Tuesday, February 27, 2007

OVNIS en la Carretera



La creencia de que el fenómeno OVNI era capaz de crear “interferencia electromagnética (los efectos EM, según se les conoce) en nuestro mundo se remonta a los primeros días del fenómeno, cuando los primeros investigadores observaron que la proximidad de estas formas desconocidas podía producir interferencia en los radios AM a bordo de los vehículos y hacer que los faros de los automóviles perdiesen potencia o quedarse apagados, o peor aún – calar el motor de un coche completamente. La pregunta a voz alta en aquellos primeros días de la etapa moderna del fenómeno era si se trataba de una prueba deliberada de los sistemas fabricados por la mano del hombre o meramente una consecuencia accidental del acercamiento del objeto.

Los investigadores interesados en este aspecto de “interferencia vehicular” pensaron inicialmente que sólo los motores de combustión interna alimentados por gasolina eran propensos a ser afectados por el electromagnetismo ovni, pero su sensación de triunfo cayó en un pozo cuando se descubrió que los confiables motores diesel también sucumbían a la proximidad de un objeto volador desconocido.

El investigador Vicente-Juan Ballester Olmos ha dedicado un capítulo completo a los efectos EM en su obra Enciclopedia de los encuentros cercanos con ovnis (Barcelona: Plaza y Janes, 1987), describiendo el efecto producido por un OVNI obedeciendo un patrón relativamente estándar, aunque con ciertas variaciones: calado del motor seguido por la reducción de potencia de los faros o el apagado total, y motores diesel que siguen en marcha pero que funcionan de manera intermitente. “Con frecuencia resulta necesario”, escribe el autor, “arrancar los motores de gasolina completamente […] esta serie de efectos parece corresponder, al menos desde la perspectiva teorética, a la presencia de una ionización fuerte. Esto puede explicar las fallas del sistema eléctrico al interferir con el funcionamiento correcto de las bujías y la perdida de potencia en las baterías”.

En EE.UU. la “era dorada” de la persecución de automóviles por OVNIS tomó lugar a mediados de los años ’60: el incidente en el que participaron los policías de patrulla William Neff y Dale Spaur el 16 de abril de 1966 representó la primera – y posiblemente la única—vez que fuerzas del orden público cruzarían fronteras estatales persiguiendo a un no-identificado. Los policías entraron a Pennsylvania desde Ohio a velocidades en exceso de 100 millas por hora y su caso sigue siendo un verdadero hito de la ovnilogía, aunque con consecuencias verdaderamente trágicas para los protagonistas.

Otros incidentes de la carretera han caído en el olvido, como sucedió con el siguiente caso, sucedido en Pennsylvania en esa misma época de la historia. Se trata de un evento conocido por pocos y bien puede tratarse de la primera vez que aparece de forma escrita, y ciertamente la primera vez en castellano. El protagonista lo fue un investigador ovni conocido por el que esto escribe y por otros miembros de la comunidad ovni del estado, quien nos ha pedido que lo identifiquemos por el seudónimo “Jeff Marx” para salvaguardar su intimidad. Los nombres de las otras personas que vivieron el evento también son seudónimos.

Corria el mes de junio de 1965 cuando Jeff Marx y tres pasajeros – su mejor amigo Alan Lindley y las respectivas novias de ambos, Mary y Lily – conducían por los caminos del municipio de Cranberry al norte de la ciudad de Pittsburgh. Paseando en un descapotable blanco para disfrutar de la cálida y agradable noche una semana después de haberse graduado de la high school y con el panorama del futuro ante ellos, ninguno de los cuatro podía imaginar en aquel momento – dominado por canciones de los Beach Boys y el eco de una guerra lejana en el sudeste de Asia –que una fuerza desconocida estaba a punto de irrumpir en sus vidas.

“En aquel momento”, me dice Jeff Marx durante la entrevista, “tuve un descapotable que juega un papel principal en este avistamiento. Lo que muchos considerarían como la prueba de lo sucedido”.

Esa noche, recuerda Marx, había pasado a recoger a sus amigos y se fueron juntos a jugar golf miniatura, y de ahí a comer pizza. Como era tarde, y las chicas tenían que regresar a sus casas antes de la medianoche, los cuatro decidieron emprender el camino de regreso a sus hogares. Sin embargo, Alan le pidió que diesen un paseo por los caminos rurales para que pudiesen disfrutar de una botella de cerveza que había traído consigo. “Iba en dirección norte a lo largo de la Carretera 19 e hice un viraje a la derecha para entrar en el camino Freedom-Cryder Road. En 1965 se trataba de una zona rural, con granjas al final del camino hacia el poblado de Freedom. Realizamos ese viraje entre diez y veinticinco minutos después de las diez de la noche”.

Mientras que el descapotable recorría los caminos rurales, Alan le pidió a Jeff que detuviese la marcha, porque estaba sucediendo algo sumamente extraño. “Aquella luz nos viene siguiendo desde hace algún tiempo”, explicó su amigo, agregando una vez detenidos en la cuneta: “Esa luz allá arriba. Se nos acerca demasiado y no puedo escuchar ningún sonido”.

Un tanto nervioso, como si el recuerdo vivo del suceso le espantase cuarenta años después, Marx explica que tampoco le fue posible escuchar sonido alguno, aunque las dimensiones de aquella luz en el cielo negro parecía ir en aumento a la par que se les acercaba. “Decidimos salir de ahí, pero el motor se negaba a arrancar. Salimos del coche saltando y corrimos al otro lado de la carretera para refugiarnos bajo un árbol caído que estaba en un campo. A estas alturas el objeto se encontraba directamente sobre el coche, iluminando la zona. A pesar de la oscuridad que reinaba, me era posible ver mi vehículo sin problemas. Alan manifestó que el objeto le recordaba a la forma de una lágrima, mientras a mí me parecía un cono de helados, pero invertido”.

Marx se maravilla de un aspecto específico del objeto desconocido: “Era de color blanco, un blanco ardiente, muy brillante, más brillante que cualquier cosa que haya visto yo en mi vida. Se oscilaba y se balanceaba de un lado a otro. Sentía ganas de poder verlo mejor, y me incorporé para mirarlo. Fue entonces que sentí una oleada de calor contra mi rostro”.

Sus pasajeros claramente no compartían la sensación de curiosidad: Mary estaba al borde de la histeria, gritando que todos iban a morir; Alan y Lily tuvieron que arrastrar a Jeff para ocultarlo nuevamente bajo la supuesta seguridad del tronco caído después de su intento por examinar el fenómeno mas detenidamente. “Mary estaba sumamente turbada”, añade Marx en este punto. “El evento verdaderamente le hizo enloquecer”.

Un plazo de tiempo que parecía ser una hora completa transcurrió antes de que el centellante objeto completase su inspección del vehículo estacionado en la cuneta. El aparato se alejó flotando del coche, moviéndose hacia arriba y adquiriendo velocidad, despareciendo de vista en cuestión de segundos. Marx recuerda que el objeto adquirió matices escarlatas antes de desaparecer.

“El incidente nos dejó bastante conmocionados”, declara Marx. “Otro coche se acercó en el sentido contrario en la misma carretera, deteniéndose al lado de mi vehículo para mirarlo antes de alejarse a toda velocidad. No sé si se trataría acaso de un testigo de lo sucedido, pero después de echarle un vistazo al coche, el individuo no demoró en alejarse lo más pronto posible”.

Regresando al vehículo, los adolescentes trataron de abrirá las puertas, descubriendo en aquel momento que las asideras se encontraban sumamente calientes. Una vez sentadas, las chicas comentaron que el asiento posterior estaba casi igual de caliente. Un calor parecido emanaba del salpicadero y del volante. “La franja de cromo que rodeaba en parabrisas estaba tan caliente que no me era posible tocarlo sin quemarme la mano”.

El descapotable de marca Impala arrancó sin incidentes y los cuatro testigos al inusual fenómeno luminoso regresaron a sus casas en silencio. “Alan y yo llevamos a nuestras novias a sus hogares. Nos dijeron que jamás querían volver a saber del asunto y que lo mejor sería que no le dijésemos nada a nadie, puesto que nadie iba a creer a cuatro adolescentes cuyos alientos olían a alcohol”, explica Marx. “Mary dijo que jamás quería hablar del asunto, que no había sucedido en lo que respectaba a ella, y que si se le ocurría a alguien decir algo, negaría de plano haber estado ahí”.

Al contrario, Marx y su amigo Alan Lindley hablaron largo y tendido sobre el incidente, pensando cuál pudo haber sido el origen de aquella extraña luz. Alan no vaciló en pensar que pudo haber sido “algo de otro mundo”, pero hasta el sol de hoy, Jeff Marx no tiene ni idea ni explicación sobre la naturaleza del intruso luminoso.

Pero la experiencia vivida aquella noche de junio no acabó ahí.

”Cuando llegué a mi hogar me sentí muy caliente, como si tuviese calentura, pero las lecturas del termómetro eran perfectamente normales. Me revisé en el espejo del baño y mi rostro estaba sonrojado, como si me hubiese bronceado, aunque no me dolía en absoluto”. Sus padres le preguntarían sobre este extraño bronceado al día siguiente durante el desayuno, pero Marx les diría que era el resultado de haber estado manejando su descapotable bajo el intenso sol del día anterior.

“Y luego mi padre entró”, recuerda Marx, “y me dijo: Más vale que le eches un vistazo a tu coche. Algo le ha pasado.”

Pensando que algún irresponsable pudo haber impactado su vehículo durante la noche, Marx salió de su casa para inspeccionar los daños. “Mi sorpresa fue total. Mi coche era de color blanco, y la pintura del capó y del maletero estaban cubierta en burbujas. El cromo que enmarcaba el parabrisas había sido quemado a un tono azulado”. La tapicería roja del Impala se había desteñido a un tono anaranjado.

Sin más remedio que llevar el vehículo al taller, el mecánico de turno le preguntó a Marx que si había vertido ácido sobre la carrocería, ya que la pintura se caía con facilidad. “No tenía ganas de explicarle nada,” señala el dueño del desventurado descapotable, “porque era capaz de pensar que yo estaba loco”.

El mecánico se encargó de quitar la pintura vieja, aplicar imprimarte y aplicar dos capas de pintura automotriz blanca sobre el Impala. Jeff manejó su vehículo por un día entero antes de que las extrañas burbujas apareciesen nuevamente sobre la pintura, resultando en dos visitas adicionales al taller esa misma semana. “El mecánico no sabía qué decir,” explica Marx, recordando la confusión del técnico, “y pensó que se trataba de algún defecto de fábrica relacionado con el metal de la carrocería, ya que la pintura no se adhería a la superficie. Conservé el vehículo por dos meses más antes de deshacerme de él – ya no aguantaba manejar ese coche”.

Varios meses después del incidente, cuando las hojas de los árboles adquirían matices dorados y refrescaba el tiempo, los cuatro testigos se reunieron para hablar sobre el suceso, pero las mujeres aún se negaban a rememorar aquella extraña noche de verano. “Alan pasó a convertirse en investigador ovni,” declara Marx “y también se vio involucrado en los encubrimientos por parte del gobierno. Lily se casó con otro y se mudó al centro del país. Me encontré con Mary hace cuestión de un año y hablamos de los viejos tiempos, pero a la hora de hablar del incidente, repitió que no quería saber de eso, que aquello nunca había sucedido”.

“Esa noche de 1965 cambió las vidas de Mary, de Lily, de Alan y mi propia vida”, concluye Marx con un innegable aire de melancolía. “Nuestras vidas jamás fueron las mismas. He tenido muchas interrogantes sobre la vida en nuestro mundo, la vida como la entendemos, y como nos educaron a pensar en ella. He hablado con muchas personas que tuvieron encuentros con el fenómeno OVNI y es algo que ha impactado en sus vidas y les ha hecho cuestionar. Tal vez jamás llegue a conocer la respuesta. No lo sé
”.

Las francas declaraciones hechas por Jeff Marx, y su insistencia sobre no saber qué fue aquello que cambió el rumbo de su vida a mediados de la década de los Sesenta, pudieron haberse repetido en las bocas de otros chóferes de Pennsylvania que tuvieron su propio encuentro con lo desconocido.

