Tuesday, June 29, 2010

Los Reinos Subterráneos





























Los Reinos Subterráneos: Donde la ficción se hace realidad
Por Scott Corrales

El mundo antiguo estaba fascinado por la naturaleza de las cosas que tomaban lugar en el mundo bajo sus pies. Los hornos de Hefesto estaban bajo el monte Etna; Poseidón fabricaba la sal debajo del lecho marino, y el inframundo de numerosas culturas se encontraba muy por debajo de las cavernas o minas más profundas exploradas por el hombre. En cualquier momento, la tierra podría abrirse para permitir la salida del mismo Hades y su carroza tirada por caballos negros, como sucedió durante el rapto de la desventurada Persífone.

Este mundo subterráneo, ya sea como lugar de tormento, vivienda de los no-humanos o sencillamente un reino subterráneo oculto a los ojos de los mortales, sigue ejerciendo una influencia poderosa sobre los humanos contemporáneos, asumiendo nuevos disfraces en el folclore moderno de las bases alienígenas subterráneas el desierto, o los nidos de submarinos nazis en las profundidades de los fiordos noruegos, o la creencia persistente en una tierra hueca cuyo acceso puede obtenerse en los polos de nuestro planeta. Los psicólogos han identificado estas creencias como representaciones externas del inconsciente humano, mientras que otros piensan que “el inframundo” ofrece un sitio inalcanzable en el cual estas creencias pueden perdurar sin ser estorbadas.

En este orden de ideas, ¿son falsas todas estas historias sobre reinos subterráneos? En absoluto. Las catacumbas romanas son un ejemplo de la forma en que una comunidad se reunía en un sitio determinado para enterrar a sus muertos y celebrar ritos sin atraer la atención de un gobierno represivo. Debajo de los palacios de los Césares existían enormes cavernas, túneles y pozos, y fuegos de combustible fósil vegetal, lignita y tierra ígnea, ardiendo en las profundidades, alimentando el concepto cristiano de un infierno en llamas. Ciudades muertas y antiquísimas yacían bajo la Urbe Eterna.

Los ermitaños medievales de Asia Menor ahuecaron sistemas enteros de cavernas en las montañas de Capadocia, y algunas de ellas siguen en uso actualmente. Los descubrimientos recientes de la arqueología han ubicado una red de casi tres docenas de ciudades subterráneas en el valle de Goreme en Anatolia, que aparentemente albergó 20,000 personas a una profundidad de veinte pisos, enlazados por nueve millas de túneles. Se ha conjeturado que estas comunidades albergaron los restos de la cultura hitita, tal vez después de la destrucción de Carquemisa, protegiéndola contra las culturas invasoras. Oleadas sucesivas de invasores, sin embargo, ocuparon las ciudades subterráneas, como Derinkuyu (descubierta en 1963), que no fue abandonada sino hasta la era otomana.

¿Quién edificó estas grandes redes de mansiones subterráneas? No lo sabemos. Sin embargo, la existencia de sociedades subterráneas no es exclusiva al mundo antiguo. Se ha escrito mucho sobre la red de refugios antinucleares que forman parte de la defensa civil de la Republica Popular China, construida bajo Beijing en la década de los ’70 y capaz de alojar una porción considerable de la población de la ciudad durante un intercambio nuclear, así como de los “bunkers” fabricados por Fidel Castro en Cuba, desde los que sería posible luchar una guerra de guerrillas contra los invasores por muchos años. Durante la guerra de Vietnam, las patrullas del ejercito norteamericano quedaron atónitas al descubrir “hospitales subterráneos de dimensiones colosales” en la república de Laos, con “túneles lo suficientemente grandes como para permitir la entrada de camiones” a lo largo del sendero de Ho Chi Minh, que esquivaron la mejor detección aérea de aquellos tiempos, todo esto a pesar de que la evidencia de habitaciones humanas – caminos que conducían a las cuevas, grandes casas arborícolas, etc. – quedaban plenamente visibles en la superficie.

A pesar de lo apartado de estos lugares, existen como desafío a los escépticos. Si la existencia de estas enormes instalaciones subterráneas resulta posible, ¿que impide que sociedades enteras hagan lo mismo, como se ha argumentado en otras partes? Sin caer en las narraciones sobre la Tierra Hueca o los “deros” de Richard Shaver, se puede defender la causa de la existencia de civilizaciones, tal vez hasta extrahumanas, bajo la tierra.

La creencia en los “reinos secretos” subterráneos existe en casi todas las culturas del globo. El Asia Central nos ofrece narraciones sobre Aghartha, la ciudad presidida por el Rey del Mundo, cuyo alcance se hace sentir hasta en las lejanas Américas gracias a una red de túneles que conectan con sus dominios; las cuevas en los Pirineos han sido consideradas tradicionalmente como la entrada a las moradas maléficas de los extrahumanos.

