esta creencia se
fundamentaba en los hallazgos del personal médico de la
NASA, que informaban que los glóbulos rojos de nuestros astronautas mermaban a
consecuencia de la falta de gravedad en el espacio.
“¿Son suficientemente pequeños los
becerros como para ser llevados a bordo de una nave espacial como fuente de
hemoglobina, mientras que la nave se encuentre dentro de la atmósfera
terrestre? Y al culminar la “visita”, ¿arrojarán los cadáveres a tierra,
devolviendo los especimenes
a sus propietarios?”
Esta conjetura puede ser ofensiva para algunos,
principalmente aquellos que creen que los tripulantes de los maravillosos
platillos volantes son nuestros “hermanos mayores” de cabellera rubia y nombres
griegos, y para los que rechazan de lleno la posibilidad de que el fenómeno de las
mutilaciones de ganado tenga que ver lo más mínimo
con extraterrestres. En consonancia con
los cánones del periodismo, Slate
presentaba en su trabajo las otras posibilidades que se sopesaban en aquel
momento, sobre todo la más inquietante: la posibilidad de que la masacre de
animales fuese obra del gobierno federal de los Estados Unidos.
Esta hipótesis estaba siendo cultivada por
investigadores como Peter A. Jordan, cuyas entrevistas con Manuel Gómez, Gabe
Valdéz y otro protagonistas del fenómeno de las mutilaciones han figurado en
numerosas revistas y libros sobre el asunto, y también por Seymour
Hersh, de renombre internacional por haber destapado la masacre de My Lai
durante la guerra de Vietnam, lo que le mereció el premio
Pulitzer en 1970.
Hersh estaba convencido de que el ejército estaba
utilizando las vacas en el “midwest” estadounidense con dos fines distintos:
para someter a prueba sus gases paralizantes y otros “agentes nerviosos” con
fines bélicos, y tal vez lo más importante – perfeccionar sus armas láser con
fines estratégicos.
“Durante la investigación de un caso
de mutilaciones de ganado”, prosigue Slate, “un comisario del estado de
Colorado descubrió una
mochila militar con bisturí,
guantes quirúrgicos,
y el pene de un toro. La suposición fue
que estos materiales fueron depositados deliberadamente para crear confusión. Tal vez no
haya sido así. Tal
vez estos implementos representaron el primer paso hacia la respuesta, aunque
nadie lo haya reconocido al instante.
“El gas nervioso funciona de la
siguiente forma. Los músculos
voluntarios caen en un estado de vibración antes de quedar paralizados. Las pupilas, la
vejiga y el canal alimenticio (el canal entre la boca y el ano) se contraen, se
produce la erección del
pene, hay secreciones las glándulas
lacrimales y salivarias, y se reduce la palpitación cardiaca. La
muerte sobreviene por lo general debido a la asfixia, motivada por la parálisis de los músculos
respiratorios.
“Resulta curioso entonces que en
las mutilaciones de ganado, la mayor parte de los órganos
descritos anteriormente sean los que faltan. ¿Sería posible que estos especimenes,
sometidos a prueba mediante autopsia, revelarían que se ha
realizado una prueba de gas nervioso?
“Y luego tenemos el arma
radiactiva más
importante del siglo XX – el láser –
cuyas investigaciones permanecen altamente clasificadas. Se sabe que la unidad
de pruebas móviles
del Army Missile Command tiene la misión de “investigar la factibilidad del uso de los láseres en una
variedad de fines militares”.
“La revista Aviation Week &
Space Technology (Sep. 8 1975) manifiesta: En semanas recientes, el Army
Missile Command ha otorgado contratos para la investigación de dos aplicaciones de rayo láser – HEMLAW
(armas láser
montadas en helicópteros),
cuyo contrato fue otorgado a Bell Aerospace, TRW y Boeing, e INLAW (arma láser de
infantería),
otorgado a AiResearch, General Electric y Hughes Aircraft. El Ejército no
divulgará mas
información
sobre las metas del proyecto, salvo la indicación de que estos
estudios forman parte de sus investigaciones sobre los rayos láser de alga
energía.
Los múltiples usos
del increíble rayo láser
son tema de numerosos artículos
que van desde aplicaciones industriales hasta el uso del rayo láser en
procedimientos médicos
que permiten realizar la cirugía sin
derramar sangre. El láser
puede cauterizar ulceraciones sangrantes sin abrir la piel quirúrgicamente, y
rebanar cualquier porción de
la piel sin desangramiento.
“Las mutilaciones son iguales que
el año
pasado, pero ahora se llevan pedazos de piel”, declaró el comisario
Tex Graves de Sterling, Colorado, en Octubre de 1976. “Nos dicen que los
depredadores tienen la culpa. ¡Depredadores! Bueno, este es mi rancho y estas
tierras son de ganadería.
Todo mi personal creció en
granjas y en ranchos. Sabemos lo que puede hacer un depredador. Hemos visto
estas mutilaciones y no hay forma [de que sea obra de depredadores]”. El
comisario Graves es un policía
iracundo que ha dicho que no declarará ningún caso
de mutilación
cerrado “hasta que no se descubran los responsables”.
Aunque todos estamos familiarizados de sobra con
los láseres, no solo como entretenimiento en nuestras discotecas, sino como
herramientas en los quirófanos de hospitales y consultorios privados, o hasta
como juguete, este no era el caso a mediados de los ’70. Hasta los rayos láser portátiles, cuya
existencia no fue dada a conocer hasta mediados de los ’80, pueden haber jugado
parte en estas mutilaciones, si efectivamente fueron obra del gobierno.
B. Ann Slate escribiría otros artículos posteriores
sobre el tema de las mutilaciones de ganado, pero ninguno de ellos con la
cantidad de información aportada en este.
Su libro sobre el tema, si es que llegó a pensar en reunir todas sus
investigaciones en un sólo
volumen, se quedaría en
el tintero.