El 17 de abril de 1966 – un día después de la célebre persecución de un OVNI por los policías Neff y Spaur – Antonio Matteo y John Roth, con sus respectivas esposas, transitaban a lo largo de la Ruta 422 entre las ciudades de Sharon, Ohio y New Castle, Pennsylvania en horas de la madrugada. Una de las dos mujeres a bordo del vehículo se fijó en lo que inicialmente había tomado por “un reflejo” de otra fuente de luz, pero que resultó ser un objeto con luz propia cuyos movimientos seguían en paralelo a los de su coche. La luz desconocida, cuya brillantez era comparable a la de un proyector, se había mantenido hasta el momento al lado derecho del automóvil hasta realizar un cambio repentino a la izquierda, conservándose en todo momento a una distancia estimada a ¼ de milla en el aire. Este seguimiento continuó por un sinnúmero de millas hasta que el automóvil y sus nerviosos ocupantes entraron en la población de New Castle. El objeto desconocido comenzó a reducir su visibilidad hasta desaparecer.

Dos días más tarde, cuatro muchachos del poblado de Clarion, Pennsylvania, afirmaron que la radio de su automóvil había experimentado interferencia supuestamente proveniente de una luz brillante en el cielo, que comenzó a realizar una serie de maniobras características del fenómeno OVNI como lo conocemos.

Los cuatro jóvenes detuvieron la marcha de su coche para poder ver mejor el ágil objeto celestial, que permaneció visible ante sus ojos por espacio de unos cinco minutos antes de desvanecer por completo. No resulta sorprendente descubrir que la estática que inundaba la estación de AM desapareció por completo y la sintonía pudo escucharse sin problema alguno. El distintivo más singular de esta experiencia fue que los cuatro amigos fueron víctimas de una extraña “lluvia” producida por el objeto y que cayó sobre ellos. No se dijo si los pasajeros o su vehículo fueron afectados por esta curiosa precipitación.


Madre e hija enfrentan lo desconocido

A pesar de ser el país vecino de los EE.UU. al norte, Canadá y su cultura social mantienen más puntos de contacto con la vieja Inglaterra de lo que supondría cualquiera. Esto se deja ver plenamente en la reserva de aquellos que han sido testigos del fenómeno ovni en cualquiera de sus manifestaciones. “Lo tenemos muy claro”, dice un testigo, “o estás loco o estás cuerdo”. Y los que ven cosas que el gobierno ha decidido que no existen se las pueden ver bastante feas en una sociedad conservadora.

La escritora Vicki Cameron recorrió su país a comienzos de los años ’90 con el fin de entrevistar personas cuyas narraciones no formaban parte de la gran casuísitica ovni canadiense, y sus hallazgos, plasmados en el libro Don’t Tell Anyone, But... (No se lo digas a nadie, pero...) son verdaderamente reveladores. Uno de los casos ejemplares tiene que ver con una madre e hija de la provincia de Ontario que regresaban a su hogar en el mes de julio de 1969 a las 8:00 p.m. después de haber visitado una granja familiar. Mientras que la madre conducía, la hija dormitaba en el asiento trasero.

La hija recuerda que a pesar de tratarse de una noche estrellada y despejada, una neblina densa apareció repentinamente mientras que el vehículo familiar se desplazaba a lo largo de Land O’Nod Road en las afueras de North Augusta, justo cuando se disponían a cruzar el río Rideau; la madre rememora que su temor en ese momento era que la neblina le hiciese no encontrar el puente y caer de lleno en el cauce del río. De hecho, la madre se dijo a sí misma que la niebla era como un detalle salido de la novela The Hound of the Baskervilles de Sir Arthur Conan Doyle.

La hija afirma recordar el sonido que hicieron los neumáticos sobre los pesados tablones del puente de madera y de haber visto los cables del tendido eléctrico de la Ontario Hydro. Fue ahí que comenzó su odisea.

“Una gran bola de luz brillante”, le explica la hija a la autora, “apareció en el cielo detrás de nosotras y sobre la neblina. Era como el sol, pero de color blanco. Podía verlo a través del cristal trasero. El cielo estaba despejado y podían verse estrellas, aunque no sé qué habrá sucedido con la niebla. A la par que mi madre seguía manejando, la luz se nos acercaba más y se hacía más grande. Mi terror era absoluto”.

“Aunque intentábamos seguir adelante, “ explica la madre, rememorando la experiencia de hace más de treinta años, “parecía como si no fuéramos a ningún lado. La bola de luz incrementaba de tamaño y el coche perdía potencia. Bajé la ventanilla para poder ver mejor qué era aquello que se había posado sobre nosotras. Pensé que se trataba de algún artilugio militar y me dije que sería algún experimento de los militares”.

“Recuerdo que mi madre bajó la ventanilla”, prosigue el relato de la hija. “Yo gritaba y sollozaba, implorándole que siguiese manejando. Cuando detuvo la marcha del vehículo, sentí que me invadía el horror. Perdí los estribos y comencé a gritarle, ¡¿por qué has detenido el coche?!! En ese momento la luz ya estaba sobre nosotras, y pude ver que se trataba de un gran aparato triangular, verdaderamente enorme, como del tamaño de un campo de fútbol”.

Tanto madre como hija coinciden en sus descripciones del objeto: el ingenio desconocido tenía luces azules, rojas y amarillas en sus vértices y su centro lo ocupaba un gran faro blanco que giraba sobre sí mismo a la vez que emitía un sonido agudo. El detalle de que “era posible ver las estrellas a través del triángulo” sugiere que se trataba de una estructura hueca.

Aunque ambas mujeres dicen que el objeto sencillamente se alejó del coche, desplazándose al ras de los árboles en la dirección general de North Augusta, les sigue pareciendo curioso el detalle de que ninguna de ellas intercambiaron palabra alguna sobre el evento. Al llegar a su hogar, descubrieron que la hora era 22:30, cuando el recorrido no debió haberles tomado más de una hora.

“Al día siguiente”, agrega la madre, “me fui a enseñar escuela dominical y el conserje y tres de los alumnos afirmaron haber visto algo raro sobre North Augusta la noche antes. Les escuché, le conté a mi marido lo que nos había sucedido la noche antes y jamás se lo he contado a otra persona. En veinticinco años jamás he vuelto a transitar por ese camino”.

La posibilidad de que la madre e hija entrevistadas por Vicki Cameron fueron victimas de una experiencia de “tiempo perdido” es lo que resalta a primera vista. El horror manifestado por la hija hacia el objeto sugiere la posibilidad de que este no haya sido su único encuentro con las inteligencias que gobiernan las maniobras de estos objetos que las dos formen parte del gran enigma de las abducciones que sigue en pie hasta hoy.

En los desiertos de Utah

¿Había algo en los cielos de América del Norte ese verano de 1969 que manifestaba un interés por los vehículos de cuatro ruedas? Durante ese mismo mes de julio del ’69, Nora Johnson y su novio Bill McGuire se desplazaban hacia la lejana Los Angeles, California desde su pueblo natal en el estado de Minnesota, cuando el destino quiso convertirlos en un caso más de la investigación del misterio al cruzar el desierto del estado de Utah. Aunque la pareja no contaría sus experiencias al investigador y escritor Jerome Clark hasta 1974, sus recuerdos de la inusual experiencia que les había tocado vivir se conservaban nítidas.

La pareja ya había enfrentado una tormenta en los malpaíses del estado de Dakota para cuando llegaron a Utah, turnándose la pesada labor de manejar a través de los yermos estados del norte de la unión americana. Una noche, encontrándose al suroeste de la ciudad de Salt Lake City, Nora comenzó a sentir la sensación de que algo les seguía. Bill miró por el retrovisor y vio una luz, asegurando a su pareja que seguramente se trataba del faro de una motocicleta o algún destartalado automóvil con un solo faro en funcionamiento. Pero Nora advirtió que la luz se había separado de la carretera y que ahora los seguía a varios metros en el aire.

Cuando la extraña luz estaba a varias docenas de metros de su coche, la pareja pudo ver que se trataba de un objeto “con forma de pez” cuya aleta dorsal se elevaba en la parte central del fuselaje. Una especie de proyector rojo podía apreciarse sobre la joroba central del objeto y la “boca” del pez contenía una luz blanca. Bill comenzó a llorar justo cuando la pareja sintió extrañas vibraciones que penetraban sus cuerpos; una de las ventanillas del vehículo bajó por sí sola unas cuantas pulgadas, y la histeria hizo presa de los dos desventurados tripulantes del coche. A pesar de los mejores esfuerzos de Nora, que llevaba el volante en aquel momento, por acelerar y alejarse del objeto desconocido, el vehículo parecía no poder superar las cincuenta millas de hora a pesar de que los relojes indicaban setenta millas por hora o más.

La pareja logró llegar hasta una estación de servicio, y el objeto desconocido remontó vuelo para perderse en la noche estrellada. El dependiente de la estación, al verlos visiblemente alterados, preguntó qué les pasaba y Bill y Nora no dudaron en contarle su experiencia. “Un borracho disparó contra un platillo volador ayer”, repuso el dependiente, riéndose.

Abandonaron la estación de servicio y reanudaron su viaje. Ambos se sentían enfermos y sin saber qué hacer. Poco después encontraron un sitio de descanso al lado de la carretera y decidieron detenerse para pasar la noche. El estacionamiento estaba vació salvo por una casa rodante bien iluminada. Pasaron algunos minutos y la pareja se estremeció: el OVNI que los acechaba había regresado, pero esta vez se cernía a varios cientos de pies de la casa rodante.

En aquel momento, Bill se armó de coraje y decidió abandonar el coche para advertir a los ocupantes de la vivienda rodante que un OVNI merodeaba la zona de descanso. Pero antes de abrir la puerta, Bill pudo advertir un rostro en la ventanilla lateral de la casa rodante – un rostro huesudo y poco humano. Repentinamente, Bill y Nora se dieron cuenta de que había otra figura afuera de la casa rodante, enfundada en lo que parecía ser un traje de caucho blanco. En la oscuridad parecía un “hombre de nieve” de cabeza redonda y patas sin coyunturas (la descripción hace recordar a los “humanoides enllantados” que han sido vistos en casos de encuentro cercano tanto en Europa como en EE.UU.).

La situación rayaba en lo irreal y Nora confesó que en ese momento le preocupaba más el no perder la cordura que ninguna otra cosa, al grado que sostuvo no haber visto el “hombre de nieve” que Bill podía percibir con tanta claridad. La realidad se había tornado fluida y poco confiable. Según Bill, su cerebro parece haberse quedado en blanco por algunos minutos, y comenzaba a sentirse profundamente desorientado. Sin razón aparente, arrancaron el coche y salieron del estacionamiento a toda velocidad; el OVNI les seguía la pista, impidiendo que el vehículo incrementase su velocidad más allá de las cincuenta y cinco millas por hora.

Un cansancio sobrenatural invadió al Bill, que conducía en ese momento, obligándolos a detener el coche y cambiar de chofer. Nora, ahora al volante, podía ver que el OVNI les seguía a la distancia, confundiéndose a veces con las estrellas. Después de una noche interminable, rayó el alba y el objeto desconocido desapareció, perdiéndose entre las montañas circundantes. La pareja, totalmente exhausta por la experiencia, detuvo el automóvil y ambos durmieron por varias horas en la cuneta. A las 8:30 a.m., con el sol plenamente visible, reanudaron la marcha.

Más adelante en el camino había otro vehículo. Una casa rodante de marca Ford. “Bill, ¿acaso no se trata de la casa rodante de anoche?” preguntó Nora.

Bill aceleró normalmente y consiguió alcanzar la casa rodante, que no tenía nada de particular. Una casa rodante Ford con tablillas convencionales. Su intención era la de ver quiénes conducían aquel vehículo. Y fue ahí que Nora comenzó a gritar en un paroxismo de terror.

Los pasajeros a bordo de aquél vehículo vestían trajes de cuero negro y llevaban las manos cubiertas de guantes negros (esta descripción se asemeja a la del “ovninauta motociclista” percibido por el criptozoologo F.W. Holiday a las orillas del lago Ness en Escocia en 1973) y miraban a Nora fijamente. Pero ese era precisamente el problema – los seres carecían de cabeza, y lo que Nora pudo ver eran meros perfiles de cabeza que revelaban “sonrisas macabras” y nada más.