Jacques Bergier consideraba que la teoría de estas culturas intraterrenas no era absurda a priori, aunque no existían suficientes pruebas para sustanciar los reclamos, concediendo que “esté renglón podrá depararnos muchas sorpresas”. El azadón del arqueólogo, y los descubrimientos fortuitos realizados por legos, han agregado al conocimiento acumulado sobre el tema. En marzo de 1972, Serge Debru, condecorado póstumamente con la prestigiosa Orden Meritoria de la república francesa, intentó ganar acceso a las moradas subterráneas del imperio inca, pero no se volvió a saber de él. En un mensaje grabado, afirmó: “Se a dónde voy, y sé también que nadie ha llegado allí todavía. Daré a conocer los secretos de mi viaje cuando regrese”. Pero tras una infructuosa búsqueda de 17 días, los socorristas fueron incapaces de localizar cualquier resto de la expedición de Debru. El explorador norteamericano John Perkins, sin embargo, pudo haber hallado la entrada al reino subterráneo buscado por Debru, siguiendo las aguas de un río que descendía en picado a un colosal sistema de cavernas iluminado por una luz verdosa, producto de la extraña vegetación sin clasificar.

Lo cierto es que América del Sur, y de hecho, la mayoría de los continentes, parecen estar barrenados de túneles que recorren largas distancias a gran profundidad, y que van a algún lado. Muchos exploradores han tenido que retirarse cuando encuentran obstáculos insalvables o túneles llenos de agua de mar. No hay dudas sobre la naturaleza artificial del fenómeno, o que su creación en la roca madre más dura involucraría el uso de explosivos, rayos láser o medios químicos capaces de erosionar la roca que se desconocen en el siglo XX.

Pero las Américas no tienen el monopolio sobre las estructuras raras. La arqueología ha descubierto una red de galerías subterráneas – de origen y propósito desconocido – bajo la aldea francesa de Provins. Cámaras vastas y de techo alto con columnas forman parte del enigmático complejo subterráneo. Hay pruebas de que estas cámaras fueron utilizadas como graneros durante la era medieval, pero algunas de las galerías no fueron descubiertas sino hasta el siglo XX. El complejo de Provins incluye además una serie de cuevas que no parecen estar conectadas entre sí, con paredes cubiertas de los mismos símbolos neolíticos (laberintos y círculos concéntricos) que pueden hallarse en las islas Canarias, Cerdeña, Malta y hasta en Brasil. El autor mexicano Rodolfo Benavides señaló la existencia de una red de pasadizos secretos – y hasta un templo – debajo del esfinge egipcia en su libro Dramáticas profecías de la gran pirámide. Queda por descubrir si estos túneles se conectan a pasadizos similares, aunque hallazgos recientes en el complejo de Gizeh, incluyendo la posibilidad de una cámara sin descubrir bajo la pirámide de Keops y el desenterramiento de una barcaza fúnebre, contribuyen a la posibilidad.

Los “respiraderos lunares” de Europa Oriental también deben agregarse a la categoría de galerías subterráneas. El Dr. Antonin Horvak y algunos compatriotas lograron refugiarse en uno de estos “respiraderos lunares” cerca de las aldeas de Plavince y Lubocna en Eslovaquia durante la lucha contra los nazis en la Segunda Guerra Mundial. El doctor Horvak apuntó en su cuaderno que la estructura insólita tenía muros de hasta seis pies de grueso y que su conformación “no obedecía ningún propósito imaginable”, agregando que durante su estadía dentro de la estructura negra y lisa, llego a sentirse “en la garras de una fuerza superlativamente extraña y sombría”.

¿Cual es el origen de estos rasgos subterráneos claramente prehistóricos? La especulación ha recorrido la gama desde lo conservador (fueron lugares de culto para los seguidores de religiones iniciáticas a lo largo de los siglos) a lo fantasioso (moradas activas o abandonadas de seres extrahumanos). Una síntesis de ambos conceptos se puede vislumbrar en la cueva española de Ojo Guareña – mas de veinte kilómetros de cámaras, pasadizos, lagos subterráneos y entradas inusuales – un sitio en el que las antiguas religiones iniciáticas tomaron contacto con las “deidades intraterrenas” que vivían apartadas de la humanidad. El escritor Juan G. Atienza ha sugerido que la caverna sigue ejerciendo una influencia poderosa sobre las comunidades agrícolas locales, y que algunas de sus entradas se consideran maléficas. Entre los distintivos inusuales de la caverna figura un diagrama tosco que representa la naturaleza helicoidal del ADN, totalmente desconocida antes del siglo XX. En la caverna conocida como Caite-2, los arqueólogos descubrieron varias representaciones humanas, incluyendo una figura que porta lo que podría interpretarse como una escafandra espacial. Las pisadas que marcan la entrada al sistema de cavernas sugieren individuos que entraron y que no volvieron a salir, y como si fuera poco, individuos muy raros. El autor especula que eran un grupo de niños de ocho a diez años de edad, o adultos con tamaños de pie muy reducido. Otro rasgo curios de la estructura subterránea lo es la existencia de un anciano – un brujo autoproclamado – que exploró las cuevas en su infancia a pesar de las advertencias de su abuelo a lo contrario, diciéndole que algún día “se toparía con las deidades” que vivían bajo la tierra. El viejo brujo hizo gala de sus dotes psíquicas ante José Luis Uríbarri, el arqueólogo que ha dedicado su vida a explorar Ojo Guareña.

Estas esquivas deidades subterráneas, ¿han sido vistas en algún momento? Durante las manifestaciones religiosas de Garabandal (1961-70), algunos niños afirmaron haber visto enanos “que los llenaron de pavor” en una cueva en las laderas de la montaña. Uno de los pastores más conocidos del pueblo despareció bajo circunstancias misteriosas cerca de la misma cueva...cosa que nos hace recordar las antiguas pisadas de los antiguos que entraron en Ojo Guareña para no volver a salir jamás.

Muchos exploradores, hasta los espeleólogos más avezados, han perdido la vida en cuevas, pero las desapariciones pueden llevarnos a pensar que hay otras fuerzas involucradas. En abril de 1956, el soldado Gerrard Dunnington del ejército norteamericano desapareció mientras que exploraba las galerías subterráneas en Tavannes, una fortificación del siglo XVIII fabricada por ingenieros militares franceses. Cuando Dunnington no había regresado del laberinto subterráneo al anochecer, la policía francesa y el ejército norteamericano emprendieron una misión de rescate con mas de quinientos efectivos. Se desatascaron los respiraderos, se abrieron galerías que habían estado clausuradas por siglos, pero no se volvió a saber de Dunnington.

En 1928, los mineros de la Bedlington Colliery en Northumberland, Reino Unido, detuvieron sus actividades por una semana entera mientras que intentaban resolver una desaparición totalmente inexplicada: un minero que se dirigía a relevo de un compañero desapareció en algún momento después de haber llegado al fondo del pozo, y de haber caminado la media milla de camino que lo separaba del grupo de trabajadores. El camino subterráneo estaba apuntalado con empalizadas de madera y puertas cerradas con candados que separaban la mina actual de las galerías antiguas y abandonadas.

No hubo evidencia de que el minero desaparecido había tratado de trepar por las empalizadas para internarse en las obras abandonadas, que fueron investigadas por los socorristas por si acaso. El minero figura, hasta el sol de hoy, entre la lista de los desaparecidos bajo tierra. Los creyentes en los “deros” de Robert Shaver no tardarían ni un segundo en culpar a estos degenerados sobrevivientes de una raza primigenia olvidada.

El folclore de varias culturas nos ha brindado los nombres y costumbres de distintos seres intraterrestres, como los kobolds de Alemania, que dan su nombre al mineral “cobalto”. Algunos de estos seres eran amistosos o indiferentes a los humanos, pero otros, como los kobolds, eran abiertamente hostiles. Los djogaos de la tradición nativoamericana también corresponden a este género de intraterrenos escurridizos. La antropóloga Margaret Mead llegó a sugerir que el contacto con estos seres perduró hasta la época moderna, y que lo que denominamos brujería era su antigua religión. Pero aún así, ninguna de estas diminutas especies parece haber construido los pasajes subterráneos: sencillamente los ocuparon, al igual que los campesinos medievales se asentaron en las ruinas del enorme palacio del emperador Diocleciano en Spalato, en la costa de Dalmacia.

Las narraciones que apuntan a la “identidad” de los ingenieros del inframundo no proviene de algún sitio distante sino el mismo Oeste de los Estados Unidos. En 1904, el gambusino J.C. Brown, afirmó haber encontrado un túnel en la cordillera Cascade de California que le condujo a una cámara subterránea llena de esqueletos humanos, escudos dorados y jeroglíficos que el gambusino no pudo identificar. Treinta años más tarde, Brown equipó una expedición para rescatar los tesoros perdidos, pero desapareció misteriosamente antes de la expedición se pusiese en marcha.

Otra narración extraordinaria que ha tenido gran circulación tiene que ver con el descubrimiento de una ciudad subterránea bajo la cordillera Amargosa del Valle de la Muerte en California. El descubrimiento fue realizado por el abuelo de un guía nativoamericano llamado Tom Wilson. El abuelo de Wilson, según el relato, vagó por muchas millas bajo la superficie terrestre antes de encontrar “un país subterráneo muy raro en el que los habitantes se alimentaban de comidas extrañas, hablaban un idioma raro, y vestían prendas hechas de cuero.” Una anécdota contemporánea relata la experiencia de un gambusino llamado White, quien cayó a través de una grieta en el piso de una mina del Valle de la Muerte para encontrarse en un túnel que conducía a una cámara llena de momias vestidas de cuero. Había oro y piedras preciosas en abundancia.

White y su amigo Fred Thompson realizaron varias visitas a la ciudad subterránea, que ostentaba tesorerías, un palacio real, y aposentos. Los dos gambusinos no pudieron encontrar la entrada a los túneles a la hora de conducir una expedición de estudiosos, y se les tachó de embaucadores.

Pero si se le puede dar crédito alguno a estas historias, es posible que la raza que construyó los túneles subterráneos que penetran nuestro mundo pudo haber existido a comienzos del siglo XX. Afirmar que aún existen sería pura especulación, ya que las extensas pruebas nucleares realizadas por los militares en Frenchman Flat durante la década de los ’50 seguramente tuvieron un efecto nocivo sobre cualquier civilización subterránea.