Seis años después, Jerome Clark se pondría en contacto con el hipnólogo Warren Kelly por intermedio del profesor James Ulness de la universidad de Concordia en Moorehead, Minnesota. Aunque Kelly se manifestaba escéptico en cuestiones de “marcianos” y “platillos voladores”, aceptó de buen grado someter a Bill y Nora a una serie de seis regresiones hipnóticas que tomaron lugar entre 1974 y 1975. Lo verdaderamente extraño de estas sesiones fue que el material que el hipnólogo consiguió extraer del subconsciente de Bill resultaba aterrador para Kelly, quien se negó a proseguir las sesiones hipnóticas después de una sesión descrita por Clark como “especialmente traumática”. El hipnologo declaró abiertamente que “ya no quería tener que ver nada con el asunto, y que no quería arruinarle la vida a nadie.”

Las sesiones de regresión hipnótica con Nora Johnson revelaron que la “extraña vibración” que sintieron ambos durante el avistamiento inicial del aparato desconocido representaba una suerte de desdoblamiento o proyección astral. El “otro yo” de Nora repentinamente se encontró mirando el coche desde el aire, a través la ventanilla del objeto volador, que estaba lleno de relojes y controles distintos. Pero llegado este punto de la regresión hipnótica, Nora comenzó a sacudirse violentamente y a gritar. “¡Dios mío, ayudame! Ohhh...ayúdame...parecen insectos...saltamontes....”

A pesar de los mejores esfuerzos de parte de Kelly por controlar a su paciente, le fue casi imposible lograrlo. Nora indicaba que se encontraba sentada o acostada sobre una especie de silla mientras que veinte seres humanoides de baja estatura y grandes ojos insectoides la miraban fijamente. Todo esto en 1975, cuando aún no se hablaba de los ahora célebres “Grises”.

No te acerques

Un año después de la terrible experiencia de regresión hipnótica practicada por el Dr. Kelly a Nora Johnson, otra vecina del estado de Minnesota participaría en otra experiencia que pondría de manifiesto el interés que tienen los OVNIS por nuestro vehículos y sus tripulantes.

La Sra. Robideaux, vecina de la aldea de Villard en el corazón de Minnesota, regresaba a su hogar a bordo de la camioneta familiar luego de su práctica semanal con el coro de la iglesia local. Eran aproximadamente las 9 p.m. del 29 de septiembre de 1976 cuando la señora – casi a punto de llegar al camino que conducía a su granja – contempló una luz roja que bajaba del cielo a media milla de su propiedad. Sin ni siquiera detenerse en la granja para pedir la ayuda de su marido, Robideaux se encaminó directamente hacia el lugar donde había bajado la luz, suponiendo que se trataba de alguna avioneta que había realizado un aterrizaje de emergencia en la oscuridad.

Acercando su camioneta a toda velocidad al lugar de los hechos, la señora observó que una segunda luz roja se acercaba a la primera, manteniendose a escasos metros de ella. Una luz verde apareció sobre las rojas a unas 10 yardas de distancia, y la testigo se sintió extrañada de que no se tratase de un avión, sino de objetos luminosos de gran tamaño que nunca tocaron tierra, sino que se mantuvieron al ras de los árboles. En ningún momento hubo interferencia eléctrica con los sistemas de su camioneta; el motor no se caló ni parpadearon las luces. La señora Robideaux, emocionada, bajó la ventanilla del coche para observar los extraños objetos detenidamente cuando sucedió lo inesperado.

Una sensación de temor totalmente irracional, casi al borde del pánico, se apoderó de la testigo. “Algo me decía que me alejara de la zona, que no se suponía que yo estuviese ahí,” declaró Robideaux en su misiva a la desaparecida revista Saga UFO Report. “Hasta ese momento no recuerdo haber sentido ninguna sensación particular. Puse la camioneta en reversa para remontar los setenta y cinco u ochenta yardas que me separaban de la encrucijada más cercana. No puedo determinar qué tan rápido lo hice, pero lo que sí tengo muy presente es la sensación de terror y pánico que me controlaban en ese momento. Un temor que jamás había experimentado antes en mi vida.”

Más pavoroso aún era el hecho de que el “objeto” comenzó a seguirla, eventualmente colocándose sobre la vertical de la camioneta. Robideaux se dirigió a toda prisa hacia la granja vecina más cercana, descubriendo que al llegar al camino de entrada, el “objeto” ya estaba ahí, cerniéndose sobre un terreno de cultivo. El objeto comenzó a alejarse, siguiendo un rumbo constante hacia el suroeste. Por fortuna, los habitantes de la granja – padre, madre y tres hijos – habían visto al extraño aparato y sus luces rojas, consiguiendo seguirlo con prismáticos.

Tras de haber consultado el asunto con sus amigos y su marido, la testigo comenzó a meditar sobre la extraña experiencia: el hecho de haberse sentido “atraída” hacia la zona en que se desenvolvían las luces; el no haber sentido temor alguno, sino más bien elación, hasta darse cuenta de que las luces correspondían a un objeto desconocido, sin duda tripulado; el hecho de que a la luz del día pudo ver que la manifestación había tomado lugar sobre los cables de alta tensión del tendido eléctrico. ¿Se trataban de un vehículo que sonsacaba fluido eléctrico de la red estatal? “¿Existía la posibilidad de que mi llegada hubiese interrumpido una tarea de importancia vital, y que la medida precautelar tomada por el objeto consistía en observarme para determinar si mi aparición representaba una posible amenaza a sus actividades?”

A modo de conclusión

La imagen del automovilista solitario que transita un camino rural que se encuentra con un objeto extraño o – peor aún—acaba siendo perseguido por un ingenio desconocido no es un estereotipo de Hollywood. Una cifra considerable de hombres y mujeres en todas partes del mundo ha sido víctima de experiencias alucinantes que han incluido encuentros cercanos y persecuciones, algunas de las cuales han pasado a convertirse en verdaderos pilares del quehacer ufológico. Resulta difícil evitar algún párrafo o descripción en algún libro o revista que no haga referencia al “amor de los estadounidenses por sus coches”, ya se trate de un vehículo de alto rendimiento, un deportivo casi pegado al suelo o la bienamada y casi despintada camioneta familiar. Mientras que los ambientalistas perciben al automóvil como una lacra social y los sociólogos le achacan la culpa por la sensación de aislamiento y desconexión que se experimenta en nuestra época, sólo los investigadores de lo desconocido se han molestado por investigar la extraña atracción que ejercen nuestros vehículos sobre el fenómeno OVNI.

Sunday, February 25, 2007


El Fenómeno Ovni en EE.UU.
por Scott Corrales (1994)
Cuenta la leyenda que el explorador inglés Christopher Gist, explorando el oeste de lo que sería el futuro estado de Pennsylvania, llegó al asentamiento del jefe indio Oppaymolleah, ocupado hoy día por el pueblo de Jefferson en el condado de Greene.

Gist se puso a charlar con Oppaymolleah, informándole de las maniobras de los franceses e ingleses que intentaban adueñarse de esta parte del Nuevo Mundo.

El jefe indio exclamó al enterarse: "¡Pero señor, me decís que nuestro padre, el rey de Inglaterra, es dueño de todas las tierras a este lado del rio, y nuestros hermanos, los franceses, dicen que su amo, el rey de Francia, es dueño de las tierras al otro lado! Decidme pues, ¿Adónde están las tierras de los indios?"

Gist calló, no sabiendo que decir y temiendo la ira de Oppaymolleah, quien entonces maldijo la tierra: "Su oro se hará hierro y su hierro oro," dijo el indio, "Su agua se hará sangre y su sangre agua, y jamás habrá paz, sino temor y miedo."

La maldición de Oppaymolleah, pronunciada en 1751, no tardó en hacerse realidad con el comienzo de la guerra entre Inglaterra y Francia por la posesión del territorio. Siglos más tarde, se invertirían capitales fabulosos para explotar el hierro de Pennsylvania, y ahora sólo reina la pobreza. El temor y el miedo, sin embargo, existieron entonces y ahora más que nunca, con el
aumento descomunal en avistamientos de ovnis, los seres peludos conocidos como "Bigfoot", y el incremento en las prácticas de satanismo y brujería en los bosques de los Laurel Highlands y el condado de Fayette.
Los rotativos publican varias veces al año artículos sobre el arresto de adolecentes involucrados en la magia negra y en ritos ocultos que casi siempre envuelven la matanza de ciertos animales pequeños (perros, gatos, etc.) y actos vandálicos realizados en cementerios, iglesias o lugares públicos.
Resulta posible ver los indicios de estas actividades hasta en las autopistas, donde pueden observarse pentagramas dibujados con pintura atomizada bajo los puentes que las cruzan. Escriben el número "666" repetidas veces o "FFF" (la sexta letra del alfabeto) y frases que alaban a los poderes de la magia negra.
Muchos departamentos de la policía de los condados en donde transcurren estos casos prefieren dar la impresión que el problema es insignificante--meras travesuras de jóvenes sin nada mejor que hacer. Pero otros miembros de la uniformada han dicho que el problema va mucho más allá de las travesuras hasta el borde de lo aterrador. Dennis Stadterman, uno de los miembros de la organización PASU (las siglas inglesas de la Asociación de Pennsylvania para el Estudio de lo Inexplicado), nos lo contó así luego de haber concluído una de las funciones oficiales de la organización. Ex-miembro de la policía y avezado en las investigaciones paranormales, Dennis tuvo ocasión de visitar sitios adonde se habían realizado aquelarres.
"Uno de los lugares quedaba en el condado de Fayette,» nos dijo. «en un claro del bosque adonde se había sacrificado un ciervo sobre el tocón de un árbol. Alguien le había arrancado de cuajo la pata delantera derecha al animal muerto, cosa que no puede hacer ni el hombre más fuerte. El que estaba conmigo dijo que después de tantos años de estar involucrados en estos ritos, los participantes habían adquirido poderes sobrehumanos de fuerza--se habían vuelto energúmenos, por decirlo así. Encontramos algunos instrumentos en el sitio, y los llevé al cura de la religión de mi esposa, que es Metodista, y luego a un cura Católico. Ambos estuvieron de acuerdo en lo mismo: para deshacerse de ellos, lo mejor sería destruirlos con fuego
"Estas actividades no deben confundirse con las de los practicantes de "Wicca" o magia blanca, que se dedican a rendir culto a las fuerzas de la naturaleza: estamos lidiando con fuerzas dedicadas a la adoración del mal. Sus ritos y sacrificios tienen fines distintos, ya sea obtener poderes, riqueza o venganza. Pero se ha visto que en otros lugares en los cuales existen semejantes prácticas, no tardan en hacer actos de presencia animales extraños, casi siempre de color negro--pájaros, panteras, perros, y la consabida figura de Bigfoot.

Durante la reunión mensual de PASU en el mes de marzo de 1993, uno de los miembros trajo consigo un portafolios negro que fue abierto y enseñado a los presentes. Su contenido era un pedazo de tierra marcado con una enorme huella de seis dedos. «Lo traje
para ver que opinaban los demás,» dijo Dan Brennan, quien había recibido la huella de manos de un hombre que ha visto a dichas criaturas centenares de veces. «Ando con el maletín por más de una semana, yendo de un lado a otro a ver qué me dicen los expertos. Fuí al museo Carnegie de Pittsburgh antier, y les dije que había encontrado una huella de una criatura aparentemente homínida.» Dan alza las cejas. «Ni siquiera quisieron mirar dentro del maletín antes de decirme que no estaban interesados.»

La población de Derry, capital extraoficial de los Laurel Highlands, una meseta que forma parte de las montañas Apalaches, ha recibido el mote de Bigfoot Capital of the World (Capital mundial de los Bigfoot) por el número de avistamientos que han tomado lugar a su derredor. Un desfiladero boscoso vincula a Derry con el poblado histórico de Ligonier. El grueso de los encuentros cercanos con los seres peludos ha ocurrido ahí, pero ya no con la regularidad con que sucedieron en 1987-88, cuando familias enteras vieron seres de ocho a doce pies de alto atravesando los patios de sus casas, o mirando curiosamente através de sus ventanas.
Vale la pena recalcar que Bigfoot no "reacciona" como un ser viviente. Aunque se le ha visto comer barriles enteros de manzanas, (engullendo una manzana a la vez) no se han encontrado jamás desechos físicos, ni guaridas, ni nada que pueda indicar que es una criatura terrestre desconocida. Durante el transcurso de un incidente que tomó lugar en el verano de 1992, dos niños vieron a una de estas criaturas en el campo detrás de su casa, y se le
acercaron sigilosamente con una linterna. El haz de la linterna traspasaba al extraño ser cada vez que se le apuntaba en su dirección. ¿Será que Bigfoot es un holograma?
También existe una especie de relación entre los seres y los humanos que les ven: por lo que parece, hay una "tradición familiar" de toparse con Bigfoot, pasada de abuelos a hijos y a nietos. La señora Caroline McAdoo, de Springboro, se ha encontrado con Bigfoot tres veces desde 1946. La primera vez, cuando niña, se hallaba jugando en el bosque cuando se agarró de lo que creyó era un matojo: el "matojo" se incorporó, y Caroline se vió frente a frente con una criatura bípeda de ojos oscuros, boca amplia y grandes dientes cuadrados. El pelo de la criatura se asemejaba a "las agujas de un pino".

El autor John Keel comentó en el epílogo de la nueva edición de su monumental libro The Mothman Prophecies ("Las profecías del hombre-polilla", IllumiNet Press,1992) que la figura central en los encuentros con el ser alado que aterrorizó a la población riberina de Point Pleasant, Ohio, en 1967, lo fué sin lugar a duda un hombre extraño, con peluca, que intentó secuestrar a una de las jóvenes que vieron al "hombre-polilla" en sus maniobras nocturnas. Keel
opina que éste sujeto era el "hechicero" cuyas mutilaciones de perros domésticos sirvieron para invocar al "hombre-polilla". Una criatura de éste tipo fue vista en el parque Boyce, a las afueras de Pittsburgh, a comienzos de los años 70. Según los policías que presenciaron el caso, la criatura iba de árbol en árbol, girando sobre ellos y saltando de una rama a otra. En 1991, un guardia de seguridad en la instalación de la compañía Westinghouse en Waltz Mill, Pennsylvania, vió como un hombre "extraño" arrojaba un paquete por la ventana de su auto antes de alejarse a gran velocidad. Al abrir la bolsa de papel, el guardia descubrió la cabeza de un animal que jamás había visto. «La piel había sido arrancada del cráneo, o sea que lo que quedaba era pellejo sangriento y demasiado grasosa para pertenecer a un oso u otra criatura local.» según explicó el guardia. ¿Se trataba, acaso, de un sacrificio más? El guardia entregó la cabeza al forense del condado de Westmoreland, y no se ha vuelto a saber de ella. Sólo sabemos que es cierto que ése mismo verano sucedieron docenas de encuentros con los seres peludos--incluso uno de poca estatura, denominado "Smallfoot" (pie chico) por los investigadores. Sus manifestaciones iban acompañadas por alaridos espeluznantes y la muerte de docenas de gallinas durante ataques nocturnos sobre los gallineros de las granjas de la región.

Aunque no se ha probado conexión alguna entre los misteriosos "helicópteros negros" que han asolado a la región y los fenómenos sobrenaturales, existen aspectos de dicho fenómeno que llevan a muchos investigadores a pensar que no se trata de helicópteros normales.
Dos investigadores de PASU, John y Devin, decidieron recorrer el camino que conduce a los acantilados de Laurel Highlands, desde dónde puede verse el valle que contiene al poblado de Uniontown y el aeropuerto de Connellsville. Era de madrugada y la temperatura estaba a varios grados bajo cero. Dejaron su automóvil cerca de una de las torres de comunicación que pertenecen a la compañía AT&T y atravesaron a pie la región boscosa hasta el borde del acantilado.

Repentinamente, escucharon el sonido de las hélices de un helicóptero volando en contra del viento a unos 100 nudos por hora. El ingenio era de color negro, sin luces o números de identificación, pasándoles a unos 150 pies de distancia. Con el aeropuerto plenamente visible en el valle al fondo del acantilado, la región es una zona aérea restringida, y un helicóptero sin luces atravesándola es una violación blatante.
Los investigadores decidieron volver a su carro y bajar la cuesta con el propósito de seguir al helicóptero desde la carretera. Al llegar a una encrucijada, se toparon con un camión militar con toldo de lona y un automóvil de marca Lincoln Continental, tipo militar--este último totalmente fuera de lugar en un camino sin pavimento.

Optaron entonces por seguir a los vehículos militares en vez de al helicóptero, que se alejó hacia el sur. El problema es que los vehículos ya no estaban delante de ellos. Extrañados, maniobraron a lo largo de los senderos sin encontrarlos: era como si se hubiesen esfumado. Al darse por vencidos, descubrieron un sedán militar sin chofer estacionado bajo los árboles a la orilla del camino. Siguieron de largo, y repentinamente, las luces del carro sin chofer se encendieron y se puso en marcha, siguiéndoles. Otro automovil sin chofer se unió al anterior al pasar otra encrucijada. Los investigadores decidieron que ya habían visto lo suficiente, y un tanto asustados, se alejaron del sitio.
Volvieron al día siguiente para continuar sus pesquisas. Los vecinos del lugar dijeron que los helicópteros negros eran una cosa común en la cuesta y que estaban enojados por sus maniobras, pero que no había ninguna autoridad que les brindase ayuda con el caso.

Aunque no debe descartarse la posibilidad de que los helicópteros negros son parte de una agencia supersecreta de los EEUU y que los carros sin chofer son guiados por control remoto, resulta interesante que la torre de control del aeropuerto de Connellsville informó a los investigadores de que no hubo tránsito aéreo la noche anterior a la hora en que avistaron el helicóptero negro. Hasta los reactores más secretos del gobierno (el Stealth, por ejemplo) llevan identificación y luces. Entonces, ¿por qué no los helicópteros negros? La desaparición del camión militar y el Lincoln Continental en una región de caminos malos y sin pavimento también resulta sospechosa.

Devin conversó con un granjero que había visto el aterrizaje de uno de los helicópteros en su propiedad. Al acudir a ver qué pasaba, se encontró frente a un hombre vestido de negro con un casco cuya visera cubría su rostro. Portaba metralladora. Según el granjero, el hombre le preguntó: «¿Qué diablos hace usted aquí?", a lo cual repusó, «Esta tierra es mía. ¿Que diablos hace usted aquí?». El hombre de negro volvió a entrar a su ingenio y se elevó, dejando la pregunta del granjero sin contestar.
Algo sucede en la Pennsylvania Occidental que desafía la imaginación de los investigadores más experimentados. Tal vez todo se debe a la maldición de un jefe indio hace doscientos años.

OVNIS: Alto Secreto
por Scott Corrales (c) 2006)

A fines de 1992, un observador profesional de la revista Jane’s Defence Weekly afirmó haber visto el primer avión supersecreto Aurora de la fuerza aérea estadounidense (USAF, por sus siglas en inglés) desde una plataforma petrolera en el Mar del Norte. El nuevo reactor, según el experto, era capaz de superar seis veces la velocidad del sonido (Mach 6). En un mundo en el que hasta los secretos más celosamente guardados, como este, se dan a conocer, como sería posible mantener en reserva un secreto de tal magnitud como el estrellamiento de un objeto supuestamente oriundo de otro planeta?

De acuerdo con los entendidos en casos de estrellamientos y recuperaciones de ovnis (crash retrievals, en inglés) que han venido sucediendo desde mediados del siglo pasado, comenzando con el célebre caso Roswell, dichas intervenciones han sido posibilitadas por las labores secretas y veloces de un grupo especializado y altamente dotado que opera dentro de la Fuerza Aérea a sabiendas y con la colaboración de otros ramos de los servicios militares. Los especialistas que forman parte de este grupo casi siempre se presentan al lugar de los hechos en grupos de tres, vistiendo boinas militares de color azul.

Los hombres de la boina azul

La presencia de estos militares ha estado asociada con varios operativos secretos del ejercito norteamericano cuya existencia trascendió al público a fines de la década de los ‘80: Moondust, Bluefly y UFO – proyectos guiados por la cúpula de la Fuerza Aerea con el objetivo de recuperar, a como diese lugar, de cualquier artefacto proveniente del espacio exterior – ya fuese de hechura humana o extraterrestre – que se estrellase en los Estados Unidos o en cualquier otra parte del planeta. Si la recuperación del objeto caído se hacía difícil por las circunstancias o por sus dimensiones, el personal de inteligencia estaba bajo órdenes de estudiar el aparato o restos a pie de obra y entregar sus hallazgos al alto mando con la mayor brevedad. Dicho cuartel general estaba ubicado en el fuerte Belvoir, conocido como el “Destacamento 4, 696 Grupo de Inteligencia Aérea”.

Con el paso del tiempo y las distintas reestructuraciones de los servicios de inteligencia, la responsabilidad por dichos esfuerzos recayó sobre la Defense Intelligence Agency o DIA, pero se llegó a creer en la década de los ’90 que los objetivos de las misiones de Bluefly y afines ya no se circunscribían a la recuperación de chatarra espacial u otros objetos caídos de lo alto – los “boinas azules” representaban la faceta más visible de todo un servicio militar encargado de escamotear cualquier prueba física del fenómeno ovni. Otra faceta de este servicio estaría representada por los elementos del grupo denominado “Delta” (nombre que no guarda relación alguna con el mando antiterrorista creado durante la presidencia de Jimmy Carter) y que está encargado de los enigmáticos helicópteros negros que han plagado los cielos norteamericanos desde la década de los ’70.

El autor George C. Andrews, cuyos libros han tratado de sacar a la luz pública los manejos de estos grupos de alto secreto, cuenta en su obra Extraterrestrials Among Us (Minneapolis: Llewellyn Worldwide, 1987) que uno de estos aparatos oscuros tocó tierra en las grises arenas de una playa del estado de Nueva Jersey, en plena vista de la gran urbe neoyorquina. En 1974, una avería a bordo de uno de los helicópteros lo obligó a aterrizar; soldados vestidos en uniformes negros, portando fusiles M-16, formaron un perímetro a su alrededor. Los elementos de “Delta”, según trascendió, estaban en vías de transportar un cargamento de gran importancia desde Long Island hasta Nueva Jersey (posiblemente al depósito de municiones Earle, donde la Marina guarda las ojivas nucleares de la flota atlántica) cuando se produjo un desperfecto del sistema hidráulico. El inevitable enfrentamiento con las fuerzas el orden público seguramente hubiese culminado en una batalla entre policías estatales y los soldados, pero la situación no trascendió a peores.

En la actualidad existe una controversia que – según Andrews – vincula a los de “Delta” con el narcotráfico y los experimentos de guerra quimiobacteriológica sobre grandes centros urbanos en el oeste norteamericano. Una carta anónima remitida al periódico Up the Creek en la ciudad de Denver informaba que los helicópteros negros emitían “mezclas débiles de cianuro y dioxina” para comprobar el efecto que surtían estas sustancias sobre la población. Aunque no existe forma de comprobar semejante alegato, los expedientes sobre una variedad de pruebas arriesgadas que salieron a la luz pública durante el régimen de Clinton sugieren que puede tratarse de una posibilidad, y como antecedentes existen las liberaciones deliberadas de productos bacteriológicos en el subterráneo de Nueva York en la década de los ’50.

Durante la oleada de avistamientos OVNI de 1988 en la región del estado de Pennsylvania bañada por las aguas del lago Erie, cinco testigos dijeron haber presenciado las maniobras de un helicóptero negro sin ventanas, que emitía un sonido más parecido al de una avioneta que un helicóptero. Al pasar sobre el hogar de los testigos, el aparato causó interferencia con el televisor. Lo curioso de este caso es que el encuentro con el helicóptero desconocido se produjo cinco días después de que los guardacostas observaran las maniobras de un ovni policromático que acabó por posarse sobre la superficie helada del lago en marzo del año en cuestión.


El pentálogo del polvillo lunar

Uno de los documentos que marca las pautas del proyecto Moondust establece un pentálogo sobre los objetivos que han de tener los “boinas azules” en la realización de sus pesquisas: 1. Realizar observaciones previas al impacto, establecer la dirección de la trayectoria y la cantidad de objetos observados, establecer la hora en que se produjo el impacto, determinar las características de la zona de impacto y las circunstancias de la recuperación del activo; 2. Descripción de cualquier herida o daño causado por el objeto; suministrar detalles al máximo grado posible, pero evitando reclamos producidos por la estimulación del sujeto, especialmente reclamos triviales o pueriles; 3. Obtener descripciones de cualquier marca o letra de identificación; 4. Obtener descripciones detalladas de la naturaleza física y condiciones del objeto, incluyendo dimensiones efectivas o estimadas, peso, material de elaboración, etc.; 5. De resultar posible, tomar fotos del objeto desde perspectivas distintas usando una regla o caja de cigarrillos para establecer referencias de tamaño.

El pentálogo para el recuperador de OVNIS, por darle nombre, figuraba en una serie de documentos producidos por el Departamento de Estado y enviados a las distintas embajadas y oficinas consulares de los Estados Unidos en otros países. Estos documentos fueron obtenidos por el sargento Clifford Stone después de años de investigaciones y solicitudes al gobierno bajo la ley de libertad de información (FOIA), logrando establecer que el gobierno estadounidense tenía – desde la década de los ’60 – un protocolo bien establecido sobre la recuperación de cualquier objeto proveniente del espacio exterior, ya fuese de manufactura humana o no.

Otro documento se refiere específicamente a la composición del “personal del equipo de inteligencia”, es decir, los militares de boina azul que formaban los proyectos Moondust, Bluefly, UFO “y otros proyectos de reacción rápida bajo la dirección de AFCIN” (el mando central de inteligencia de la Fuerza Aérea). Los equipos de inteligencia –reza el memorando—debían consistir de tres hombres, a incluir un experto en lingüística, un técnico de inteligencia, y un jefe de operaciones, todos ellos con certificación de aerotransporte y con capacitación cruzada en las destrezas de cada elemento del equipo, para asegurar la funcionalidad del grupo “a pesar de las bajas que puedan producirse durante el empleo”.
Resulta curioso que a pesar de que los documentos obtenidos de parte del gobierno por Clifford Stone, los funcionarios encargados de las actividades en el fuerte Belvoir nieguen rotundamente la existencia de “cualquier organización encargada de los OVNIS ni cualquier información sobre el incidente de Roswell. Además, no existe ningún proyecto Moondust ni operación Bluefly. Esas misiones jamás existieron” (declaración hecha por el teniente coronel John Madison, División de Indagaciones del Congreso). Esta rotunda negación puede estar fundamentada en el hecho de que – según una carta fechada el 1ro de julio de 1987 y firmada por el coronel Philip Thompson – la designación Moon Dust ha caducado oficialmente y ha sido reemplazada por otra “cuyo nombre no puede divulgarse en este momento”.


“Si te digo lo que es, jamás lo creerías”

Los “boinas azules” se han mantenido activos desde el estrellamiento ovni de Kecksburg en 1965. En 1974, un objeto circular de setenta pies de diámetro supuestamente se estrelló en las cercanías de Chilili, estado de Nuevo México. Una columna de “boinas azules” se desprendió desde la base aérea Kirtland para desmantelar el objeto, mismo que fue trasladado inmediatamente a la base. En 1983 volvieron a aparecer en Gallup, Nuevo México, tras el estrellamiento de un “objeto de color verde”.

La explicación oficial ofrecida en este caso fue que se trataba de un meteorito o de fragmentos de la sonda soviética Cosmos 1402 durante su reingreso a la atmósfera terrestre. En 1985, el investigador Tom Adams, autor de una serie de boletines y cuadernos sobre la presencia OVNI en el suroeste de EE.UU.,pudo entrevistar a un policía militar acuartelado en el fuerte Carson de Colorado, y que había formado parte del grupo de seguridad que prestaba ayuda a los “boinas azules”.

El entrevistado, identificado tan solo como “Jeff”, dijo haber visto un objeto con forma discoidal en el fondo de una enorme zanja al pie de una montaña. El policía militar, extrañado, le preguntó a uno de los “boinas azules” si se trataba de un artefacto espacial ruso.

“Ojalá y lo fuera”, repuso el hombre. “Si te digo lo que es, jamás lo creerías. Nos envían de una parte del país al otro todo el tiempo para investigar situaciones parecidas”.

“Jeff” y los otros policías militares del fuerte Carson que habían acompañado a los “boinas azules” recibieron órdenes escritas indicando que estaba prohibido hablar sobre lo que habían visto so pena de consejo de guerra. A las 72 horas de haber concluido la misión, todos los que habían tomado parte en ella fueron destacados a otras bases.

Otro informe de Adams, The Choppers...and the Choppers”(Paris, Tx: Stigmata, 1990) incluye el caso de “Tony”, piloto de helicópteros en la base Hood del estado de Texas. En la navidad de 1980, “Tony” y otros pilotos recibieron la orden de acudir a un sitio determinado para vigilar “un avión experimental”
hasta que cierto grupo especializado pudiese personarse al lugar de los hechos. “Se trataba’, dijo “Tony”, “del diamante más grande que había visto en toda mi vida. Lo perseguimos por cinco o diez millas mientras que largaba chispas que llegaban a tocar la tierra”.

Abruptamente, los pilotos recibieron la orden de retirarse: el maravilloso diamante cobró altura y comenzó a alejarse. Los veintitrés helicópteros provenientes de otras bases aparte de Fort Hood regresaron a sus bases. Es de suponer que si el objeto se hubiese estrellado, los “boinas azules” habrían asegurado la zona para recuperar el objeto. Al igual que en el caso de “Jeff”, todos los pilotos fueron trasladados a otras instalaciones militares. “Tony” fue a parar en Alemania.

Es muy probable que este incidente esté relacionado con el caso Cash-Landrum, sucedido a fines de 1980, en el que las emanaciones radiactivas de un objeto cuya descripción es casi idéntica afectaron a las señoras Betty Cash y Vicki Landrum, que estaban en la carretera cuando tuvieron el objeto no identificado frente a frente. El aparato consiguió remontar e iba escoltado por 23 helicópteros negros, como en el caso descrito por “Tony”.

Las actividades de los “boinas azules” no están circunscritas a los EE.UU., como se dijo anteriormente. Los elementos de este proyecto han estado presentes en distintas partes del mundo durante situaciones parecidas, muchas veces antes de que los gobiernos de los países implicados pudiesen reaccionar: en 1967, cuando un objeto de tres toneladas de peso y con forma de cubo fue hallado en Kutúm, en la república africana de Sudán, elementos de Moondust se personaron para la investigación. El 25 de marzo de 1968, según los documentos obtenidos bajo FOIA por el sargento Stone, cuatro objetos cayeron en una región del Nepal. La embajada estadounidense en Katmandú envió un mensaje en clave para alertar al 1127mo Grupo de Actividades de Campo de la USAF en el fuerte Belvoir que podrían contar “con la plena colaboración del gobierno nepalés” en sus pesquisas. Aunque gran parte del mensaje ha sido eliminado, se entiende por el texto de que los objetos fueron enviados a EE.UU. y que eran de procedencia netamente terrestre. A comienzos de los ’70 estuvieron en Viet Nam, donde rescataron un bombardero B-52 que supuestamente había sido derribado por un OVNI; en 1978 se personaron en las estepas canadienses tras el estrellamiento del satélite nuclear sovietico Cosmos 956. Los fondos para costear sus operaciones no aparecen en ninguna de las partidas presupuestarias del gobierno federal, claro está, al igual que sucede con los fondos destinados para el desarrollo de superaviones como el Aurora. Los rescatadores de OVNIS obtienen sus fondos del celebérrimo “presupuesto negro” (black budget, en inglés) cuyo monto supuestamente asciende a $16 billones USD, libres de la fiscalización del Congreso estadounidense.

Conclusión

¿Y qué ha sido de los ovnis supuestamente recobrados por estos servicios militares? Desde 1990 se rumora que vienen formando parte de una colección de al menos nueve vehículos localizados en la base Groom Lake del estado de Nevada, y que el estudio de su tecnología avanzada ha permitido que EE.UU. desarrolle su propio platillo volador y a las mejoras en las nuevas generaciones de aviones espía (los proyectos Senior Citizen, TR-3B, etc.). Naturalmente, las autoridades niegan todo esto.

Los “boinas azules” constituyeron el cuerpo de seguridad de Groom Lake hasta su reemplazo por guardias privados de especialidad con autorización para hacer uso de fuerza mortal contra cualquier insensato que se atreva a franquear al perímetro de la base sin la autorización correspondiente.

Cierto o falso, el hecho es que hay un grupo secreto de profesionales encargados de la apropiación de ingenios aeroespaciales que caen en cualquier lugar donde sea posible recuperarlos lo antes posible y a cualquier costo. Puesto que la desaparición de la Unión Soviética ha reducido la actividad espacial rusa en cierto grado, es muy posible que cualquier aparato recuperado de ahora en adelante pueda ser – con marcadas excepciones – de origen extraplanetario.

Saturday, February 24, 2007


Criaturas de la Oscuridad
por Scott Corrales (c) 2005
No hay quien olvide esas primeras películas de horror que se pasaron en el cine o por la televisión y que nos hicieron temerle a la oscuridad, a los cementerios, a los lugares yermos o – en el caso de la genial Psycho de Hitchcock – a las cortinas de baño. Con el paso del tiempo, los maestros del suspense y del horror pasaron a tramas más complejas que tenían que se fundamentaban en gran parte en crónicas verídicas de lo sobrenatural, en el satanismo, el vudú, en las innumerables historias de aterrizajes y persecuciones por platillos voladores y en fechas más recientes, las espeluznantes crónicas de secuestros.
Algunas de estas representaciones cinematográficas, como El Exorcista de William Friedkin, llegaron a causar verdaderos problemas físicos en los espectadores (aunque en gran parte debido al uso de ruidos subliminales por este director) y en los cines estadounidenses y británicos no faltaba el predicador o clérigo dispuesto a asesorar a los que salían de las salas. Pocos años después aparecerían las películas de gore y el género del horror en la gran pantalla volvería a cambiar de aspecto.

Pero a pesar de las cinco o seis décadas de películas de horror que llevamos a cuestas en términos culturales, hay verdaderas historias de horror en las crónicas de lo sobrenatural que jamás han sido pasto de ningún guionista y que seguramente harían que más de uno de nosotros durmiese con las luces encendidas...

Horror y miedo en el estado de Ohio

Alguien debió haberse dado cuenta de que las cosas iban mal cuando los carpinteros amish renunciaron a sus trabajos.

Corría la primavera de 1981 y los carpinteros amish – de mirada aguileña, barbados, ataviados en sus clásicas ropas azules y sombreros negros – habían sido contratados para realizar labores de reparación en la granja de la familia Roberts en las afueras de Rome, estado de Ohio. Para obtener la madera requerida, los amish se propusieron talar parte de la arboleda adyacente a la granja, trayendo consigo grandes caballos para arrastrar la leña.

Los taciturnos amish quedaron sorprendidos cuando, al día siguiente, las bolsas de alimento equino que habían llevado a la zona para alimentar a las bestias aperecieron desgarradas con su contenido desparramado por la tierra. Al día siguente, los habitantes de la granja escucharon disparos. Al salir a ver lo sucedido, vieron que los amish salian de la arboleda con uno de sus caballos, que tenía una gran y sangrienta desgarradura de pulgada y media de profundidad en el costado. Los carpinteros se negaron a hablar sobre el suceso, comentando muy parcamente que “habían disparado contra unas víboras”. Trajeron un animal nuevo para ayudar en las faenas, pero a los pocos días abandonaron el proyecto sin mediar palabra. No se les volvería a ver por buen tiempo.

Lo cierto es que algo raro venía sucediendo en las inmediaciones de la granja Roberts desde hacía un año. Cazadores habían hallado un ciervo con la panza desgarrada y el mismo granjero Roberts había hallado cuatro patos decapitados el bosque a la vez que aparecieron enormes huellas con garras en el terreno. Todo esto apuntaba hacia algo que ni la familia Roberts, ni los investigadores que acudirían a ayudarlos, serían capaces de imaginar.

La situación estalló la noche del 25 de junio de 1981, cuando el granjero y sus hijos vieron que había una “cosa” parada en el patio delantero de la granja, cerca del pinar. La “cosa” era negra y con ojos rojos resplandecientes, corriendo en cuatro patas mientras que perseguía a los animales. Mientras que uno de los hijos alumbraba la macabra silueta con una linterna, el granjero Roberts disparó con su escopeta de calibre .410 –- “la cosa” emitió un grito agudo y aterrador, desapareciendo hacia el oeste sobre los campos sembrados como si estuviese volando. A pesar de que ya no podían verla, era posible esuchar los gritos que provenían a la distancia.

A la noche siguiente, mientras que el granjero miraba la televisión, esuchó ladrar a sus perros hasta que los ladridos se trocaron en gemidos. Cuando salió a investigar, pudo constatar que uno de los perros intentaba meterse debajo de una podadora de césped para escapar de algo. Al apuntar la linterna a varios metros, la fuente del pánico que motivaba al can a actuar en semejante forma se hizo claramente visible: era una figura parecida a un gorila con ojos rojos flameantes, emitiendo gruñidos. Roberts pudo verle la cara y los colmillos claramente, aunque su enorme estatura de casi 3 metros le causó más espanto.
El granjero volvió por su escopeta, gritó a por sus hijos, y los varones de la casa salieron a disparar contra el “monstruo”, que se alejaba hacia el oeste. Con esto comenzaría uno de los episodios más extraños y controvertidos de la fenomenología paranormal estadounidense – un caso en el que los OVNI y los seres peludos conocidos como Yeti, Bigfoot o Sasquatch se darían cita en los extensos pastizales de Ohio. Investigadores rechazarían la verosimilidad de cualquiera de los dos aspectos según su óptica personal, pero la combinación de elementos era innegable y sucedería en muchos otros casos.

Durante el resto del verano de 1981, Roberts y sus hijos tuvieron numerosos encuentros cercanos contra los gigantes de ojos flamígeros, teniéndolos lo suficientemente cerca como para aportar detalles sobre su aspecto: la estatura promedio era de tres metros, su pelambre oscuro podía variar entre pardo y negro. El rostro y la nariz eran achatados y simiescos. Tal vez el detalle más espeluznante era el de los colmillos amarillentos que sobresalían varias pulgadas de la mandíbula inferior.

Los encuentros fueron terribles, resultando en noches enteras de tiroteos dignos de una película de horror. El granjero y sus hijos se apostaron en el tejado para abrir fuego contra los intrusos, que en la noche del 28 de junio de 1981 aparecieron en un grupo bastante nutrido, algunos de ellos portando “luces azules” que ondeaban en la oscuridad del bosque. Una de las descargas de escopeta consiguió impactar contra uno de los gigantes, que pareció caer en las aguas del aljibe que estaba en los predios del granjero, pero nada apareció al día siguiente. ¿Qué eran estas cosas? ¿Supergorilas de alguna especie? ¿Seres interplanetarios? ¿Los poderes y principados contra los que nos advertían los textos religiosos?

Se persona el Sheriff

Los alguaciles del departamento del Sheriff del condado de Ashtabula, Ohio, se personaron al lugar de los hechos en dos ocasiones esa noche. Recorrieron la zona de la batalla entre el granjero y los suyos con los intrusos desconocidos y alumbraron la zona boscosa con el reflector del carro policía sin detectar nada.

El informe de las autoridades dice lo siguiente: “Roberts manifiesta que durante la noche del Miércoles y el Jueves de la semana pasada, él y su familia fueron despertados por gruñidos extraños actividad en los patios delantero y trasero de su casa. Cuando fueron a revisar, pudieron ver un animal grande de color negro, estatura aproxmada de 2 a 3 metros. Cada vez que alumbraban al ser con una linterna, o intentaban abrir fuego contra el, se escaba corriendo hacia el bosque. El animal volvió anoche y estaba en el campo norte detrás de la casa. Roberts y su hijo persiguieron el animal hacia un claro en la empalizada, donde afirmaron haber visto tres pares de ojos grandes. Dispararon varios tiros contra los animales y esperaron hasta que rayara el alba para investigar. Revisé la zona junto con [Roberts] y no pude ver señas de tejido ni sangre. [Roberts] dice haber llamado nuestra oficina y la del guardabosques Kelly y se le informó que no había nada que hacer a menos que pudiese obtener una huella. El granjero mencionó haber perdido cuatro patos y un pollo desde el comienzo de la actividad, y nos advirtió sobre otro incidentes en los que caballos propiedad de leñadores amish habían sido víctimas de ataque, así como otros animales domésticos.”

El escepticismo de las fuerzas del orden público queda claramente ilustrado en el escueto informe de los alguaciles, pero era francamente dificil pensar que se había librado una batalla contra seres de otro mundo en los pastizales de esta pintoresca región del país. Pero la realidad de los eventos era una pesadilla para Roberts y su familia, y la llegada del mes de julio no haría sino empeorar la situación.

Los investigadores se enfrentan al misterio

La noche del 1 de julio, mientras que dos miembros de la familia hacía guardia en el techo de la casa, apoyándose contra la chimenea para no caerse, se produjo un fenómeno de alta extrañeza que dejaría cortas las manifestaciones de los gigantes peludos.

Cuatro luces redondas, que cambiaban de color e intensidad, se paseaban entre la arboleda lejana, guardando el aspecto de enormes tanques de petróleo, emitiendo luces que podían alumbrar una zona de aproximadamente una hectárea como si fuese de día. Los gritos aterradores “de mujer”, como los clasificarían Roberts y sus hijos, comenzaron a escucharse casi enseguida. Peor aún – los defensores podían ver siluetas negras corriendo entre los árboles, siluetas de ojos rojos.

Los defensores abrieron fuego. Cada impacto de bala hacía que las siluetas emitiesen gritos, pero sin surtir efectos letales. Las siluetas acusaban el impacto y salían corriendo, gritando, para refugiarse en la arboleda.

En un momento determinado, Roberts y su aguerrida familia percibió algo extraño. Uno de sus caballos parecía haberse escapado y estaba en medio del campo, cerca de las siluetas. Presos del temor, los granjeros se apuraron a revisar si otros animales habían escapado de establo, pero no era así. La silueta oscura con forma de caballo no era más que uno de “ellos”, haciéndoles creer que una de las bestias del establecimiento rural se había escapado.

Cargando sus escopetas de nuevo, los defensores abrieron fuego contra el caballo impostor, que emitió un grito y un gruñido, corriendo para refugiarse en la parte noroeste de la granja.

Dennis Pilichis, el investigador forteano que acabaría por convertirse en el cronista de la historia de Roberts y su asedio paranormal, escribiría lo siguiente en el monográfico The Night Siege-The Northern Ohio UFO-Creature Invasion(1981):

“Es digno de notarse que durante todas estas correrías en la noche, un objeto volador sobrevoló la granja a unos 200 pies de altura. Tenía la configuración de una caja de cigarros. Los miembros de la familia que estaban apostados en el tejado en aquel momento observaron que tenía luces azules a su derredor con una luz roja más brillante en su centro. El objeto parecía provenir de las profundidades del bosque, pasando sobre la arboleda, volando lentamente sobre la granja y cruzando la calle hacia el suroeste, pasando sobre los maizales...el padre disparó contra el objeto mientras que volaba sobre sus cabezas, apuntando hacia la luz roja. Creyó haber escuchado el sonido de una bala que hacía impacto contra algo hecho de vidrio. El objeto siguió volando sin haber acusado daño alguno, salvo que la luz roja ya no podía verse. Ningún miembro de la familia recuerda haber esuchado sonidos provenientes del aparato y están seguros de que no se trataba de ningún avión o dispositivo hecho por la mano del hombre”.

Durante las semanas de julio de 1981, Pilichis se convertiría en la única persona interesada en el caso de los Roberts y en prestarles ayuda, documentando las extrañas huellas halladas en los predios mediante fotografías en película de 35 mm y haciendo moldes de escayola de pisadas de dos, tres y cinco dedos. Acompañado por otro investigador – Jim Carnes, natural de Mecca, Ohio – Pilichis llegó a participar en la defensa activa de la granja y a presenciar los “ojos rojos” de las siluetas, que a veces emitían extraños resplandores blancos.

“El mejor avistamiento de toda la noche”, escribiría Pilichis en su monográfico, “se produjo cuando pudieron observarse tres juegos de grandes ojos rojos – uno a la izquierda, uno detras del árbol caído y otro más bajo, casi a ras del suelo. La criatura más alta tendría unos 4 metros de altura, a juzgar por el arbol muerto. Le iluminé con la luz de mi linterna; el cuerpo de la criatura proyectaba su sombra sobre los restos del gran árbol. Podía apreciarse el resplandor de su pelambre negro a la luz de la linterna...a estas alturas (3 a.m.) todos estabamos muy confundidos y frustrados por lo que estábamos viendo. Después de que se alejara la gran criatura, el haz de la linterna cayó directamente sobre el rostro del ser a la derecha, el que estaba casi al ras del suelo. Jamás podré olvidar esa experiencia. Llegué a verlo arrastrándose para refugiarse de nuevo en la arboleda.”.

En agosto de 1981 llegarían los “refuerzos” bajo la forma de William McIntyre, el controvertido director del grupo MARCEN e investigador del fenómeno Bigfoot en el estado de Maryland. McIntyre y Larry Peters, otro asociado, propusieron usar jaulas con conejos muertos como la carnada para atraer a estas criaturas...aunque los cadáveres llevarían dentro de ellos cápsulas de cianuro para matar a cualquiera que los consumiese. Propusieron el uso de bengalas, cilindros de ácido hidrofluórico a presión y escopetas de varios calibres para la protección del grupo, y también un crucifijo, “por si resultaban ser demonios”.

La llegada de los expertos adicionales – avezados investigadores del fenómeno bigfoot en todas sus manifestaciones – se produjo justo cuando la situación llegaba a su punto crítico. Las aves de corral del granjero Roberts seguían siendo victimas de los ataques de los seres misteriosos, y las mismas fuerzas desconocidas habían hecho todo lo posible por derribar un nuevo establo que Roberts y su prole intentaban construir en otra parte de la granja. Los ataques furtivos ya no se limitaban al patio y las proximidades de la arboleda: la caja de fusibles de la casa, localizada en el sótano, había sido destrozada por “algo” que dejó las impresiones de sus nudillos en la superficie de la caja como consecuencia de un puñetazo tremendo.

Peor aún era el problema que aquejaba a uno de los hijos del granjero (Pilichis no especifica su edad ni nombre). Existía una especie de “afinidad” o “engranaje” entre los seres extraños y el jóven—algo que resultaba profundamente alarmante para Roberts y los demás miembros de su familia. Y este detalle recordaba poderosamente a los investigadores al célebre caso de Uniontown, Pennsylvania, que había ocurrido en 1975. Durante este incidente, en el que participaban seres peludos y ovnis por igual, el hijo de un granjero de dicha población rural aparentaba haber sido “poseído” por uno de los seres peludos, cayendo al suelo, hablando en voces grotescas y gruñidos cada vez que su familia y amigos se le acercaban.

Otros vecinos de los Roberts comenzaban a acusar la actividad extraña, que ahora también comenzaba a sentirse en la ribera opuesta del rio Grand. Uno de estos vecinos, al ser entrevistado por los investigadores, afirmó haber escuchado los extraños sonidos “como de jabalíes” provenientes de la arboleda. Al salir a investigar con su linterna, el alboroto parecía amainar.

La noche del 21 al 22 de agosto de 1981, los investigadores colocaron sus jaulas con conejos envenenados en un campo que había sido arado con anterioridad por el granjero. Los conejos estaban atados a las jaulas con cordones de paracaídas capaces de aguantar un peso de mil doscientas libras. A eso de las 9:30 p.m., los investigadores detectaron la presencia de ojos rojos en la arboleda, atraídos tal vez por el olor de los conejos y por una grabación en cinta contínua de conejos gritando. La presencia de los seres se vio acompañada por luces fantasma de color blanco azulado.

Los ojos eran tan numerosos que Pilichis temió que la granja se vería abrumada por los seres; McIntyre, vigilando la arboleda desde la protección ofrecida por el establo en construcción, pudo ver una sombre que salía de entre los árboles. “¿Eres humano o animal?!” gritó el investigador, a lo que la sombre emitió una serie de gruñidos. Sin titubear, el investigador abrió fuego con su escopeta de alta fuerza. La sombra gritó y se alejó profiriendo alaridos, perdiéndose entre los árboles.

Al amanecer, los investigadores descubrieron que dos de los conejos habían desaparecido y que las cuerdas de paracaidas estaban deshilachadas. Huellas de tres y cinco dedos rodeaban las jaulas.

La actividad decayó en torno a la granja de los Roberts de ese momento en adelante, aunque no se pudo constatar que el cianuro en los conejos hubiese surtido efecto alguno. Se produjeron otros eventos en la zona, principalmente en la comunidad de Rock Creek y posteriormente en East Jefferson, Ohio, este último siendo investigado por el veterano escritor y escéptico Jim Moseley.

Friday, February 23, 2007


¿Gárgolas en Virginia Occidental?
por Scott Corrales

El ser alado que ha recibido el mote de Mothman u "hombre polilla" pertenece al género denominado "los extraños volantes" (winged weirdos) por los criptozoólogos y otros avezados en la materia. En todos las épocas y países del mundo se han recopilado historias acerca de criaturas vagamente humanoides con alas que se desplazan tanto de día como de noche, inspirando temor en aquellos que los ven. Por algún motivo, dicho género de criaturas se ha manifestado repetidas veces en todas partes de los Estados Unidos, pero ninguna de ellas ha recibido el grado de atención dado al "hombre polilla" de Virginia Occidental. Este extraño ser comenzó a manifestarse a principios de la década de los '60, cuando una dama de sociedad que conducía su auto a través de la región boscosa conocida como el parque Chief Cornstalk vio una figura humanoide en el centro de la carretera. "Reduje la marcha, y cuando nos acercamos, me di cuenta que no se trataba de un hombre," recuerda la señora. "Se trataba de una gran figura gris. Repentinamente, desplegó una enormes alas que iban de un lado de la carretera a la otra, y despegó verticalmente, perdiéndose de vista en segundos...quedé espantada, y salí del lugar a toda velocidad".

Durante los años 1966 y 1967, y en determinadas ocasiones en décadas posteriores, más de cien personas en el valle del río Ohio (separando a los estados de Ohio y Virginia Occidental) fueron testigos del "hombre polilla" y de la actividad OVNI y paranormal que se produjo en torno a dichos avistamientos.

El primero de ellos sucedió hace más de 20 años, en la tarde del 14 de noviembre de 1996 en un campo cerca de Salem, Virginia Occidental. Newell Partridge, un contratista de obras, estaba viendo televisión en su casa cuando la imagen en su televisor quedó en blanco y sustituida por unas rayas grises muy finas. El problema electrónico sucedió justo en el mismo momento en que Bandit, el sabueso de Partridge, comenzó a dar aullidos a la entrada de la residencia. Extrañado, Partridge tomó una linterna y salió a investigar. Pudo ver que el perro fijaba su vista en un granero a unos cien metros de la casa. Apuntando el haz de luz en dicha dirección, Partridge se quedó pasmado al ver dos enormes ojos rojos que lo miraban desde la oscuridad. Gruñendo, el perro corrió en la dirección señalada por la linterna; su dueño, muy al contrario, se sintió invadido por un terror indescriptible que le hizo retroceder hacia el interior de la habitación y pasarse el resto de la noche con un revólver al lado de la cama.

Al día siguiente, Partridge se aventuró a seguir las huellas de su perro, sólo para descubrir que las huellas del sabueso desaparecían abruptamente. Nadie jamás volvió a ver a Bandit.

En la misma manera en que los seres de tipo Bigfoot se manifiestan en lugares abandonados o aislados, el "hombre polilla" se asentó en una región derrumbada que había sido utilizada para fabricar explosivos durante la 2da Guerra Mundial y que era conocida por los lugareños como la "zona TNT". Fue precisamente en dicho sitio que Roger y Linda Scarberry, acompañados por Steve y Mary Mallette, se encontraron con la criatura. Según el testimonio de las parejas, el ser tenía alas enormes como la de un murciélago, y que podía plegarlas contra su espalda; carecía de cabeza, y los enormes ojos rojos parecían estar en su torso. Los aterrorizados jóvenes, que habían visitado el inhóspito lugar en automóvil, salieron disparados a más de 160 kmh, tratando de ganar la seguridad de Point Pleasant, la población más cercana. Cuál no sería su pavor al ver que más adelante en el camino había otra criatura del mismo tipo o la misma, que desplegó sus alas y voló sobre su automóvil, siguiendo a las dos parejas hasta la entrada del pueblo.

El 16 de noviembre de 1966, varias familias de la región se reunieron para visitar la zona TNT juntas y ver las manifestaciones del fenómeno ovni que coincidieron con las apariciones del "hombre polilla" (mas de mil casos de ovnis fueron recopliados durante este plazo de tiempo). El extraño ser parecía estar esperando a su visita en la entrada de la casa de Ralph Thomas: todos pudieron ver una gran figura gris, más grande que un hombre, con dos resplandecientes ojos rojos. Los despavoridos testigos se internaron en la casa de la familia Thomas, quedando atónitos al ver que el "hombre polilla" seguía merodeando alrededor de la casa, asomándose a la ventana de sala en un momento determinado.

Los investigadores John Keel y Gray Barker, quienes escribirían sobre el tema en sendos libros, The Mothman Prophecies (Las Profecías del Hombre Polilla) y The Silver Bridge respectivamente, concuerdan en que las apariciones de la dantesca criatura disminuyeron mientras que los avistamientos ovni y fenómenos relacionados (poltergeist, Hombres de Negro, etc.) iban en aumento. El consenso de ambos autores es que las manifestaciones de Mothman acabaron por completo en Noviembre de 1967, pero estaban equivocados.

El fenómeno parece haberse conectado a dos familias en particular: el matrimonio Scarberry y la familia Thomas. El "hombre polilla" sintió una atracción especial por Linda Scarberry, quien manifestó haber sido acechada por el fenómeno por más de dos años. Cuando ella y su marido alquilaron un pequeño apartamento en Point Pleasant, descubrieron una noche que la criatura se había apostado en el techo de un edificio contiguo, mirándolos a través de la ventana. Según la testigo, estaba tan acostumbrada a ver la aparición que sencillamente cerró las cortinas. "Llegué a sentir lástima," confesó Scarberry al investigador Brent Raynes, "porque llegó a parecerme que la criatura estaba sentada ahí deseando poder entrar para resguardarse contra el frío que hacía esa noche." Virginia Thomas, por otro lado, dijo que por muchísimos años ella y su familia visitaron la zona TNT para conmemorar el aniversario de su avistamiento.

Aparentemente, el "hombre polilla" decidió cambiar de cielos y realizó su siguiente aparición en 1974 cerca del poblado de Elma, Nueva York. Un vecino, el Sr.Miller, había salido de noche al patio de su casa para inspeccionar una replica en miniatura de los megalitos de Stonehenge que había fabricado para sus niños. Repentinamente, Miller descubrió que no estaba solo: una criatura alada con una envergadura de tres metros y con cabeza grotesca volaba por encima de las copas de los árboles.

En 1994, Brian Canfield, vecino de una apartada aldea al pie del monte Rainier, estado de Washington, notó que había algo extraño en medio del camino mientas que conducía de regreso a casa el 23 de abril a la 9:30 p.m.. La "cosa" estaba descendiendo del cielo, haciendo contacto sólido con el asfalto de la carretera. Según el testimonio del atónito Canfield, se trataba de una criatura de 2.75 metros de altura, con un torso humanoide musculoso y brazos que terminaban en garras; tenía el cuerpo estaba completamente cubierto por pelo azul y la cabeza se parecía a la de un lobo, con colmillos blancos y ojos amarillentos.

"No supe qué pensar," dijo Canfield a un reportero del periódico Tacoma News Tribune, "la criatura me miraba como si no supiese qué hacer. Me asusté mucho, pero no me sentí amenazado." La criatura eventualmente desplegó unas alas enormes y levantó vuelo, perdiéndose en la noche. La prensa no demoró en darle el mote de "Batsquatch" a la criatura (combinación de murciélago y Sasquatch).

En el epílogo para la reimpresión de The Mothman Prophecies (1992), John Keel comenta que Point Pleasant ha crecido tanto que la zona TNT aloja hoteles, restaurantes y clubes de golf -- los lugares en donde tomaron los avistamientos de la célebre criatura han dejado de exisitir, pero las casamatas de hormigón y acero que caracterizaron la zona TNT aún pueden verse: según la tradición local, las casamatas conducen a túneles subterráneos que fueron llenados de escoria radiactiva en la década de los '50. Aunque las autoridades han negado la presencia de radiactivos, los residentes alegan haber visto insectos mutantes y en 1990, el rotativo Point Pleasant Register informó un cazador había disparado contra un perro macrocéfalo y deforme en dicha zona.

No resulta sorprendente que los vecinos de Point Pleasant prefieran platicar sobre la importancia de su comunidad como un centro de vacaciones veraniegas, conciertos de música "country" al aire libre y otros pasatiempos en vez del pasado paranormal de la región. Pero algunos lugareños no han olvidado al "hombre polilla", y en 1995, sobre un letrero en la Zona de Restauración Ambiental de la vieja "zona TNT", alguien dejó un graffito que reza: Mothman shall return! (¡El hombre polilla regresará!).

Monstruos con cabeza de huevo

Más inverosímil todavía resulta la fusión de los dos seres antes mencionados en una tercera más extraña aún: Bighead o "cabeza grande", cuyas actividades sembraron pánico en el estado de Ohio en 1978. Durante dicho año, las comunidades aledañas al Rio Ohio experimentaron toda suerte de fenómenos paranormales. Los hechos tomaron lugar en Butler, población rural de unas 1,300 almas, localizada cerca del Bosque Estatal Mohican.

En la noche del 8 de julio, Eugene Kline y Ken O'Neil, de 17 años de edad, se encontraban caminando a lo largo de una vía férrea cuando escucharon ruidos extraños que provenían un matorral más adelane en el camino. Grande fue la sorpresa de los muchachos cuando vieron salir del follaje un ser desconocido de más de dos metros de altura con ojos color rojo deslumbrante. El pánico se apoderó de ellos, y Ken se dio a la carrera, pero Eugene permaneció inmovilizado de miedo con la vista fija en la aparición, llegando a sentir que esta le invitaba a que se acercase. Finalmente, Eugene dio la media vuelta y salió corriendo de vuelta a su casa.

La criatura descrita por Eugene Kline tenía una estatura muy por encima de los dos metros con una voluminosa cabeza totalmente fuera de proporción con el resto del cuerpo, que no tenía ni manos ni pies visibles. Kline señaló que el ser emitía unos gruñidos sumamente extraños.

Bighead volvió a aparecer durante la noche del 10 de julio, presentándose ante un carro lleno de pasajeros de la población de Mansfield. El carro se disponía a cruzar las vías férreas cuando el que conducía notó "una gran masa oscura con ojos rojos" entre los rieles. El 12 de julio, la criatura se presentó en la granja de la familia Kline, asustando a la hija de la familia, quien le arrojó una linterna que llevaba consigo.

El investigador Ron Schaffner pudo determinar que, curiosamente, toda la abundante vida silvestre de la región circundante a la granja de los Kline parecía haberse esfumado debido a la presencia del ser anómalo. Los perros ladraban constantemente y el ganado aparentaba estar sumamente inquieto. Un perro perteneciente a otro granjero de la zona saltó a través de una ventana cerrada para entrar en su casa, aparentemente tratando de huír de "algo" que le produjo un buen susto.

Aunque ninguno de los testigos jamás vio volar a la insólita criatura, Schaffner apuntó que existía un parecido cercano con el famoso "hombre polilla" de Virginia Occidental: ambos seres poseían ojos luminosos de color rojo anaranjado; producían sonidos parecidos a un chillido o un disco tocando a 78 rpm; ninguno de los dos tenía ni brazos ni pies visibles, y la estatura de ambos era superior a los dos metros.

Una década de casos nuevos


El estado de Connecticut en Nueva Inglaterra no se conoce precisamente por su alta concentración de casos Bigfoot, pero en septiembre de 1997, una mujer que cabalgaba su yegua a lo largo de un sendero rural percibió “un olor como a mofeta, combinado con olor a perro mojado y ajo”. Su caballo relinchó y no demoró en lanzarse a la carrera, casi derribando a la jinete. Fue entonces que pudo percibir un ser bípedo alto y oscuro que se movía a velocidad prodigiosa, corriendo hacia ella. Los gritos emitidos por la aberrante criatura eran tan poderosos que “resonaban en mi pecho y me causaban dolor en los oídos”.

En el caso anterior, la criatura parecía tener la exclusiva intención de alejar a los intrusos de su territorio, pues la testigo afirma que pudo ver como el ser subía la ladera de una colina llena de árboles mientras que se alejaba. Pero la conducta de estos simios en otros casos es confusa. En el verano de 1995 (un año muy activo para estos seres, por lo que podemos ver), una cuadrilla de Boy Scouts que marchaba por las forestas del condado de Gibson (Indiana) fue seguida por un Bigfoot alto y negro de cabeza ovoide, que parecía estar sumamente interesado en los niños. Uno de los scouts salió corriendo para delatar la presencia del ser al adulto encargado de la expedición, pero este se negó a creerle. El niño, según la investigadora Bobbie Short, se ha rehusado a entrar al bosque de nuevo.

El periodista Bob Teets, autor del libro West Virginia UFOs, entrevistó en 1994 a un testigo con el seudónimo de "John B.", quien mantenía vivo el recuerdo de un encuentro con lo paranormal en el mes de julio de 1973, cuando su familia regresaba de un pasadía al norte de Point Pleasant. "Nos encontrábamos en la zona TNT," dijo el testigo, "y esta cosa -- mayormente blanca, sin alas, y con pelo grueso y lanudo --- comenzó a flotar justo al lado de nuestro automóvil, cuya velocidad era de 95 kilómetros por hora. Aunque no pudo verle el rostro, John B. afirmó que su cabeza tendría más de 91 centímetros de ancho.

El destacado investigador Stan Gordon, cuyas experiencias con este tipo de casos se remonta a comienzos de la década de los '70, menciona un evento acaecido en el verano de 1995 en el estado de Pennsylvania: una familia se decidió a construir su nuevo hogar en un claro de bosque precisamente en la región del condado de Westmoreland con el mayor porcentaje de casos de encuentros con Bigfoot y otros seres anómalos. Cuenta Gordon que el hijo de los dueños de la residencia, estando solo una tarde, escuchó los gritos y chillidos escalofriantes aparentemente producidos por uno de estos sere peludos. Tal fue el miedo que sintió, que el jóven salió huyendo descalzo de la casa, corriendo sobre la calzada de acceso a la casa, había sido revestida esa misma mañana con brea muy caliente.

En 1996, el programa radial de Laura Lee, transmitido desde Belleview, estado de Washington, recibió una llamada telefónica de Rena, una radioescucha en la ciudad de Spokane, en dónde había visto una criatura cuyas señas correspondían a las del legendario "hombre polilla".

"Hace cuatro noches," dijo la radioescucha, "a eso de las 11:30 p.m., miré hacia el cielo, que estaba estrellado pero un poco nublado, y pude ver una criatura parecida a un pájaro enorme cruzando el firmamento. No se trataba de un avión, porque ascendía y descendía súbitamente a la altura de un avión que va a aterrizar. Jamás ví un par de alas tan poderosas. La cosa volaba en dirección este, hacia el Canadá, y pude contemplarla ininterrumpidamente por varios minutos. No creía en esas cosas hasta ahora, y me que quedé maravillada por la envergadura y fuerza de sus alas".

Conclusión

En resumen, ¿que podemos decir sobre esta "casa de fieras fantasma", como la denominó el fallecido investigador inglés F.W. Holiday? Los ufólogos se han inclinado a pensar que las criaturas de tipo Bigfoot y seres verdaderamente anómalos como el "hombre polilla" son depositadas en nuestro mundo por los tripulantes de los ovnis para llevar a cabo misiones especiales cuyo propósito ignoramos. Los investigadores de lo paranormal han calificado al fenómeno como uno de corte interdimensional, en el que seres de otros niveles de existencia penetran la nuestra accidentalmente o adrede. Una variante de esta creencia es que dichos seres son productos de magia ritual, ya sean ritos indígenas o de magia negra. Las criaturas serían entonces materializaciones temporarias de energía que desaparecerían después de cierto tiempo. En algunos casos, también podría ser cierta la hipótesis de que este tipo de criaturas son proyecciones del Inconsciente Colectivo de la humanidad (activado por el electromagnetismo presente en ciertas regiones). Por otro lado, el autor John Keel ha sugerido la posibilidad de "elementales" o el concepto clásico de "ángeles y demonios". La interrogante seguirá en pie.

USA: Recordando al Presidente Gerald Ford

Recordando al Presidente Gerald Ford
por George Fawcett

El año era 1966 cuando el entonces congresista Gerald Ford, un político sumamente consecuente, respondiendo a las inquietudes de sus representados, abordó el tema del “gas de pantano” en Dexter, Michigan, solicitando que la Fuerza Aérea estableciera credibilidad sobre el tema ovni para producir el máximo esclarecimiento del tema.

Con el paso de los meses, Ford dijo que hubiera preferido vistas congresionales con testigos que incluyeran individuos confiables entre aquellos que afirmaban haber visto ovnis. Sin embargo, aquello nunca sucedió.

Tal vez nadie se sorprendió cuando Ford pareció perder su interés en el tema OVNI después de haberse convertido en presidente. En años posteriores comentaría que durante sus años en el Congreso, sus años como vicepresidente y presidente, realizó varias peticiones de información sobre el fenómeno OVNI pero que las agencias oficiales negaban cualquier alegato sobre dicho fenómeno.
A la par que el país sigue de luto por la muerte del ex-presidente Ford, y recordamos sus numerosas contribuciones, aquellos que prestamos atención al quehacer ufológico también recordaremos sus esfuerzos por desenredar el engima de los OVNIS.

(Fuente: UFO Newsclipping Service, con agradecimiento a Lou Farish)

USA: Sigue Controversia Sobre OVNI O'Hare

Fuente: Periódico Chicago Tribune
Fecha: 1ro de enero de 2007


Sigue Controversia Sobre OVNI Aeropuerto O'Hare

Suena como un chiste bastante viejo – pero un grupo de empleados de aerolínea insiste en que no lo es, y que no están molestos en absoluto que ni sus patronos ni el gobierno les tomen en serio.

Un objeto volador voló bajo sobre el aeropuerto internacional O’Hare de la ciudad de Chicago durante varios minutos antes de irrumpir a través de las nubes con tanta fuerza que dejó un agujero bastante tétrico en los cielos nublados, según los empleados de United Airlines que atestiguaron el fenómeno.

¿Era una nave espacial? ¿Un globo sonda perdido en el aire sobre uno de los aeropuertos más transitados del mundo? ¿Una nave militar secreta? O sencillamente un truco de las luces reflejadas?

Los funcionarios de United Airlines dijeron carecer de conocimiento alguno sobre el evento – ocurrido el 7 de noviembre de 2006 y dado a conocer por más de media docena de sus propios empleados – cuando el Chicago Tribune comenzó a hacer indagaciones sobre el asunto. Pero el Negociado Federal de Aviación (FAA) dijo que su torre de control en O’Hare había recibido una llamada de un supervisor de United preguntando si los controladores habían percibido una misteriosa nave de forma elíptica que se había colocado inmóvil sobre la Terminal C de United.

Ningún controlador se percató del objeto, y una verificación preliminar de los radares comprobó que no hubo nada fuera de lo ordinario, según Elizabeth Isham Cory, portavoz de la FAA.

La FAA no esta realizando ningunas pesquisas adicionales, manifestó Cory. La teoría es que el avistamiento fue la consecuencia de un “fenómeno meteorológico”.

Algunos de los testigos entrevistados por el Tribune dijeron sentirse molestos porque ni el gobierno ni la aerolínea está investigando el asunto. Sea lo que haya sido el objeto, bien pudo haber interferido con los radares de O’Hare y otros equipos, llegando incluso a representar un peligro de choque.

El fenómeno aéreo no identificado (UAP, el término que prefieren utilizar los investigadores actuales en vez del termino UFO), fue visto por un trabajador de la United Airlines que dirigía un avión de la misma aerolínea en la Salida C17, según el testimonio proporcionado al National UFO Reporting Center.

El avistamiento tomó lugar a plena luz del día, a eso de las 4:30 p.m., justo antes del atardecer.

Todos los testigos coinciden en que el objeto era de color gris oscuro y bien definido contra el cielo nublado. Dicen que la nave, según distintas observaciones, media desde 6 pies a 24 pies de diámetro y no tenía luces.

Algunos dicen que tenía el aspecto de un “Frisbee” giratorio mientras que otros sostienen que el objeto estaba inmóvil. Todos coincidieron en que el objeto no hacía ruido alguno y que estaba en una posición fija en el cielo, justo por debajo de la cubierta de las nubes, a 1900 pies de altura, hasta que se abrió paso entre las nubes.

Testigos estremecidos por el avistamiento

“Mi naturaleza es la ser científico, y no entiendo por qué los extraterrestres vendrían a posarse sobre un aeropuerto congestionado”, dijo un mecánico de la United que se encontraba en la cabina de un Boeing 777 que se dirija hacia un hangar de mantenimiento cuando pudo observar un objeto metálico sobre la Salida C17, “pero sé que lo que vi y vieron otros estaba claramente definido y no era un aparato terrestre.”

Otro empleado de United parecía estar emocionalmente abatido por el avistamiento y “experimentó una crisis religiosa” sobre el asunto, según un compañero de trabajo.

Un gerente de la United dijo que salió corriendo de su oficina en la Explanada B después de haber recibido el aviso del avistamiento sobre una frecuencia radial interna en el aeropuerto. “Me quedé afuera de la salida sin saber qué pensar, tratando de determinar la naturaleza de aquello”, dijo el gerente. “Sabía que nadie haría una llamada falsa como esa, pero si alguien estaba rebotando un globo sonda o cualquier otra cosa sobre O’Hare, teníamos que detenerlo debido a su proximidad a nuestras operaciones de vuelo”.

Algunos se mofan, otros investigan

Las bases de datos de los distintos grupos de investigación OVNI están repletas de casos presentados por pilotos de aviación sobre anomalías y avistamientos de aparatos extraños que afectaron el equipo de navegación de a bordo.

Si los incidentes OVNI fueron reales, o meramente la consecuencia de percepciones individuales, algunos expertos dicen que los eventos representan un riesgo de seguridad a los pilotos y sus pasajeros.

“Existen casos documentados en que la seguridad parece haberse comprometido, y nos acercamos más y más a la perspectiva de estar lidiando con un fenómeno inteligente”, declara Richard Haines, director científico de la National Aviation Reporting Center on Anomalous Phenomena. “Debemos comportarnos de manera proactiva antes de que se estrelle un avión”, dice Haines, antiguo jefe de la oficina de recursos humanos espaciales del centro de investigación Ames de la NASA.

Haines está investigando el incidente de O’Hare. Dice haber determinado que no hubo ningún lanzamiento de globos sonda en las cercanías de O’Hare el 7 de noviembre.

“Es absurdo pensar que los militares realizarían pruebas aéreas cerca del aeropuerto”, opina Haines. Todos los testigos del evento de O’Hare, que incluyeron varios pilotos como mínimo, dicen estar seguros – con base al aspecto del disco y sus características de vuelo – que no era un avión, helicóptero, globo sonda, ni ningún artefacto conocido por los humanos.


United Airlines desmiente el informe OVNI

No están seguros sobre lo que pudo haber sido aquello que quedó suspendido sobre el espacio aéreo restringido, pero están molestos de que nadie haya tomado el asunto en serio.

Una portavoz de United dice que no hay pruebas del informe OVNI. Dice que los funcionarios de United no recuerdan haber mantenido ninguna discusión sobre dicho incidente.

“No hay nada en la bitácora del gerente de servicio, que se utiliza para documentar incidentes inusuales,” dijo Megan McCarthy, portavoz de United. “Hice una búsqueda y no hay registros de nada”.

Los pilotos del avión de United que se dirigía a la Salida C17 fueron notificados acerca del avistamiento por el personal de United, y uno de los pilotos supuestamente abrió una ventanilla en la cabina para ver el objeto mejor, estimando que se cernía a 1600 pies sobre la tierra.

Se pudo ver que el objeto aceleró repentinamente en forma vertical a través de la capa sólida de nubes. En aquel momento, la FAA informaba que el techo de las nubes estaba a 1900 pies.

“Era como si alguien hubiese perforado un agujero en el cielo”, aseveró un empleado de United Airlines.

Los testigos dicen haber tenido dificultades en rastrear el objeto visualmente mientras que se desplazó a través de las densas nubes.

El objeto dejó a su paso un agujero de aire despejado en la capa de nubes, según los testigos, añadiendo que el agujero desapareció en cuestión de minutos. Los empleados que hablaron con el Chicago Tribune lo hicieron bajo condiciones de anonimato. Algunos de ellos fueron entrevistados por United y recibieron la orden de escribir informes y dibujos sobre lo
observado. Posteriormente se les aconsejó no hablar acerca de lo que habían presenciado.